Fernando
Escalante es un sociólogo mejicano que ha extendido sus investigaciones otros
campos próximos. Es autor de varios libros, siendo el Fondo de Cultura Económica
y El Colegio de México sus editoriales habituales. El libro al que ahora se
hace referencia es una excepción al haber sido publicado en España por Turner.
Una persona que
pretenda reducir la intervención estatal a niveles mínimos se tendrá por
liberal. Leyendo este libro lo primero que aprenderá es que realmente no lo es.
Que es simplemente neoliberal. ¿Diferencias? Que el liberal clásico depositaba
toda su confianza en los mercados, libres éstos de toda actividad e intervención
pública, mientras que el neoliberal mantiene esa confianza en los mercados,
pero admite la intervención del Estado para corregir desviaciones y
manipulaciones de los mismos.
¿Es partidario
Escalante del neoliberalismo? Da la impresión ineluctable de que no. Pero
estamos ya muy acostumbrados a que los historiadores sean así. Partidarios
inconfesos de sus propias ideas. Al final, su enemiga ha quedado evidente.
Aunque el libro
termina siendo una crítica más que una historia, ésta ocupa la atención inicial
de Escalante, quizá una servidumbre al título. Languidece el liberalismo puro
antes de la primera Guerra Mundial; el desastre que ésta supuso genera
regímenes autoritarios, totalitarios y nacionalistas frente a los que se alzarán
nuevas ideas liberales, atentas también a la epidemia marxista y comunista, que
defiendan al individuo del Estado; llegan la crisis de 1929 y las actuaciones
del New Deal; nuevamente otra guerra mundial, la segunda, reforzará las ideas
liberales, pero traerá también una serie de reformismos sociales. El nuevo
liberalismo asumirá esas reformas hasta desembocar en el neoliberalismo
reinante en los años 80. La crisis de 2008 pondrá en duda su eficacia.
Este es el
marco histórico en que nace y crece el neoliberalismo. Pero Escalante nos
presenta una imagen peculiar en la que parece que no es sino una gran
conspiración. De esta forma indica cómo se reúnen una serie de personas en la
localidad suiza< de Mont Pelerin. Ahí destacarán sobre otros Hayek y von
Mieses, la consabida escuela austriaca. Realmente no hay muchas palabras de
comprensión hacia ellos ni de recriminación frente aquello contra lo que luchan
(o se defienden)
Pero, aun
sesgados, el libro nos proporciona datos. Al lector le queda unicamente el
esfuerzo de dejar a un lado el sesgo, algo que ha existido siempre, aunque en
los tiempos actuales resulte descarado. Se sostiene que la idea de la
ignorancia late siempre en Hayek como argumento definitivo para recurrir al
mercado. Éste actuará con un automatismo que permite al neoliberalismo
atribuirle categoría de ciencia semejante a la física y tratar de distinguirla
de las ciencias sociales.
La desviación
de lo que debiera ser el libro se pone de manifiesto cuando el autor se refiere
con bastante extensión a tres ideas económicas que atribuye como básicas (o al
menos significativas) de los neoliberales: La curva de Philipps (un aumento del
desempleo reduce la inflación y viceversa); la teoría de la elección pública de
Buchanan (los políticos maximizan su interés individual eligiendo entre las de
los gobernados), y el teorema de Coase (cuando las partes pueden negociar
libremente y sin mayores costos, no importa realmente cual parte tenga
inicialmente el derecho de propiedad puesto que al final este quedará en manos
de quien más lo valore).
Vuelve a la
historia nuevamente cuando se refiere al auge alcanzado por el neoliberalismo,
gestado en los 70 sobre ideas de los 30 y que estalla en los 80. Naturalmente
Escalante destaca los hechos que fueron debilitando el keynesianismo reinante,
la mayoría de los cuales parecen realmente vaporosos y casi inanes. El hecho cierto
es que los utiliza Escalante para afirmar: “…transcurren
los años sesenta Y se desacredita muy rápidanente le keynesianismo de las tres
décadas anteriores”. Pero llegó la crisis y sencillamente confiesa: “Sencillamente, el modelo dejó de funcionar”.
Frente a ello, en un mundo en crisis patentizada en el mayo francés, el
neoliberalismo muestra una afinidad con la realidad que lo va a hacer “particularmente atractivo”. Y se va a
aprovechar de ello, según Escalante. ¿O son los mercados los que pugnan por
equilibrarse?
La acusación
que se dirige entonces al neoliberalismo es que se pone al frente del
radicalismo e inconformismo manifestado por la sociedad. Y el libro nos ofrece
su ejemplo: Chile, donde en 1973 florecen los males de los setenta. Se produce
entonces en el mundo lo que llama “giro
civilizatorio” que origina “una nueva
sociedad, intensamente individualista, privatista, insolidaria, más desigual y
satisfecha con esa desigualdad”. Peculiar historiador este Escalante, quien
parece abominar del protagonista de su libro. Consecuentemente ¿Cómo no incluir
en el zoológico a la Thatcher y a Reagan cual orangutanes? ¿Cómo no reducir la
curva de Löffler a un bonito dibujo trazado en una servilleta durante una cena?
