Uno tiene la
mala costumbre, casi el vicio, de buscar en los libros lo que no sabe. Luego lo
aprende y, más tarde, lo olvida. Ello hace que los busque en Internet (con la
ayuda de la orientación de otros lectores) y en las librerías y los grandes almacenes
(lo que tiene la inconmensurable ventaja de ojearlos). Un día ojeé este libro.
Sabia poco de la sangre y hay que saber algo más para poder preguntar a los médicos
sobre los análisis que nos hacen o que hacen a los demás.
Para desgracia
abrí el libro por mal sitio. Es el peligro de ojearlos sumariamente. Y es lo que
me sucedió. Me sentí en todo caso en el deber de avisar a los navegantes.
Probablemente
este libro es una muestra casi perfecta de esas publicaciones de ideas en las
que se mezcla un cierto nivel de conocimientos con un nivel, probablemente mucho
mayor, de intereses. Estamos en el ámbito de la salud, uno de los caladeros en
donde los desaprensivos pueden encontrar mayores beneficios y número de creyentes.
A todas las personas les preocupa su salud. A medida que tienen más edad y
surgen nuevas dolencias (las famosas goteras), más. Aunque también crece la
resignación.
Presentemos al
autor: Ulrich Strunz en un médico internista alemán. Lo curioso es que parte de
su fama se debe al hecho de haber sido un practicante asiduo de triatlón y
haber competido en esa especialidad durante años, aunque ya mayorcito. Hasta
que tuvo que abandonarla al sufrir un accidente con la bicicleta en Mallorca.
Dando un paseo, una rueda reventó y Strunz salió por los aires cayendo por un
barranco de 8 metros y fracturándose una o varias vértebras. Las lesiones que
le produjo el accidente motivaron esa retirada. Criticó a los médicos mallorquines
y luego lo haría con los alemanes. Sufrió dos años de inmovilización y dolores
en los que el ejercicio físico por él preconizado se convirtió en un enemigo.
Pero eso
permitió que se descubriera al escritor. Se había graduado a los 34 años; descubrió
el deporte a los 45; se accidentó a los 64. Ha escrito unos 50 libros y fue
calificado de “fitness pope”. Vendió esperanza e impartió promesas de vida sana
eterna. Creó su negocio, que llegó a la producción de productos comestibles y bebibles,
e incluso a caramelos, chuces o cosas así. Por descontado CDs y DVDs.
“Der Spiegel” publicó
el 12 de mayo de 2003 un artículo, firmado por Katja Thimm e incorporado a
Wikipedia, en el que se desenmascaraba los negocios del doctor inspirándose en
la experiencia de su asistencia a uno de los “seminarios de reanimación” que organizaba
Strunz en Mallorca.
La sangre es
algo peculiar pero no único en el organismo. Es por descontado el líquido más
abundante y móvil. No en balde dispone de un sistema de canalizaciones como es el
maravilloso sistema circulatorio. Y necesita a su vez un motor como el corazón al
que hemos de estar tan agradecidos. Unicamente existe una canalización competitiva:
la que utiliza el sistema linfático, sobre el que se tienen unos conocimientos
que son aún muy limitados. No llego a afirmar lo que oí a un médico
prestigioso: del sistema linfático no sabemos nada. No soy yo quien ahora pueda
discutírselo.
Hay más líquidos:
saliva, lágrimas, moco, bilis... la mayor parte de los cuales están destinados
a la lubrificación y al desecho en último término. Pero a la hora de la verdad
ninguna puede desplazar el lugar preeminente de la sangre que el autor llama “órgano
líquido”.
Aunque pueda
parecer prematuro, apartémonos ya de las tesis del libro. Quizá uno de los aspectos
más importantes de la sangre sea lo que me explicaba una enfermera al tiempo
que me la extraía: la sangre es un espía perfecto. Pasa por todos los órganos y
recoge datos, se fija en todo. Y eso de forma constante. Cuando lo precisemos,
nos va “chivar” lo que ha visto en la próstata, o en el hígado, o en los
pulmones. Son incontables los datos que proporciona. En esto el libro lo
constata, pero lo hace para fijarse en los padecimientos denunciados, no en la
misma función de denuncia, que esa sí pertenece a la sangre.
