Marcello Pera
es un político y filósofo italiano que ya ha superado los setenta años. Milita
en “Forza Italia” desde 1996 y hoy en “Popolo della Libertá”. Ha sido presidente
del Senado de Italia, colaborado en instituciones educativas de Estados Unidos
y Gran Bretaña y es autor de diversos libros.
El libro trata
de la relación entre la religión y liberalismo. Un terreno realmente espinoso.
De entrada, el titulo oculta a quiénes se dirige sus exhortaciones, es decir, los
que deben considerarse cristianos. No se dirige a todo el mundo, sino solamente
a quienes creen, defienden y practican el liberalismo. Es un título confuso que
además constituye una contestación al de un trabajo de Benedetto Croce escrito
en 1942 y que se titulaba “Perchè non
possiamo non dirci ‘cristiani’ ”.
Estamos ante
una obra más política que otra cosa. Escrita por un político italiano, lo que
añade más confusión quizá. No lo aclara ni el prólogo de Benedicto XVI ni su
carta de contestación al envío del texto del libro. Ambos fueron escritos tras
la renuncia al papado en 2013, al igual que, en sentido contrario, la famosa
controversia entre Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger de enero de 2004 tuvo antes
de acceder al papado en abril de 2005. La realidad es que tanto Ratzinger (nunca
intervino en estas discusiones siendo papa), como Habermas discutieron en un terreno
filosófico. Tanto el inicial conservadurismo de Ratzinger como el inicial
pro-marxismo de Habermas se habían enfriado. Les unían cosas como la repulsa del
posmodernismo o la templanza filosófica de ambos. Parecían mantener sus
posiciones con convicción, pero sin ira ninguna.
Volvamos al
libro, organizado en tres apartados claramente diferenciados. El primero de
ellos trata de forma directa el liberalismo; el segundo, mira a Europa; el tercero
a la multiculturalidad y la ética. Antes es preciso conocer el pensamiento de
Marcello Pera. La tsis de que parte es que el liberalismo deriva del
pensamiento cristiano y quien quiera ser realmente liberal no puede olvidarse
dicho fundamento y proclamarlo. Al igual que en Italia hubo una democracia
cristiana, da la sensación de que Pera aspira a un liberalismo cristiano. Pero
lo cosa se complica cuando comienza el libro diciendo “La pregunta más difícil que se puede hacer hoy a los liberales ésta:
¿Qué es liberalismo?”, Y ese carácter confuso y difuso lo extenderá luego a
las ideas de clericalismo, nación y otras, de forma que nos recordará en
ocasiones al inolvidable Zapatero con su idea la nación “discutida y
discutible”.
Pera parte de
que el liberalismo más puro deriva de la doctrina cristiana que parte de la
igualdad de los hombres y de la libertad que, en definitiva, Dios les ha
concedido. Nada que objetar en principio a esa idea. Pero, aunque el liberalismo
ha triunfado en el mundo, lo ha hecho a través de fórmulas hibridas que han
afectado a naciones y doctrinas, Y culpará de la degradación producida a varias
causas. La primera de ellas, la “apostasía
del cristianismo” la relaciona con el exceso de la permisividad y acogida
que ha querido mostrar Europa (la patria del liberalismo) hacia todo género de
movimientos migratorios, costumbres y símbolos. Así va Europa “de cesión en cesión”. Sigue el examen de
la que llama “ecuación laica” (“Liberal igual a laico”), con su diversificación
entre los que prescinden de la religión a los que la combaten. Aprecia una evolución
de la ecuación que pasa por las siguientes afirmaciones: “El Estado liberal es laico”, “El
Estado liberal es no religioso”, “El
Estado liberal excluye la religión en la esfera pública” (equivalente a reducirla
a la esfera privada) y “El Estado liberal
tiene la religión de la laicidad”. Un escollo siempre difícil de salvar es
distinguir lo que separa lo público de lo privado, y quién se atribuye la
competencia para realizar dicha distinción.
El autor se preocupa
porque la ecuación laica deriva fácilmente en las ecuaciones anticristiana y anticlerical.
“Detrás de la ecuación liberal igual a
laico sobrevive como un legado envenenado otra ecuación: liberal igual a
anticlerical”. Aquí se introduce un
protagonista distinto de la religión: la Iglesia, la católica naturalmente. Diríamos
que aquí Marcello Pera se hace una trampa en el solitario: a partir de ello destaca
la existencia de contradicciones históricas entre la Iglesia, el Estado y la
Ciencia.
