martes, 12 de junio de 2018

Carl Sagan : “El cerebro de Broca. Reflexiones sobre el apasionante mundo de la ciencia”.


Si se trae a colación este libro no es tanto para comentarlo, sino para añadir reflexiones propias a las que nos hace Carl Sagan en él. A quien no hace falta presentar por otro lado (por lo menos a los fuimos coetáneos suyos) ya que gozamos, no tanto de sus numerosos libros, sino de la famosa serie de televisión “Cosmos. Un viaje personal” que produjo en 1980 y que tantos vimos semana tras semana abriendo nuestra mente al espacio exterior.
Carl Sagan murió joven de una neumonía a los 62 años, en 1996. Y hay que preguntar si su labor de divulgación, por el contrario, murió de vieja tras unos años. Carl Sagan, siguiendo a Wikipedia, “fue un astrónomo, astrofísico, cosmólogo y divulgador”, añadiendo que “fue un defensor del pensamiento escéptico científico y del método científico, pionero de la exobiología, promotor de la búsqueda de inteligencia extraterrestre”. Se reconoció su labor por lo que hoy “es considerado de los divulgadores de la ciencia más carismáticos e influyentes, gracias a su capacidad de transmitir las ideas científicas y los aspectos culturales al público no especializado con sencillez no exenta de rigor”.
Es difícil seguir todo el contenido del libro, fundamentalmente porque está integrado por una serie de observaciones o comentarios dispersos relacionados fundamentalmente con el cosmos y temas relacionados con él, renunciando desde el primer momento a tener una ilación consistente. Él mismo lo avisa. Como, de forma insistente y continuada, alude al avance imparable de la ciencia; una especie de disculpa anticipada por la obsolescencia de algunas de sus manifestaciones.
Carl Sagan, vivió la época en que se lanzaron las primeras sondas orientadas a la exploración del sistema solar y sus planetas. Todavía no había llegado el avance que supuso el observatorio Hubble que, lanzado en 1990, tardó aun algunos años en lograr sus éxitos debido a las reparaciones de que tuvo que ser objeto. Más que un avance fue realmente una revolución de la cosmología. Carl Sagan podía intuir esos avances, pero no los conoció. Pudo imaginarlos, pero no divulgarlos porque le eran desconocidos.
Es necesario, ante todo, explicar el extraño título del libro. Carl Sagan visita el Museo del Hombre de París acompañado por paleontólogo Yves Coppens. Un museo creado en 1937 y localizado en el Palais Chaillot que reúne todo lo que puede definir al ser humano: prehistoria, antropología y etnología. Sagan puede recorrer no solamente el museo sino las zonas dedicadas a la investigación y donde se acumulan los materiales sujetos a estudio (hoy áreas trasladadas al Museo del Quai Branly). No oculta la molesta sensación que le produce lo que allí ve y que llega a su clímax cuando, tras atravesar la sala donde se guardan vasijas de cristal con cabezas cortadas, llegan a aquélla en que se conservan cerebros en frascos con formalina. Sagan dice: “mientras escudriñaba la colección… mi vista se sintió atraída por la etiqueta unida a uno de esos frascos cilíndricos. Tomé el recipiente y lo examiné de cerca. En la etiqueta podía leerse P. Broca. Tenía en mis manos el cerebro de Broca”.
Paul Broca había sido uno de los médicos, cirujanos y antropólogos más destacados del siglo XIX. Fue el descubridor del “área de Broca”. Creía en una libertad de investigación que se le toleró, aunque estuvo siempre sometido a vigilancia estatal. Pero al mismo tiempo creerá en “la superioridad de los hombres sobre las mujeres y en la de los blancos sobre las demás razas”. Pese a la repugnancia que esas ideas sexistas y xenófobas producen a Sagan, éste afirma: “Considero injusto criticar a alguien por no haber compartido las ideas progresistas que están gestándose en su tiempo”.
Los primeros capítulos del libro contienen una serie de consideraciones sobre la ciencia, una peculiar biografìa de Einstein y una referencia a la investigacion. Al abordar la figura de Einstein parece que su importancia como científico es superada por las inidicaciones sobre su carácter, que lleva a cabo de una forma un tanto laudatoria. Descubre en él una actividad intensa en todos los órdenes de ideas (políticas y relìgiosas fundamentalmente) que no agregan nada a la figura del científico y que, hasta cierto punto arrojan sombras innecesarias y contradicciones inesperadas. Se pasa tambien alguno pueblos Carl Sagan cuando se refiere a las zonas marginales de la ciencia donde agrupa ideas tan dispares como los ovnis, el espiritismo, el cuerpo astral, o las premoniciones; todas ellas englobadas en el término “pseudociencias”. No solamente las considera sin fundamento, sino perniciosas, armas defensivas de los gobiernos o las religiones (a los que considera “fabricantes de paradojas”) creíbles solamente por incultos y necios. Pero al mismo tiempo estima necesario que los científicos denuncien su falsedad. Curiosamente, mientras rechaza la visita en el pasado de extraterrestres, busca incansablemente extraterrestres en el espacio. Sagan se nos muestra como contradictorio una y otra vez: condena los catastrofismos, pero al mismo tiempo los predica: “por primera vez en la historia disponemos de medios para provocar nuestra propia destrucción, intencionada o inadvertidamente”.
