domingo, 13 de mayo de 2018

Marcello Pera: “Por qué debemos considerarnos cristianos. Un alegato liberal”


Marcello Pera es un político y filósofo italiano que ya ha superado los setenta años. Milita en “Forza Italia” desde 1996 y hoy en “Popolo della Libertá”. Ha sido presidente del Senado de Italia, colaborado en instituciones educativas de Estados Unidos y Gran Bretaña y es autor de diversos libros.
 El libro trata de la relación entre la religión y liberalismo. Un terreno realmente espinoso. De entrada, el titulo oculta a quiénes se dirige sus exhortaciones, es decir, los que deben considerarse cristianos. No se dirige a todo el mundo, sino solamente a quienes creen, defienden y practican el liberalismo. Es un título confuso que además constituye una contestación al de un trabajo de Benedetto Croce escrito en 1942 y que se titulaba “Perchè non possiamo non dirci ‘cristiani’ ”.
Estamos ante una obra más política que otra cosa. Escrita por un político italiano, lo que añade más confusión quizá. No lo aclara ni el prólogo de Benedicto XVI ni su carta de contestación al envío del texto del libro. Ambos fueron escritos tras la renuncia al papado en 2013, al igual que, en sentido contrario, la famosa controversia entre Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger de enero de 2004 tuvo antes de acceder al papado en abril de 2005. La realidad es que tanto Ratzinger (nunca intervino en estas discusiones siendo papa), como Habermas discutieron en un terreno filosófico. Tanto el inicial conservadurismo de Ratzinger como el inicial pro-marxismo de Habermas se habían enfriado. Les unían cosas como la repulsa del posmodernismo o la templanza filosófica de ambos. Parecían mantener sus posiciones con convicción, pero sin ira ninguna.

Volvamos al libro, organizado en tres apartados claramente diferenciados. El primero de ellos trata de forma directa el liberalismo; el segundo, mira a Europa; el tercero a la multiculturalidad y la ética. Antes es preciso conocer el pensamiento de Marcello Pera. La tsis de que parte es que el liberalismo deriva del pensamiento cristiano y quien quiera ser realmente liberal no puede olvidarse dicho fundamento y proclamarlo. Al igual que en Italia hubo una democracia cristiana, da la sensación de que Pera aspira a un liberalismo cristiano. Pero lo cosa se complica cuando comienza el libro diciendo “La pregunta más difícil que se puede hacer hoy a los liberales ésta: ¿Qué es liberalismo?”, Y ese carácter confuso y difuso lo extenderá luego a las ideas de clericalismo, nación y otras, de forma que nos recordará en ocasiones al inolvidable Zapatero con su idea la nación “discutida y discutible”.
Pera parte de que el liberalismo más puro deriva de la doctrina cristiana que parte de la igualdad de los hombres y de la libertad que, en definitiva, Dios les ha concedido. Nada que objetar en principio a esa idea. Pero, aunque el liberalismo ha triunfado en el mundo, lo ha hecho a través de fórmulas hibridas que han afectado a naciones y doctrinas, Y culpará de la degradación producida a varias causas. La primera de ellas, la “apostasía del cristianismo” la relaciona con el exceso de la permisividad y acogida que ha querido mostrar Europa (la patria del liberalismo) hacia todo género de movimientos migratorios, costumbres y símbolos. Así va Europa “de cesión en cesión”. Sigue el examen de la que llama “ecuación laica” (“Liberal igual a laico”), con su diversificación entre los que prescinden de la religión a los que la combaten. Aprecia una evolución de la ecuación que pasa por las siguientes afirmaciones: “El Estado liberal es laico”, “El Estado liberal es no religioso”, “El Estado liberal excluye la religión en la esfera pública” (equivalente a reducirla a la esfera privada) y “El Estado liberal tiene la religión de la laicidad”. Un escollo siempre difícil de salvar es distinguir lo que separa lo público de lo privado, y quién se atribuye la competencia para realizar dicha distinción.
El autor se preocupa porque la ecuación laica deriva fácilmente en las ecuaciones anticristiana y anticlerical. “Detrás de la ecuación liberal igual a laico sobrevive como un legado envenenado otra ecuación: liberal igual a anticlerical”.  Aquí se introduce un protagonista distinto de la religión: la Iglesia, la católica naturalmente. Diríamos que aquí Marcello Pera se hace una trampa en el solitario: a partir de ello destaca la existencia de contradicciones históricas entre la Iglesia, el Estado y la Ciencia.
Europa se contempla en su triste realidad actual, que Pera lamenta largamente que dice: “La tesis que voy a sostener es que la siempre aplazada y la siempre fallida unificación política europea depende, por encima de las dificultades y las voluntades políticas, de su negativa a reconocerse una identidad cristiana”. En su argumentación, Pera recurre a un curioso e ingenioso método: el inverso de las “Cartas persas” de Montesquieu: un estadounidense viaja a Europa y escribe a su “querida Dany” Sus impresiones, que afectan a muchos aspectos, son demoledoras: a pesar de tantos intentos de unificación Europa dista mucho de ser ni una nación, ni una supernación: le falta el alma, como denunciaron Delors y Prodi. Ello “significa que a Europa le falta la identidad europea”.        
Para explicarlo, Pera recurre a la diferenciación entre razones de hecho (políticas nacionales) y razones de principio, las que considera realmente importantes, ya que mantienen que “en vez de partir a la Constitución para llegar a la identidad, deberíamos partir de la identidad para llegar a la Constitución”.  Se refiere inmediatamente a los caminos empleados para unificar Europa: el primero, el cultural-religioso, cuando los componentes eran únicamente seis miembros, confesando que los llamados “Padres” (un término un tanto cursi que majea Pera) evidenciaron en sus manifestaciones Schumann, De Gásperi y Adenauer (otras veces son Kant, Locke, Mill o Jefferson). Curiosamente, el fracaso de este intento Pera atribuye a “causas cuyo examen dejamos a los historiadores”. El segundo intento fue el económico: “del alma se pasó a las piernas” indica Pera y cita a Monet, apuntando como hitos los tratados de Maastricht y Ámsterdam y, por descontando, el euro. El tercero fue el intento de carácter político. El último fracaso que hot vivimos. Habermas explicaría todo a través de lo que llama “patriotismo constitucional” en el que se trata de “construir la nación europea prescindiendo de la de identidad histórica o prepolítica europea”. El concepto, labrado por Habermas, es pronto considerado por éste como demasiado débil para soportar la unión europea y simple sustituto del nacionalismo alemán fulminado por la guerra.      

