De pronto, un
día, uno lee una reseña sobre un libro del que es autor Deleuze y repara en que
no conoce nada de este autor, al que señalan de ser uno de los filósofos más
influyentes del siglo XX. Y uno, que vivió dos tercios de ese siglo, se siente
profundamente ignorante; tanto que se lanza a la búsqueda de ese conocimiento
perdido.
Uno de los
problemas con que uno se encuentra al abordar el conocimiento del pensamiento
de personas como los filósofos, es que dicho pensamiento no se resume normalmente
en un libro, sino que está repartido y conformado en muchos libros y artículos,
de forma que cada uno de ellos no refleja sino una parte de la construcción de su
poliédrico sistema filosófico. Sistema que, además, quizá ha evolucionado a lo
largo de su obra. Este problema se acrecienta en la visión de la filosofía de
Deleuze por su peculiar forma de formulación.
Vayamos un
momento al autor, Gilles Deleuze. Francés. No es fácil de clasificar más allá de
encontrarle un tanto friki. Suicidado, lo que no es usual en los filósofos.
Llegado al respeto académico tras acceder a la docencia, cuando suele suceder
lo contrario. Algo elogiable a destacar es que en sus comienzos nunca se
comprometió en el plano político ni en ningún otro plano. Luego la cosa fue
distinta y llegó a ser un icono de la izquierda exquisita francesa.
Me acerqué a
Deleuze a través de la crítica suscrita por el mirandés Cuartango, curiosamente
experto en periodismo económico. Aunque su comentario se refería a otro libro, “Anti
Edipo”, realizado con la colaboración del psicoanalista Guattari, opté por este
otro por ser quizá más abstruso, más deleuziano, pero uno se equivoca muchas
veces. El primer encuentro en el marco de ese libro no puede ser más penoso.
¿Es preciso tratar de entender todo antes de saber si dice algo? Me recuerda
una frase que repetíamos en nuestro ámbito juvenil, surgida en su seno anecdóticamente,
que, con todo respeto, preguntaba: “Coño ¿qué pretendes?”. No recuerdo la circunstancia
en que se pronunció, pero conserva ese valor que permite ahora volver a
hacérsela ante la obra de Deleuze. Coño ¿qué pretende Monsieur Deleuze?
Pretensión del
autor, pretensión del lector. Si un lector de este libro pretende dar respuesta
a esa pregunta le deseo simplemente suerte. Si encuentra la respuesta, me
vuelvo alfombra, aunque no será roja.
He recurrido a
la infalible/falible Internet. Una web incluye un comentario pormenorizado de
este libro es esta dirección: https://deliarodriguezinvestigacion.wordpress.com/2015/11/19/la-logica-del-sentido-de-guilles-deleuze/.
Mi autoestima ha disminuido, se ha venido abajo, ¿o ha disminuido mi estima por
los demás?
Gilles Deleuze,
al igual que su admirado Foucault, dio clases en la universidad experimental
París VIII, creada por el Gobierno francés tras los eventos de mayo. Fue
Foucault quien le invitó a incorporarse a esa universidad en 1969, y allí
permaneció hasta 1987 en que, por razones de salud, se retiró de la enseñanza. Es
una universidad un tanto peculiar ya que no incluye ninguna de las disciplinas
que podemos llamar científicas: ingenierías, ciencias exactas, medicina y
afines. Da la sensación de que, en las disciplinas que se le adjudicaban, no se
trataba tanto de enseñar, como de investigar, o, más claramente, de elucubrar.
Antes de intentar
cualquier acercamiento a este libro es preciso advertir que tanto Deleuze, como
su guía Foucault, no se centraron en la filosofía, sino que trataron de otras
muchas materias, como podía ser la sexualidad o el cine. Pero tuvieron una inclinación
evidente hacia la psicología, pero no a la psicología próxima a lo cotidiano, como
puede ser la conductista, sino a la psicología profunda centrada grosso modo en la parte más hipotética
de la psiquiatría.
Ahora ya es
hora de lanzarse a la piscina. Aunque sea con la demoledora sensación de que no
hay agua en ella. El libro transmite de alguna forma la sensación de que, por
ejemplo, Platón y su idealismo estorban. Aunque la filosofía no parece nacer
para Deleuze hasta que llega Kant. Una excepción: los estoicos, a los que
parece aferrarse. Interpreta pro domo sua
y con total superficialidad obras literarias como las de Lewis Carrol o de
Scott Fitzgerald
Abro
aleatoriamente el libro: “Decimoséptima
serie: De la génesis estática lógica”. Comienza así: “Los individuos son proposiciones analíticas infinitas: infinitas en
lo que expresan, pero finitas en su expresión clara, en su zona de expresión
corporal. Las personas son proposiciones sintéticas finitas: finitas en su
definición, pero indefinidas en su aplicación. Los individuos son en sí mismos
proposiciones ontológicas, estando fundadas las personas en los individuos (y a
la inversa, siendo fundados los individuos por la persona”). A poco respeto
hacia sí mismo que se tenga, debe usted asumir eso o mandar a Deleuze al lugar
que quiera.
