Puede parecer una superficialidad el empeño en dotar a los libros que tratan de
cosas serias de un aire desenfadado y hasta humorístico. La tentación de caer
en esa tentación cede cuando se advierte que, de no existir ese aire liviano no
sería el libro de divulgación que se pretendía, sino un libro serio que
abordaba seriamente temas serios. Lo que nos conduce a pensar que hay dos
formas de divulgación: la seria y la no seria, mucho más juguetona y divertida,
aunque sin renunciar a la función pretendida, por cierto, un tanto difusa y
sincrética: vender, enseñar, convencer… vender, vender.
Como es obvio
todo este exordio se refiere al libro comentado. Una explicación de cómo
funciona el cuerpo humano, pero orientado no tanto a sus éxitos como a sus
fracasos. Nos explica la vejez y las enfermedades como fallos de nuestro
cuerpo, pero sin excluir nuestra responsabilidad. Nos hacemos viejos por ley
natural, pero solemos acelerarla con nuestros hábitos y malas costumbres. Y a
la función divulgadora se añade así la reciente de autoayuda, una forma de
calificarnos de viciosos, tontos o ignorantes.
Creo que no
vale especialmente la pena detenerse en la personalidad de los autores, cuya
colaboración alcanza a seis libros. Michael Roizen, ha trabajado como
anestesista, aunque sus éxitos partieron de apariciones en TV, publicación de artículos
y fundación de movimientos sobre temas de salud. Su colaborador, Mehmet Oz, el llamado
Dr. Oz, ha crecido como presentador de un espacio de TV sobre temas médicos,
aunque también es partidario de las medicinas alternativas y ha promovido en
general la pseudociencia. Eso, siendo cirujano cardiotorácico y profesor
universitario. Hijo de padres turcos profesa la religión musulmana. En suma,
una pareja tan “exitosa” como criticada.
El libro va
recorriendo nuestros sistemas orgánicos. Y compara nuestro cuerpo con una casa.
Lo hace un tanto a coscorrones, pero una casa es siempre generosa como símil:
tiene canalizaciones, puertas, ventanas, cuadros en las paredes, cuartos de
baño, cocinas. Una casa sirve para todo. Entre otras cosas para vivir; aunque sólo
entonces alcanza la dignidad de ser una casa. Los autores comienzan su
recorrido, analizando el sistema circulatorio. Se nos explica cómo funciona el
corazón y los vasos que distribuyen la sangre y la composición de ésta, pero es
para decirnos cómo debemos evitar los fallos cardiacos. En una peculiar
pirueta, se omiten las características fundamentales de ese extraño sistema.
Quizá lo hace porque, como indica, es algo que podemos comprobar personalmente:
al corazón podemos sentirlo minuto a minuto y nos enfrenta razonablemente al
asombro que causa algo así como un puño que se contrajese continuamente durante
toda nuestra vida. Agreguemos que se incorporan al texto dibujos que, siempre
con el mismo tono divertido, orientan al lector en su viaje a Citera. Dibujos
que, a mi juicio, ni son buenos, ni corrientes, ni orientadores.
Llegados a este
punto es cuando uno, impaciente ya, se salta montones de páginas y va a ver cuáles
son las conclusiones del autor (o sea, autores). ¡Y uno se encuentra con unas
extrañas recetas de cocina! Advirtamos que, de entrada, éstas son enormemente
ajenas a las costumbres españolas y su mercado; rebosan americanismo, un
sistema de costumbres que ni alabamos ni censuramos. Como siempre repito, cada
perrillo se lame su cipotillo. ¿Y por qué tanta cita? Simplemente porque los
autores conceden una importancia decisiva a nuestra alimentación en nuestra salud.
Puede que tengan razón, pero uno siempre ha defendido tanto el derecho individual
a comer lo que uno quiera, como la obligación de respetar las “manías” de los
que hacen de la alimentación un mecanismo de salud. Será algo a lo que habrá
que volver, claro.
Al sistema
nervioso le asigna el papel de cableado de la casa. Los autores no tienen mucho
que decir, porque estamos ante un tema complejo. Para colmo suelen mezclar lo
neurológico con lo psicológico. Abordan los temas más comunes, los que pueden
procurarles más lectores; pérdidas de memoria, ansiedad, Alzheimer, Parkinson…
Al final recomiendan tomar aspirina diariamente. Surge la tabla de alimentos recomendados:
así nos indican, por ejemplo, que tomar diariamente 28 gramos de frutos secos hace
a los “hombres: 3,3 años más jóvenes” y a las “mujeres: 4,4 años más jóvenes”.
No es broma: lo dicen. Y así, alimento tras
alimento. Queda sin aclarar si ese extraño rejuvenecimiento es acumulativo y si
podemos añadir al ejemplo los 2,8 más jóvenes que proporciona el consumo de 383
gramos de pescado a la semana. No vale la pena referirse a las recomendaciones
finales o al test de 10 preguntas con que finaliza.
Los huesos y
los músculos son, por descontado, las vigas de madera que mantiene el edificio.
