lunes, 6 de noviembre de 2017

Zygmunt Bauman: “Vida líquida”.




 

Sería absurdo pretender abarcar en la lectura de un solo libro una obra tan extensa y profunda como la de Zygmunt Bauman, polaco, judío, de inspiración marxista y largo recorrido como sociólogo, ya que, nacido en 1925, inició su obra escrita en la década de los 50. En una primera etapa, en la que vivió tiempos difices en Polonia y la URSS, se preocupó del Holocausto (siendo judío antisemita) y de temas originados de su educación marxista. Fue en los años 80 donde dio a luz la teoría de la modernidad líquida.
Esta idea preside este libro, Sus primeras palabras son “La “vida líquida” y la “modernidad líquida” están estrechamente ligadas. La primera es la clase de vida que tendemos a vivir en una sociedad moderna líquida. La “sociedad moderna líquida” es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. La liquidez la de la vida y la de la sociedad se refuerzan mutuamente. La vida líquida, como la sociedad moderna líquida, no puede mantener su forma y su rumbo durante mucho tiempo”. El pesimismo presidirá el discurso que sigue; la modernidad será el proplema.
La vida liquida “es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante”. La experiencia no sirve, los cambios son constantes: “una sucesión de nuevos comienzos” que conducen sin embargo a “breves e indoloros finales” que constituyen momentos problemáticos. La vida se puede contar como una historia de finales sucesivos y la principal tarea de la sociedad es deshacerse de los desechos que ese cambio constante produce. Hay que correr modernizándose para no convertirse en algo desechable. Es la “destrucción creativa” que Zygmunt Bauman compara al juego de las sillas. Se es consumidor u objeto del consumo. Ideas como la de eternidad o la utopía desaparecen.


No debe ocultrase que “Vida Líquida”, como su autor, se integran en la “posmodernidad”, un término que personalmente no me gusta, que es vago y que, no por criticar la liquidez, deja de ser una de sus mayores muestras.

El libro comienza abordando la situación del individuo. Lo hace con cierta extensión y con bastante indefinición, aunque ésta no sea tanto atribuible al autor como a la compleja densidad del problema que trata de abordar. Nuestra concepción de individuo no encaja en la sociedad líiquida, que sólo le reconoce como tal en tanto es componente de la misma. La persona recorrerá la ardua labor de la búsqueda de su identidad. ¿Cree Bauman que la alcanzará? ¿O cree que es un intento tan doloroso como inútil? Nosotros nos preguntaríamos ¿somos alguien? Y, ciertamente, no hallaríamos contestacion al estar ya inmersos en una sociedad líquida.
El capítulo 2 nos conduce desde el mártir hasta el famoso. El primer paso será dado desde el mártir, de inspiración bíblica y cristiana, hasta el héroe que, a diferencia del mártir (que acepta la inutilidad del sacrificio) busca algún provecho para sí mismo. El héroe moderno es cultivado por el Estado que lo necesita para su supervivencia, para la creación de un peculiar patriotismo. Así como el mártir aseguraba la salvación de su alma inmortal, el héroe asegura la inmortalidad material de la nación.
Llega la modernidad y tanto el mártir como el héroe sobran, La sociedad líquida desprecia las ideas de largo plazo y de totalidad. Sus figuras van ser sustituidas por las de la víctima y el famoso. Si la sociedad rechaza el sufrimiento, cuando aparezca éste será acompañado de la aparición de una víctima, que debe ser compensada por el Estado. Que además arrebata la venganza de las manos del vengador. En último término aparece el “famoso”, ya definido por Boorstin en 1961 así: “el famoso es una persona conocida por ser muy conocida”. A ambos se les tributa la veneración antes reservada al mártir y al héroe.
         La cultura es abordada a continuación. Aparte de algunas consideraciones sobre lo que debemos considerar como cultura y sobre el pecado de la hibridación cultural, se nos presentan contradicciones y tensiones de la sociedad actual: las marcas, el marketing, los galeristas, los generadores de cultura, el mismo Estado. Como representantes de la cultura líquida actual, y ésto lo cito como curiosidad, hace referencia a tres artistas: Jacques Villeglé, Manolo Valdés y el peruano Herman Braun Vega. Merece la pena visitar su obra en Internet. Una imagen siempre valdrá más que mil palabras.
Refugiarse en la caja de Pandora o miedo y seguridad en la ciudad” es el título del capítulo 4 del libro de Bauman. Dos van a ser las ideas básicas sobre las que cabalga: una la de la progresiva desaparición de la vida rural y el crecimiento de la vida urbana y su arquetipo, la ciudad desmesurada. La segunda es el miedo y la inseguridad que se crea en ese nuevo ambiente. Curiosamente, el peligro fue una de las causas del primer fenómeno, pero ahora el peligro ha renacido en la ciudad y, con él, el miedo, y con el miedo, la industria de la seguridad. Las empresas no dudan en agigantar las causas del miedo. Surgen los nuevos medios de defensa, como la discreción o la intimidación. En todo caso, el espacio público es el gran perdedor de la contienda. Bauman nos dirá “La alternativa a la inseguridad no es el paraíso de la tranquilidad sino el infierno del aburrimiento”.

