jueves, 27 de septiembre de 2018

Jose Luis Comellas : “Historia de los cambios climáticos”


En tiempos en los que la idea del calentamiento global de la tierra y su posible antropogénesis invade medios políticos y de comunicación, una visión equilibrada de lo que han sido realmente los cambios climáticos no produce sino un efecto sedante en el lector. Eso es lo que en este libro proporciona José Luis Comellas, historiador, coruñés y catedrático emérito, que ha sabido dirigir su mirada no solamente a lo que vulgarmente llamamos historia, sino especialmente a otros hechos cercanos a una dimensión científica. Es imposible también desconocer su pasión por la astronomía.
Expone muy pronto su tesis: el cambio climático existe y ha existido siempre. Ambas cosas. Queda sin resolver determinar la actual responsabilidad que la humanidad pueda tener desde que existe en ese cambio que, en todo caso, sufre. Comellas aborda todo con humildad (que él llama prudencia habida cuenta de su pretendida ignorancia) y que confiesa, aunque añadiendo que “la ignorancia puede ser tan atrevida como la audacia de la seguridad absoluta”. No hay aún una respuesta definitiva. Su libro está orientado en un doble sentido: no ser exclusivamente una obra científica y huir de la polémica. Y lo logra, a la vista de tantas y tantas cuestiones en las que constata que no disponemos con una explicación válida que nos saque de esa ignorancia.
El libro se integra realmente en dos partes: la historia de los cambios climáticos (en plural) antes de la aparición del hombre y los acaecidos de después de su aparición. Son dos partes no diferenciadas en el libro porque dicha aparición se produce dentro del capítulo dedicado al periodo terciario. Pero antes de entrar en esta materia, Comellas se refiere a los testigos que nos permiten elaborar esa historia y los factores de los cambios climáticos. Entre los primeros figurarán los glaciares, los restos de animales y plantas, las estructuras geológicas, los fondos marinos o los corales. Al abordar los segundos nos repasará conceptos básicos como los de las corrientes marinas, las influencias cósmicas y el efecto invernadero. Constatamos que en esos dos primeros capítulos se nos muestran realidades que muchas veces desconocemos y otras ignoramos. Constituyen en ocasiones auténticas sorpresas que rompen nuestros tradicionales esquemas mentales. Solamente por esos primeros capítulos el libro merece su lectura.
El libro se mueve, como historia, desde los tiempos más antiguos. Al lector le produce una cierta borrachera de millones de años las referencias a los primeros momentos de la tierra: su formación, el desgajamiento de la luna, las insoportables temperaturas… hasta llega a la “tierra blanca” hace unos 2.300 millones de años, un planeta cubierto íntegramente por el hielo, muy distinto del “planeta azul” que todos tenemos en mente. Y pese a que ese hielo refleja casi todo el calor de un sol aun tibio, la tierra no permanece helada, sino que se calienta, sin que nadie sepa aún por qué (teorías no faltarán, claro). Ya entonces se nos evidencia la existencia de cambios climáticos y la no explicada razón por la que se produce una especie de alternancia entre periodos fríos y calurosos. La primera “tierra blanca” duró unos 300 millones de años; luego se calentó sin llegar a los antiguos extremos; volvió la tierra a ser blanca hace 1.200 millones de años; llegó más profunda entre los 700 y 350 millones de años; la vida desapareció totalmente. Pero como dice Comellas “lo que seguimos preguntándonos es no solamente como pudo formarse una “Tierra Blanca”, sino como dejó de serlo”.
La alternancia siguió manifestándose. Las glaciaciones que estudiamos eran cuatro; ahora se estima que hubo muchas más. Los periodos más cálidos del Devónico (los peces) y del Carbonífero (las plantas) se interrumpieron con el “gran frío del Pérmico Triásico. “No hay calor que no acabe con frío, ni frío que no acabe con una fase de calentamiento” nos recuerda Comellas. Nos llevará a recordar las irrupciones de meteoritos, el estallido de volcanes, los enfrentamientos de placas tectónicas que modifican la tierra que fue Pangea (rodeada por el único océano Panthalasa y dividida por el mar Thetis, en dos partes: Laurasia al norte y Gondwana al sur), todo acompañado de subidas y bajadas espectaculares del nivel del mar. Aparecen los dinosaurios y desparecerán. Las erupciones volcánicas recibirán el reconocimiento de su importancia y efectividad: reducen el calentamiento, pero ponen en peligro la vida
La aparición del hombre marca un hito que, debe ser dividido a su vez, distinguiendo la Prehistoria y la Historia. Al referirse a la primera, Comellas lleva a cabo un merecido elogio del hombre primitivo. Aunque apenas alude a otras especies del género homo, se refiere en concreto al homo sapiens, aunque el primer homínido surgió hace 2 millones de años y el homo sapiens, en torno a uno. Desde la perspectiva del clima, tuvo que enfrentarse con las glaciaciones y supo supervivir. De la confortable África tuvo que huir, probablemente, de las erupciones volcánicas para llegar a áreas donde tuvo que enfrentarse más tarde con el frío. Comellas nos dice que “los recursos del hombre paleolítico nos asombrarían si los conociéramos todos”. Hay que agregar que “no sabía que vivía en una glaciación; una forma de clima como aquél lo habían soportado sus padres y los seguirían soportando sus hijos”. No quiero dejar de citar lo descubierto por el submarinista Cosquer: una bolsa de aire existente en una cueva cuya entrada estaba situada a una profundidad de 37 metros en Les Calanques tenía pinturas rupestres comparables con las Altamira o Lescaux que reflejaban focas, pingüinos, morsas… todo en el Mediterráneo.
