viernes, 11 de agosto de 2017

Francisco Pérez Abellán: “El reo asesino. Morral. El falso suicidio del hombre que atentó contra Alfonso XIII”




 
Abellán es sobradamente conocido. Partiendo del periodismo, desembocó en la criminología donde se encuentra como pez en el agua. La voz le acompaña y le hace reconocible en las radios; el efecto aumenta en las televisiones al ofrecer una imagen amable y sedante. Su última deriva le ha hecho orientarse al análisis de los crímenes históricos. Fue primero el asesinato de Prim; de ahí ha saltado a este otro caso: Mateo Morral.
La tesis que Abellán va a mantener a lo largo del libro es simplemente la de que se nos ha ocultado la verdadera historia de Mateo Morral. La complica cuando, en términos generales, nos revela cómo los ministros de Interior que han fracasado en su misión de protección han terminado ascendiendo incluso hasta la Jefatura de Gobierno. Y cita a Segismundo Moret, a Bugallal (Dato), a Cos-Gayón (Cánovas), a Barroso (Canalejas) y a Arias Navarro (Carero Blanco)
¿Qué sabía yo de Mateo Morral antes de abrir el libro? Simplemente que atentó contra Alfonso XIII el día de su boda, el 31 de mayo de 1906, que se dio a la fuga y fue detenido en Torrejón de Ardoz. Otras personas podrán agregar algunas cosas, pero pocas más. El siglo XIX y el primer tercio del XX fueron un punto ciego de nuestros estudios. Ahora viene Abellán y tira una piedra al agua. O dos, teniendo en cuenta que antes había estudiado el asesinato de Prim.
No se trata realmente de un libro al uso. La relativa brevedad del contenido (ee todas las formas, más de 240 paginas) se compensa con un juego de ilustraciones que agregan al aire de la época un intento de evidenciarlo empleando tonos propios de los daguerrotipos. El resultado es positivo. En ocasiones, por el maquetado, recuerda al viejo “El Caso”, pero lo aparta de él el modo peculiar de manifestarse que tiene Abellán, alternando la profundidad de fondo con la superficialidad del tono.
Todo comienza con el encuentro que tiene el autor con el sumario del juicio seguido tras el atentado de Mateo Morral. Ha pasado más de un siglo y lo encuentra manejado y mutilado, algo que pone de manifiesto una cierta manipulación.

No se puede olvidar que la primera mirada debe fijarse en el personaje: Mateo Morral. Lejos de ser el anarquista que encaja con nuestro paradigma de tal, es un catalán nacido en Sabadell, procedente de una familia pudiente, instruido y viajado, que gusta vestir bien y no se priva de placeres. Uno de éstos parece ser el sexual ya que una de las denuncias del libro es que estaba pasando por unos momentos amargos en los días del atentado como consecuencia de unas purgaciones adquiridas días antes del mismo y a las que se ha achacado el fallo en el lanzamiento de la bomba. Así que no es el tipo de anarquista en que pensamos, sino uno muy distinto, pero animado del mismo ánimo y espíritu del anarquismo.
La historia, la versión oficial, nos dice que desde una pensión situada en un cuarto piso arrojó una bomba cubierta por un ramo de flores al paso de los reyes, que fue detenido en Torrejón de Ardoz por un guardia de una finca cercana, que mientras caminaba encañonado por éste, se volvió y le mató con una pistola que llevaba escondida y que, pocos metros más adelante, volvió la pistola contra él y se disparó. A lo que sabíamos de Morral se añade algo en esa historia: que se suicidó. Y ahí salta la liebre. A Mateo Morral se le hacen varias fotografías post mortem, una de ella como si leyera un libro, al estilo de Palermo. Aparece en una de ellas mostrando el agujero del disparo en su pecho. Y ese agujero ni está de acuerdo con las dimensiones de la bala teóricamente disparada, ni muestra ser producto de un disparo próximo al pecho. Para colmo, oficialmente se indica que el disparo se produjo en la parte izquierda del pecho y sobre la tetilla, cuando es justamente lo contrario. No en balde, la portada del libro refleja esa fotografía, demostración inequívoca de la realidad.
Dejando a un lado las importantes denuncias de irregularidades, Abellán nos sumerge en el clima de aquellos años. Para ello repasa a los políticos, singularmente a Segismundo Moret y al Conde de Romanones (por cierto, Presidente del Gobierno y Ministro del Interior respectivamente el día del atentado). Siguen figuras peculiares y un tanto siniestras como los anarquistas José Nakens y Francisco Ferrer Guardia. El primero le proporcionó un lugar para pasar la noche siguiente al atentado; el segundo le permitía, como colaborador y bibliotecario, pasar temporadas en la Escuela Moderna de la que era fundador.
Los que tampoco se libran de esa semblanza son ciertos escritores. Son Pío Baroja, Valle Inclán y Julio Camba. Este último, incluso, cenó con Mateo Morral la víspera del atentado. Todos eran conocidos de Mateo Morral y sus aledaños anarquistas. Más aún: una vez muerto Mateo Morral no dejaron de dedicarle palabras elogiosas, cuando no poemas. El colmo —nos lo recuerda Abellán— tiene lugar cuando, durante la II república, el nombre tradicional de la Calle Mayor de Madrid pasa a ser el de Calle de Mateo Morral. Eso revela el clima de exaltación heroica de que es objeto este anarquista de familia acomodada y que viste como un pincel. Que, por cierto, ya había fracasado un año antes atentando contra Alfonso XIII en París, cuando era acompañado por el presidente Loubet.