La última parte del libro parte de la creencia generalizada de que el liberalismo es el mejor de los sistemas políticos. Y Pera se pregunta si es lícito comparar de esa forma, distintas realidades utilizando el término “mejor”. Afirma que “a nadie le está permitido decir que el estilo de vida europeo o el estilo de vida norteamericano son mejores que el estilo de vida o indio y, sobre todo, musulmán”. Todos acaso lo piensan, pero nadie lo dice y si lo dice le caen todo género de críticas y ataques, “En casos como estos se azuza a un terrible perro de guardia llamado “lenguaje políticamente correcto” contra el malaventurado u se le reduce al silencio. Esta especie de monstruo minoico actúa de guardián ético, de pretoriano que tutela la versión oficial”.
Continuará refiriéndose al relativismo (“incompatible con el liberalismo y con el cristianismo”) y al multiculturalismo. A este último le ve las consecuencias negativas de desarrollar un síndrome de culpabilidad en los europeos, llevar a cabo la sustitución de las mayorías naturales por las nuevas minorías y permitir el fortalecimiento de las exigencias de éstas. A los procedentes de otras religiones no se les pide una conversión religiosa, sino una integración civil. Y esta no se produce, aunque Pera no pierde la esperanza. Por descontado se excluye la posibilidad de un verdadero diálogo interreligioso. En esa idea insiste, en su prólogo, Benedicto XVI.
Se condena también el avance del estado paternalista llamado de bienestar hasta convertirse en un “monopolista ético” por medio de una “apropiación de la moral” que le conduce al totalitarismo, o sea, al “Estado ético totalitario”.
El libro maneja confusamente los conceptos en los que se basa y de los que trata. Se sitúa ambiguamente entre la apología política y la apologética cristiana. Confunde una Europa, tan cristiana como fraccionada, con el mensaje cristiano original surgido fuera de Europa. No distingue entre religión e Iglesia, en la que parece disolver al individuo. Olvida la libertad dada por Dios al tiempo que nos grabó la ley natural.
Marcello Pera dice muchas verdades y tiene evidentes aciertos, pero parece empeñado en defender una tesis previamente adoptada. Más que otra cosa parece ofrecernos el ideario del partido político en que actualmente milita. No estamos ante una lectura inútil, pero es difícil calificarla de útil.


“Por qué debemos considerarnos cristianos. Un alegato liberal” (232 págs.) es un libro escrito por Marcello Pera con el título original “Perché dobbiamo dirci cristiani. Il liberalismo, l’Europa, l’Ética”), escrito en 2008 y publicado en España con prefacio de Benedicto XVI por la Editorial Encuentro en su colección Sociedad en 2010.

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