martes, 17 de abril de 2018

Curzio Malaparte: “Técnica de golpe de Estado. Lenin y Trotski, dos visiones contrapuestas del asalto al poder”.


Es un libro quizá pasado de moda, pero que en su momento tuvo, aunque solo fuera por su sonoro título, un especial atractivo. Atractivo que no llegaba al punto de leerlo, tanto porque en aquellas fechas era difícil encontrar lo que apenas era un libro, como porque era apenas un panfleto en épocas en las que la edición era cara e infrecuente. Otros escritos suyos, novelas en todo caso, circulaban con alguna naturalidad, como “La piel” o “Kaputt”.  Pero la “Técnica del golpe de Estado” pasó discretamente, aunque sin dejar cierta huella por la resonancia de su título.
Curzio Malaparte era un personaje sobradamente conocido hace bastantes años. Fue todo contradicción. Hijo de un alemán, luchó en el ejército francés en la primera guerra mundial, para acabar siendo uno de los pilares humanos del fascismo italiano, tras formar parte de la marcha sobre Roma de Mussolini. Autor incansable, terminó siendo condenado por el fascismo. Confraternizó los Estados Unidos, pero al final cayó en el partido comunista italiano y concluyó en el marxismo. Al final es recordado como autor de novelas como “Kaputt” (1944) y “La pelle” (1949) en las que dio cuerpo a un estilo tremendista y antibélico.
En definitiva, Curzio Malaparte (su apodo era la contraposición de Bonaparte, simplemente) no solamente era un personaje contradictorio, sino que abusaba de la contradicción. Para ello, como indica el preámbulo del ensayo, “demostró ser un avezado artista del autobombo. Aderezando su biografía con citas falsas…”. Él mismo declaró “Odio este libro mío. Lo odio con toda mi alma. Me ha dado gloria, esa pobre cosa que es la gloria, pero también muchos disgustos”. “Técnica del golpe de Estado” fue publicada inicialmente en francés en 1931 por Bernard Grasset y más tarde en italiano en 1948 por Bombiani. El ataque que suponía a Hitler y Mussolini determinó su expulsión y su exilio interno a isla de Liparia, algo que duró desde 1933 a 1938.
El libro que aquí se comenta no recoge la totalidad del original, sino solamente sus capítulos más destacados (en la versión completa se analizan las actuaciones de Mussolini, Hitler, Kapp, Pilsudski, y Primo de Rivera). En algo así como una compensación, se complementa con una amplia introducción de Antonio Lozano. Y de una contextualización al final debida Vicente Moreno Cullel, licenciado en Historia y profesor de enseñanza media. Pero la editorial no avisa con claridad de esa mutilación, sino que la indica brevemente y de pasada en su contraportada.
Quizá conviene hacer una referencia a la editorial: Arpa (nombre derivado de los apellidos familiares Arvizu Palau). En su web se confiesa que su línea política es la “progresista y pluralista”, expresiones cuyo significado es conocido. En su relación de “posts” figuran las conversaciones mantenidas con Ada Colau, Iñigo Errejón, Irene Montero, Pablo Iglesias, Alberto Garzón y Xavier Doménech. No figura ningún otro post que se refiera a otro político. Recordemos que “post”, hablando de blogs como es el que publica Arpa Ediciones, equivale a entrada.
El hecho de que la selección realizada en el libro se refiera únicamente a la revolución soviética de 1917, obliga a contextualizar históricamente el pasaje sobre el que Malaparte escribe. En Rusia, dejando a un lado 1905, se produjeron en 1917 dos revoluciones, la primera en el mes de febrero. Hubo una segunda en la que los bolcheviques alcanzaron el poder y dieron paso a la Revolución Soviética. Fueron pocos meses, pero una facción como la bolchevique, que solo había obtenido 107 escaños de los 822 del Congreso Panrruso de soviets del mes de marzo, logró imponerse sobre mencheviques y socialrevolucionarios tras la caída de la Duma y pasar a ser el partido único. Fue un hecho realmente extraordinario, la auténtica revolución que vivió Rusia y padeció el mundo. Fueron fundamentalmente dos hombres los que realizaron lo que, sin duda, puede calificarse de milagro; en este caso, el éxito de un golpe de Estado. Algo que más tarde Curzio Malaparte examinará y explicará.
El libro no recoge la serie de medidas concretas con las que se puede articular un golpe de Estado. Es decir, la forma de hacerse con el poder. Se concentra en la disidencia que existió entre Lenin y Trotsky sobre la idea básica de conseguir ese poder. El libro se publica cuando han transcurrido unos siete años desde la muerte de Lenin y aún faltan ocho o nueve para que Trotsky sea asesinado en Méjico.
Las discrepancias existentes entre Lenin y Trotsky se produjeron únicamente en aspectos teóricos. En la práctica, la colaboración entre ambos fue constante, siendo Trotsky el segundo de Lenin y el soporte de sus éxitos, aunque no gozara de su confianza. Fue tras la muerte de Lenin, cuando Stalin accede al poder apoyado por Zinóviev y Kámenev, el momento en que comienza la persecución de Trotsky, que se inicia con su destitución de los altos cargos que ocupaba y concluye con su asesinato, lleno ese lapso con continuadas acusaciones y acosos.
La primera cuestión que se plantea (la primera discrepancia que puede apreciarse entre Trotsky y Lenin) es la referida a las condiciones que permiten el golpe de Estado. Partamos del hecho de que la revolución soviética de 1917 se produjo en unas especiales circunstancias históricas de Rusia; la principal de ellas, la guerra contra Alemania unida a los aliados. Para Lenin la presencia de este tipo de circunstancias son las que permitirán extender le revolución a otros países. Frente a esa idea, Trotsky lanza la suya: la revolución es posible, aunque no existan esas condiciones previas. La revolución es posible simplemente cuando se aplica una técnica adecuada de golpe de Estado. De ahí la idea de la Revolución permanente.
Hubo, efectivamente, un periodo histórico en que los países trataron de defender al régimen parlamentario y liberal de las amenazas que provenían de los revolucionarios de derecha y de izquierda. Mientras los primeros, como Mussolini, afirmaban “Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”, los segundos proclamaban, con Lenin, “allí donde hay libertad no hay Estado”. Y tras ello asaltarán el poder. El libro se centrará, partiendo de la existencia de técnicas fascistas y técnicas comunistas, en las ideas de Trotsky en este segundo campo.
Malaparte es terminante: mientras Lenin es un estratega de la revolución, Trotsky es el táctico que la hace posible. Trotski fía todo a una élite reducida de “técnicos” que se hagan con los puntos neurálgicos del Estado. Solo así se neutralizarán las medidas policiales de éste y se dejará paso a la insurrección popular, bien en forma de huelga general, bien en forma de simple desorden y caos provocado por el descontento.
El libro continúa con una ilustrativa relación de los hechos que condujeron a la victoria del golpe. En definitiva, de los pasos que fue dando Trotski. Una historia escrita de forma atractiva por lo que tiene de descriptiva de cómo se fueron dando esos pasos y cómo se aprovechó la torpeza del gobierno del socialista Kerenski.

