jueves, 31 de agosto de 2017

Hermann Tertsch: “Días de ira. Una reflexión que clama a las conciencias ante una España en alarma.





 
Hermann Tertsch es sobradamente conocido. Odiado por la izquierda y mirado con cierto recelo por cierto sector de la derecha. Hablar de derecha e izquierda es algo que siempre he criticado como criterio de distinción que comienza a estar definitivamente superado. Pero al referirse de Hermann Tertsch es conveniente hacerlo por lo ya dicho: sirve para descubrir pelajes.
Pero al mismo tiempo es desconocido en muchos aspectos, singularmente por el perfil absolutamente germánico de su nombre. Por eso es conveniente destacar que nació en Madrid y que su segundo apellido es “del Valle Lersundi”. Anduvo siempre en andurriales periodísticos, pero lo más llamativo es su fichaje por ”El País” en 1985, primero como corresponsal en Varsovia y Bonn, y más tarde en la Europa Oriental en los tiempos inestables de la caída del telón de acero. De 1993 a 1996 fue subdirector y jefe de opinión de “El País”. Siguió después siendo enviado especial columnistas y colaborador del periódico hasta que rompió en 2007 con ese periódico.

El pesimismo es algo tradicional en los escritores españoles y este libro es declaradamente pesimista. Otra cosa es que exista sobrada razón para ese pesimismo, como siempre referido a la realidad de España. La obra no aborda la historia, sino que se refiere al presente que vivimos. ¿Hay lugar a ese pesimismo? Indudablemente sí. Lo que hace Hermann Tertsch es aportar una visión real de nuestra sociedad actual. El pesimismo deriva de la desproporción entre las amenazas y peligros que corremos y los previsibles recursos para hacer frente a ellos. Es un grito de alarma.
El autor muestra inicialmente su intención de no citar personas, salvo que resulte realmente necesario. Y lo cumple. Pero parece que citar a Janli (conocido como Juan Luis Cebrián) es absolutamente necesario. Quien aparece repetidamente y con razones evidentes es la triste figura de Zapatero. Hay que decir que parece que pesa más su estupidez que su maldad. Amparado en su abuelo (también Iglesias lo tuvo) regeneró el odio por medio de la llamada memoria histórica, odio que fue calando en las fuerzas de la izquierda, aunque poco en las de la derecha. Rajoy y su equipo también son citados.
El autor echa una larga mirada sobre Grecia. Lo hace porque Syriza con Podemos son los intentos de desembarco del primer Foro de Sao Paulo de 1989, “el arca de Noe del comunismo para el diluvio neoliberal” tras la disolución de la Unión Soviética. Esa extraña comunidad sorprende más cuando Tertsch nos recuerda que la Grecia actual, lejos de ser heredera la de la clásica, es una nación balcánica que careció de Renacimiento y de Ilustración, sin una historia como la de España. Analiza el perfil de Tsipras, su victimismo y su resentimiento. Y todos recordamos el “aguanta, Tsipras” que Iglesias gritó en su campaña electoral. Porque, aunque Grecia y España no tengan nada que ver, Podemos intenta hacernos creer lo contrario.
A Tertsch le asusta el adoctrinamiento de que es objeto la sociedad española, de la masificación de las universidades, del advenimiento de la idea de lo políticamente correcto que encubre con piel de cordero al pensamiento único. Le asusta la mediocridad de gran parte de los periodistas y de su sumisión a los eslóganes y los términos que se van imponiendo en la sociedad, y la utilización de conceptos caducos del viejo comunismo alicatados con expresiones nuevas. Tertsch avisa: “el mensaje omnipresente a la sociedad española es, por tanto, inequívoco; procede no meterse en líos”. Y hay que concederle razón, porque es lo que la mayoría hacemos.
¿Está justificado el pesimismo de Tertsch? A la vista de sus apreciaciones lo es totalmente y lo es en ese grado porque, frente a esa presión, la sociedad española muestra una suicida actitud de aceptación y resignación. Es un fenómeno especialmente acusado en España que en parte atribuye a la etapa franquista en la que se creó. La nueva izquierda atacó todos símbolos atribuibles al franquismo, como podían ser la bandera y la unidad nacional, sin que apenas nadie los defienda. Legiones de personas se volvieron, de pronto, antifranquistas de toda la vida. Pone un curioso ejemplo de cambio de chaqueta: Carrillo. Ensalzado durante años como hacedor de la transición y de su espíritu de concordia y olvido, olió ya en el siglo XXI el cambio de aires y optó por dejar de ser uno de los artífices de la Transición para volver a ser el Carrillo de Paracuellos, héroe de la segunda república. Otro ejemplo: el peculiar Verstringe del que cuenta cosas un tanto sorprendentes.
Mirar a la derecha no alivia sus temores. Afirma: “es imposible encontrar un atisbo de grandeza en la forma de gobernar Mariano Rajoy y su gente”. Y lo razona: eliminación de los no fieles, incumplimiento de promesas electorales, mezquindad y soberbia... la lista de imputaciones es larga y prolija. Y se refiere a hechos curiosos, aunque sean anecdóticos. Por ejemplo: los Premios Nacionales son otorgados por la derecha siempre a santones de la izquierda. Y efectivamente, existe un complejo de inferioridad injustificado que permite que se entierren a personalidades con la simple imputación venida de la izquierda de que son fascistas.
La derecha española, dice Tertsch, carece de mensaje y eso constituye una tragedia. Frente a ello se erige el mensaje tan sólido como falaz que la izquierda la izquierda ha ido creando desde que apareció la figura de Zapatero. Como armas arrojadizas se utilizan los calificativos de fascista y liberal, sin importar su uso simultáneo, aunque sean contradictorios y que se dirige a todo aquel que no comparte los criterios e ideas de la izquierda. Esa visión persiste cuando Tertsch repasa la situación de la prensa, la radio, la televisión y la enseñanza y nos cuenta la serie de cesiones a través de las cuales se ha llegado a la situación actual.
Un vicio nacional que descubre Tertsch es la adulación. La que rodeó a Zapatero pese a su reconocida nulidad intelectual y la que rodea a Rajoy fomentando su inmovilismo. Una adulación que recuerda el “culto a la personalidad” y a la que en todo caso Tertsch califica de “obsequiosa e impúdica”.


