domingo, 30 de julio de 2017

Michael Lewis: Deshaciendo errores




Si se le cae este libro de las manos no tema lesionarse un pie: está impreso en papel de reducido gramaje. Pero si no se le cae físicamente, lo probable es que se le caiga intelectualmente.
El libro, como su título anticipa, se refiere a la tesis que mantiene que el ser humano comete muchos errores, continuamente errores. Es una afirmación de una corriente de la psicología conductista que se evidencia en mi error de comprar el libro. Porque se centra, más que en la exposición esta teoría, llamada “teoría de las perspectivas”, en la relación que se produjo entre dos psicólogos judíos que, con caracteres muy distintos, se unieron un tanto coyunturalmente para dar cuerpo a esa teoría. Eran Daniel Kahneman y Amos Tversky, ambos nacidos en Israel y trasplantados a universidades norteamericanas. En muchas ocasiones parece que el autor está tratando de describir una relación de amor y desamor, ya que lo que pueden ser afinidades intelectuales no pueden ser descritas tan ardorosamente.
El problema que tiene el libro es que más que exponer la teoría de las perspectivas (Prospect Theorie), el autor nos presenta “el maravilloso relato de la colaboración de estos dos hombres de ciencia que podrían ser grandes figuras literarias” (contraportada) y lo hace “con su capacidad de combinar información económica y periodismo narrativo” (solapa). Quiere decirse que, con un estilo aburrido y soporífero, pretende hace una épica científica de lo que fueron unas relaciones tensas pero orientadas hacia la búsqueda del éxito. Probablemente, el económico.
Hasta muy pasadas las 100 primeras páginas, nos sumerge Lewis en narraciones tontas sobre la familia, la infancia y los estudios de los dos psicólogos, sus empleos en las fuerzas armadas israelíes, bajando hasta los más absurdos detalles y transmitiendo con ello cierto aire de falsedad. Recuerda el estilo del Reader Digest de los años 50, amoldado al gusto del público norteamericano de la época. Constantemente evoca pensamientos y sentimientos, o crea frases y diálogos que nunca debieron existir. Por descontado, para crear empatía, Kahneman se convierte para siempre en “Danny” y Tversky se queda con su nombre “Amos” al carecer de diminutivo apropiado.

La teoría de las perspectivas se centra en las decisiones humanas y en el mal uso que hace la persona de la probabilidad. Toma decisiones sin ponderar las probabilidades y, cuando las toma, las toma mal. Aclaremos de antemano que la teoría iba a llamarse Teoría del valor, pero “en 1976, con fines puramente comerciales, cambiaron el título a “Teoría de las perspectivas. El objetivo era que la teoría tuviera un nombre muy característico, que no guardara ninguna relación con nada. Cuando dices “Teoría de las Perspectivas” nadie sabe a que te refieres. Pensamos: ¿quién sabe? A lo mejor acaba teniendo un papel influyente. Y si es así, no queremos que la confundan con otra” (pp. 308-9 del libro).
La probabilidad, en efecto, es un concepto que se fija mediante un procedimiento matemático. El cálculo de probabilidades ha sido una rama matemática nacida al socaire de la aspiración de vencer la aleatoriedad en el juego o de evitar las pérdidas y asegurar las ganancias en el campo económico, singularmente en el del seguro. En ese campo es un instrumento útil; fuera de él es una ciencia aburrida y de escasos atractivos.
De lo que van a acusar a la persona humana K&T (permítaseme llamarles así desde este momento) es que al final “la mente sustituye las leyes de probabilidad por el ojo del buen cubero”. A estas decisiones las llamaron heurísticas, porque son decisiones en las que, de alguna forma, se valora algo para decidirse por lo que se estima más ventajoso. Y uno de sus elementos va a ser la perspectiva: la persona al juzgar compara lo juzgado con un modelo que previamente tiene en mente.
La mayor parte de sus teorías se construyeron con una continuada sucesión de pruebas en la que se utilizaban preguntas. Muchas de ellas se reproducen en el libro y dan la sensación de ser confusas, manipuladoras y cansinas. Uno diría que el sujeto con el que se experimenta tiende por naturaleza a contestar un tanto al azar, sin pensar, es decir, utilizando ese concepto de buen cubero. Es una reacción absolutamente humana. No deja de ser lo más ventajoso: dar una respuesta sin perder mucho tiempo en meditar trabajosamente la respuesta.

