¿Recuerda al
autor, un magistrado condenado como autor de prevaricacion con la
inhabilitación para el ejercicio de su función?
El libro,
realmente, se divide en dos partes: el diagnóstico y la herida. La segunda es
personal y conduce a la primera, en la que señala la mano que ha disparado la flecha.
Francisco Serrano describe la persecución de la que fue objeto. Llevaba algún
tiempo acusando los resultados perversos que, en muchos casos. provocaba la Ley
1/2004 sobre violencia de género. Esta acusación la lleva a cabo en distintos
medios, inicialmente, en periódicos. Preside además ASEMIP (Asociación Interdisciplinar
para la Investigación de las Interferencias Parentales) lo que hace que llame
la atención de ciertas organizaciones feministas que tratan de boicotear su
actividad de denuncia mediante acusaciones y presiones con las que pretenden
neutralizarla y que dirigen repetidas veces a órganos públicos. Las tesis
manejadas por Serrano se sustancian, según indica, en combatir la desigualdad
en desfavor del hombre que introduce la ley 1/2004. Pero, al mismo tiempo, insiste
en que el juez tiene la obligación de aplicar la ley aun cuando la considere
injusta.
Cuando la tensión
ya es grande y están definidos los contendientes (el juez Serrano por una parte
y las asociaciones feministas por otra) surge el hecho nimio que va a dar lugar
a lo que podemos llamar batalla definitiva. Es el día 30 de marzo de 2010 y el
Juez Serrano sustituye a otra compañera que está disfrutando de la semana
Santa. En el Juzgado se presenta un abuelo con un niño. El niño, de 11 años,
debe ser “devuelto” a su madre al día siguiente, impidiéndole así su deseo de
intervenir como paje de una cofradía en las procesiones sevillanas como ya había
hecho el año anterior. El abuelo pide amparo al deseo del niño y el Juez
Serrano autoriza a que se quede con el padre para poder así asistir a la procesión;
de hecho, amplía un día y medio el tiempo de permanencia con el padre. El juez
Serrano narra prolijamente cómo se interpone una querella por la madre y sus
numerosas incidencias, hasta llegar a una sentencia condenatoria por el delito
de prevaricación culposa. Cuando recurre al Tribunal Supremo la calificación pasa
de culposa a dolosa. Ofrecido el indulto, el juez renuncia a él. Hay que añadir
que, ya publicado el libro, el Tribunal Constitucional le dio amparo a Francisco
Serrano al estimar vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva afirmando
que el Tribunal Supremo, además de no haber debido agravar la pena, no debió
haber admitido el recurso y, menos, estimarlo. O sea, un auténtico espectáculo
de la jurisdicción.
La idea que
mueve al juez Serrano es simple: junto al feminismo igualitario que aspira a no
diferenciar por razón de sexo ha aparecido en la sociedad actual un feminismo
radical y supremacista que pretende imponerse al varón, siendo el aliento de movimientos
procedentes de la extrema izquierda. El libro comienza con unas consideraciones
generales en las que Serrano parte de la idea de la aspiración humana de huir
de la soledad, actitud que conduce al matrimonio (no excluye la unión
homosexual) aunque suponga pérdida de libertad y, en segundo término, a los hijos,
fuentes de nuevas dependencias. Digamos que Francisco Serrano describe muy bien
estas sensaciones, exponiéndolas a través de una literatura convincente y unas
ideas sólidas.
Distingue el
autor tres etapas en la relación de la mujer con el hombre. Una detestable del
pasado, especialmente manifestada en el siglo XIX, en la que la mujer es un
complemento del varón: “Puta en la cama,
administradora en la familia”. Una segunda, condensada en la primera y más
extensa, aparece en el siglo XX en donde la mujer se hace reconocer como
valiosa en otros aspectos; una mujer que recibe todos los elogios de Serrano al
lograr superar esa relación de dependencia para alcanzar la igualdad. Aun sin
emplear el término, claramente se está haciendo alusión a la meritocracia, aunque
tampoco se aluda a la necesidad de que esa misma meritocracia sea exigible a
los hombres. Hay una tercera etapa en la que surge una nueva tendencia en la
que ese feminismo conquistado por las mujeres trata de ser reemplazado por un
feminismo revanchista en la que el varón va a ser calificado de inútil y
pernicioso. “Todo bajo el mérito exclusivo
de ser mujeres, mérito tan alejado de otros basados en el esfuerzo y la capacidad,
que no sólo perjudica al enemigo varón, sino a otras muchas, muchas mujeres
capaces y preparadas, pero que son relegadas por no comulgar con ese
adoctrinamiento fanático”.
El nacimiento
de ese feminismo radical lo sitúa Serrano en torno a los finales de los 60 y
especialmente en las universidades. Cuando cae la URSS, el izquierdismo radical
aprovechará y adoptará ese primer impulso. El término de “ideología de género” fue acuñado por Christina Hoff Sommers. De hecho,
dio vida al concepto “género” hoy tan
repetido. La diferencia es clara: el feminismo es un concepto histórico, mientras
que la ideología de género no es un concepto histórico “por lo que no es espontáneo, sino que ha sido pensado y estructurado”.
