Indudablemente estamos
ante un libro que, básicamente, es historia. Una historia inacabable (duró casi
ocho siglos) en donde, bajo la realidad de una pugna entre dos partes, se
esconde la poliédrica manifestación de esas partes. Es una historia, por otra parte,
que muchos historiadores no consideran reconquista, buscándola explicaciones y
justificaciones distintas de aquellas que Pio Moa reconoce como manifestación
del enfrentamiento básico de dos religiones y de recuperación nostálgica de un
reino desaparecido. Esa misma duda se ofrece respecto de la naturaleza del
conflicto: mientras algunos lo consideran construido sobre la pura anécdota
guerrera, reducida incluso a la simple escaramuza en la mayor parte de las ocasiones,
otros destacan, como Moa, la importancia de las personas históricas que fueron
trazando la marcha de la Reconquista.
Como si de un
combate de boxeo se tratara, Pío Moa comienza por presentarnos a los dos
contendientes: el mundo cristiano y el islámico. Recorre la andadura histórica
de ambos, desde su nacimiento hasta su expansión, y destaca el duro contraste
que existe entre sus ideas centrales. Lo hace con la imparcialidad y lejanía
del historiador, destacando, por ejemplo, en el cristianismo la influencia
decisiva de San Pablo frente la actitud del apóstol Santiago; o, en el
islamismo, el efecto colateral que tuvo el analfabetismo de Mahoma que dio
lugar a que el Corán fuera únicamente una recopilación de sus visiones y pensamientos
luego narrados. Los contrastes que destaca son muy numerosos no siendo el menor
la agresividad del islamismo a través de yihad y el pacifismo del cristianismo
al ofrecer la segunda mejilla.
Pero junto a la
atención prestada a los contendientes, el libro se detiene en muchas ocasiones
en describirla trayectoria histórica sufrida por Europa (el imperio carolingio
y el Sacro Imperio Romano Germánico), por la iglesia católica (con las
historias que rodearon al papado y su escabrosa relación con el poder político
en Oriente y Occidente), por los invasores (los pueblos bárbaros) y los
depredadores (los vikingos, tan frecuentemente olvidados). Nada de eso —nos
hace recordar— fue ajeno a la Reconquista. Reconquista que, al mismo
tiempo, sirvió para salvaguardar a Europa del peligro islamista que amenazaba
por el sur.
Si en cualquier
suceso histórico, es importante conocer su origen, lo es más en el caso de la
Reconquista, que, como es obvio, tuvo que ser precedida de una conquista. Lo
que lleva a Moa a analizar qué era lo conquistado: el reino visigótico modelado
por la triada Leovigildo-Hermenegildo-Recaredo y supervisado por los Concilios
de Toledo. Se nos ofrece una visión de la variabilidad de aquel estado, sus
defectos, su idea de España, la romanización que subsistía en él, para terminar
en los años desdichados que tras la sucesión a Wamba culminaron en la irrupción
de Tarik primero y Muza después. Hay muchas explicaciones para lo que, en
nuestro bachillerato, se despachaba con una referencia a la traición al rey
Rodrigo de Don Julián y el obispo Don Oppas. Todo se va a producir en años en
los que los documentos prácticamente no existen.
Algo más de información
se tiene sobre el inicio de la reconquista, sobre Don Pelayo y Covadonga: al final
se tiene la sensación de que el desinterés derivado de la pobreza de recursos
del norte y su peculiar orografía, dejaron algo así como incompleta la
conquista, permitiendo que mucha gente huída se refugiara allí. Y así, poco después
del 711, se inició la Reconquista. Se nos recuerda también que los invasores
intentaron penetran por el Este en Francia y fueron detenidos en Poitiers por
Carlos Martel (siempre las batallas decisivas que cambiaban la historia frente
a las escaramuzas). Tras ella surgió la marca hispánica amparada por los
francos, distinta de los reinos cantábricos.
Quiero insistir
en que por su densidad y la amplia época histórica que cubre es imposible
seguir las sucesivas etapas de la Reconquista que Pio Moa describe
detenidamente y que ilustra con comentarios cuando proceden. Por eso, más que
otra cosa se exponen aquí las percepciones o iluminaciones que esa lectura me
ha producido. Una de ellas es la basculación de las posiciones de preeminencia:
tan pronto los islamistas alcanzaban una gran superioridad sobre los cristianos,
como sucedía lo contario: la dependencia sobre la calidad de los políticos era
decisiva. Los tres primeros Alfonsos, por ejemplo, dieron vida a un verdadero
reino asturiano, de la misma forma que Abderramán III agigantó Córdoba haciendo
posible el Califato, ante la indignación de Bagdad.
Quizá tuvieron
más importancia las debilidades de uno y otro bando. En el lado de los
musulmanes fue sobre todo la diversidad de sus poblaciones: árabes, bereberes
(moros), muladíes (ex cristianos) y mozárabes (cristianos no conversos). Menos
numerosos los primeros y más los últimos. Todo con consecuencias fiscales que
generaban rencores y revueltas, todo en un clima de crueldad y desprecio a la
vida. En el campo cristiano quizá el peligro estuvo en la repetida división de
los reinos entre los hijos que algunos soberanos, confundiendo su papel con el
de propietario, llevaron a cabo. Muchas veces pudo superarse este defecto, pero
generaron en cualquier caso periodos de decaimiento y debilidad.
