En esta ocasión estamos ante un escritor mejicano, al que se califica de sociólogo. En Méjico escribió, publicó, colaboró con periódicos y dirigió programas de televisión. En todo caso, también estudió en la Complutense de Madrid y ha sido profesor del Instituto Ortega y Gasset. Es profesor de Centro de Estudios Internacionales en el Colegio de México, institución relacionada con el exilio republicano español ya que fue fundada en 1940 sobre el antecedente de la Casa de España (1938-1940). Su interés se centra fundamentalmente en los aspectos de la sociedad, aunque con frecuencia los enfoque desde un aspecto histórico.
El libro se articula
en cuatro partes: el origen del neoliberalismo, su configuración en los años 70
del siglo XX, su esplendor en los años 90, y el futuro, lo que Escalante llama “el
desenlace”. En una breve introducción comienza diciendo que “aunque pueda parecer un poco extraño, que lo
es, hay que comenzar la historia diciendo que el neoliberalismo sí existe y
tiene ya casi un siglo de existencia”. Realmente lo que parece extraña es
esa afirmación. Ambas cosas parecen molestar.
Cuando se
aborda su origen, Escalante, tras decir que el neoliberalismo es un programa
intelectual y, a la vez, un programa político, termina afirmando que se trata
de una ideología, “sin duda la ideología
más exitosa de la segunda mitad del siglo XX y de los años que van el siglo XXI”
que ha transformado el orden económico del mundo y sus instituciones políticas.
Nada que ver con el liberalismo clásico: para el neoliberalismo, el mercado ni
surge espontáneamente ni se sostiene por sí solo, sino que requiere la
actuación creadora y protectora del Estado. El neoliberalismo no rechaza el
Estado, pero busca “otro Estado” que se limite a defender el mercado, no a
ordenarlo.
El nacimiento
del movimiento lo sitúa en los años 30. Es una reacción a la crisis del 29 y al
crecimiento del fascismo y el comunismo. Frente a la primera se instaurará la política
keynesiana del New Deal. Frente a ambas, la corriente neoliberal cuyos máximos
exponentes van a ser Ludwig Von Mieses y Friedrich Hayek, los monstruos
paridores de las nuevas ideas. Se hará referencia a los pasos dados: el
Coloquio Lippmann, la Sociedad Mont Pellerin y las numerosas asociaciones que
continuaron su labor, desembocando en los “Chicago Boys” con Milton Friedman a la
cabeza. Todo expuesto como la gestación de una auténtica conspiración.
La clave del
neoliberalismo radica en la idea del mercado. Éste asegura la eficiencia, el
equilibrio y el retorno a este tras las desviaciones que puedan producirse;
todo ello basado en un automatismo que supera la ignorancia de los individuos.
Escalante se mete ahora en el proceloso mundo de la economía. Expone en ese
momento las ideas básicas del neoliberalismo para, a continuación, criticar todas
y cada una de ellas, aunque haciéndolo con escasa convicción y fuerza, a decir
verdad. Probablemente esta actitud crítica se acentúa cuando hace referencia a
la curva de Philips, a la Teoría de la Elección Publica de Buchanan o al
teorema de Coase
Llegamos así al
momento de la eclosión del neoliberalismo que tiene lugar en los años setenta. Escalante
indica que al término de la II guerra mundial, ”en los países occidentales se construyó un Estado de Bienestar
generoso, eficiente, que permitía a la mayoría un nivel de vida que hubiese
sido inimaginable unos pocos años antes. El régimen fiscal y el acceso al consumo
masivo produjeron además una mayor igualdad material”. No paran ahí los
elogios de ese keynesianismo, que se extiende además a países periféricos. Y la
pregunta es: ¿Cómo pudo desaparecer ese paraíso?
El autor nos
ofrece una explicación un tanto oscura. Y nos dice que los 70 “son años amargos, de inestabilidad,
desempleo, crisis económicas, años de huelgas… La seguridad, el ánimo confiado,
optimista de la postguerra desaparece.” ¿Por qué? Se nos ofrecen unas
explicaciones que lo único que demuestran es el fracaso final del
keynesianismo. El déficit, en especial, no perdona. ¿Cómo explicar si no ese
fracaso?
El esplendor
del neoliberalismo llega en los años noventa. Aunque Escalante comienza
diciendo que “los noventa son los años
del optimismo” se apresura a continuación a echar agua al vino para afirmar
que el cuadro es más matizado. Aparte de repasar conflictos y fracasos, termina
indicado que “no hay muchas ideas, casi
ninguna nueva”. En fin, “es una
década eufórica y gris”. La caída del muro de Berlín es algo que propicia
estos hechos y que es recibido con alegría por ambos lados. Todo aboca en la aparición
de un mercado global (en que todavía tímidamente participa China), se asienta
en los avances tecnológicos y origina una proliferación de los paraísos
fiscales.