El libro, para
el que siga sus recomendaciones, puede hacer de la persona que lo lea el
perfecto hipocondríaco, si no lo es ya. Un ser pendiente de lo que contiene
cada alimento, que en lugar de seguir sus instintos y sus gustos se empecina en
una labor clasificatoria de alimentos buenos y alimentos malos. Previamente ha
sido adoctrinado de lo que suponen las grasas, los azúcares, los hidratos de
carbono, las proteínas. Y de los peligros de cada una de esas cosas, claro.
Será una persona que terminará viendo un solomillo bien tratado, una preciosa tarta
de cumpleaños o un plato de tallarines como enemigos letales o, al mewnos
amenazantes. Una persona que aspirará sólo a alimentarse, no a comer
disfrutando de la comida.
Habría que
preguntar al Dr. Strunz: y eso ¿para qué? Y el doctor Strunz nos contaría las
maravillas de un cuerpo joven. ¿No tiene reloj el cuerpo? Leyendo el libro se
tiene la sensación de revivir los viejos tiempos en que uno se topaba en la calle
con charlatanes que, subidos a un cajón y con su maleta abierta, vendían, sólo
por dos pesetas, no uno, ni dos, sino tres peines. Terminando el libro uno de
sus apartados se titula “Pruebe. ¡Sólo se
necesita valor”. Para distinguirse del honrado charlatán, Strunz se refiere
constantemente a términos desconocidos para el individuo normal: leucina,
isoleucina y valina… Entonces uno recuerda la escena de “Divinas palabras” de
Valle-Inclán en la que unas palabras en latín sobrecogen a la multitud ignorante.
La clave del
sistema de Ulrich Strunz es lo que denomina “Blutttuning”, que es traducido como ”ajuste sanguíneo” (yo hubiera
preferido el término “afinación”). Dejémonos de pensar en la genética; los “pensamientos
saludables” pueden impedir la ciega actuación de los genes. “La forma en que trabajan sus genes es algo
que no determina su parentesco, sino usted mismo, Comida rápida, sumada a ver
la televisión o pocos carbohidratos, sumados a correr. Eso lo decide usted. Eso
lo vive usted. Y a esto es a lo que reaccionan sus genes”. ¡Como si los
genes fueran tontosy no tuvieran su manual de instrucciones!
De todas las
maneras, seguir las pautas de alimentación indicadas puede ser complicado. El
propio libro lo anuncia. Para eso Strunz ofrece sus “batidos” y sus “ampollas”.
Las recomienda a tope: “...ahora sé científicamente
con exactitud por qué mi mujer me alegra tanto el corazón. Ella se toma
diariamente cuatro ampollas… No hay límite hacia arriba”. No para de
recomendar las ampollas que vende: “Tómelas
hasta que su déficit haya desparecido. Notará los resutado. Palabra clave:
mirada despierta. Palabra clave: energía”.
¿Tiene usted
problemas de bulimia o depresion? Triptófano y déjese de pastillas: siga mis
consejos, tome mis mejunjes y no se fíe de los fármacos. Causa cierta risa ver
como se abordan los problemas de la calvicie, del eczema y hasta de las espinillas.
¡Omega 3 y Zinc! ¿Cómo andarán, tontas de ellas, las industrias farmacéuticas
buscando otras soluciones; Ulrich Strunz se lo arregla: “la piel se lava de dentro a afuera”? Pero no solamente se habla de
enfermedades, sino que desciende a analizar los virus, los parásitos, las
heridas.
Destaquemos
este detalle. En la última página del libro editado en España aparece una nota
bajo el título “Exención de responsabilidad”.
La reproduzco en su integridad: “Los
consejos de este libro han sido cuidadosamente probados. Sin embargo, no sustituyen
en ningún caso el consejo de un médico. Todas las indicaciones de este libro,
por lo tanto, se llevan a cabo sin ningún tipo de garantía por parte del autor
y de la editorial. Tanto el autor como la editorial y sus representantes están
exentos de cualquier tipo de responsabilidad material o personal”.
La recomendación
es simple: si es usted un neurasténico perdido que sufre una hipocondría aguda,
no dude en adqurir este libro. Vale la recomendación a los de credulidad mórbida
y patológica. A los masoquistas todo les vale para sufrir, claro.
“La sangre. Los secretos de nuestro
“órgano líquido”.” (268 págs.) es obra de Ulrich Strunz y data de 2015. La
versión española fue publicada por la editorial EDAF en abril de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario