sábado, 28 de abril de 2018

Gabriel Albiac: “Mayo del 1968. Fin de fiesta”


Gabriel Albiac es un “paisaje conocido”, como aquellos que cantaba Celia Cruz. Su autodescripción como “comunista muerto” lo describe bien. Se dice que ha evolucionado desde la izquierda hasta la derecha, pero el olor a muerto es difícil de eliminar y convive con el vivo. Eso sucede más allá de la sinceridad que parece emanar de sus escritos y sus ensayos. El periodismo que cultiva es muestra clara de ello. Tiene un pensamiento profundo, un estilo atrayente, un ropaje peculiar de sus razonamientos.
El libro versa sobre el famoso movimiento del mayo de 1968, pero no esperemos conocer simplemente lo que fue ese movimiento leyendo el libro. Gabriel Albiac nos lo va a entreverar xon sus vivencias y sus juicios sobre el mismo. Pero de contarnos lo que sifnificò y lo que pasó llanamente, nada. Para no exagerar, poco, aunque no nada. ¿Estamos ante una mezcla de historia y autobiografía? Puede ser. En cualquier caso, el libro tiene algo de nostalgia. De aquellos años, de aquel París, de aquellos ideales.
Entre Albiac y yo (y eso es lo que sucederá a la mayoría de los lectores) hay una diferencia esencial: él participó de alguna manera cercana de su espíritu, mientras que yo era simple espectador lejano, aunque no impasible. Mi generación, poco antes, en el 56, había experimentado cierta catarsis, pero tuvo otro aire. Por el contrario, el 68 tiene el aire de la pretenciosidad francesa y aquí se pasaba de él, no interesaba. La cosa no fue más allá de unos pequeños movimientos imitativos. Otra cosa es que los movimientos populistas actuales (caído el muro de Berlín) revivan hoy el espíritu de rebelión y de disconformidad.
A pronto que se avance por el libro se percibe que Albiac escribe muy bien, bastante mejor en el ensayo que en la novela. Emplea un tono cautivante (como cautivante es el tono bajo, oscuro y lejano que emplea en sus actuaciones orales) aunque, como suele suceder en no pocas ocasiones, el perfeccionismo conduce a la ininteligibilidad. Ruiz Quintano, el periodista burgalés de Gamonal, es el máximo representante actual de ese estilo. Como tontos acudimos a sus columnas o a su blog, aunque solo interpretemos bien la mitad de ellas. Pero nos atraen. En cualquier caso, el libro no pretende ser excesivamente críptico y ofrece una importante dosis de información, en gran parte de las ocasiones mediante transcripciones literales. Como es de agradecer también el pequeño índice de las siglas que pululan por el libro.
De alguna forma, Albiac se sintió identificado con el movimiento. Tenía en 1968, 18 años, una edad en la que es casi necesario/obligado ser revolucionario en potencia. Pero Albiac matiza: “los de mi edad tenían a su alcance toda la bibliografía necesaria para saber lo esencial: que la revolución rusa de 1917 había sido solo el nombre solemne de la mayor matanza en la historia de los hombres”. Agrega más adelante: “Octubre no nos conmovía”. Queda así definido ese sector de una generación que no veneraba Octubre, pero sí soñaba otra revolución comunista y de izquierdas. Disconformidad y ausencia de resignación. Albiac nos habla de individuos enfermos de esperanza. Concluye “la mentira es verdad única de la política. Así fue siempre”. De forma que terminaron siendo prisioneros del dogma.
Albiac fue discípulo de Althusser. El libro recoge en primer término su asistencia a su entierro en el cementerio de Viroflay, en el que se topa con antiguos compañeros de andanzas y escuela. Los encuentra gordos y viejos. Y, lo que es peor, con amigos de la industria de poder funcionarial. “Al final de toda vida solo queda una derrota. Althusser es mi pasado”. Con palabras emocionadas, en el libro recuerda aquellos instantes y medita sobre ellos. ¿Estamos ante el dolor del fracaso o la nostalgia del sueño? Las palabras finales de la última nota del libro son éstas: “Mayo somos nosotros. Que salimos de escena”.
Seguir la lectura con plena comprensión requeriría un amplio conocimiento de la política francesa de aquellos momentos, de las circunstancias económicas reinantes, de las tendencias mantenidas por los intelectuales de moda y, sobre todo, de personas que fueron protagonistas en el mayo de 1968, como Regis Debray, Daniel Cohn-Bendit, Pierre Goldman o Alain Krivine. Consciente de ello, Albiac incorpora una breve relación de una treintena de esas figuras señalando su papel y trayectoria.
Se inicia el itinerario del libro con citas de las “Antimemorias” de André Malraux, ministro de cultura de De Gaulle, conversando con un antiguo amigo que Albiac desvela que es Max Aub, aunque Malraux le bautice Max Torres. De alguna forma es la manera de mostrar cómo el fenómeno del mayo francés fue algo que sorprendió al propio gobierno. Quizá la parte más extensa e interesante del libro es la que se dedica a analizar la evolución que, desde su iniciación, sufrió el movimiento. Surgió como una protesta estudiantil al hilo de una visita del ministro a Nanterre y una interpelación inesperada de Cohn-Bendit. Siguió un inesperado crecimiento del movimiento estudiantil que pretendió atraer el apoyo del mundo obrero. La escasa receptividad inicial de este sector fue superada gracias a la intervención activa de los sindicatos y el partido comunista. Al final, se logró la huelga general y llegaron las barricadas. En ningún momento el movimiento inicial pretendió cambiar el régimen y alcanzar el poder. Ni siquiera ese objetivo lo tuvieron los comunistas.