El libro se lanza al reducido espacio del sistema solar más próximo. Nos hablará de los nombres dados a cráteres y meteoritos, de las atmósferas y condiciones climáticas de los planetas próximos, de Titán (una enigmática luna de Saturno), de la exploracion planetaria de aquellos años. A lo largo de todas esas disquisiciones, más curiosas que otra cosa, late la esperanza de planetas exteriores que pudieran albergarnos. Pero pasaran aun algunos años hasta que se detecte en 1989 un exoplaneta y se confirme la existencia de otro en 1995. Hoy son numerosisimos los localizados dentro de nuestra Galaxia. Y aun subsiste la esperanza de que puedan ser tablas de salvación para los humanos. Uno piensa que es una esperanza inútil. No es solamente el problema de la distancia sino tambien la del tiempo que se necesitaría para recorrerla. Se agregaría la necesidad de similar presencia de agua, de similar temperatura, de similar masa (so pena de pesar cada persona toneladas), de similar circularidad orbital… La simple posibilidad de contacto con extraterrestres viene arrumbada tan pronto tenemos en cuenta que, si se comprime la edad de la Tierra a un año, las últimas décadas son apenas una décima de segundo. Sospecha Sagan que existirá un millón de planetas. Probablemente será muchos más sí el de estrellas sobrepasa el trillón. Se da la cifra de decenas de millones sólo en nuestra galaxia. Pero un mensaje tardará una media de 24.000 años en llegar a alguno de ellos y otro tanto en devolverlo. ¿Tendrá la Tierra tanta edad? ¿Quién recibirá el mensaje?
El último de los 25 de los capítulos del libro, el titulado “El universo amniótico” me parece inicialmente un tanto surrealista. Parte de las experiencias de “la vida después de la muerte” para relacionarlas con las tesis de Stanislav Grof, psicólogo que estudió los efectos del LSD en psicoterapia. Identifica, más o menos, la muerte con el nacimiento. Tras ello, identifica esos sentimientos con las religiones, mostrando su pensamiento agnóstico, aunque no ateo. Acaba afirmando “En conjunto los seres humanos con inteligentes y creativos, capaces de desentrañar misterios. Si las religiones son fundamentalmente estúpidas, ¿Por qué tanta gente cree en ellas?”. Sagan opina que sólo se explica por el temor a la muerte. Olvida la última pregunta: “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?” con que tituló Gauguin uno de sus mejores cuadros.
La pirueta final es increíble: “No sé hasta qué punto se parecen las experiencias perinatales personales y los modelos cosmológicos particulares”. No lo sabe, pero la asimilación le tienta: “…las analogías son muchas y la posible conexión entre la psiquiatría y la cosmología parece ser muy real”. Uno, realmente, no siente, como le sucede a él, la atracción casi mística que ejercen los vuelos espaciales. Y compara el nacimiento con el abandono de la Madre Tierra “para ir a buscar fortuna entre las estrellas”. Muchos, muchos pueblos son los que Carl Sagan se salta.
Carl Sagan merece respeto y agradecimiento cuando trata de divulgar. Y le agradecemos lo que nos enseñó y nos entretuvo en las televisiones. Pero deja de merecerlos cuando no divulga, sino que predica. Pero no es solamente eso: el avance de la técnica es imparable en las décadas transcurridas desde que falleció. Y la técnica es la quilla que permite que el barco de la ciencia avance. Lo que divulga muestra ya una pátina de antigüedad. Y a veces se percibe un cierto olor a naftalina. Hoy no tiene sentido ya su admiración por las sondas Wiking (1975) o los diez Mariner (1962 a 1973) que apenas observaron los tres planetas más cercanos.
Es posible que la culpa sea del lector, acercándose a la obra sin considerar su circunstancia temporal. Es cierto. Pero la única forma de superar esa sensación será considerar el libro como una muestra histórica de la divulgación o del pensamiento científico (reconocemos el primer aspecto; el segundo es ya más dudoso). Hay que ser compasivo con Sagan; no pudo conocer el grafeno, la laparoscopia, las redes sociales, el smartphone, los ordenadores personales, el Hubble, las energías alternativas, el fracking… Nos movemos en un mundo escasamente imaginable hace 30 años. Dentro de 20 podrá repetirse esta frase puesta al día. Pero hoy somos nosotros los que podemos decir que tenemos en las manos el pensamiento de Sagan, de la misma forma que él dijo: “Tenía en mis manos el cerebro de Broca”. Aunque no sintamos su repugnancia: no tenemos en las manos un frasco con un cerebro, sino de un libro ameno a ratos y bien editado.

“El cerebro de Broca. Reflexiones sobre el apasionante mundo de la ciencia” (334 págs.) cuyo título original es “Broca’s Brain. Reflections on the Romance of Science”, es un libro del que es autor Carl Sagan escrito en 1974 y revisado en 4 ocasiones hasta 1979. Su traducción al castellano se llevó a cabo inicialmente por Editorial Critica en 1994, realizando una nueva presentación en la serie Drakontos en 2015, que es la comentada”

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