Puede parecer
extraño el incluir un comentario a un libro que a primera vista no es sino un
catálogo de los tipos tipográficos más usuales. Dejando a un lado que todo
libro merece una atención, es decir un juicio, aunque este negativo, el hecho
cierto es que este libro aporta una serie de ideas útiles, más allá de la elección
de una fuente tipográfica.
Aun en este sentido
hay que destacar la enorme importancia la elección de una fuente adecuada en
escritos más o menos extensos, especialmente en libros. El éxito de los mismo
depende en gran parte (mucha más de la que se cree) de la elección acertada de
fuentes. Aunque, a decir verdad, también es necesario tratar de conectar con
los gustos del lector.
El libro se
estructura en distintos apartados. En realidad, la parte más importante
descansa en los dos primeros, los que se refieren a las “fuente con remates” y
a las “fuentes de palo seco”. Digamos que son los dos tipos de fuentes que
pueden emplearse en los libros y los utilizados para permitir su lectura cómoda.
Los restantes grupo de fuentes tienen finalidades muy distintas: son fuentes
destinadas a buscar utilidad en un sentido que va más allá de la escritura.
Como rememorar estilos antiguos de escritura, llamar la atención en posters o
en webs, o prescindir del espaciado de tipos al que ya estamos acostumbrados.
Mas allá todavía aparecen las fuentes ornamentales, de símbolos, de fantasía e
ilustrativas.
Destacan como
se ha dicho (por su importancia y su importancia) las fuentes con remates y las
de palo seco, Unos nombres tan singulares que el libro se siente obligado a explicarnos
su origen. Digamos, bajando a lo común, que las fuentes con remates son aquéllas
en que las letras tienen remates en sus extremos, mientras que las que carecen
de ellos son calificadas de “palo seco”. Una observación: se llaman tipos a los
conjuntos completos de letras, números y signos de puntuación; las fuentes
pueden comprender varios tipos. Los tipos más difundidos suelen tener junto al
diseño “regular”, los de tipos gruesos (bold), las cursivas (italic) y las
versalitas (small caps).
Las letras con
remate son las más antiguas, las que siguieron a la invención de la imprenta
durante siglos. Los “remates”, según el libro, derivan del hecho de que se
copiaron los tipos esculpidos en la columna Trajano, letras que, previamente a
ser talladas en la piedra, fueron pintadas con un pincel con el que se dejaban
esos remates. Aunque se habla de “remates” en la traducción, es más conocido el
término inglés “serif”, muy difundido a través de los tipos creados por la simple
supresión de los remates (los conocidos tipos “sans-serif”). El libro apunta el
término “serif” como nombre alternativo al de ”remate”, al tiempo que confiesa
que el término “serif” original tiene un origen oscuro y que, en todo caso,
nació con posterioridad a su uso. Propone el término españolizado “serifa”.
Casi 180 páginas
están destinadas a reproducir los tipos con remates, reflejando no solamente
los tipos, sino su origen y autor, añadiendo reproducciones de textos realizados
con sus variantes más destacadas. Digamos que constituyen unos tipos que
resultan “confortables”, sin que la mayor legibilidad atribuida como ventaja a
los tipos de palo seco anule la gran legibilidad natural de los tipos con
remate.
Son cientos los
tipos con remate reflejados en el libro y, a decir verdad, resulta difícil
distinguirlos, más allá de lo que podríamos llamar familias entre las que
existen grandes diferencias. La delgadez de las fuentes, sus grosores y sus
distintas proporciones de altura y anchura van a determinar algunos tipos
fundamentales de tipos. Fuera de ellos será difícil distinguir unas fuentes de
otras.
Lo mismo se podía
predicar de las llamadas fuentes de palo seco o sin remates. Muchas derivan de
las fuentes con remates, quitando esos remates y añadiendo en su denominación
el término “sans serif”. Pero muchas son fuentes que, curiosamente, precedieron
a las fuentes con remate. Prescindiendo de su uso en inscripciones romanas, el
hecho cierto es que los remates o serifs llegaron como forma de embellecer o
hacer más confortables a las más rígidas fuentes de palo seco.