La idea de probabilidad ocupa un lugar fundamental en esta teoría. El hombre calcula mal la probabilidad de que algo ocurra. Y lo hace como consecuencia de una serie de factores que K+T repasaron y trataron de medir. Entran aquí conceptos como la representatividad, los sesgos, la aproximación a la media.
Frente a la falibilidad del hombre, K+T oponen la solidez de los cálculos matemáticos de probabilidades. Pero ¿no son cálculos realizados sobre datos suministrados en último término por personas? Quizá el primero de los ejemplos aportados en el libro es el de las fichas de póker. Una persona elige una de dos bolsas: una que contiene 25 fichas blancas y 75 rojas; la otra, 75 blancas y 25 rojas. El sujeto elige al azar una y tiene que tratar de anticipar si la mayor parte de fichas de esa bolsa son rojas o blancas. Va sacando ficha a ficha y a la vista de su color decide que lo probable es que la mayoría sea roja o blanca. Al mismo tiempo, matemáticamente se calcula, a la vista de las fichas sacadas, la probabilidad de que sea roja o blanca. O sea: opinión frente a cálculo. Las estimaciones del sujeto y los cálculos matemáticos pueden disentir y de hecho lo hacen, pero muy poco. Los psicólogos llamarán a estas personas “bayesanos conservadores” lo que, aunque suena a insulto, no lo es tanto.

Este blog trata de destacar lo que más ha sorprendido en cada libro. Y en éste llama a la atención el tratamiento descarnado que se aplica al campo médico. Uno de los defectos del libro es la afición de Michael Lewis a lo que podemos llamar invitados especiales. Personajes que apoyaron a K+T y de los que también nos proporciona una inútil descripción de su pequeña historia y de su carácter. Hay muchos y todos aburridos. En este caso el invitado es el canadiense Don(ald) Redelmeier. En sus ideas, médicos y enfermeras salen malparados: se fiaban de la información dada por el enfermo, cometían errores humanos, solo veían lo que les habían enseñado a ver, no pensaban en términos estadísticos, cometen errores de diagnóstico…  Esta frase es suya: “La mayoría de los médicos procura mantener esa fachada de que son racionales, científico y lógicos, y eso es una gran mentira”. O sea, se pasa unos cuantos pueblos.
Al final se sugiere que mejor actuaría una máquina calculando estadísticamente el tratamiento adecuado que un médico. Y que debe hacerse más caso a los tratamientos establecidos con carácter general para la sociedad, que al propio enfermo. Un ejemplo: no debe administrar a éste antibióticos, ya que el uso excesivo de antibióticos crea mayor resistencia de las bacterias. Redelmeier olvida que, a lo mejor, el enfermo se ha muerto cuando termina sus cálculos y que quien se muere es el enfermo por muy protegida quede el resto de los vivos.  ¿Quién dice al ordenador que la talidomida o el Optalidón ya no deben ser empleados? Redelmeier, por fin, olvida lo que se ha llamado desde siempre “ojo clínico”, que no supone sino la percepción, muchas veces inconsciente, de síntomas apenas reconocibles pero que reposan ocultos en la experiencia del médico y no son trasladables a las computadoras. Heurística pura.

K+T son amigos de inventar nombres: así hablan de la heurística de la productividad y la heurística de la disponibilidad, ambas engañadoras. Lewis les hace hablar ex catedra y considerarse libres de error, tras unos reconocimientos formales y previos de haberlos cometido. Pues claro: ¿cómo iban a caer en algún error si los que hacían era deshacerlos?
El libro no proporciona ninguna idea que parezca valiosa. Es tediosa su lectura. Apenas incide en el origen del error, es decir, en la existencia de manipulaciones externas que se agregan a las vivencias personales y en las razones por las que estas vivencias se presentan de forma desigual cuando acudimos a ella. ¿K+T nos manipulan también o son los primeros manipulados por Michael Lewis? Entre alabanza y alabanza, al final les deja en muy mal estado a la pareja, único término que se me ocurre para referirme a K+T tal como les describe Michael Lewis.