Hay algo que sorprende en el libro: son las páginas dedicadas a la defensa de su padre, Ekkerhard Tertsch, alemán que vivió como tantos otros inmerso en el nacionalismo. Llegó a él por las mismas razones que otros muchos alemanes, “pero no fue solo eso” agrega Tertsch: “fue un beneficiario de aquel régimen, de su clase dirigente, un diplomático de la Alemania Nazi”, algo que ni se ha ocultado ni de lo que se ha presumido “aunque tanto él como yo los consideramos un motivo de profunda e irrevocable vergüenza”.
Como se indica en Wikipedia, Ekkerhard Tertsch formó parte del servicio diplomático alemán y en 1943 fue destinado a la embajada de Madrid como jefe adjunto a la delegación de prensa. Fue acusado por la Gestapo por actividades contra el régimen y sospechas de estar relacionado con el atentado contra Hitler de 20 de julio. Fue encarcelado en Moabita (Berlín) y llevado a un campo de concentración (Sachsenhausen) del que fue liberado al término de la guerra, regresando a España. Enviudó y se casó nuevamente con la madre del autor. En referencia a los que llevaron a cabo el atentado, Hermann Tertsch indica: “Su grave culpa fue no haberlo hecho antes, en 1940” en medio del entusiasmo general de los alemanes cuando sus ejércitos triunfaban en Europa.
En sus palabras se mezclan el reconocimiento de la culpa y la identificación de su esencia. No estaba tanto en haber pertenecido al partido nazi, como en que “no hubo coraje de no decir la verdad cuando se podía”. Es la idea que motiva a Hermann Tertsch al escribir el libro: decir la verdad cuando aún se puede. “La verdad debe ser defendida siempre. Y siempre sin concesión táctica. Lo contrario es un desastre y España es el mejor ejemplo. No puede darse ni un paso atrás ante quienes quieran manipularla”.
Es un libro que no oculta la escasa esperanza con que se escribe. Es de fácil lectura, uno de esos libros que se puede abrir por cualquier parte y leer.


“Días de ira” fue publicada por “La esfera de los libros” en 2015, año en que se concluyó la obra por Hermann Tertsch.