Stanley Payne
es un autor conocido: estadounidense, historiador e hispanófilo.
El periodo histórico
analizado en el libro cubre aproximadamente siete meses. Pese a su brevedad
pueden distinguirse dentro de él fases distintas del proceso que desembocó en
la guerra civil.: el de la disolución de las Cortes del Alcalá Zamora en diciembre
de 1035; el de las elecciones generales de febrero de 1936 y el nombramiento de
Azaña como jefe de Gobierno; el de la Presidencia de Azaña con Casares Quiroga
de jefe de gobierno.
Dejando a un
lado los dos primeros gobiernos provisionales, los gobiernos de la república se
inician con Niceto Alcalá Zamora en la Presidencia. Los 4 gobiernos estarán
sustentados por la alianza de los socialistas y la izquierda republicana que
pronto de romperá y dará lugar al triunfo, aunque no por mayoría, de la CEDA,
seguido por el Partido Radical de Lerroux. Es el bienio, tachado por las
izquierdas de “bienio negro”, que ocupará de los años 1933 a 1935. Durante este
periodo tiene lugar la revolución socialista de 1934. La inestabilidad quedará
evidenciada por encuadrarse en esos dos años los gobiernos séptimo a decimosexto
de la república. En ninguno de ellos Alcalá Zamora encarga de la formación de
gobierno a Gil Robles, cabeza visible de la CEDA. Los serán Lerroux, Samper,
Chapaprieta y Portela Valladares.
Se abre el
final de este periodo con el grave error de Alcalá Zamora, que proviniendo de
la derecha se oponía a que ésta gobernara, procurando constantes apoyos a las izquierdas.
Ante la dimisión de Portela Valladares y la imposibilidad de que se cree un
gabinete, declara la disolución de las Cortes, aunque como aclara Payne “había iniciado el apaciguamiento de las izquierdas
en 1934 y no quedaba otro remedio que someterse al chantaje y coerción firmando
un decreto que reconocía como manifiestamente ilegal”. Con ello se convocan
las nuevas elecciones de febrero de 1936. Las izquierdas saben unirse en un
Frente Popular, lo que no hace las derechas. Se producen una serie
irregularidades y revisiones de los resultados de forma descaradamente
favorable a las izquierdas.
El orden
público se resiente profundamente. Los actos vandálicos se suceden. Hasta la URSS
y Francia piden calma y prudencia a las izquierdas, que patrimonializan la república
y la hace revolucionaria. Alcalá Zamora dimite dando paso en la Presidencia la
República a Azaña, quien, tras las elecciones, había sido designado jefe del
gobierno. Azaña cometerá parejo error al acceder a la Presidencia de la
república, abandonando el gobierno en otras manos. De las que, al final fue
juguete.
Es
prácticamente imposible seguir la avalancha de datos que aporta Payne. Todo, en
su conjunto, permite tomar conciencia de los rasgos más notables de lo que
sucedió en esos años, pero sólo la rememoración de los hechos realmente
sucedidos aporta la viveza a esa visión general. Lo que sucedió en aquellos
años superó con mucho a cualquier otro intento revolucionario en cualquier otro
país moderno.
Junto a las distintas
fases, hay otros procesos que se desarrollan de forma continuada y sin
interrupciones. Uno de ellos es el que Payne aborda en el capítulo “¿Una revolución pendiente?” Con ese
título se refiere a un fenómeno clásico en España como es el de la fragmentación
de las izquierdas y su sentido mesiánico con la consecuencia de su creciente y
progresivo afán revolucionario de sus programas.
Comienza
analizando la división de la izquierda, polarizada entre un Prieto tendente a
la moderación y un Largo Caballero que presume de ser más comunista que los
comunistas. Fuera de la polarización aparece la izquierda más moderada de Julián
Besteiro. Sigue el comunismo que aparece como fuerza política creciente,
tutelada por la URSS que la pide constantemente mayor cautela y menos precisa
en sus avances. De ella, desgajado aparece el POUM, Partido Obrero de Unificación
Marxista, aún más radical. La izquierda independiente y anti estatalista estará
representada por un partido de genuino perfil español, el anarcosindicalismo,
con su sindicato CNT. Dice Payne: “Todos
los movimientos izquierdistas estuvieron de acuerdo solamente en una meta
negativa: la derrota y la exclusión totales de las derechas”
Para Payne lo
que sucedió esos años, la efervescencia revolucionaria, es algo sorprendente y
extraño. Tratando de no ser traidores a su pensamiento, pudiéramos resumirlo así
muy toscamente: en España se daban las condiciones socio económicas que tradicionalmente
conducen a una revolución. No justamente la pobreza y la opresión. España vivía
un momento de crecimiento económico notable, pero no estaba preparada para la irrupción
de un régimen democrático inusual; la cosa estalló a la sociedad española en sus
manos, simplemente. Las izquierdas no comprendieron que en un régimen
democrático una victoria electoral no era un viaje sin vuelta, sino parte de un
viaje de ida y vuelta. Mesianismo, existió en abundancia, entiendo. Adanismo,
todo. Todo aderezado en confrontaciones verbales, escritas, internas y
externas, amenazas. Y ¿por qué no? asesinatos, asaltos, incendios, desfiles,
huelgas, ambiente de militarización. Sin rastro apenas de intentos de
conciliación.
