domingo, 8 de abril de 2018

Arsenio Escolar e Ignacio Escolar: “La nación inventada. Una historia diferente de Castilla”.


 Arsenio Escolar 1957 es un periodista en cuyo currículo destaca el hecho de ser fundador del diario gratuito “20 minutos” y haberlo dirigido hasta 2017, fecha en que un nuevo propietario, el Heraldo de Aragón, decidió prescindir de él probablemente porque la empresa estaba en pérdidas y el sueldo del director era de 300.000 euros anuales.
Ignacio Escolar es su hijo, nacido en 1975.  Quien frecuente la Sexta lo conocerá como contertulio habitual. Fue hasta 2009 director del periódico “Público” (que del papel saltó al ordenador) y fundó más tarde el digital “Eldiario.es” en cuya ideación intervino Roures. Trataba simplemente de introducir nuevo medio de comunicación, encuadrable sin matización alguna en la izquierda, en el panorama español.

El libro fue presentado en Burgos en octubre de 2010, Europa Press lo define como “una obra narrada en clave periodística que cuestiona la existencia de mitos y personajes de la historia de Castilla y León como el Cid Campeador y el Conde Fernán González”.
En su prólogo lo explican: leyeron las historias que sobre los griegos y los romanos había escrito Indro Montanelli, el conocido periodista italiano que comenzó en el fascismo, fue comunista y terminó en la democracia cristiana, recomendándola votar tras taparse la nariz. Los Escolar lo leen y se preguntan si no pueden hacer lo mismo con la historia de Castilla, logrando lo que Montanelli aconsejaba: “Hacer que cada artículo pueda ser leído y entendido por cualquier, incluso, por un lechero de Ohio”, frase por cierto nada feliz en distintos aspectos. Un editor, Manuel Fernández-Cuesta (que fue redactor jefe de Mundo Obrero y, entonces, en Península), conoce que tienen esa idea y les propone que “que hiciéramos para él ese libro sobre Castilla había oído que estábamos maquinando”. La palabra maquinar es suficientemente expresiva. Y lo hicieron.
Lo que nació fue “esto”. Confiesan los coautores que “los periodistas, más que la perfección, nos obsesionamos con cumplir los horarios y las fechas de cierre, de entrega de nuestros textos”. Y efectivamente, el libro acumula datos recogidos como setas de libros de historia y acumula simplemente ciertas actitudes carentes de todo apoyo histórico y contrapuestas a las existentes por las buenas. O sea, un postureo por las buenas. Una lacra que venimos sufriendo desde hace tiempo.
Los autores, los Escolar, no entran a definir lo que conciben como nación. Arsenio, en una entrevista hecha a La Vanguardia no se atreve a dar una definición y agrega “…toda nación es una mezcla de realidad y ficción”. Su hijo es más explícito: “Es una ilusión compartida. Es como el fútbol… Tienes el derecho a inventarte mitos”.
Si el concepto de nación es un concepto discutible (y discutido, por descontado) no lo es tanto como para no distinguir dos concepciones fundamentales: la nación política y la nación cultural. ¿A cuál se refieren los Escolar? No se sabe. Tampoco parece que ellos lo conozcan. No puede realmente hacerlo a la vertiente política porque Castilla no pasó, con Aragón, de ser un elemento aglutinador con los Reyes Católicos de lo que hoy consideramos España.
En cualquier caso, Castilla jamás fue una nación, sino simplemente un reino. La nación es algo que nace mucho más tarde y que hundirá sus raíces en el pueblo al que concede el papel de protagonista. De ahí que el propio título del libro revele la desorientación de los autores al hablar de la “nación inventada”.
Otro tanto sucede con el término “mito”. Unicamente como mito podría situarse la presencia en España de Santiago el Mayor. En los demás casos estaríamos únicamente ante leyendas o, mejor aún, sobre cantares de gesta en muchos casos. Mientras por ejemplo la obra de Rodrigo Jiménez de Rada es básicamente histórica, el poema del Mío Cid es un auténtico cantar de gesta, una obra en la que se exaltan las virtudes de un individuo para que sirva de ejemplo a todos. Agreguemos que el cantar de gesta español es mucho más histórico que el francés, de tendencia más legendaria.
El libro realmente tiene dos vertientes. La primera es en la que trata de ser divulgación histórica. Indudablemente los Escolar no son historiadores. Toman una serie de libros de historiadores, los leen y escriben el correspondiente capítulo. No hay nada de investigación o aportación, sino solo de recolección. La segunda vertiente es la desmitificadora.
La parte que podemos llamar histórica lo es sobre todo por seguir el tiempo. Son objeto de especial atención tres Alfonsos, VI, VII y VII, dos Fernandos (I y III), Sancho II y, ya en campo contrario, Almanzor. Otros la centran también, pero para ponerles de chupa domine: Fernán González, El Cid y Gonzalo de Berceo (y de paso, San Millán). La exposición es en algunos momentos confusa, pero sin embargo no lo es por la enorme complejidad de la vida en la España de la Reconquista. Tratando de rechazar lo legendario, se incurre en lo convencional