Ese es el cuadro general del movimiento. Albiac dedicará gran parte del libro a analizar las luchas que se entablaron entre las distintas facciones existentes. En el plano estudiantil destacaron las surgidas entre la UJCMI (Union des Jeunesses Communistes Maaxistes-Leninistes) y la UEC (Union des Étudiants Communistes). Los maoístas generaron las mayores tensiones. En el terreno de los comunistas las luchas intestinas fueron igualmente importantes; Thorez ya ha muerto y los “italianistas” de Kouchner e inspirados en Togliatti luchan por su supervivencia; interviene algunos trotskistas y maoístas frente a los oficialistas. En ese escenario ¿cómo pueden pretender triunfar los estudiantes, molestos por el consumismo o los niveles de paro, pero disfrutando de una década económicamente brillante? Una masa estudiantil revolucionaria que el propio Albiac critica. El hecho cierto es que primero será desbordada por las masas obreras que apoyan el movimiento, y más tarde fagocitada por el partido comunista. ¿Y su sentido?
El 24 de mayo De Gaulle anuncia nuevas elecciones, aunque su intervención dista de ser digna de alabanza. Por su parte, en la noche de ese viernes se inicia lo que sería la batalla decisiva. No se llevan armas, pero tampoco nadie aspira a enfrentarse a una muerte heroica. No existe ningún plan de acción. Teatralmente se asalta la bolsa de comercio y se queman dos comisarías. En la madrugada del día siguiente todo ha terminado. Seguirán únicamente lo que pueden ser ajustes finales. El sueño ha terminado.
Así lo reconoce Albiac: no hubo para sus protagonistas la revolución soñada, sino solo sus vísperas. No hubo inicio, sino solo la última presentación del obrerismo que había nacido en 1848. Fue la apertura de “nuestro largo y desierto fin de siglo”. “Veo ahora todo aquello con la fascinación glacial con la cual uno mira un brillante fósil”. El autor, sin embargo, añade con amargura evidente que el maoísmo fue el único y efímero resultado del mayo de 1968. “Fuimos tigres de papel impreso. Es lo esencial de aquel viaje hacia la nada. Éramos bibliotecas andantes. Los del 68. Nunca, en el siglo XX, hubo generación que devorase así los libros”. No añade que les faltó digerirlos, entenderlos, no servir a los intelectuales como ídolos.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
Merece una mención especial en el libro una atención especial Jean Paul Sartre Sin duda Albiac habla desde la visión que tuvo de él en 1968. Sartre habló en la Sorbona y se mostró como luchador insobornable de la izquierda. Entusiasmó a los estudiantes, pero no a los comunistas que pasaron olímpicamente de él acusándole de no haberse mostrado activo contra los nazis durante la ocupación. Albiac le defiende. Personalmente achaco esa postura a la nostalgia.
El libro termina de esta forma siendo una mirada interior del autor. El sentimiento domina al razonamiento al examinar los hechos expuestos. Sólo existe el pasado: el razonamiento llega al presente, pero persiste el sentimiento del pasado. Un pasado que nunca deberá calificarse de fracasado e inútil.
Esa ambivalencia del libro, entre un pasado perdido y un futuro vacío es quizá el punto flaco del libro, al olvidar la persistencia de los hechos más profundos. Mayo de 1968 pudo parecer anecdótico, pero condujo a que la izquierda radical se hiciera con otras banderas entre las que Fernández Barbadillo, por ejemplo, cita “las de la irresponsabilidad, el hedonismo, la efebocracia, la pansexualidad… En esa primavera se asistió al choque entre una izquierda de obreros de cadena con otra izquierda formada por niños de papá que solo quería eliminar todo lo que oponía a sus caprichos y placeres inmediatos. Y se impuso ésta”.
¿Realmente podemos creer que el mayo del 68 fue solamente un incidente histórico? ¿O fue el inicio de un proceso histórico que marcará la rebelión de los descontentos? ¿Se explicaría así el actual populismo trasversal, el feminismo de izquierdas, los movimientos independentistas, la deriva religiosa vaticana, las inquietudes de los jubilados o la presión social sobre las instituciones ejercida gracias a Internet? Estamos en un mundo nuevo, donde se propicia el buenismo, las líneas rojas y lo políticamente correcto. No sabemos dónde vamos. Y el libro no nos lo dice, pero nos aporta una experiencia personal e íntima de algo que, se quiera o no, tiene que ver con el presente. Lo que es de agradecer sinceramente.

“Mayo del 1968. Fin de fiesta” (218 págs.) es un libro escrito por Gabriel Albiac en 2018 y publicado por la editorial Confluencias ese mismo año”

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