Todo se logra
con la desregulación de los mercados financieros. La idea de los mercados
eficientes domina el panorama. Aunque no se define de forma clara, sino un tanto
confusamente, es la que va a conducir a la privatización de muchos sectores con
la finalidad de obtener mayores beneficios. ¿Por qué se olvida la idea de
eficiencia? La burocracia estatal abruma. Es curioso que Escalante se refiera a
la deslocalización de las empresas como búsqueda de salarios más bajos, sin
advertir que al mismo tiempo logra en el exterior salarios más altos, en definitiva,
una progresiva igualación de las rentas de las naciones. Asegura que las fronteras
permanecen para lograr la libre circulación de las personas sin pararse a pensar
que, si existiera, la mayor oferta de mano de obra se traduciría en bajas
salariales.
Todo ello, se
identifica en definitiva con “el fin de
la izquierda”. Lo que demuestra con referencias históricas recientes en las
que personas como Tony Blair, Bill Clinton o Felipe González abdican de los principios
y programas originales de sus partidos. Lo que sucede, aclara, es que la
izquierda renuncia a los programas económicos para adherirse a programas
culturales. Hay una cierra uniformidad, con reducidas muestras de
disconformidad. Y nuevamente Escalante nos recuerda que también hubo guerras. Ganas
de confundir churras con merinas.
Un intento de
desmontar el neoliberalismo se produce cuando se distingue entre lo privado y
lo público y entre lo público y el Estado. El neoliberalismo trata de minimizar
lo público, pero necesita el Estado. “La
particularidad del programa neoliberal consiste en que la privatización sea la
regla”. Claro que no la impone. Se sufre la resaca del enorme aumento de lo
público sufrido a partir de la crisis del 29. Sin embargo, pese a la labor
privatizadora, países como el nuestro alimentan a lo público con aproximadamente
la mitad del PIB. Y aún dicen que el pescado es caro.
Para justificar
las privatizaciones se han aducido muchos argumentos. Escalante los critica y
señala los fracasos que han tenido, olvidando que quien privatiza es el Estado,
el garante de lo público. Otra cosa es que el gobierno sea neoliberal. Por otra
parte, son objeto de atención especial la educación y la sanidad, donde se nos
presentan argumentos en favor de lo público poco convincentes y que contrastan
con la sensación generalizada de sus malos resultados y la huida hacia lo
privado.
La última parte
lleva el título de “El desenlace”. Comienza lamentando que la crisis de 2008 no
fuese la tumba del neoliberalismo. “No ha
sido así”, se lamenta Escalante. Salió de ella porque se aplicaron “medidas anticíclicas de inspiración
vagamente keynesianas”. Rápidamente nos explica lo que fue la crisis de
2008 y las burbujas que la provocaron; luego las medidas que se tomaron. Todo
bastante toscamente, a mi juicio. La idea de la “conspiración” se utiliza repetidamente:
estaban concertados gobernantes, bancos, aseguradoras, consultoras y
economistas. Respecto de estos últimos la reacción es curiosa: “miran con desprecio a la sociología, la antropología,
la historia, y desconfían de los programas de investigación interdisciplinaria”.
Se ruega no reír. Recordemos que el autor no es economista, como lo demuestra a
lo largo del libro, carente de datos expresados en cifras y repleto de
descalificaciones.
Culminan las
disquisiciones con una un tanto sorprendente que elabora al hilo de una obra de
Raymond Aron, “El opio de los intelectuales”. “En muchas cosas el programa neoliberal está en las antípodas del
marxismo. En otras sorprendentemente cerca”. Y se explica: el
neoliberalismo es la ideología del hombre común: antipolítico y anti
intelectual; los empresarios se esconden entre la gente común….
El tono sesgado
que se ha apreciado en todo el libro se manifiesta descarnado en sus últimas
consideraciones: “Lo primero que hace
falta, y es indispensable, es abandonar la matriz de conocimiento que el
neoliberalismo ha impuesto como cosa de sentido común”. “En segundo lugar, ya va siendo hora de reconocer
con toda franqueza que el experimento fracasó”. Y añade: “El resultado está a la vista: un aumento
vertiginoso de la desigualdad, desequilibrios regionales en todo el planeta,
inseguridad laboral, destrucción del ambiente, deterioro de todos los servicios
públicos…” ¿Ha fracasado como cuenta?
Solo le queda
decir: “La salida no es fácil de ver.
Pero es posible. En realidad, es indispensable”. Un curioso final para un
libro que pretende ser de historia.
“Historia mínima del
neoliberalismo. Una historia e intelectual de nuestro mundo, de 1975 a hoy” (20
págs.) es un libro escrito por Fernando Escalante Gonzalbo el año 2016. Fue editado
por Turner, aunque con derechos reservados en favor de El Colegio de México
A.C. EL libro leído forma parte de la segunda edición, sin constancia del año
de esta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario