jueves, 10 de mayo de 2018

Albrecht Beutelspacher: “Matemáticas: 101 preguntas fundamentales”.


Es quizá uno de los libros más curiosos que he leído últimamente. No es sino una recopilación de las respuestas dadas por Albrecht Beutelspacher a las preguntas formuladas por visitantes del museo interactivo de Matemáticas (llamado Mathematikum) existente en Giessen, una pequeña población alemana de 72.000 habitantes del estado de Hesse, aunque, eso sí, sede de la Justus Liebig Universität. Beutelspacher es el director del museo y no hace sino recopilar las contestaciones dadas por él a las consultas llevadas a cabo por visitantes del museo. Pero este origen “popular” de las preguntas no puede ni siquiera ocultar la calidad de las respuestas dadas a las 101 cuestiones planteadas, las cuales se agrupan en 6 capítulos que abordan temas matemáticos puros, y otro 5 a temas relacionados simplemente con las matemáticas, aunque unos abordan cuestiones filosóficas y otros, las anecdóticas o simplemente opinables.

En su parte teórica y puramente matemática, el atractivo del libro radica en que aborda cuestiones que, por básicas y fundamentales, han escapado de nuestra atención (o nunca han estado en ella). Beutelspacher nos muestra su especial fijación por el primer libro de matemática: Los “Elementos“ de Euclides. “una obra que marcó estilo e ilustra de forma ejemplar la construcción de una ciencia”, “que consiguió crear un patrón de facto que ha caracterizado y definido las matemáticas a lo largo de 2.300 años, y que seguirá haciéndolo mientras existan las matemáticas. Una obra en la que según se cree no hay ninguna proposición demostrada por primera vez, pero que, lejos de ser una recopilación, dio forma a todo su contenido de una forma matemática.
Inmediatamente, el autor nos hace (transmite) una pregunta que a muchos nos dejará atónitos: “¿Qué es un punto?”. Euclides nos proporciona una definición: “punto es aquello que no tiene partes”. Pero Beutelspacher nos agobia con dos aclaraciones: una, que jamás se usa; otra, que no se necesita. Antes de que nos repongamos se plantea la pregunta de qué es una demostración. Una demostración se basará en otra demostración y, al final, llegaremos a aquello que no se puede demostrar: los axiomas. Al final Hilbert nos dirá que los axiomas sólo son reglas de juego, nunca identificados con la verdad. Y se nos citará a Bertrand Russell: “De modo que las matemáticas se pueden definir como la ciencia en la que nunca sabemos de lo que se habla y nunca sabemos si lo que decimos es verdad”, Con la advertencia del autor de que “no debe interpretarse unicamente como un comentario jocoso y despectivo”.  No se despedirá sin afirmar el carácter abstracto y humanístico de las matemáticas.
Así, ya definitivamente desconcertados, se nos arrastra al jardín mágico de los números, primero de los apartados al que seguirán los de formas y patrones, fórmulas, azar y cálculo infinitesimal.
Los números tiene, ante todo una historia que se traduce sobre todo en su plasmación escrita y en el “invento” del cero. En torno a éste se plantea la cuestión de si es par o no, y su incapacidad para ser utilizado como divisor. De los grandes números afirma Beutelspacher que “tienen algo de fascinantes”, cosa no de extrañar cuando explica que un gúgol fue un número ideado por el norteamericano Edward Kasner, bautizado así por su sobrino y que equivale a 10 elevado a 100 (es decir, un uno seguido de 100 ceros, algo que sobrepasa el número de átomos que hay en el universo). Más tarde definió el gúgolplex, equivalente a 10 elevado a un gúgel. Por descontado puede usted ahora definir el hipergùgolplex. ¡Ánimo! Sucede que siempre nos encontraremos con el axioma de inducción o de Peano: ”siempre se puede seguir contando”. De forma que, al hablar de los números, uno tiene la sensación de terminar rondando la idea de lo innumerable. Y esto no solo aplicará a los números naturales, sino a esa cosa tan extraña como son los números primos, y a las formas peculiares de números constituidos por los negativos, los fraccionarios, los racionales, los imaginarios o los complejos.
Al tratar de formas y patrones entramos en la geometría. Una rama en la que unicamente se admitía la utilización de la regla y el compás para llevar a cabo demostraciones. Fue una exhibición del ingenio humano el lograr que esa limitación solamente se topara con tres problemas irresolubles: la cuadratura del cubo, la trisección universal de un ángulo y la cuadratura del círculo. Las cuestiones abordadas se refieren a aspectos un tanto curiosos; desde el papel DIN4 hasta las matemáticas no euclídeas, pasando por el número limitado de los sólidos platónicos.
El apartado referente a las fórmulas no es precisamente el más fuerte. Sí que explica por qué existen los números negativos (piense en sus deudas) o cómo Galois demostró la imposibilidad de resolver ecuaciones de quinto grado. Concluye refiriéndose a los números trascendentes, imposibles de encajar en ecuaciones y que Cantor demostró que era innumerables.
El mundo matemático del azar nos enfrenta con el cálculo de probabilidades fundamentalmente. Es quizá la menos interesante por estar contaminada por una idea de maximización que hemos ligado en exceso a la ganancia, es especial la de dinero, y la seguridad. Todo es tan razonable que, en ocasiones, parece desconcertante. Entramos de hecho en un área en que la exactitud existe, pero referida únicamente a porcentajes y aproximaciones
Vuelve a tener especial interés el capítulo referido al cálculo infinitesimal. Es un terreno siempre acechado por Aquiles y sus tortugas, en un guion astutamente escrito por Zenón de Elea. Beutelspacher a continuación va a formular una pregunta “¿Es 0,999... = 1?”. La contestación fácil es decir que no y así nos equivocaremos. Se nos enseña que la expresión 0,999 es distinta de la de 0,999…; ésta significa “cero coma nueve periódico” (matemáticamente representado con un 0,9 con un trazo horizontal sobre el 9). O sea, los tres puntos nos indican cómo continúa monótonamente la sucesión. Y ello nos evidencia que converge hacia algo. Las series convergentes son muy numerosas, pero también existen las divergentes. Y en general ofrecen aspectos sorprendentes. El libro destaca una: la suma de la serie constituida por los inversos de los cuadrados de los números naturales converge hacia la sexta parte del número π al cuadrado. El problema lo planteó Bernoulli y lo resolvió Euler, pero ¿qué hace el número π como límite de una serie que nada tiene que ver con el círculo? Esa relacion se concreta en la llamada “funcion Zeta” que definiò Riemann en el siglo XIX y sigue sin resolverse.

            A partir de aquí el libro aborda temas relacionados con la matemática, aludiendo en primer término a la generalidad del ámbito de sus aplicaciones, su relación con la guerra, la música y la informática, al mismo tiempo colaboradora y amenazante
            Beutelspacher se pregunta si queda algo por descubrir. La respuesta mayoritaria es afirmativa. Lo prueba la simple existencia de problemas declarados pendientes o los 100.000 teoremas que aproximadamente se publican cada año en revistas especializadas. Recuerda la famosa conferencia que en 1900 dio en París David Hilbert y en la que éste planteó, no lo conseguido en el siglo XIX, sino lo que el siglo XX debía descubrir: 23 problemas básicos pendientes de demostración, varios de los cuales están todavía pendientes de ella. Como ejemplo de problema aparentemente sencillo pero irresoluto se cita éste, llamado la conjetura de Collatz: (3n + 1). Tomemos un numero cualquiera, si es par dividámoslo por 2 y si es impar multipliquémoslo por 3 y sumemos un uno. Sea cualquiera el número del que partamos llegaremos al número 1. Siempre hasta el trillón, que es lo que ha podido comprobar, pero demostración de que exista un número en que no cumpla persiste. Al final se enfrentan Hilbert (“A diferencia del estulto ‘ignorábamos’ nuestro lema será; Debemos saber, sabremos”) y Kurt Gödel (“Hay enunciados cuya veracidad o falsedad no se puede demostrar”) quien, por cierto, también afirmó que “¡por medios matemáticos no se puede demostrar la ausencia de contradicciones en esas mismas matemáticas!”. Sería necesario en todo caso pasar a un terreno más amplio.
            Tiene menor interés lo que se afirma de los matemáticos, sobre la necesidad o no de intuición o de imaginación, sobre quiénes son los más destacados e importantes. Curiosamente, al abordar la escasez de mujeres entre los matemáticos, tras afirmar que están igualmente dotadas que lo hombre para las matemáticas añade “que ellas se interesen o no por las matemáticas depende de otros factores”.
El libro termina en una serie de cuestiones un tanto variopintas en las que se abordan los aspectos más nobles de las matemáticas, su utilidad formativa y otras de menor calado. Se termina hablando de alienígenas (las matemáticas sería el único lenguaje intercambiable) y de Dios (las matemáticas no prueban su existencia ya que son creación del hombre, pero no la niegan y recuerda la posicion de Pascal: apostar por ella, aunque no esté probada)
En defintiva, se trata de un libro muy interesante, aunque desigual en ese interés. Expuesto con claridad y llaneza, aunque sin ocultar la profundidad de lo expuesto, brinda pistas, aclara ideas y remueve prejuicios. Un libro que, para aquellos a los que no disgusten las matemáticas, será un placer leerlo.

“Matemáticas: 101 peguntas fundamentales” es un libro escrito por Albercht Beutelspacher y publicado por Alianza Editorial en la colección de Libros de Bolsillo

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