Pero, por si
hubiese escogido mal, vuelvo al final de la serie anterior, en busca de un hilo
conductor. Pero nos encontramos con conclusiones como la siguiente: “El individuo y la persona, el buen sentido y
el sentido común son producidos por la génesis pasiva, pero a partir del
sentido y el sinsentido que no se les parecen y cuyo juego trascendental
preindividual e impersonal hemos visto. Por ello, el buen sentido y el sentido
común están minados por el principio de su producción, y subvertidos desde dentro
por la paradoja”. Dan ganas de, como el ignorante en el chiste de marras y
ante la poesía de Santa Teresa, exclamar: “La gallina”.
Daría igual que
abriéramos el libro por otro lado. Nos hallaríamos siempre con ese lenguaje
críptico que impide su entendimiento. Estamos simplemente ante lo que se
llamado “neolengua”, asociada siempre al socialismo. La neolengua no es sólo
creación de vocablos, sino de asignación a los existentes un sentido distinto
del natural habitual o de agregarles prefijos o sufijos: el “pre” para los retrógrados,
el “post” para los “modelnos”; pero hay muchos más y constituyen una verdadera
huerta para los que cultivan estas nuevas especies.
Pero ¿ha creado
Gilles Deleuze algo así como un nuevo sistema filosófico? Hay hechos
constatables: el filósofo lo ha sido hasta su muerte. No hubiera derivado a
comentar películas y cosas parecidas.
Probablemente
comentaré en poco tiempo una obra como la de Roger Scruton en la que se refiere
a los llamados pensadores de la nueva izquierda. En una de sus obras se refiere
en concreto a Deleuze. Reproduzco uno de sus párrafos: “Deleuze y Guattari nos dice que el BwO es lo que queda cuando te llevas
todo. Y esto es lo que con mayor exactitud describe su modo de argumentar.
Todas las formas normales de pensamiento, toda observación empírica, todo
conocimiento pre-existente se disuelve en su prosa delirante que trata todo y al
mismo tiempo nada, para no producir exactamente nada. Al final de párrafo se
encuentra ese misterioso “cuerpo sin órganos” cuya naturaleza no se define
nunca”.
No sufrí nunca
por desconocer a Deleuze. No puedo decir que me haya entristecido conocerle
porque el haberlo hecho supone conocer también a buena parte de la
intelectualidad izquierdista, ¿a buena parte o a casi toda? Y por encima de ello haber profundizado en el
conocimiento de los mecanismos caros a la izquierda
El citado Scruton
nos dice: “Dos son los rasgos de la
máquina sin sentido que explica su popularidad. En primer lugar, su sentido de
derrocar al enemigo. Este enemigo es la burguesía”. La segunda es más
compleja: es el hecho de que “la máquina
sin sentido se ha construido con materiales de segunda mano”, o sea con
ideas anticuadas y obsoletas. Todo en momentos en los que ”se podía interpretar la oscuridad como una prueba de su profundidad y
originalidad”. Sería como el “oscurezcámoslo”
dorsiano, pero utilizado ahora no por vanidad, sino de forma beligerante.
Digamos, para
concluir, que el libro de Deleuze (y supongo que su obra en general) no pasa de
ser una tomadura de pelo. Se viene también ahora a la mente el famoso cuento
del traje del emperador. Pero ¿acaso soy un niño que afirma lo obvio? ¿O soy
simplemente alguien incapaz de ver el traje maravilloso del emperador? El traje
que le convierte en uno de los de filósofos de mayor influencia del siglo XX.
En ocasiones uno tiene ganas de llorar por la forma en que en la filosofía de
ese siglo se mezclaron ideas valiosas y simples fuegos artificiales
maliciosamente lanzados.
Sólo se me
ocurre decir que el que avisa no es traidor.
“Lógica del sentido” (382 págs.),
originalmente “Logique du sens” es un libro escrito por Gilles Deleuze y publicado
en 1969. Fue traducido al español y publicado en 1990. En 2005 Paidós lo incorpora
a su colección “Surcos”. La edición comentada es la 5ª reimpresión, realizada
en 2017.
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