Como sucede en estas cosas, tanto equívoco, tanta ambigüedad, tanta mentira, tanta ocultación y tanta exaltación conduce a pensar en que no estamos ante un hecho aislado, sino ante un concierto de voluntades. Eso es lo que hace Abellán. Apunta la búsqueda de esas personas que han rodeado de manera extraña a Mateo Morral: fija su número en cinco personas e incluso apunta sus perfiles.
No para ahí: alude a intentos de desviar la sucesión de la corona. Alfonso XIII aún no tiene descendencia y su carácter autoritario hace pensar a algunos en la figura de cuatro años, su sobrino. Una hipótesis que hace subir de nivel las sospechas y que ofrece explicación a muchas cosas, silencios y desganas.
La que sale malparada de todo esto es España. No es culpa del autor, que solo actúa de retratista y que no puede ocultar ni la falta de previsión que existió ni la ocultación de datos que, tras el presunto suicidio, se llevó a cabo. Pero el retrato sale feo, oscuro y hasta siniestro. Lo que, por otra parte, era esperable teniendo en cuenta el asunto abordado. Políticos animados de objetivos más bien inconfesables; intelectuales y escritores mitificando a quienes son autores o han colaborado no sólo en un atentado fracasado, sino en la muerte de 25 personas inocentes y más de cien heridos. Dos años después se erigió en Madrid un monumento en su recuerdo. Desapareció durante la Guerra Civil.
El hecho cierto es que parece evidente e incontestable que el terrorista no se suicidó, sino que fue abatido a unos veinte metros por un disparo de escopeta, probablemente del tipo Winchester, y en una finca llamada Aldovea y que era propiedad del hermano del Conde de Romanones, hecho que también se ocultó. Queda inexplicada la forma en que Mateo Morral pudo salir de la casa de la Calle Mayor número 88 o cómo fue detenido en el Ventorro de los Jaraices.
Abellán afirma que “nunca se depuraron responsabilidades a pesar del gran fallo de seguridad que permitió la impunidad de criminal y sus cómplices hasta que actuaron y luego desparecieron para siempre dejando ocultas las intrigas de la trama”. Antes ha insistido en la idea de que “hoy día sabemos que el lobo solitario no existe, porque cada lobo terrorista tiene siempre su coartada de apoyo”.
Eso debe añadirse a un hecho incontestable: Mateo Morral no se pudo suicidar con una pistola como lo evidencia el agujero de bala que un disparo dejó en su pecho. La versión oficial no es cierta. Sin querer, se tiende a pensar en otro extraño caso de presunto suicidio de inexplicable explicación, como es el que tuvo lugar en Leganés el 3 de abril de 2004, que puso prácticamente fin a la investigación de lo sucedido el 11 de marzo de 2004 en los trenes de cercanías de Madrid. En ambos casos, la justicia declaró probada la existencia de los suicidios.
Es un libro que merece la pena de ser leído. Queda la pregunta final de Abellán: “Pero ¿quién mató al regicida Mateo Morral? Tal como ha se ha demostrado, el hampa formada por la masonería, el anarquismo y la corrupción. Una mafia que sigue teniendo éxito hoy en día”.
Un último reto: la mención que se hace en la página 235 de la frase que la reina Victoria Eugenia reveló cincuenta y ocho años después: “El peligro está en las flores”.


El libro, “El reo asesino. Morral. El falso suicidio del hombre que atentó contra Alfonso XIII”, ha sido escrito por Francisco Pérez Abellán y se ha publicado en junio de 2017 por la editorial Poebooks.

1 comentario:

  1. Interesante comentario a un libro sin duda interesante.
    Es curiosa esta figura del comentarista de otro comentarista y que recuerda al crítico de las críticas de otro.
    Recuerdo que Alfredo Marqueríe, el gran crítico teatral de ABC levantaba grandes polémicas entre sus lectores, la mayoría de los cuales no habría acudido a ver obra teatral que Marqueríe comentaba.
    Yo no he leído este libro, cosa que probablemente haré, pues el tema del "suceso" me apasiona y sigo a Abellan en sus comentarios en prensa, radio y TV, concretamente el programa "detrás de la verdad" de 13tv.
    Muy buen comentario y exhaustivo.

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