El autor aclara
en el mismo título la indicación de que ese choque se refiere únicamente a los
últimos cien años. Pero esas luchas tienen sus raíces, en muchos casos en
economistas que vivieron y escribieron antes del siglo XX. Por esa simple razón
resulta que en numerosas ocasiones el autor tiene que elevarse a esas épocas y
a esas ideas. No se puede prescindir, como es lógico, ni de Adam Smith, ni de
Ricardo, ni de muchos otros autores. De Adam Smith derivó el liberalismo que a través
de Menger y Von Mises llegó a Hayek. De Ricardo, la tendencia socializante que,
tras inspirar a los fabianistas y a Henri George, llegará remozada a Keynes.
El libro es muy
denso. Es una buena historia de las ideas económicas que han paseado por el
mundo durante el siglo XX y lo poco que hemos recorrido del XXI. Con ello lo
que pone de manifiesto es la especie de perplejidad que sufre la ciencia
económica. Ni sabe predecir las catástrofes, ni sabe remediarlas. Ni siquiera
coincide en diagnosticar por qué se produjeron las crisis ya pasadas ni en
identificar lo que acabó con ellas. Desde este punto de vista, el libro es una
perfecta descripción de ese desconcierto internacional, al que no son ajenos
los sentimientos humanos como la vanidad, el ansia de reconocimiento público o
las aspiraciones económicas, lícitas o no.
Si debiéramos
describir el escenario en que se producen esas luchas lo debiéramos hacerlo
situando como personaje central a la presencia e intervención del Estado en la
economía. Eso nos colocaría en el gran tema de la lucha entre Hayek y Keynes,
que ha pasado a ser ya paradigmática. En realidad, es una pugna que no hace
sino representar el punto álgido de las discrepancias anteriores y que tiene su
secuela en las doctrinas actuales. Y que puede resumirse en dos conceptos:
libertad económica e intervencionismo económico. Que, al mismo tiempo, son dos
opciones.
Uno de los
méritos de White es no reducir su exposición a estas dos grandes tendencias
(que podían tener una manifestación política en la socialdemocracia y el liberalismo),
sino que extiende su examen de la lucha de ideas a otros protagonistas como son
el marxismo y el fascismo. Dentro de los mismos distinguirá sus nuevas
ramificaciones, como los sistemas soviéticos de planificación, la nueva economía
soviética, el fascismo italiano o el nacionalismo alemán.
El libro
se divide en capítulos en donde se analizan las distintas luchas que se han ido
produciendo históricamente entre economistas, luchas que como es lógico nunca
terminarán. No hay un orden cronológico, pero sí se relacionan con distintos
acontecimientos históricos que tampoco tienen una exposición ordenada y
precisa. Así aparecen las referencias a la Revolución rusa de 1917, la guerra
de 1914-1916, la crisis norteamericana de los años treinta, los períodos de
inflación desatada, la aparición del nazismo y el fascismo, la economía de
guerra de 1939 a 1945, la postguerra…
En cada
caso, como se apuntaba, Lawrence White trata de exponer las interpretaciones
que se dieron a esas crisis y las forma como se resolvieron. En cada caso hubo
economistas que percibieron unas causas y otros que vieron otras; y economistas
que recomendaron resolverlas con unas medidas, mientras que otros propugnaban
otras. Pero eso era simplemente el papel del economista; la decisión estaba en
mano del político, político que unas veces escuchaba a unos y otras, a otros,
aunque no supiera de economía. El político tenía siempre economistas que
coincidieran con sus propios intereses y puntos de vista.
De ahí que,
al hilo del discurso económico, surjan inmediatamente los enfrentamientos que
se producían entre políticos y su reflejo en la sociedad.
El libro
de Lawrence White es duro de lectura para el profano en buena parte. Quien
domine los conceptos económicos básicos encontrará su lectura mucho más
confortable y provechosa. Pero en cualquier caso proporciona una orientación
fundamental que será en muchas ocasiones de utilidad. Por otra parte, los
conceptos básicos que actualmente utilizan los economistas no siempre tienen
una misma acepción y alcance en las distintas escuelas y autores, de forma que
la lectura se hace en ocasiones un panorama aún más agreste. Añadamos la
evolución de las ideas de los propios economistas a lo largo de su obra.