Aún se discute
si realmente las fuentes de palo seco son las más cómodas y legibles. La
corriente que daba esa primacía a las fuentes con remate está siendo
contestada. Dejando a un lado las preferencias personales, las fuentes de palo
seco tienen un aire que pudiéramos calificar de más profesional y técnico. Por
encima de ello, el mayor uso del ordenador favorece el crecimiento de uso de
las fuentes de palo seco.
Esta consideración
me lleva de la mano a referirme al diseño mismo de las fuentes. El ordenador ha
tenido en este aspecto un papel fundamental y creciente. Cuando nació la
imprenta (con la que realmente nacen los tipos) hay que considerar que existió
un número limitado, aunque no chico, de tipos. Es la difusión del libro la que permite
la creación de nuevas fuentes, diseñadas cuidadosamente con la definición
meticulosa de todas sus características (especialmente la especial determinación
de sus curvas). En cualquier caso, se desembocaba en una situación en la que el
número de tipos de que disponía la imprenta (antes o después de la linotipia)
era limitado.
El ordenador
rompe con todo eso. En un doble aspecto: el diseño de nuevas fuentes resultará mucho
más fácil y la disponibilidad de las fuentes existentes estará al alcance de
cualquiera. El ordenador nos ofrecerá a través de sistemas operativos o
aplicaciones un número amplísimo de fuentes. Nos bastarán dos o tres pulsaciones
en el teclado para cambiar la fuente en que serán leídos nuestros escritos o
los recibidos de otros.
Vayamos al
campo de la rotulación, de las llamadas “fuentes display”, donde existe una
gran libertad de creación Digamos que son fuentes no destinadas a la lectura de
textos extensos, sino a palabras y frases breves que a través de la tipografía llamen
la atencion. El siglo XIX fue su momento
El libro se
refiere a continuación a las fuentes script, llamadas también fuentes caligráficas.
Su pretensión es simular una escritura manuscrita, grotesca y formal. Eso último
permite que convivan en este apartado fuentes que reproducen con total
perfeccionismo lo que hemos conocido como letra inglesa con tipos que se
apartan de esa solemnidad y se mantienen en esta categoría por su apariencia de
letra escrita manualmente, con plumilla o con pincel. Fuera de esa limitación
todo está permitido a la imaginación.
Los restantes
tipos de fuentes comentados tienen ya una importancia relativa y su mención parece
que únicamente se dirige a dar al libro la sensación de imagen total del mundo
tipográfico. Irán desfilando los tipos destinados a carteles y titulares
(algunos realmente atractivos), las fuentes ornamentales, las fuentes dirigidas
a las webs, la fuentes huecas y estarcidas, las orientadas al terreno de informática,
las que crean simbolos y “dingbats”, las de fantasía y las ilustrativas, los
iconos y emoticonos, en fin. Por cierto: el libro trata de explicar lo que
significa el término “dingbats”; ofrece con cierto esfuerzo varias explicaciones,
pero sugiero que su mejor traducción sería “chorradas”.
El texto del
libro es muy reducido, sacrificándose todo a la imagen de los tipos. Pero las
breves páginas dedicado a cada tipo de fuentes es suficiente. Se complementa
además con apartados interesantes. Uno de ellos, el de una referencia a los principales
tipógrafos, antiguos y contemporáneos que han destacado en la definición de
tipos. Asombra lo prolífico de estos últimos. Otro, es un diccionario de términos
que nos permite distinguir, por ejemplo, el kerning
(igualación de anchuras por parejas de letras) del tracking (igualación por conjuntos de letras).
En suma, un
libro de consulta sumamente interesante para quien tenga algo que consultar.
Para quien no esté en ese caso, un libro curioso sin más pero donde siempre
podrá aprender algo. La curiosidad siempre está en el lector, el libro sólo
representa una oportunidad de satisfacerla.
El libro “1000 fuentes tipográficas
(512 págs.) fue publicado en España por Gustavo Gili en 2009, habiendo sido
impreso en China. El original inglés (“1000 fonts. An Illustrated Guide to
Finding The Right Typeface” fue concebido, diseñado y producido por Ilex Press
(Gran Bretaña). Los textos son de Graham Davism Robin Dood y J¿Keith Martin.
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