lunes, 12 de marzo de 2018

Fernando Escalante Gonzalbo: “Historia mínima del neoliberalismo. Una historia económica, cultural e intelectual de nuestro mundo, de 1975 a hoy”.



Fernando Escalante es un sociólogo mejicano que ha extendido sus investigaciones otros campos próximos. Es autor de varios libros, siendo el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México sus editoriales habituales. El libro al que ahora se hace referencia es una excepción al haber sido publicado en España por Turner.
Una persona que pretenda reducir la intervención estatal a niveles mínimos se tendrá por liberal. Leyendo este libro lo primero que aprenderá es que realmente no lo es. Que es simplemente neoliberal. ¿Diferencias? Que el liberal clásico depositaba toda su confianza en los mercados, libres éstos de toda actividad e intervención pública, mientras que el neoliberal mantiene esa confianza en los mercados, pero admite la intervención del Estado para corregir desviaciones y manipulaciones de los mismos.
¿Es partidario Escalante del neoliberalismo? Da la impresión ineluctable de que no. Pero estamos ya muy acostumbrados a que los historiadores sean así. Partidarios inconfesos de sus propias ideas. Al final, su enemiga ha quedado evidente.
Aunque el libro termina siendo una crítica más que una historia, ésta ocupa la atención inicial de Escalante, quizá una servidumbre al título. Languidece el liberalismo puro antes de la primera Guerra Mundial; el desastre que ésta supuso genera regímenes autoritarios, totalitarios y nacionalistas frente a los que se alzarán nuevas ideas liberales, atentas también a la epidemia marxista y comunista, que defiendan al individuo del Estado; llegan la crisis de 1929 y las actuaciones del New Deal; nuevamente otra guerra mundial, la segunda, reforzará las ideas liberales, pero traerá también una serie de reformismos sociales. El nuevo liberalismo asumirá esas reformas hasta desembocar en el neoliberalismo reinante en los años 80. La crisis de 2008 pondrá en duda su eficacia.
Este es el marco histórico en que nace y crece el neoliberalismo. Pero Escalante nos presenta una imagen peculiar en la que parece que no es sino una gran conspiración. De esta forma indica cómo se reúnen una serie de personas en la localidad suiza< de Mont Pelerin. Ahí destacarán sobre otros Hayek y von Mieses, la consabida escuela austriaca. Realmente no hay muchas palabras de comprensión hacia ellos ni de recriminación frente aquello contra lo que luchan (o se defienden)
Pero, aun sesgados, el libro nos proporciona datos. Al lector le queda unicamente el esfuerzo de dejar a un lado el sesgo, algo que ha existido siempre, aunque en los tiempos actuales resulte descarado. Se sostiene que la idea de la ignorancia late siempre en Hayek como argumento definitivo para recurrir al mercado. Éste actuará con un automatismo que permite al neoliberalismo atribuirle categoría de ciencia semejante a la física y tratar de distinguirla de las ciencias sociales.
La desviación de lo que debiera ser el libro se pone de manifiesto cuando el autor se refiere con bastante extensión a tres ideas económicas que atribuye como básicas (o al menos significativas) de los neoliberales: La curva de Philipps (un aumento del desempleo reduce la inflación y viceversa); la teoría de la elección pública de Buchanan (los políticos maximizan su interés individual eligiendo entre las de los gobernados), y el teorema de Coase (cuando las partes pueden negociar libremente y sin mayores costos, no importa realmente cual parte tenga inicialmente el derecho de propiedad puesto que al final este quedará en manos de quien más lo valore).          
Vuelve a la historia nuevamente cuando se refiere al auge alcanzado por el neoliberalismo, gestado en los 70 sobre ideas de los 30 y que estalla en los 80. Naturalmente Escalante destaca los hechos que fueron debilitando el keynesianismo reinante, la mayoría de los cuales parecen realmente vaporosos y casi inanes. El hecho cierto es que los utiliza Escalante para afirmar: “…transcurren los años sesenta Y se desacredita muy rápidanente le keynesianismo de las tres décadas anteriores”. Pero llegó la crisis y sencillamente confiesa: “Sencillamente, el modelo dejó de funcionar”. Frente a ello, en un mundo en crisis patentizada en el mayo francés, el neoliberalismo muestra una afinidad con la realidad que lo va a hacer “particularmente atractivo”. Y se va a aprovechar de ello, según Escalante. ¿O son los mercados los que pugnan por equilibrarse?
La acusación que se dirige entonces al neoliberalismo es que se pone al frente del radicalismo e inconformismo manifestado por la sociedad. Y el libro nos ofrece su ejemplo: Chile, donde en 1973 florecen los males de los setenta. Se produce entonces en el mundo lo que llama “giro civilizatorio” que origina “una nueva sociedad, intensamente individualista, privatista, insolidaria, más desigual y satisfecha con esa desigualdad”. Peculiar historiador este Escalante, quien parece abominar del protagonista de su libro. Consecuentemente ¿Cómo no incluir en el zoológico a la Thatcher y a Reagan cual orangutanes? ¿Cómo no reducir la curva de Löffler a un bonito dibujo trazado en una servilleta durante una cena?
Ya a estas alturas Escalante y su libro comienza a mezclar campos e ideas. El neoliberalismo es un conjunto de ideas sobre la economía. Centrada en la contención de la intervención de lo público. Era fácil que los políticos adoptaran en ocasiones esas ideas. Pero trasladarlas al campo cultural no parece de recibo; en ese campo son otras ideas, míticas o no, las que priman. Ya el subtítulo de libro nos anticipaba, sin que nos diéramos cuenta en ocasiones, de eso: “Una historia económica, cultural e intelectual de nuestro mundo, de 1975 a hoy”. ¿Se puede saber lo que es una “historia intelectual”? Quizá sea una historia escrita por practicantes del buenísmo y defensores del bienestarismo, amantes de subvenciones y otros amparos. O cosa parecida.
En ese perderse del libro, los neoliberales son calificados de insolidarios, insensibles a la desgracia ajena, egoístas. Vamos: enemigos de la humanidad, depredadores humanos. No se escapan las personas. Ayn Rand, una escritora de escasa producción, es vapuleada de manera inmisericorde. Simplemente, me parece; al menos ella escribió “El manantial” y Escalante, no.
No se atreve a decir lo que el neoliberalismo nos traerá. Pero apunta que no será ni el desarrollo ni el bienestar que nos trajo la agobiante intervención estatal. Alerta contra los datos que digan otra cosa porque deben imputarse al neoliberalismo que China ha comenzado a practicar y que considera muy problemático. “No es el mejor ejemplo del neoliberalismo triunfante”.
Una queja constante es la referida a la eficiencia. Sorprende esa queja. Como su asco ante la meritocracia. La desigualdad de las personas ricos y pobres es algo no deseado por los neoliberales al parecer, pero aunque no desean, aceptan. Pero ¿es preferible algo así como la muerte térmica? ¿Está creado el Estado para llevarnos a ello? Porque, hay que decirlo, el Estado no puede hacer sino igualar, desanimando a unos y no incentivando a otros
La privatización es una especie de monstruo para Escalante para el que resulta ser algo así como el alimento del que sin embargo persigue el neoliberalismo. Pero al mismo tiempo indica cual fue el motor de esas corrientes: el Estado no tuviera dinero para pagar. Peor sería cuando recurrió a los sagrados fondos de pensiones o al crédito internacional, una vez agotado el nacional.
En su visión zoom del neoliberalismo (no afecta a la economía, afecta a todo), Escalante aborda la visión del Estado: “Las teorías neoliberales del Estado y del derecho tienen en general menos notoriedad que las explicaciones económicas; parecen básicamente ejercicios especulativos, la mayoría bastante endebles”.