Pero hace unos 18.000 años comenzó a suavizarse el clima. “Gran Bretaña se convirtió de nuevo en una isla”. Pero pronto volvieron las oscilaciones. Los episodios fríos se llaman “Dryas” y los calientes, “Bolling”. Unos y otros se sucedieron hasta que hace unos 12.500 años surgió el ultimo Dryas, que duró mil años. Se entraba ya en el Holoceno, un periodo cálido y húmedo donde existieron solamente las variaciones llamadas “oscilaciones holocenas”. Hacía los 4.000 aC el Sahara se convirtió en una encantadora pradera; era el “Optimo Cálido del Holoceno”. Llega a su vez lo que Comellas llama “Revolución Neolítica”: aumenta la población, se crean las ciudades y las aldeas, se generaliza la agricultura, se domestican animales, se difunde el matriarcado, se inicia el comercio… No habrá ya glaciaciones, si acaso la llamada “Era Fría de la Edad del Hierro”. Aunque todo parece ser resultado, en definitiva, del cambio climático Comellas recuerda a Wilkinson “Egipto es un don del Nilo, pero la antigua civilización antigua fue un regalo del desierto”.
Surge ya la historia, o sea, la escritura. “Desde ahora es preciso contar con el hombre”. En el libro se van a describir los cambios climáticos recogidos por la historia. Pero los saltaremos, porque son muy prolijos y unicamente revelan la oscilación del clima y el retorno al equilibrio. Quizá el “tiempo” es más decisivo que el “clima”
Comellas tiene la virtud de acotar los conceptos. Distingue así contaminación y cambio climático, pero exige que se preste atención a ambos. Nos habla de la gran polémica creada respecto del segundo y clasifica las posiciones entre los catastrofistas, los que mantienen el exclusivo origen antropogénico, los que no rechazan la presencia de otros factores, los que consideran que, aún sin ser decisiva la acción del hombre, debe éste llevar a cabo sus mayores esfuerzos para no favorecer el calentamiento, y, en último extremo, los que niegan radicalmente la influencia humana. Al hilo de eso, desliza contenidas críticas a las organizaciones internacionales de nueva creación.
 Repasará las posibles causas del calentamiento (insistiendo en que debe apreciarse en las medias) incluyendo desde la actividad de origen humano hasta orígenes naturales no identificados, las variaciones solares (con el calentamiento de otros planetas), las influencias cósmicas. Aunque habla de calentamiento enfatiza que ese es sólo una manifestación del cambio climático, apreciable también en las corrientes marinas, los vientos, las sequías y las inundaciones. La globalidad es incierta, además.
Cuando el libro se centra en las posibles causas antropogénicas del cambio climático, sus referencias se vuelcan en el incremento del efecto invernadero. Destaca que la causa mayor de éste es el vapor de agua, cosa habitualmente insospechada, seguido por el metano y el CO2. El aumento de este, aun siendo muy inferior al de otras etapas protohistóricas, es evidente e inevitable de momento a partir de la revolución industrial. La generación de energía implica la emisión de CO2 y eso le lleva a Comellas a repasar las posibles fuentes sustitutivas de energía: la hidráulica (posibilidad casi agotada), los hidrocarburos, la termonuclear, llegando a las llamadas renovables, como la eólica y la solar, de momento caras y limitadas en sus posibilidades. Destaca la vulnerabilidad del hombre actual, acomodado y satisfechos, poco propicio al sacrificio, y confiará en su capacidad de inventiva y el desarrollo tecnológico.
Uno se siente obligado también a exponer su opinión. Y lo hago utilizando la importante distinción entre clima y tiempo que Comellas expone al inicio del libro. Es lo grande y lo chico. El hombre nunca ha podido controlar el tiempo y sus manifestaciones como: nevadas, granizadas, riadas, grandes lluvias, sequías, olas de frío o calor. Algunas son famosas: el Niño y la Niña, los monzones, el Gulf Stream… Si el hombre es incapaz de impedir o detener esos fenómenos del tiempo ¿puede esperar modificar el clima? Siempre he creído que nuestro verdadero deber es ser “limpitos”, es decir, no ensuciar tanto (lo que no supone montar más tinglados para que los individuos clasifiquen sus residuos). Por lo demás, se acabarán el carbón, el petróleo.
Un libro excelente por claridad y equilibrio, del que se extrae la sensación de que oculta nada ni afirma nada sin pruebas sólidas. Un libro en el que uno, quizá por demasiado ignorante, aprende muchas, muchas cosas. Y hasta la ponderación.

“Historia de los cambios climáticos” (320 págs.) fue escrito por José Luis Comellas el año 2011 y publicado por Rialp ese mismo año.

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