miércoles, 28 de marzo de 2018

Victoriano Domingo Lorén: “Y dijo el ángel: “No habrá más tiempo”. Los vaticinios de San Malaquías”.



 

Es un libro publicado hace medio siglo sobre un tema que, entiendo, cada vez interesa menos. Sin embargo, hay una razón que me ha impulsado a comentarlo. Uno de los atractivos que puede tener el volver a ojear un libro como éste (no es un libro de leer, sino de consultar, como mucho) es que desde su publicación en los años setenta han transcurrido años y sucedido papas, de forma que nos ofrece una visión de lo que se suponía que iban a ser los papas anunciados y lo que realmente ha sido. El libro se publicó bajo el pontificado de Pablo VI. Faltaban solamente cuatro papas: “De medietate lunae”, “De labore solis”, “De gloria Olivae” y el último de todos, “Petrus Romanus”. Correspondieron a Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I.
No se debe permitir quizá que la propia profecía desplace todo el interés hacia sí, de manera que el pensamiento del autor del libro quede diluido. Victoriano Domingo Lorén fue un secretario de la administración de justicia y luego magistrado que fue autor unicamente de dos libros. Uno es el presente (1971) y el otro fue “Los homosexuales ante la ley” (1878). Más allá unicamente se nos da la noticia de que fue un buen conversador y aficionado al cine y a la lectura. El tema de las profecías de San Malaquías le atrajo hasta el punto de llevarle escribir este libro.

La historia de la profecía de San Malaquías suele ser conocida. En el siglo XII, un benedictino que llegó a alcanzar la santidad, visita al papa reinante, Inocencio II, y le entrega una relación de las divisas con que se identifican los papas futuros que iban a gobernar la Iglesia hasta el fin del mundo. Es simplemente una relación en que los papas se designan con una breve expresión —no más de 4 palabras. La relación va a permanecer ignorada hasta que en 1595 otro benedictino, Arnoldo de Wion, relaciona las historia de todos olo obispos nde us orden, y al llegar a San Malaquías la trascribe como simple curiosidad, indicando que “como es corta y no ha sido impresa todavía, que yo sepa, y como muchos desean conocerla, reproduzco aquí su texto”.





Del libro lo primero que hay que decir es que presenta una visión sólida de la materia. Tiene dos partes fundamentales: una referida a la historia de la profecía y de las críticas que, en su favor y en su contra, ha recibido históricamente. La segunda constituye un repaso de las divisas contenidas en la profecía, papa por papa, incluyendo incluso las referidas a los que no habían aún ocupado el solio pontificio.
Comenzando por esta última, nos encontramos con una relación de cada una de las divisas y de los papas correspondientes. En general, tras una referencia histórica al papado de cada uno d ellos y a los problemas que hubo o de afrontar y el temperamento con el que se desenvolvió, acomete la labor de dar una interpretación a la divisa correspondiente, la labor a veces ímproba dada la ambigüedad de algunas de sus divisas, o, en sentido contrario, de su excesiva obviedad.
Victoriano Domingo comienza por referirse a la “vitalidad” que conserva la profecía de san Malaquías en la actualidad, al tiempo que critica la superficialidad con que se aborda, sobre todo en tiempos de cónclave. Añade que precisamente “a remediar el mal va encaminado este libro. No trata siquiera de convencer. Su única aspiración es aportar algunos datos sobre el tema y satisfacer en parte la curiosidad de muchas personas que desean conocer la citada profecía para formar juicio sobre ella”. Añadamos que esa vitalidad es ya algo lejano. Son solo cincuenta años, pero es el espíritu reinante el que ha cambiado. Ahora la cosa se orienta más al llamado cambio climático.
No le echaron atrás las críticas que Llorca, Montalbán y Villoslada resumían diciendo “Ningún historiador la puede tomar en serio”. Sus indagaciones daban, por decirlo de la alguna forma, algunos resultaos positivos. Llegaron las críticas de Larrayoz y Pijoan, todos ellos clérigos, con el mismo tono despectivo. Domingo ni ocuilta las críticas, ni tampoco deja de citar los apoyos recibidos por la profecìa.

