lunes, 4 de junio de 2018

Francisco Serrano : “La dictadura de género. Una amenaza contra la justicia y la Igualdad”.


¿Recuerda al autor, un magistrado condenado como autor de prevaricacion con la inhabilitación para el ejercicio de su función?
El libro, realmente, se divide en dos partes: el diagnóstico y la herida. La segunda es personal y conduce a la primera, en la que señala la mano que ha disparado la flecha. Francisco Serrano describe la persecución de la que fue objeto. Llevaba algún tiempo acusando los resultados perversos que, en muchos casos. provocaba la Ley 1/2004 sobre violencia de género. Esta acusación la lleva a cabo en distintos medios, inicialmente, en periódicos. Preside además ASEMIP (Asociación Interdisciplinar para la Investigación de las Interferencias Parentales) lo que hace que llame la atención de ciertas organizaciones feministas que tratan de boicotear su actividad de denuncia mediante acusaciones y presiones con las que pretenden neutralizarla y que dirigen repetidas veces a órganos públicos. Las tesis manejadas por Serrano se sustancian, según indica, en combatir la desigualdad en desfavor del hombre que introduce la ley 1/2004. Pero, al mismo tiempo, insiste en que el juez tiene la obligación de aplicar la ley aun cuando la considere injusta.
Cuando la tensión ya es grande y están definidos los contendientes (el juez Serrano por una parte y las asociaciones feministas por otra) surge el hecho nimio que va a dar lugar a lo que podemos llamar batalla definitiva. Es el día 30 de marzo de 2010 y el Juez Serrano sustituye a otra compañera que está disfrutando de la semana Santa. En el Juzgado se presenta un abuelo con un niño. El niño, de 11 años, debe ser “devuelto” a su madre al día siguiente, impidiéndole así su deseo de intervenir como paje de una cofradía en las procesiones sevillanas como ya había hecho el año anterior. El abuelo pide amparo al deseo del niño y el Juez Serrano autoriza a que se quede con el padre para poder así asistir a la procesión; de hecho, amplía un día y medio el tiempo de permanencia con el padre. El juez Serrano narra prolijamente cómo se interpone una querella por la madre y sus numerosas incidencias, hasta llegar a una sentencia condenatoria por el delito de prevaricación culposa. Cuando recurre al Tribunal Supremo la calificación pasa de culposa a dolosa. Ofrecido el indulto, el juez renuncia a él. Hay que añadir que, ya publicado el libro, el Tribunal Constitucional le dio amparo a Francisco Serrano al estimar vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva afirmando que el Tribunal Supremo, además de no haber debido agravar la pena, no debió haber admitido el recurso y, menos, estimarlo. O sea, un auténtico espectáculo de la jurisdicción.
La idea que mueve al juez Serrano es simple: junto al feminismo igualitario que aspira a no diferenciar por razón de sexo ha aparecido en la sociedad actual un feminismo radical y supremacista que pretende imponerse al varón, siendo el aliento de movimientos procedentes de la extrema izquierda. El libro comienza con unas consideraciones generales en las que Serrano parte de la idea de la aspiración humana de huir de la soledad, actitud que conduce al matrimonio (no excluye la unión homosexual) aunque suponga pérdida de libertad y, en segundo término, a los hijos, fuentes de nuevas dependencias. Digamos que Francisco Serrano describe muy bien estas sensaciones, exponiéndolas a través de una literatura convincente y unas ideas sólidas.
Distingue el autor tres etapas en la relación de la mujer con el hombre. Una detestable del pasado, especialmente manifestada en el siglo XIX, en la que la mujer es un complemento del varón: “Puta en la cama, administradora en la familia”. Una segunda, condensada en la primera y más extensa, aparece en el siglo XX en donde la mujer se hace reconocer como valiosa en otros aspectos; una mujer que recibe todos los elogios de Serrano al lograr superar esa relación de dependencia para alcanzar la igualdad. Aun sin emplear el término, claramente se está haciendo alusión a la meritocracia, aunque tampoco se aluda a la necesidad de que esa misma meritocracia sea exigible a los hombres. Hay una tercera etapa en la que surge una nueva tendencia en la que ese feminismo conquistado por las mujeres trata de ser reemplazado por un feminismo revanchista en la que el varón va a ser calificado de inútil y pernicioso. “Todo bajo el mérito exclusivo de ser mujeres, mérito tan alejado de otros basados en el esfuerzo y la capacidad, que no sólo perjudica al enemigo varón, sino a otras muchas, muchas mujeres capaces y preparadas, pero que son relegadas por no comulgar con ese adoctrinamiento fanático”.