Pese a lo presagiado en el libro una vez llegada la crisis de 2008, el neoliberalismo, para su pesar, permanece como opción seguida, incluso robustecido. Eso pese a que, sin aportar ningún dato, Escalante lo da por fracasado: “un aumento vertiginoso de la desigualdad, desequilibrios regionales en todo el planeta, inseguridad laboral, destrucción del ambiente”.  Y clama por recuperar la dimensión pública de la vida social: “...público no significa burocracia, ineficiencia, ineptitud y corrupción, lo mismo que privado no significa eficiencia y honestidad”. Termina así: “La salida no es fácil de ver. Pero es posible. En realidad, es indispensable. Y sobre todo es cuestión de imaginación”. No es precisamente la forma de concluir un libro de historia.
El libro describe quizá la historia del neoliberalismo, pero lo hace de forma absolutamente sesgada. Se atacan, de entrada, las tesis de Hayek y von Mieses, se sugiere la idea de un plan, se critican las aplicaciones reales, se dan por hechos datos nunca probados, se muestra un pesar por el triunfo de las ideas neoliberales, se pronostica su abandono y cuando esto no se produce se alegan causas más o menos reprobables.
No era eso lo que se esperaba. Se buscaba una definición y una historia del llamado neoliberalismo. Y encontramos unicamente rencores, críticas, resentimientos, imputaciones, refutaciones…
No es mi libro, precisamente. Me siento defraudado con él.

 “Historia mínima del neoliberalismo. Una historia económica, cultural e intelectual de nuestro mundo, de 1975 a hoy” es u oibro escrito por Fernando Escalante Gonzalbo publicuado en 2016, editado y reimpreso en el mismo año por Turner.

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