 La profecía de San Malaquías se percibe siempre como un dilema, como una confrontación ente una fe en su veracidad y una seguridad en su falsedad. Junto a ello, plantea una duda adicional: ¿realmente marca un término a la historia, a lo que antes se llamaba “fin del mundo”? El “no habrá más tiempo” de que habla del ángel del Apocalipsis. Digamos que ese temor ha perdido gas: la gente no piensa en una catástrofe que pueda acabar a cortísimo plazo con Roma, ciudad de las siete colinas, sino en otra catástrofe por derivada del cambio climático antropogénico atribuible al hombre, el mismo hombre que no puede detener una granizada.
Más allá de lo apuntado en su introducción Victoriano Domingo hace una completa descripción de los atacantes y los defensores de la profecía. Es una parte interesante del libro por permitir conocer las viejas raíces de la polémica. Consciente de que son más los que atacan la profecía que los que creen en ella, manifiesta: “Con tales antecedentes, temeraria parece nuestra empresa. Si los profundos conocedores del Papado… las juzgan ridículas y dignas de crédito, parece necio tratar de enmendarles la plana”. Y agrega: “Pero diversas circunstancias me han empujado a la tarea”.  El autor insiste en su deseo de llevar a cabo “un examen sereno e imparcial”.
Parte de la idea de que la falta de consistencia de las divisas es igual en las que preceden a la aparición pública de las profecías, como en las que la siguieron. Siempre había sido la principal acusación contra la verosimilitud de éstas: haber sido sacadas a luz para favorecer la elección de un determinado papa, lo que dotaba a las anteriores a esa elección de una especial contundencia y se relativizaba hasta la invención las que siguieron al cónclave famoso, en que salió elegido Urbano VII, el 74 de la lista. Sobre Victorino Domingo pesan dos sensaciones. La de que las tesis contrarias a la autenticidad de las profecías adolecen de una “falta de consistencia de los argumentos de contrario” y la de que “conceder crédito a la veracidad de la profecía y su aplicación gradual y concreta, no es absurdo, como parece deducirse al escuchar a los impugnadores”.
Saltamos, como en muchas otras ocasiones al final de libro: “Todas estas interrogaciones son, con otros muchos argumentos, las que sostienen nuestra creencia de que nos encontramos en presencia de una profecía verdadera”. Quizá es el momento de mostrar mi postura personal: probablemente creí en la profecía desde años antes de la publicación de este libro ¡por algo lo compraría! Eran años de guerra fría y constante amenaza atómica. Un clima que también afectaría a Domingo. Él iba más allá aún: “El fin de nuestro mundo, y la segunda venida del Señor, están próximos, a la puerta”.
El conocimiento que da la ciencia relativiza todo. Nos habla, por ejemplo, de 200.000 millones de estrellas en la Vía Láctea. De millones de nebulosas como ella. De millones de cúmulos de nebulosas. Y hasta ahí puedo leer, como se decía en un concurso televisivo. ¿Hay que pensar en que la desaparición de la humanidad que habita la Tierra va a suponer el fin del mundo? Pero no sólo llega ahí nuestra autoflagelación; la vida surge como consecuencia de una serie de factores casuales y probablemente con formas diferentes. Si hay 200.000 millones de estrellas y si como media se cree que cada una tiene un planeta ¿en cuántos de éstos ha surgido la vida? Y ahora que estamos tratando de saber si hay alguien anda por ahí, debiéramos recordar que, en los millones de años el hombre ha ocupado una mínima parte de ese lapso, y sería ya inapreciable el momento en que se asoma al universo, nuestro siglo XX.  ¿De qué serviría una señal del exterior cuando ocupan la tierra los cromañones, tan recientes? O al revés ¿Qué sucedería si nuestras tenues señales llegaran a un planeta lejano donde sólo deambularan de momento los gusanos que nosotros fuimos?
Hay que volver a Victoriano Domingo, quien, antes de entrar en su historia de los papas y la interpretación de sus divisas, incluye una de serie de observaciones, comenzando por la afirmación de que toda profecía es algo oscuro y misterioso. Y así, la relativiza, indicando que a través de ella Dios no previene ni determina el porvenir, siendo permanente lo indicado por Jesucristo de que nadie conocerá el día y la hora de su segunda venida, En suma, no puede esperarse ninguna exactitud o claridad en las divisas, en las que sólo puede verse algo así como una metáfora.
Es un libro curioso. Hay algo a destacar: han pasado menos de 50 años y las profecías religiosas han dado paso a las profecías científicas o pseudocientíficas. Las primeras apenas interesan; las segundas, nacen y se multiplican con una clara colaboracion mediática. Si he recalado en este libro es porque evidencia el signo de los tiempos.

“Y dijo el ángel: “No habrá más tiempo. Los vaticinios de San Malaquías” fue escrita por Victorino Domingo Loren en 1971 y publicada el mismo año por Ediciones Marte.

2 comentarios:

  1. Yo tengo el libro dedicado por su autor, de puño y letra. Y con un apéndice curioso y esclarecedor... No es tan enigmático como parece. Es mucho más evidente y palmario.

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