De entrada, la vista se centra en las articulaciones principales que
constantemente usamos: hombro, cadera y rodilla. La gran preocupación son la
artritis y la osteoporosis. Y avisa sobre los problemas, tanto de la ausencia
de ejercicio como de exceso de éste. Todo termina en clasificar los ejercicios
entre los de fuerza y los restantes. Añade una extraña referencia al yoga (que
en realidad es una auténtica gimnasia visceral) que parece desnaturalizarlo
asimilándolo a una especie de streching. Termina con una tabla de ejercicios a
realizar: supone a la semana 30 + 30 + 60 + 210 minutos, es decir 330 minutos
semanales, casi una hora diaria. Todo para “estar” más joven. Pero hay que
añadir los aportes alimentarios: calcio (1.200 mg), vitamina D (400 o 600
unidad diarias según la edad), magnesio (entre 400 u 500 mg). Omega 3, vitamina ( unos 1500 mg al día. Además, recomienda
tomar diariamente sulfato de glucosamina y coindritina, como buenos
lubrificantes, recurrir a la acupuntura cuando los síntomas apuntan, ir
derecho, usar calzado acolchado y, por descontado, adelgazar y dejar de fumar.
O sea, algo fácil y sencillo, aunque se limite solamente al maderamen de la
casa.
No vale la pena
seguir recorriendo esa casa, donde desfilan los adornos (el sexo), las ventanas
(los órganos sensoriales), los sistemas de seguridad instalados (el sistema
inmunológico), los reguladores de frío, calor, humedad, luz, electricidad… (el
sistema hormonal). Al final se desemboca en algo que representa una
preocupación más o menos universal: el cáncer, aludiendo a sus manifestaciones
principales como son los de mama, de próstata y de colon.
Estamos ante un
libro de fabricación y/o aumento de hipocondríacos. Claro es que para eso hace
falta cuenta tendencia natural. Y hay muchas personas que tienen esa tendencia.
Curiosamente tratan de acumular no remedios sino excusas. Y no es chica la de
acusarse de padecer cosas por no seguir las indicaciones de los “magos”; la
culpa es mía no de los gurús de turno. Ese es, desde luego, un terreno abonado
donde no es preciso una especial actividad. Lo peor es que el libro es
manipulador. Trata de seducir a la gente normal y llenar su ánimo con las ideas
de juventud y bienestar.
Hay otra idea
constantemente manejada que por absurda no merece especial crítica: la del
rejuvenecimiento. Todo parece avalado por lo que “aumenta” nuestra juventud. Digamos,
por ejemplo: comer 100 gramos cada dos días del vegetal “x”, reduce nuestra
edad en “y” años, por ejemplo, 1,2 años. No se dice que los esfuerzos
alimentarios sean acumulables (¡por Dios, no se pase, que ya está en los cinco
añitos!). Cuando dice el libro lo que hay que comer o beber lo que hace es
condenar lo que no hay que comer o beber. O sea, casi todo. Eso parece que tiene
siempre un aire masoquista pero como en realidad el lector no suele serlo, lo
deja en el plano intelectual y sigue haciendo lo que quiere. Tiene ya
satisfecho el complejo de responsabilidad judeocristiano.
Pero esa
obsesión tiene un origen y una razón de ser. Se llama “RealAge” y está
registrado. Quiere significar algo así como una medida para saber si somos
biológicamente más viejos o más jovenes de lo que por años vividos,
cronológicamente, somos. Puede comprenderse que son simples deducciones teóricas
derivadas de lo que se llama “estilo de vida”, es decir, si comemos y bebemos
adecuadamente, si somos sedentarios o hacemos ejercicio, si fumamos o no, si
estamos acomodados socialmente, si somos cultos o incultos, si somos felices o
no, si padecemos ansiedad o gozamos de equilibrio mental… Es fácil suponer lo
que puede deducirse: intuitivamente se sabe lo que envejece y rejuvenece
nuestra famosa “RealAge”, lo que puede enfermar y lo que puede prevenir —en
teoría—
la enfermedad.
En Internet,
“RealAge” ha creado su web y su test de evaluación. He escogido uno más simple
y rápido, pero a primera vista serio. Sigue las pautas de Dr. Oz. Me señala una
edad biológica 28 años menor a la que realmente tengo, aunque considera que mis
hábitos me han ahorrado 9 años de esos 28 de la vida real. Sin preocuparme por
la comida y la bebida, siendo naturalmente sedentario y estando lleno de
achaques.
El libro describe
con aire desenfadado y elemental el cuerpo humano, parándose en unas cosas y obviando
otras. De esa elementalidad salta de pronto a la indicación de una serie de
productos y elementos —unos naturales y otros artificiales— que pueden evitar el
mal funcionamiento de nuestro organismo. Sin mayores explicaciones, pero siempre
relacionado con la alimentación. Esto, mezclado al sentido imperativo que
tienen los consejos que a continuación se exponen, producirán sin duda de que una
persona en lugar de comer un plátano ingiera potasio, y en lugar de saborear un
tomate aproveche su licopeno como antioxidante.
Hay a lo largo
de libro una mezcla curiosa de amenaza, siembra de temor, sugestión e intromisión
en la intimidad. Algo que, sin duda, será recibido como bálsamo por determinadas
personas y rechazado por otras. No sorprende la portada del libro: una mano
amenazante similar a la del viejo cartel norteamericano llamando al
enrolamiento en tiempo de guerra: le falta el “I want you”, aunque en ese caso
el “U.S. Army” habría que sustituirlo por “Sharecare”, donde se utiliza el “RealAge”
como reclamo.
Queda claro que
el libro no me ha convencido. O sea, no me ha gustado.
“Tú. Manual del usuario” (496
págs.) es un libro escrito por Michael F. Roizen y Mehmet C. Oz en 2005 con el título
original “You, the Owner’s Manual”. Ese mismo año fue publicado en España por
Santillana.