Estamos ante un
libro que no necesita presentar al autor, pero sí concretar el momento en que lo
escribe. Obama es aún senador reciente por Illinois a nivel estatal (antes
había sido senador en el reducido ámbito de Illinois), cargo para el que fue elegido
en enero de 2005 hasta noviembre de 2008, en que renuncia al mismo, siendo a
continuación elegido presidente de los Estados Unidos, cargo que ocupa desde el
20 de enero de 2009, hasta la misma fecha de 2017. Antes había fracasado en su
intento de ser designado miembro de la Cámara de Representantes en Washington. El
libro lo escribe en 2006, inaugurando la etapa en la que deja la carrera de
senador e inicia la campaña que le llevó a la presidencia. Es demócrata y
próximo a grupos protestantes, destacando el congregacionalista. Fue reelegido
en 2013 con un alto grado de popularidad, lo que contrasta con su sustitución
por el republicano Trump.
El libro, sin
duda, no deja de ser un documento orientado a la carrera política de Obama.
Aunque aspira en todo momento a adoptar un aire de neutralidad, de discurso
teórico sobe cuestiones políticas y de convivencia, el hecho cierto es que todo
se disuelve en el sesgo demócrata que legítimamente ha asumido. De esa forma,
el Obama-analista se transforma, ante nuestros ojos en el Obama-candidato. O
sea, del teórico al práctico. Lo que me lleva de la mano hasta Campomanes: ”en
este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del
cristal con que se mira.” Una invitación al relativismo, que afecta a
autores y lectores y que ambos intentan ocultar. Uno, lo acepta sin más.
Respondiendo a
esa finalidad, son muchos los temas abordados (tantos como los obviados, claro)
de manera que es imposible referirse a todos ellos. En su lugar me limitaré a
recorrer algunos de los más significativos, sacrificando el orden a la
comunicación de la impresión producida. Y esa impresión es la que produce el buenismo
que campa por todo el libro, lindante incluso con el adanismo.
La idea de
buenismo invade medio mundo, pero dista mucho de ser analizada adecuadamente. El
término ha sido acogido en su seno por el DRAE en 2017, definiéndolo como “actitud
de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa
con excesiva tolerancia”. Wikipedia, rompeolas de tantas ideas, nos lo presenta
como arma maléfica inventada por liberales y conservadores para desacreditar a
los creyentes a ultranza en la eficacia del diálogo, en las virtudes de la
multiculturalidad, de la asunción del humanitarismo, en definitiva, de las
subvenciones. Curiosamente, esa misma Wikipedia alude a la creciente
utilización del término por el centro-izquierda y destaca la expansión de su
uso con el advenimiento de Zapatero
Hay dos tipos
de buenismo: el fingido y el natural. Ambos son iguales de peligrosos, aunque
le primero esté guiado por fines espúreos y el segundo deba atribuirse a una extraña
ingenuidad, más o menos sustentada por la ignorancia. Quizá ambas están
contaminadas por un vago desprecio hacia los que no comparten sus ideas: para
los ingenuos seremos malos y los malvados contarán con la ayuda de la mentira y
la hipocresía. Pero hay que volver al libro: ¿es calificable Obama de buenista?
A mí me parece que sí, pero esto es sólo una opinión. ¿O simplemente se
disfraza de buenista?
El libro está
orientado a los Estados Unidos, o sea, se pliega a su finalidad. La postura de
Obama es defender su constitución, destacar luego sus defectos, y tras
generalizarlos, hacer pesar todo sobre conservadores y liberales. Los “Padres”
de la constitución sobrevuelan constantemente el libro, pero a la hora de la
verdad, se les ignora. A la democracia Obama la deja, no en manos de las
votaciones, sino que la ve como subproducto de la labor de zapa que, a partir
de ellas, llevan a cabo los partidos, de momento los republicanos y demócratas.
Por ejemplo: algo en lo que se detiene el autor: el llamado obstruccionismo (lo
que siempre habíamos llamado filibusterismo) consistente en agotar plazos hablando
ininterrumpidamente. Critica su uso por ambos partidos, pero, finalmente, sólo
condena el realizado por los republicanos.
Hagamos un alto
para destacar que el libro no es sino un alegato político “pro domo sua”. Obama descubre cómo fue superando obstáculos
hasta conseguir ser presidente. Tuvo la habilidad suficiente; aprovechó todos
los defectos de la democracia norteamericana que previamente criticó (es curiosa
su descripción de su búsqueda de apoyos financieros); utilizó al máximo su
brillantez expositiva y oratoria… tuvo suerte, además. Pero el libro está
escrito en un momento dado, tras su victoria como senador. No podemos encontrar
en el libro nada que se refiera a su etapa posterior. Uno tiene que recurrir a
otras fuentes para tener una visión completa de Barack Obama. Es lo que he hecho,
por ejemplo, con un libro reciente de Chencho Arias, embajador que ha vivido
los EEUU largo tiempo, para conocer ese vacío.
