Hermann Tertsch
es sobradamente conocido. Odiado por la izquierda y mirado con cierto recelo
por cierto sector de la derecha. Hablar de derecha e izquierda es algo que
siempre he criticado como criterio de distinción que comienza a estar definitivamente
superado. Pero al referirse de Hermann Tertsch es conveniente hacerlo por lo ya
dicho: sirve para descubrir pelajes.
Pero al mismo
tiempo es desconocido en muchos aspectos, singularmente por el perfil
absolutamente germánico de su nombre. Por eso es conveniente destacar que nació
en Madrid y que su segundo apellido es “del Valle Lersundi”. Anduvo siempre en andurriales
periodÃsticos, pero lo más llamativo es su fichaje por ”El PaÃs” en 1985,
primero como corresponsal en Varsovia y Bonn, y más tarde en la Europa Oriental
en los tiempos inestables de la caÃda del telón de acero. De 1993 a 1996 fue
subdirector y jefe de opinión de “El PaÃs”. Siguió después siendo enviado
especial columnistas y colaborador del periódico hasta que rompió en 2007 con
ese periódico.
El pesimismo es
algo tradicional en los escritores españoles y este libro es declaradamente
pesimista. Otra cosa es que exista sobrada razón para ese pesimismo, como
siempre referido a la realidad de España. La obra no aborda la historia, sino
que se refiere al presente que vivimos. ¿Hay lugar a ese pesimismo? Indudablemente
sÃ. Lo que hace Hermann Tertsch es aportar una visión real de nuestra sociedad
actual. El pesimismo deriva de la desproporción entre las amenazas y peligros
que corremos y los previsibles recursos para hacer frente a ellos. Es un grito
de alarma.
El autor
muestra inicialmente su intención de no citar personas, salvo que resulte realmente
necesario. Y lo cumple. Pero parece que citar a Janli (conocido como Juan Luis
Cebrián) es absolutamente necesario. Quien aparece repetidamente y con razones
evidentes es la triste figura de Zapatero. Hay que decir que parece que pesa más
su estupidez que su maldad. Amparado en su abuelo (también Iglesias lo tuvo)
regeneró el odio por medio de la llamada memoria histórica, odio que fue calando
en las fuerzas de la izquierda, aunque poco en las de la derecha. Rajoy y su
equipo también son citados.
El autor echa una
larga mirada sobre Grecia. Lo hace porque Syriza con Podemos son los intentos de
desembarco del primer Foro de Sao Paulo de 1989, “el arca de Noe del comunismo
para el diluvio neoliberal” tras la disolución de la Unión Soviética. Esa
extraña comunidad sorprende más cuando Tertsch nos recuerda que la Grecia actual,
lejos de ser heredera la de la clásica, es una nación balcánica que careció de
Renacimiento y de Ilustración, sin una historia como la de España. Analiza el
perfil de Tsipras, su victimismo y su resentimiento. Y todos recordamos el “aguanta,
Tsipras” que Iglesias gritó en su campaña electoral. Porque, aunque Grecia y
España no tengan nada que ver, Podemos intenta hacernos creer lo contrario.
A Tertsch le
asusta el adoctrinamiento de que es objeto la sociedad española, de la masificación
de las universidades, del advenimiento de la idea de lo polÃticamente correcto
que encubre con piel de cordero al pensamiento único. Le asusta la mediocridad
de gran parte de los periodistas y de su sumisión a los eslóganes y los términos
que se van imponiendo en la sociedad, y la utilización de conceptos caducos del
viejo comunismo alicatados con expresiones nuevas. Tertsch avisa: “el mensaje omnipresente a la sociedad
española es, por tanto, inequÃvoco; procede no meterse en lÃos”. Y hay que concederle
razón, porque es lo que la mayorÃa hacemos.
¿Está justificado
el pesimismo de Tertsch? A la vista de sus apreciaciones lo es totalmente y lo
es en ese grado porque, frente a esa presión, la sociedad española muestra una
suicida actitud de aceptación y resignación. Es un fenómeno especialmente
acusado en España que en parte atribuye a la etapa franquista en la que se creó.
La nueva izquierda atacó todos sÃmbolos atribuibles al franquismo, como podÃan ser
la bandera y la unidad nacional, sin que apenas nadie los defienda. Legiones de
personas se volvieron, de pronto, antifranquistas de toda la vida. Pone un curioso
ejemplo de cambio de chaqueta: Carrillo. Ensalzado durante años como hacedor de
la transición y de su espÃritu de concordia y olvido, olió ya en el siglo XXI
el cambio de aires y optó por dejar de ser uno de los artÃfices de la Transición
para volver a ser el Carrillo de Paracuellos, héroe de la segunda república.