Pero Malaparte va más allá. Muerto Lenin, las ideas de Trotski amenazan a Stalin, un duro, listo y tenaz georgiano, que es consciente tanto del peligro que encierran como de la persistencia de la utilización de los medios de infiltración por parte de Trotski. Enfrentado a éste, lo que hace es asimilar sus técnicas de infiltración y creacion de equipos reducidos. Y le vencerá, tras obligarle por los hechos a abdicar de sus ideas y recurrir a intentar la movilización de las masas, que, le fueron afectas, están neutralizadas por la infiltración de los hombres de Menzhinski al servicio de Stalin.
¿Qué significado tiene este segundo acto? Simplemente que Stalin copia a Trotski creando una técnica de defensa del Estado con que neutralizar los intentos de derrocarlo. Curzio Malaparte destacará la importancia que esta actuación de Stalin tiene como ejemplo de la conducta a seguir por los países occidentales y parlamentarios. La transcripción del libro de Malaparte concluye así: “En la tristeza de su destierro, Trotski piensa que la Europa proletaria sabrá aprovechar la lección de estos acontecimientos. Olvida que es la Europa burguesa la que podría aprovecharla”.
Es la pregunta que debemos hacernos: ¿debemos aprovecharla? La tentación de un golpe de Estado no es un fenómeno lejano en el tiempo. Dos fuerzas, por ejemplo, en España parecen padecerla intensamente: el movimiento populista y el movimiento independentista, especialmente en su versión catalana. Dos grupos claramente vinculados a la editorial arpa. ¿Estamos ante un recordatorio? Un recordatorio que debiera utilizarse por los sectores amenazados para tener en cuenta la ineficacia de las medidas policiales frente a las técnicas trotskistas. Mas aun cuando ni siquiera el gobierno aplica éstas, sino que confía en las judiciales, cuando éstas jamás pueden constituir medidas de combate al estar limitadas simplemente a la aplicación de la ley.
Lo que podría ser una simple elucubración se topa, sin embargo, con la realidad, de que esos grupos han ido aplicando las técnicas del golpe del Estado, minando instituciones y tomando puntos tan neurálgicos como la comunicación o la educación. “El cielo no se toma por consenso, sino por asalto”, se dijo en el Congresos de los Diputados de España el 18 de octubre de 2014. No precisamente hace un siglo.

“Técnica del golpe de Estado. Lenin y Trotski, dos visiones contrapuestas del asalto al poder” (122 págs.) es un libro publicado por Ediciones Arpa que contiene los fragmentos más importantes del libro escrito por Curzio Malaparte con el título de “Técnica del golpe de Estado” en 1920. EL libro va precedido de una introducción de Antonio Lozano.

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