Cuando entra en
el capítulo dedicado a la “raza”, Obama aborda en realidad dos cuestiones: el
racismo y la inmigración Maneja sin embargo una triple clasificación quizá la
más importante y de futuro: la de blancos, negros y latinos. El enfrentamiento
de blancos y negros es la más antigua y fue resuelta en favor de los segundos
de manera definitiva con ocasión del incidente de Rosa Park, para la que no
regatea alabanzas, y que fue rematado con la recordada actuación de Luther
King. Obama, —que siempre presume de “afroamericano” cuando no de
“negro”, lo que puede ser una libertad del traductor— considera que la igualdad teórica ya
ha sido conseguida, pero no la igualdad real, cosa de la que acusa a la dejadez
y forma de comportarse de los negros.
Más
adelante se refiere a los “latinos”, una invasión nueva y quizá más peligrosa.
Los latinos son más familiares, más trabajadores, más voluntariosos. Es
llamativa la anécdota de la contestación que le dio un senador cuando se sorprendió
de que, pudiendo contratar latinos y negros por la misma cantidad contrataba a
los primeros; el senador le contestó: “hay que reconocerlo, Barack, estos
mexicanos están dispuestos a trabajar más duro que los americanos”. Por
encima de la anécdota, en la época en que se escribe el libro “los americanos
latinos son ya cuarenta y dos millones y constituyen la mitad del crecimiento
global de la población entre 2004 y 2005”. En la actualidad, en una población
de unos 330 millones habitantes, de la que los blancos suponen 224 millones,
los latinos tienen solamente 43, pero con un potencial de claro crecimiento,
algo que se ha llamado proceso de “hispanización” de los Estados Unidos. Naturalmente
Obama fía todo a la capacidad de incorporación de emigrantes tradicional de
USA. Pero parece obviar que eran otros tiempos, de cuando estos llegaban
huyendo de hambrunas y tiranías. Y por descontado: “puede que el ser negro no
me favoreciera para ganar, pero al menos mi raza no cerró por completo
cualquier posibilidad de triunfo”. Unos términos ambiguos característicos
del protagonista y que hallaremos a lo largo de todo su libro.
Uno califica de
pintoresco el capítulo dedicado a la familia. Al principio y final de éste se contienen
empalagosas páginas en que narra su ligue con Michael, su mujer, y su
acomodación a su carácter y a su familia política. Obama aparece como virtuoso,
sumiso y tolerante. Pero lo que llama la atención son sus consideraciones sobre
la familia. Parte del hecho del profundo cambio que ha sufrido el matrimonio
tradicional —el
hombre al trabajo y la caza; la mujer al hogar y el cuidado de los hijos— y lo
justifica en la necesidad económica de la mujer. Ello le lleva a defender
monoparentalismos, divorcios, tendencias sexuales, temporalidad y flexibilidad
del trabajo, conciliación de éste con la vida familiar… todo basado en esa modalidad
del buenismo que es la comprensión universal y de todo, como base de su
posterior admisión. Bueno, de todo no, porque lo que no reconoce es la libertad
de opinión de los sectores conservadores y liberales.
En la
misma línea se mueve el capítulo dedicado a la fe, es decir, a la religión que
considera muy arraigada y tradicional en los Estados Unidos. Como de costumbre,
nos brinda detalles sobre su familia, lo que, además de informarnos de que su padre
natural, islamista, se divorció cuando él tenía 2 años de edad, sirve para
presumir de la irreligiosidad de su madre y abuela, con la consecuencia de una
formación marcada por ese signo. Se bautizó ya mayor y después de acceder a la
universidad, lo que parece ser nada más que un requisito de su carrera
política. Lo que confirma el propósito demócrata de luchar contra el predominio
de los evangelistas en el campo electoral, pero radicalmente orientado al
conservadurismo (que Obama identifica con los católicos) y al liberalismo. Pero
no es óbice para que, en el libro, persista en identificarse con un papel de
redentor y corrector de errores. Uno tiene la sensación de que intenta volar (o
mejor, sobrevolar) ofreciendo soluciones para resolver viejas cuestiones ya resueltas
sobre la separación iglesia/estado, la relación de ciencia y fe, o el
arrubamiento de lo religioso por lo técnico. Dando, como en la canción: ”dos
pasitos p’alante y otro p’atrás”.
De
inmisericorde puede calificarse la crítica que hace de los políticos y la
política: corrupción, sumisión a los intereses privados, permanencia en los
cargos. Mucho más curiosas son sus ideas de política exterior, especialmente
cambiantes. Pero ¿Qué se puede esperar de una persona que recibe el Premio
Nobel de la Paz a pocos meses de su elección y que cobra por sus memorias y las
de su mujer 60 millones de dólares?
Conocer el
pensamiento de alguien que como Back Obama ha sido uno de los regidores del
mundo es siempre interesante. En el caso presente, uno aprecia la combinación
de una persona capaz de discernir y definir los problemas y las situaciones, y
que al mismo tiempo cultiva una especie de buenismo con el que oculta su acusada
vinculación a la nueva izquierda norteamericana. Lo que en caso podía ser
definido como “nadar y guardar la ropa”. Ese es el único valor de este libro:
conocer a su autor. No es un libro de historia. Es un libro, mezcla de autobiografía
y programa electoral, dos géneros propicios a la sugestión, la ocultación y el
engaño.
“La audacia de la esperanza” (432
págs.) es un libro del que es autor Barack Obama quien lo escribió en 2006. Ha
sido leído en la primera edición realizada en versión de bolsillo realizada en
España por Penguin Random House Grupo Editorial en 2018.