El nacimiento de ese feminismo radical lo sitúa Serrano en torno a los finales de los 60 y especialmente en las universidades. Cuando cae la URSS, el izquierdismo radical aprovechará y adoptará ese primer impulso. El término de “ideología de género” fue acuñado por Christina Hoff Sommers. De hecho, dio vida al concepto “género” hoy tan repetido. La diferencia es clara: el feminismo es un concepto histórico, mientras que la ideología de género no es un concepto histórico “por lo que no es espontáneo, sino que ha sido pensado y estructurado”. Como ideología pretende convertir al pueblo en masa. Y es algo que va consiguiendo. El concepto de género fue definido en la Conferencia de Pekín sobre la Mujer de las NN.UU. de 1995: “Género se refiere a los roles y responsabilidades de la mujer y el hombre que son determinados socialmente”. En el libro no se duda en recordar el nazismo y el comunismo como modelos de adoctrinamiento social a través de la interiorización de determinadas ideas.
Pronto, el patriarcado se manifestará como la idea que el feminismo radical pretende extirpar. Según una obra de Kaye Milet que cita Serrano, para ello son necesarias medidas diversas: la supresión del matrimonio y la familia, la superación del concepto de feminidad como algo inferior, el rechazo radical a la maternidad, la identificación de las relaciones de pareja como un escenario de lucha, la liberación de la presión sexual religiosa y moral, la abolición del sistema heterosexual y la construcción de la identidad de género más allá del simple sexo.
Hay aspectos que Serrano destaca y parecen importantes: uno es la rápida protección y ayuda que recibió ese feminismo por parte de las instituciones públicas. Las NN.UU., el gobierno norteamericano, la Comunidad Económica Europea… se volcaron en apoyar el feminismo. Pero su origen estuvo en los EEUU, donde alarmados ante el crecimiento de la población del tercer mundo en contraposición al estancamiento de Occidente trataron de exportar las prácticas del aborto y del control de la natalidad (como derechos) a través del feminismo que, de marxista en los años 70, vio la oportunidad de disfrazar su pelaje haciéndose capitalista, pasando a orientarse al ‘enpowerment” o apoderamiento, y, sobre todo, adoptando el transversalismo que le hacía teóricamente independiente de todo partido. El feminismo de equidad (”Equity Feminisme”) desapareció. Las organizaciones internacionales hicieron suya la idea de la violencia de género, las conferencias internacionales proliferaron y las asociaciones feministas radicales dispusieron de ingentes cantidades de dinero. Curiosamente, Serrano no alude expresamente al buenísmo que permitió la difusión de las ideas de violencia de género en la sociedad. Sí que lo hace a la hipocresía que subyace en todo buenismo.
Todo llega a España y el 28 de diciembre de 2004 se dicta la ley Integral contra la violencia de género. Primera ley orgánica dictada por el gobierno socialista que siguió al 11-M y que ha servido de guía avanzada a muchas normas europeas. Pero que fue aprobada unánimemente. Según Serrano se apoya en tres tesis. 1) La violencia es siempre unidireccional; 2) existe siempre una discriminación laboral; y 3) España es especialmente machista. Las tres tesis son negadas por Serrano que aporta los datos suficientes para hacerlo. Frente a las mismas Serrano evidencia con datos, la bidireccional de la violencia y sus manifestaciones, las circunstancias que justifican las diferencias salariales, la escasa violencia existente en España frente a otros países europeos o la permanencia del pretérito machismo en los inmigrantes.
El feminismo radical se difunde apoyado por la manipulación del lenguaje y de los datos estadísticos, siguiendo las pautas descritas y criticadas por el propio Chomsky. A ello se añade el reparto y aplicación sin control de los fondos destinados a combatir la violencia de género. Lo peor será la introducción en la nueva ley del llamado derecho penal de autor que impone distintas penas para unos mismos delitos según el sexo (en este caso) del acusado. Adicionalmente, mientras se concede la presunción de veracidad a las acusaciones de las mujeres se presume la culpabilidad del acusado. Y, efectivamente, debe recocerse que en España se ha creado un desequilibrio que parecen fomentar las televisiones y radios. A confirmarlo dedica Serrano numerosos casos que constituyen ejemplo de ese desequilibrio y múltiples citas de otros autores que corroboran su existencia. A todo ello añade su propuesta de medidas para corregirlo.
En definitiva, estamos ante un auténtico choque de trenes. Serrano, defensor del feminismo de igualdad y las múltiples asociaciones que predican el feminismo radical y han emprendido acciones que para el primero han constituido un auténtico calvario. El libro ofrece informaciones e ideas suficientes para tomar partido. Creo que personalmente he dejado claro el mío. Uno abomina lo políticamente correcto, aunque solo sea por lo aburrido que es: supone impedir, de entrada, la confrontación de ideas. Pero uno no dejará de apoyar lo que es legalmente correcto, aunque no lo sea políticamente. Que es lo que hace Francisco Serrano.

“La dictadura de género, Una amenaza contra la Justicia y la Igualdad” (320 págs.) es un libro escrito por Francisco Serrano en 2012 y que, el mismo año, fue publicado por Almizara.

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