Europa se contempla
en su triste realidad actual, que Pera lamenta largamente que dice: “La tesis que voy a sostener es que la
siempre aplazada y la siempre fallida unificación política europea depende, por
encima de las dificultades y las voluntades políticas, de su negativa a
reconocerse una identidad cristiana”. En su argumentación, Pera recurre a
un curioso e ingenioso método: el inverso de las “Cartas persas” de Montesquieu:
un estadounidense viaja a Europa y escribe a su “querida Dany” Sus impresiones,
que afectan a muchos aspectos, son demoledoras: a pesar de tantos intentos de unificación
Europa dista mucho de ser ni una nación, ni una supernación: le falta el alma,
como denunciaron Delors y Prodi. Ello “significa
que a Europa le falta la identidad europea”.
Para explicarlo,
Pera recurre a la diferenciación entre razones de hecho (políticas nacionales)
y razones de principio, las que considera realmente importantes, ya que mantienen
que “en vez de partir a la Constitución
para llegar a la identidad, deberíamos partir de la identidad para llegar a la Constitución”.
Se refiere inmediatamente a los caminos
empleados para unificar Europa: el primero, el cultural-religioso, cuando los componentes
eran únicamente seis miembros, confesando que los llamados “Padres” (un término
un tanto cursi que majea Pera) evidenciaron en sus manifestaciones Schumann, De
Gásperi y Adenauer (otras veces son Kant, Locke, Mill o Jefferson). Curiosamente,
el fracaso de este intento Pera atribuye a “causas
cuyo examen dejamos a los historiadores”. El segundo intento fue el económico:
“del alma se pasó a las piernas”
indica Pera y cita a Monet, apuntando como hitos los tratados de Maastricht y Ámsterdam
y, por descontando, el euro. El tercero fue el intento de carácter político. El
último fracaso que hot vivimos. Habermas explicaría todo a través de lo que llama
“patriotismo constitucional” en el
que se trata de “construir la nación europea
prescindiendo de la de identidad histórica o prepolítica europea”. El concepto,
labrado por Habermas, es pronto considerado por éste como demasiado débil para soportar
la unión europea y simple sustituto del nacionalismo alemán fulminado por la
guerra.
La última parte
del libro parte de la creencia generalizada de que el liberalismo es el mejor
de los sistemas políticos. Y Pera se pregunta si es lícito comparar de esa forma,
distintas realidades utilizando el término “mejor”. Afirma que “a nadie le está permitido decir que el
estilo de vida europeo o el estilo de vida norteamericano son mejores que el estilo
de vida o indio y, sobre todo, musulmán”. Todos acaso lo piensan, pero
nadie lo dice y si lo dice le caen todo género de críticas y ataques, “En casos como estos se azuza a un terrible
perro de guardia —llamado
“lenguaje políticamente correcto”—
contra el malaventurado u se le reduce al silencio. Esta especie de monstruo minoico
actúa de guardián ético, de pretoriano que tutela la versión oficial”.
Continuará refiriéndose
al relativismo (“incompatible con el liberalismo y con el cristianismo”) y al multiculturalismo.
A este último le ve las consecuencias negativas de desarrollar un síndrome de
culpabilidad en los europeos, llevar a cabo la sustitución de las mayorías naturales
por las nuevas minorías y permitir el fortalecimiento de las exigencias de
éstas. A los procedentes de otras religiones no se les pide una conversión religiosa,
sino una integración civil. Y esta no se produce, aunque Pera no pierde la
esperanza. Por descontado se excluye la posibilidad de un verdadero diálogo interreligioso.
En esa idea insiste, en su prólogo, Benedicto XVI.
Se condena también
el avance del estado paternalista llamado de bienestar hasta convertirse en un
“monopolista ético” por medio de una
“apropiación de la moral” que le
conduce al totalitarismo, o sea, al “Estado
ético totalitario”.
El libro maneja
confusamente los conceptos en los que se basa y de los que trata. Se sitúa
ambiguamente entre la apología política y la apologética cristiana. Confunde
una Europa, tan cristiana como fraccionada, con el mensaje cristiano original
surgido fuera de Europa. No distingue entre religión e Iglesia, en la que
parece disolver al individuo. Olvida la libertad dada por Dios al tiempo que
nos grabó la ley natural.
Marcello Pera
dice muchas verdades y tiene evidentes aciertos, pero parece empeñado en
defender una tesis previamente adoptada. Más que otra cosa parece ofrecernos el
ideario del partido político en que actualmente milita. No estamos ante una
lectura inútil, pero es difícil calificarla de útil.
“Por qué debemos considerarnos
cristianos. Un alegato liberal” (232 págs.) es un libro escrito por Marcello
Pera con el título original “Perché dobbiamo dirci cristiani. Il liberalismo,
l’Europa, l’Ética”), escrito en 2008 y publicado en España con prefacio de
Benedicto XVI por la Editorial Encuentro en su colección Sociedad en 2010.
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