Recordando
aquellos rótulos de “intermisión” de las películas largas, llegamos a un
momento en el que Pio Mora parece establecer una incontrovertible división
entre lo que llama Época de Supervivencia (coincidente con la Alta Edad Media y
auténtica edad de hierro) y la época de Asentamiento o Consolidación (que ocupa
la Baja Edad Media). No es una división gratuita: protagonistas, documentación,
cultura, sociedad, política, religión… todo es distinto y supone una clara
superación.
Cuando entramos
en la segunda de las épocas. Pío Moa nos enfrenta a juna siglo XI de profundas
transformaciones, presididas por el románico. En España. Los islamistas languidecían
en el sistema de Taifas; únicamente la invasión de los almorávides, mezcla de
monjes y guerreros, consiguieron aliviarlo. Los cristianos, por otro lado,
mostraban un entramado de cinco reinos que se unían y desunían. Alfonso VI y el
Cid serían figuras representativas del último tercio del siglo. En cualquier caso,
la línea fronteriza ya había avanzado de la cuenca del Duero a la del Tajo. Por
su parte, la intromisión europea y papal crecía y se hacía patente en el camino
de Santiago, auténtica idea central de la España cristiana. Moa, sin embargo, niega que se pueda hablar
de “europeización” de un España que siempre fue Europa. Pamplona desaparecía al
final como reino y se iniciaba lo que sería independencia de Portugal, siempre
por conflictos familiares.
Se tiene la sensación
de que el siglo siguiente, el siglo XII, presenta al mismo tiempo continuidades
e innovaciones. Persisten las inacabables luchas intestinas entre los monarcas
cristianos. En el campo islámico cuando tras 60 años decae el impulso
almorávide, invaden Al Ándalus los almohades, de un especial radicalismo
religioso. Llegará la derrota de Uclés y el retroceso de las fronteras. El
libro ve en Europa y el papado tendencias no muy distintas, reflejadas en las
cruzadas. El románico (ermitas) va cediendo ante el gótico (catedrales junto a
las que crecen las ciudades). Las universidades surgen desplazando a los
monasterios, en los que el Cister ejerce su poder. Pero esto no hace olvidar a Pio Moa la narración,
siempre compleja, de los hechos históricos.
Tres batallas
van a definir la entrada en el floreciente siglo XIII: Las Navas de Tolosa (que
decidió el rumbo final de la reconquista), la de Muret (que aleja Aragón de Europa
y lo centra en la Reconquista) y la de Bouvines, que decide la independencia de Francia).
Pero junto a esos momentos históricos, Pio Moa destaca personalidades como las
de Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio, Ximénez de Rada, Raimundo Lulio.
Y, sobre todo aspectos culturales: la oficialidad del castellano, los cuerpos
legales, la literatura castellana, gallega y catalana, el apogeo del gótico. Al
mismo tiempo se describen las peripecias nacionales de Europa, trasfondo
necesario para iluminar mejor la española.
Tras algunos
años de progreso va a llegar un nefasto siglo XIV cuya antesala serán la Peste
Negra y las hambrunas derivadas del cambio climático hacia el frío. España,
como Europa, va a sentir la despoblación de muchas zonas. Cataluña vivirá el
progreso y la posterior decadencia, aderezada por la peculiar aventura de los
almogávares. Castilla verá aumentar su influencia y su pobreza y se preparará
para convertirse en potencia naval. El poder de los benimerines se convierte en
un residual reino de Granada al que no se presta atención, enfrascados como
estaban los cristianos en sus reyertas.
Cuando llega el
siglo XV, la historia que nos cuenta Pío Moa ya es un río caudaloso. Las luchas
entre los Trastémaras y los aciertos de los Reyes Católicos llenan el interior
de España. De fuera llega el humanismo generado en Italia. El libro recorrerá
los fenómenos de la Inquisición y la expulsión de los judíos para reducirlos a
sus términos reales.
Pío Moa presta
una especial atención a los aspectos religiosos que incluyen la peculiar
religiosidad de los cristianos, la ambivalente relación con el papado, la presión
cluniacense, la presencia de las órdenes o la revolución de Occam y el tomismo.
Resulta
imposible describir el enorme contenido del libro, tanto en el plano
informativo como en el interpretativo. Desde ese punto de vista, su importancia
es evidente. Su lectura aporta una visión hasta cierto punto inédita de esta
época de la historia, sobre la que han proliferado las grandes teorías e hipótesis
(baste recordar a Sanchez Albornoz, Américo Castro o Salvador de Madariaga, sin
contar la aportación extranjera). Uno amplía sus conocimientos y aclara su
visión de éstos. ¿Qué más se puede pedir?
“La Reconquista y España” (524
págs.) es un libro escrito por Pio Moa el 2018 que se publicó el mismo año por
la “Esfera de los libros”.
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