Como ideología pretende convertir al pueblo en masa. Y es algo que va
consiguiendo. El concepto de género fue definido en la Conferencia de Pekín sobre
la Mujer de las NN.UU. de 1995: “Género
se refiere a los roles y responsabilidades de la mujer y el hombre que son determinados
socialmente”. En el libro no se duda en recordar el nazismo y el comunismo
como modelos de adoctrinamiento social a través de la interiorización de determinadas
ideas.
Pronto, el patriarcado
se manifestará como la idea que el feminismo radical pretende extirpar. Según
una obra de Kaye Milet que cita Serrano, para ello son necesarias medidas
diversas: la supresión del matrimonio y la familia, la superación del concepto
de feminidad como algo inferior, el rechazo radical a la maternidad, la identificación
de las relaciones de pareja como un escenario de lucha, la liberación de la presión
sexual religiosa y moral, la abolición del sistema heterosexual y la construcción
de la identidad de género más allá del simple sexo.
Hay aspectos
que Serrano destaca y parecen importantes: uno es la rápida protección y ayuda
que recibió ese feminismo por parte de las instituciones públicas. Las NN.UU.,
el gobierno norteamericano, la Comunidad Económica Europea… se volcaron en
apoyar el feminismo. Pero su origen estuvo en los EEUU, donde alarmados ante el
crecimiento de la población del tercer mundo en contraposición al estancamiento
de Occidente trataron de exportar las prácticas del aborto y del control de la
natalidad (como derechos) a través del feminismo que, de marxista en los años
70, vio la oportunidad de disfrazar su pelaje haciéndose capitalista, pasando a
orientarse al ‘enpowerment” o apoderamiento, y, sobre todo, adoptando el transversalismo
que le hacía teóricamente independiente de todo partido. El feminismo de
equidad (”Equity Feminisme”) desapareció. Las organizaciones internacionales hicieron
suya la idea de la violencia de género, las conferencias internacionales proliferaron
y las asociaciones feministas radicales dispusieron de ingentes cantidades de
dinero. Curiosamente, Serrano no alude expresamente al buenísmo que permitió la
difusión de las ideas de violencia de género en la sociedad. Sí que lo hace a
la hipocresía que subyace en todo buenismo.
Todo llega a
España y el 28 de diciembre de 2004 se dicta la ley Integral contra la violencia
de género. Primera ley orgánica dictada por el gobierno socialista que siguió
al 11-M y que ha servido de guía avanzada a muchas normas europeas. Pero que
fue aprobada unánimemente. Según Serrano se apoya en tres tesis. 1) La
violencia es siempre unidireccional; 2) existe siempre una discriminación
laboral; y 3) España es especialmente machista. Las tres tesis son negadas por Serrano
que aporta los datos suficientes para hacerlo. Frente a las mismas Serrano
evidencia con datos, la bidireccional de la violencia y sus manifestaciones,
las circunstancias que justifican las diferencias salariales, la escasa
violencia existente en España frente a otros países europeos o la permanencia
del pretérito machismo en los inmigrantes.
El feminismo
radical se difunde apoyado por la manipulación del lenguaje y de los datos estadísticos,
siguiendo las pautas descritas y criticadas por el propio Chomsky. A ello se
añade el reparto y aplicación sin control de los fondos destinados a combatir
la violencia de género. Lo peor será la introducción en la nueva ley del llamado
derecho penal de autor que impone distintas penas para unos mismos delitos
según el sexo (en este caso) del acusado. Adicionalmente, mientras se concede
la presunción de veracidad a las acusaciones de las mujeres se presume la
culpabilidad del acusado. Y, efectivamente, debe recocerse que en España se ha
creado un desequilibrio que parecen fomentar las televisiones y radios. A
confirmarlo dedica Serrano numerosos casos que constituyen ejemplo de ese desequilibrio
y múltiples citas de otros autores que corroboran su existencia. A todo ello
añade su propuesta de medidas para corregirlo.
En definitiva, estamos
ante un auténtico choque de trenes. Serrano, defensor del feminismo de igualdad
y las múltiples asociaciones que predican el feminismo radical y han emprendido
acciones que para el primero han constituido un auténtico calvario. El libro ofrece
informaciones e ideas suficientes para tomar partido. Creo que personalmente he
dejado claro el mío. Uno abomina lo políticamente correcto, aunque solo sea por
lo aburrido que es: supone impedir, de entrada, la confrontación de ideas. Pero
uno no dejará de apoyar lo que es legalmente correcto, aunque no lo sea políticamente.
Que es lo que hace Francisco Serrano.
“La dictadura de género, Una amenaza
contra la Justicia y la Igualdad” (320 págs.) es un libro escrito por Francisco
Serrano en 2012 y que, el mismo año, fue publicado por Almizara.
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