Ya a estas
alturas Escalante y su libro comienza a mezclar campos e ideas. El
neoliberalismo es un conjunto de ideas sobre la economía. Centrada en la
contención de la intervención de lo público. Era fácil que los políticos adoptaran
en ocasiones esas ideas. Pero trasladarlas al campo cultural no parece de
recibo; en ese campo son otras ideas, míticas o no, las que priman. Ya el subtítulo
de libro nos anticipaba, sin que nos diéramos cuenta en ocasiones, de eso: “Una historia económica, cultural e
intelectual de nuestro mundo, de 1975 a hoy”. ¿Se puede saber lo que es una
“historia intelectual”? Quizá sea una
historia escrita por practicantes del buenísmo y defensores del bienestarismo,
amantes de subvenciones y otros amparos. O cosa parecida.
En ese perderse
del libro, los neoliberales son calificados de insolidarios, insensibles a la
desgracia ajena, egoístas. Vamos: enemigos de la humanidad, depredadores
humanos. No se escapan las personas. Ayn Rand, una escritora de escasa
producción, es vapuleada de manera inmisericorde. Simplemente, me parece; al
menos ella escribió “El manantial” y Escalante, no.
No se atreve a
decir lo que el neoliberalismo nos traerá. Pero apunta que no será ni el
desarrollo ni el bienestar que nos trajo la agobiante intervención estatal.
Alerta contra los datos que digan otra cosa porque deben imputarse al
neoliberalismo que China ha comenzado a practicar y que considera muy
problemático. “No es el mejor ejemplo del
neoliberalismo triunfante”.
Una queja
constante es la referida a la eficiencia. Sorprende esa queja. Como su asco
ante la meritocracia. La desigualdad de las personas —ricos y pobres—
es algo no deseado por los neoliberales al parecer, pero aunque no desean,
aceptan. Pero ¿es preferible algo así como la muerte térmica? ¿Está creado el
Estado para llevarnos a ello? Porque, hay que decirlo, el Estado no puede hacer
sino igualar, desanimando a unos y no incentivando a otros
La
privatización es una especie de monstruo para Escalante para el que resulta ser
algo así como el alimento del que sin embargo persigue el neoliberalismo. Pero
al mismo tiempo indica cual fue el motor de esas corrientes: el Estado no tuviera
dinero para pagar. Peor sería cuando recurrió a los sagrados fondos de pensiones
o al crédito internacional, una vez agotado el nacional.
En su visión zoom
del neoliberalismo (no afecta a la economía, afecta a todo), Escalante aborda
la visión del Estado: “Las teorías
neoliberales del Estado y del derecho tienen en general menos notoriedad que las
explicaciones económicas; parecen básicamente ejercicios especulativos, la mayoría
bastante endebles”.
Pese a lo
presagiado en el libro una vez llegada la crisis de 2008, el neoliberalismo,
para su pesar, permanece como opción seguida, incluso robustecido. Eso pese a
que, sin aportar ningún dato, Escalante lo da por fracasado: “un aumento vertiginoso de la desigualdad,
desequilibrios regionales en todo el planeta, inseguridad laboral, destrucción
del ambiente”. Y clama por recuperar
la dimensión pública de la vida social: “...público
no significa burocracia, ineficiencia, ineptitud y corrupción, lo mismo que
privado no significa eficiencia y honestidad”. Termina así: “La salida no es fácil de ver. Pero es posible.
En realidad, es indispensable. Y sobre todo es cuestión de imaginación”. No
es precisamente la forma de concluir un libro de historia.
El libro describe
quizá la historia del neoliberalismo, pero lo hace de forma absolutamente sesgada.
Se atacan, de entrada, las tesis de Hayek y von Mieses, se sugiere la idea de
un plan, se critican las aplicaciones reales, se dan por hechos datos nunca
probados, se muestra un pesar por el triunfo de las ideas neoliberales, se
pronostica su abandono y cuando esto no se produce se alegan causas más o menos
reprobables.
No era eso lo
que se esperaba. Se buscaba una definición y una historia del llamado
neoliberalismo. Y encontramos unicamente rencores, críticas, resentimientos,
imputaciones, refutaciones…
No es mi libro,
precisamente. Me siento defraudado con él.
“Historia
mínima del neoliberalismo. Una historia económica, cultural e intelectual de
nuestro mundo, de 1975 a hoy” es u oibro escrito por Fernando Escalante
Gonzalbo publicuado en 2016, editado y reimpreso en el mismo año por Turner.
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