Pero no
solo de economía vive el hombre. White nos trae a la memoria cosas y desconocidas
u olvidadas. Como fue la ola de nacionalizaciones que sufrió Gran Bretaña con
Atlee, tras la caída de Churchill. Como fue el desorden del régimen comunista
debido a factores como el no haber dejado Engels y Marx sus ideas sobre la economía
tras la revolución y el desconcierto que producía en no tener precios reales
que orientaran a los planificadores estatales. O como fue la tolerancia de una
propiedad privada sometida a la planificación estatal que distinguió a los regímenes
fascista y nacionalsocialista del comunista.
Dejando a
un lado esos excesos, subsiste como leit-motiv el enfrentamiento que se ha
personalizado entre el liberalismo de Hayek (condensado en su “Camino de servidumbre”)
y el intervencionismo de Keynes (que a su vez lo hizo en su “Teoría General el
empleo, el interés y el dinero”. Históricamente el pensamiento keynesiano ha
mantenido una clara ventaja. La causa: como expresó Friedman fue que “representaba una salida más rápida de la depresión,
en comparación con el consejo “pesimista” de Hayek de que deberíamos esperar a
la que la economía se fuera corrigiendo”.
En lo que
no entra White es en el fenómeno de cómo los políticos, en su búsqueda votos y
poder, propenden a ofrecer esas fórmulas de esperanza, rapidez y prosperidad,
aderezadas con ideas de gratuidad e igualdad. Ya Tocqueville, citado por Hayek,
señaló que ”la democracia y el socialismo
solo tiene una palabra en común; igualdad. Pero fijémonos en la diferencia: mientras
que la democracia busca la igualdad en la libertad, el socialismo busca la
igualdad en la restricción y la servidumbre”.
Una especial
atención es la dedicada a la obra máxima de Hayek, su “Camino de servidumbre” (“Road
to Serfdom”), que logró un inesperado éxito editorial y que influyó en personajes
como Margaret Thatcher y Ronald Reagan según confesión propia. Una obra en que
como aclaró Hayek no suponía una predicción, sino solamente una advertencia.
Junto a ese libro, sobradamente conocido, White se refiere extensamente a otra
obra de Hayek: la creación de la llamada “Sociedad Mont Pelerin”, constituida
por las 39 personalidades que reunió en el Hotel de Park de la localidad suiza
de Mont Pelerin durante diez días en abril de 1947. La sociedad no ha creado ningún
documento propio, pero bajo su ideario han proliferado los estudios, comentarios
y trabajos, siendo soporte de los movimientos liberales.
La eficacia
de los sistemas liberales queda demostrada en dos capítulos dedicados al
milagro alemán y a la economía planificada de la India independiente. Del primero
únicamente citaré una anécdota que White nos recuerda. En la época Adenauer,
Ludwig Erhard, que dirigía la economía alemana en 1948, inició una etapa de liberalización
que borrara las restricciones impuestas por los nazis. La notica llegó al
poderoso general Clay, de los EE. UU., que le llamó para decirle “Profesor Erhard, mis asesores me dicen que usted
está cometiendo un error. Erhard contestó: Eso es lo que me dicen también mis
asesores.” Se suprimieron radicalmente los controles y la escasez automáticamente
lo hizo a continuación. El llamado “ordoliberalismo” estaba ya funcionando mientras
Galbraith, máximo funcionario estadounidenses, insistía en que era un error.
La
historia de la India es más triste. Tras el breve paso de Gandhi, Nehru se limitó
a copiar las ideas soviéticas de las que era admirador. La catástrofe provocada
fue aumentada por su hija Indira. Solo en los años 80, Rajiv, hijo de ésta, inició
la liberalización. Los primeros éxitos se mostraron en el campo de la tecnología
de la información y en la industrialización de Bollywood. Se explicaba que los indios que abandonaban la
India triunfaban en el mundo liberalizado. Y de paso se abría un curioso debate
sobre la forma en que podía salir los países subdesarrollados de su miseria.
Se tiene
la total sensación de que Lawrence H. White contempla los hechos y los narra,
no teoriza. Y eso es siempre positivo. Tiene además un índice espléndido que
constituye una perfecta guía de teléfonos de los más célebres economistas.
Lawrence
H. White es el autor de “El Choque de ideas económicas.”. Publicada ne 2012 con
el título “The Clash of Economics Ideas: The Great Policy Debates and Experiments
of the Last Hundred Years”. Traducida al español fue editada por Antoni Bosch
en 2014.
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