Payne dedica un
capítulo a examinar la actitud del ejército. Un tanto pasota diríamos y que
unicamente reaccionó en los últimos momentos y tuvo que debatirse entre la
disciplina formal y el repudio de la situación material. Repasa la actitud de
los militares principales, con detención especial en Emilio Mola y Francisco
Franco.
La presión
social llevada a cabo por la izquierda, solo contestada por la Falange, pronto puesta
fuera de la ley, siguió creciendo. El advenimiento de una dictadura del
proletariado era temido por la derecha y deseado y no ocultado por la
izquierda. Cada día aparecía como más inevitable. Hasta que realmente lo fue.
El 13 de julio miembros de las fuerzas de seguridad dependientes del gobierno,
Guardias de salto y Guardia Civil asesinan a Calvo Sotelo, en aquellos momentos
uno de los líderes más combativos de la oposición. El gobierno apenas aparenta
averiguar algo. Se escuda en que el asesinato es la respuesta otro previo
llevado a cabo en la persona de un Guardia de Asalto. Pero no se para a pensar
que en un caso los asesinos son un partido declarado fuera de la ley y, en el
otro, son los representantes de la ley.
En ese momento
es cuando Payne estima que la inevitabilidad de la confrontación ha llegado. Es
cierto que señala que hay algunos intentos de concordia, pero todos fracasan y son
solo muestra de esa inevitabilidad. El 17 de julio las fuerzas de Marruecos se
rebelan. El gobierno entiende que es una revuelta sin horizonte y la
minusvalora. Mientras tanto, como destaca Payne, el levantamiento militar
fracasa: sus objetivos iniciales como era el control de las grandes poblaciones
no se cumplen. Martínez Barrios ante la impotencia en que se encuentra deja el
gobierno que un desnortado Azaña entrega a Giral. La presión de la izquierda
hace que se repartan armas a la multitud. La guerra está servida.
En ese momento,
señala con acierto Payne, la segunda república deja de existir. Nace la tercera
república. Proletaria y revolucionaria.
La idea que el
autor repite una y otra vez es que los gobiernos de 1936 pensaron siempre —y
desearon e, incluso, buscaron— un levantamiento militar que imaginaron que
sería fácilmente reprimible y que daría paso a una nueva etapa política de
carácter revolucionario. Fue uno de tantos errores cometidos. Nunca se valoró
que los crecientes desórdenes y las vejaciones infligidas a un importante
sector de la población (seguridad, religión, educación, propiedad) habían
llevado a extremos nunca imaginados la idea de la necesidad de acabar con
aquello.
Llegada la declaración de guerra, el libro concluye. Hay
que insistir en que es imposible reflejar el cúmulo de excesos y anormalidades
que se produjeron en el breve tiempo contemplado Hay que leer el libro —éste
y muchos más, claro— para conocer a fondo esa triste realidad. Pero uno, como
simple lector, comparto la visión este libro, la de los muchos que le han
precedido en el mismo sentido y los que le seguirán. La historiografía de la
segunda república, de la guerra civil y del franquismo comienza a ser en sí
misma objeto de estudio. Como aspecto curioso puede indicarse que la tendencia
de los libros de autores más escorados a babor se limita a aumentar los
horrores imputables a las derechas, no a la justificación del comportamiento de
las izquierdas.
Las cosas han cambiado profundamente, pero nuevamente se
tiene una sensación de “dejà vu” en algunos aspectos de estas cosas que Payne
nos cuenta. Y a uno le invade —qué se va a hacer—
la melancolía.
El
libro “El camino al 18 de julio. La erosión de la democracia en España
(diciembre de 1935 - julio de 1936)” (424 págs.). Fue registrada y escrita por
Stanley Payne en 2016 y publicada por Espasa en marzo del mismo año. La cuarta edición,
que es la leída, se publicó en julio de 2017.
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