 Hagamos un alto en el camino. Nada hay mas estremecedor que sentarse, tras leer a Bauman, ante el televisor. De pronto, vamos viendo cómo sus observaciones coinciden con eso: con lo que diariamente nos ofrece la televisión (y cualquier otro medio). Es la creación del individuo neurasténico e hipocondríaco al que se crean miedos (orgánicos, médicos, climáticos, de tráfico), al que se le amenaza de terminar siendo un desecho si no se adapta al “progreso” (cambio del smartphone, del coche, de la television, de cónyuge, de casa, de costumbres), al que se trata de encubrir todo sufrimiento creando la idea de “víctima” (los homosexuales, la mujer maltratada, los inmigrantes ilegales, las minorìas nacionalistas), al que se trata de controlar su vida (deportismo, alimentación, ecologismo, vestido). Nos queda el ius eligendi, pero si no haces uso de él te conviertes, simplemente, en deshecho.

Era casi inevitable llegar al consumo. Sólo el consumo produce el cambio fugaz que alienta la sociedad líquida. Se distinguirá el síndrome consumista de su predecesor, el síndrome productivista. El primero desprecia las virtudes de la dilación y el aplazamiento de la satisfacción en que se basaba el segundo. En este apartado Bauman se refiere en especial a dos tipos de consumismos. Uno, el “cuerpo consumista”, sustanciado en la obsesión actual del fitness, desbancado a la idea de “salud” propia de la sociedad productiva e instaurando una auténtica yihad contra la grasa. El otro es la “infancia consumidora”, en donde Zygmunt Bauman analiza desde la pérdida de valor de la maternidad como hecho que reduce los niveles de placer consumista, a la preparación del niño como futuro consumidor.
El siguiente capítulo se refiere a una consecuencia inevitable del cambio constante que alienta en consumo: habla de andar sobre arenas movedizas para referirse a la obsolescencia casi instantánea de los conocimientos. Hay que aprender sobre la marcha, como los misiles cambian de objetivo durante su vuelo. Y para aprender sobre la marcha hay que olvidar a la misma velocidad. Los títulos pierden sentido y los profesionales tienen que esforzarse para hacer frente a esa realidad cambiante. Y todo eso se extiende al campo de la política, en espeical a la de la formacion continua incapaz de fijar sus objetivos.
El libro concluye con una referencia a Adorno y Hannah Arendt. Estamos ya en algo afectado por la misma liquidez. Las consecuencias últimas parecen ser eso: líquidas, de usar y tirar. No deja de ser una enfermedad clásica del posmodernismo; sabe auscultar, a veces osa diagnosticar, nunca sabe cómo curar.
Repito lo ya dicho antes: el libro y el pensamiento de Bauman nos traen a la realidad. La lamentan y nos dejan abandonados en ella. No podían hacer otra cosa, por otro lado. A veces parece un pensamiento solo útil para masoquistas. De hecho: ¿lo somos ya?


“Vida líquida” (238 págs.) es un libro escrito por Bauman Bauman en 2005 y publicada en su traducción española en 2006. La edición comentada es la publicada por Paidós, en su colección “Esenciales” en 2017.

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