Hay temas como los relativos a la población, las ciudades, la mesta, la guerra o las barbaridades de la guerra. Son libros leídos cuyo contenido se resume en distintos capítulos, aunque estén escasamente relacionados. Como se dice en el libro “Había que documentarse mucho, leerse o releerse muchos textos antes de ponerse a escribir una sola línea”. ¡Pobres! Luego se expone la queja del tiempo y el esfuerzo que supuso, pero “tan a la carrera, que algunos capítulos, algunos reportajes, probablemente hayan quedado un poco inmaduros. Quizás también se nos haya escapado algún error, esperemos que menor. Pedimos disculpas por ambas cosas”. Disculpas más que aceptadas, ¿cómo no? Sobre todo, por lo que confiesan de inmadurez y de error.
 Con esto, podemos entrar en la finalidad del libro: la mitificación en primer término y la acusación correspondiente de su autoría. Algo curioso, porque normalmente una leyenda se crea inocentemente, aunque un mito puede serlo. Pero ya se sabe: no se distingue una cosa de otra.
Se desmitifica en primer lugar al conde Fernán González, primer conde de Castilla. Curiosamente se hace aludiendo a sus progenitores y antecesores. Al mismo tiempo que se le califica como persona hábil e inteligente. Pasa a la pasarela el Cid. No se discute su categoría como militar, pero más allá se duda del famoso juramento de Alfonso VI, la afrenta de sus hijas o su exhibición a caballo una vez muerto. De considerar que eso sólo son leyendas (toda leyenda tiene un origen) pasa a calificarle de un ser sanguinario y execrable, un mercenario sin conciencia. La realidad es que los Escolar no dejan títere con cabeza, aunque, eso sí, exponiendo sus tesis precedidas de la expresión tantas veces repetida: “probablemente”.
Sin querer se ha dicho en varias ocasiones que las fuentes consultadas por los Escolar eran todas de historiadores de las dos últimas décadas. O sea, mucho friki. Los enterrados, bien enterrados están. Por antiguos, aunque sólo sea. Hoy la historia la escriben los vivos sin respeto a los hechos.
Por descontado, un Ignacio Escolar que se enfada porque no se autorice un jueves santo una manifestación anticatólica no es realmente un ejemplo, ni de tolerante, ni de historiador, ni, claro, de verdadero periodista. Y los palos en el libro se descargan sobre San Millán, el de la Cogolla. Todo es un invento para atraer “turismo”, es decir peregrinos a la ruta jacobea. Por descontado, Gonzalo de Berceo, cuya obra es únicamente producto del marketing de su monasterio, “Ya hemos apuntado reiteradas veces, los monasterios competían de modo desaforado entre sí en un mercado muy duro, muy reñido, pero de gran rentabilidad económica”. O sea, el periodismo actual.
La autoría de toda esta mentira se endosa a Alfonso X que la encarga a Jiménez de Rada. “Fue el último responsable de que toda una serie de invenciones y tergiversaciones sobre los orígenes de Castilla y sus mitos fundacionales entran como hechos ciertos y contrastados en los libros de historia en algunos casos hasta hoy mismo”. O sea, todos tontos, hasta que llegan ellos. Sin embargo, Internet nos dice que “fundamentalmente, su mérito reside en que utiliza un método crítico como historiador, cuestionando inteligentemente sus fuentes, haciendo uso de la documentación y recurre a fuentes árabes para contrastar sus datos”.
El arco de Santa María de Burgos es el símbolo al que atacan especialmente: un monumento al que, como rendición a Carlos I, se rinde Burgos. ¡Pero si es el rey! La mayoría de los burgaleses nunca hemos sabido quiénes eran con mínima seguridad las figuras talladas. Era simplemente el Arco de Santa María. Hurgando, resulta que lo presiden la Virgen María patrona de Burgos y el ángel protector de la ciudad. Pero para los autores, burgaleses “probablemente” a pesar suyo, “hasta Burgos, caput Castellae, se postró, construyendo ese arco de Santa María lleno de símbolos inventados”.
Faltan cinco líneas para concluir el libro: los Escolar hablan, al referirse a Jaén Córdoba o Sevilla, de “los que fueron sus verdugos: aquellos belicosos castellanos que expulsaron en semanas a todos los pobladores musulmanes”. Palabrita de historiadores. Que añaden por fin una última frase. “También eran Castilla sus mitos, sus leyendas; esa nación inventada que, al final, acabará siendo la nación derrotada y expoliada”. Ya se sabe: a moro muerto, gran lanzada.
Un libro impresentable, simplemente.
 “La nación inventada. Una historia diferente de Castilla” es un libro de que se confiesan autores Arsenio Escolar e Ignacio Escolar a través de su registro en 2010. Fue publicada por la editorial Península en 2010.

1 comentario:

  1. Estos rojos millonarios son, eso si, ávidos por la pasta; de Roures ya se conocía que es un "millonetis", pero eso de que D. Arsenio (pre)Escolar tuviera un sueldazo de 300.000€ es verdaderamente curioso al par que desconocido para el que suscribe.
    Sobre el libro ya lo has dicho todo y como los Diez Mandamientos se condensan en dos: im-presntable.
    Con razón Federico J. Losantos apoda a esta familia como pre-Escolar.

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