Otro ejemplo: el peculiar Verstringe del que cuenta cosas un tanto sorprendentes.
Mirar a la
derecha no alivia sus temores. Afirma: “es
imposible encontrar un atisbo de grandeza en la forma de gobernar Mariano Rajoy
y su gente”. Y lo razona: eliminación de los no fieles, incumplimiento de
promesas electorales, mezquindad y soberbia... la lista de imputaciones es
larga y prolija. Y se refiere a hechos curiosos, aunque sean anecdóticos. Por
ejemplo: los Premios Nacionales son otorgados por la derecha siempre a santones
de la izquierda. Y efectivamente, existe un complejo de inferioridad
injustificado que permite que se entierren a personalidades con la simple imputación
venida de la izquierda de que son fascistas.
La derecha
española, dice Tertsch, carece de mensaje y eso constituye una tragedia. Frente
a ello se erige el mensaje tan sólido como falaz que la izquierda la izquierda
ha ido creando desde que apareció la figura de Zapatero. Como armas arrojadizas
se utilizan los calificativos de fascista y liberal, sin importar su uso simultáneo,
aunque sean contradictorios y que se dirige a todo aquel que no comparte los
criterios e ideas de la izquierda. Esa visión persiste cuando Tertsch repasa la
situación de la prensa, la radio, la televisión y la enseñanza y nos cuenta la
serie de cesiones a través de las cuales se ha llegado a la situación actual.
Un vicio nacional
que descubre Tertsch es la adulación. La que rodeó a Zapatero pese a su reconocida
nulidad intelectual y la que rodea a Rajoy fomentando su inmovilismo. Una
adulación que recuerda el “culto a la personalidad” y a la que en todo caso
Tertsch califica de “obsequiosa e
impúdica”.
Hay algo que
sorprende en el libro: son las páginas dedicadas a la defensa de su padre, Ekkerhard
Tertsch, alemán que vivió como tantos otros inmerso en el nacionalismo. Llegó a él
por las mismas razones que otros muchos alemanes, “pero no fue solo eso” agrega Tertsch: “fue un beneficiario de aquel régimen, de su clase dirigente, un diplomático
de la Alemania Nazi”, algo que ni se ha ocultado ni de lo que se ha presumido
“aunque tanto él como yo los consideramos
un motivo de profunda e irrevocable vergüenza”.
Como se indica
en Wikipedia, Ekkerhard Tertsch formó parte del servicio diplomático alemán y
en 1943 fue destinado a la embajada de Madrid como jefe adjunto a la delegación
de prensa. Fue acusado por la Gestapo por actividades contra el régimen y sospechas
de estar relacionado con el atentado contra Hitler de 20 de julio. Fue encarcelado
en Moabita (BerlÃn) y llevado a un campo de concentración (Sachsenhausen) del
que fue liberado al término de la guerra, regresando a España. Enviudó y se casó
nuevamente con la madre del autor. En referencia a los que llevaron a cabo el atentado,
Hermann Tertsch indica: “Su grave culpa
fue no haberlo hecho antes, en 1940” en medio del entusiasmo general de los alemanes
cuando sus ejércitos triunfaban en Europa.
En sus palabras
se mezclan el reconocimiento de la culpa y la identificación de su esencia. No
estaba tanto en haber pertenecido al partido nazi, como en que “no hubo coraje de no decir la verdad cuando
se podÃa”. Es la idea que motiva a Hermann Tertsch al escribir el libro:
decir la verdad cuando aún se puede. “La
verdad debe ser defendida siempre. Y siempre sin concesión táctica. Lo contrario
es un desastre y España es el mejor ejemplo. No puede darse ni un paso atrás ante
quienes quieran manipularla”.
Es un libro que
no oculta la escasa esperanza con que se escribe. Es de fácil lectura, uno de
esos libros que se puede abrir por cualquier parte y leer.
“DÃas de ira” fue publicada por “La
esfera de los libros” en 2015, año en que se concluyó la obra por Hermann
Tertsch.
No conocÃa este libro y parece interesante; sigo los artÃculos de Tertscht en ABC y sus peripecias, mas bien desdichas con la justicia pues recientemente ha sido condenado por un Tribunal de Zamora a indemnizar la familia de Iglesias (Pablo) nada menos que con 12.000 € al sentirse ofendida en su honor por un artÃculo del pobre Hermann en ABC. Se trata de un asunto bastante turbio que he podido leer recientemente en el blog de Santiago Gonzalez.
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