jueves, 9 de noviembre de 2017

Bob Gordon (dir): “1000 fuentes tipográficas”



 
Puede parecer extraño el incluir un comentario a un libro que a primera vista no es sino un catálogo de los tipos tipográficos más usuales. Dejando a un lado que todo libro merece una atención, es decir un juicio, aunque este negativo, el hecho cierto es que este libro aporta una serie de ideas útiles, más allá de la elección de una fuente tipográfica.
Aun en este sentido hay que destacar la enorme importancia la elección de una fuente adecuada en escritos más o menos extensos, especialmente en libros. El éxito de los mismo depende en gran parte (mucha más de la que se cree) de la elección acertada de fuentes. Aunque, a decir verdad, también es necesario tratar de conectar con los gustos del lector.

El libro se estructura en distintos apartados. En realidad, la parte más importante descansa en los dos primeros, los que se refieren a las “fuente con remates” y a las “fuentes de palo seco”. Digamos que son los dos tipos de fuentes que pueden emplearse en los libros y los utilizados para permitir su lectura cómoda. Los restantes grupo de fuentes tienen finalidades muy distintas: son fuentes destinadas a buscar utilidad en un sentido que va más allá de la escritura. Como rememorar estilos antiguos de escritura, llamar la atención en posters o en webs, o prescindir del espaciado de tipos al que ya estamos acostumbrados. Mas allá todavía aparecen las fuentes ornamentales, de símbolos, de fantasía e ilustrativas.
Destacan como se ha dicho (por su importancia y su importancia) las fuentes con remates y las de palo seco, Unos nombres tan singulares que el libro se siente obligado a explicarnos su origen. Digamos, bajando a lo común, que las fuentes con remates son aquéllas en que las letras tienen remates en sus extremos, mientras que las que carecen de ellos son calificadas de “palo seco”. Una observación: se llaman tipos a los conjuntos completos de letras, números y signos de puntuación; las fuentes pueden comprender varios tipos. Los tipos más difundidos suelen tener junto al diseño “regular”, los de tipos gruesos (bold), las cursivas (italic) y las versalitas (small caps).

Las letras con remate son las más antiguas, las que siguieron a la invención de la imprenta durante siglos. Los “remates”, según el libro, derivan del hecho de que se copiaron los tipos esculpidos en la columna Trajano, letras que, previamente a ser talladas en la piedra, fueron pintadas con un pincel con el que se dejaban esos remates. Aunque se habla de “remates” en la traducción, es más conocido el término inglés “serif”, muy difundido a través de los tipos creados por la simple supresión de los remates (los conocidos tipos “sans-serif”). El libro apunta el término “serif” como nombre alternativo al de ”remate”, al tiempo que confiesa que el término “serif” original tiene un origen oscuro y que, en todo caso, nació con posterioridad a su uso. Propone el término españolizado “serifa”.
Casi 180 páginas están destinadas a reproducir los tipos con remates, reflejando no solamente los tipos, sino su origen y autor, añadiendo reproducciones de textos realizados con sus variantes más destacadas. Digamos que constituyen unos tipos que resultan “confortables”, sin que la mayor legibilidad atribuida como ventaja a los tipos de palo seco anule la gran legibilidad natural de los tipos con remate.
Son cientos los tipos con remate reflejados en el libro y, a decir verdad, resulta difícil distinguirlos, más allá de lo que podríamos llamar familias entre las que existen grandes diferencias. La delgadez de las fuentes, sus grosores y sus distintas proporciones de altura y anchura van a determinar algunos tipos fundamentales de tipos. Fuera de ellos será difícil distinguir unas fuentes de otras.

Lo mismo se podía predicar de las llamadas fuentes de palo seco o sin remates. Muchas derivan de las fuentes con remates, quitando esos remates y añadiendo en su denominación el término “sans serif”. Pero muchas son fuentes que, curiosamente, precedieron a las fuentes con remate. Prescindiendo de su uso en inscripciones romanas, el hecho cierto es que los remates o serifs llegaron como forma de embellecer o hacer más confortables a las más rígidas fuentes de palo seco.
Aún se discute si realmente las fuentes de palo seco son las más cómodas y legibles. La corriente que daba esa primacía a las fuentes con remate está siendo contestada. Dejando a un lado las preferencias personales, las fuentes de palo seco tienen un aire que pudiéramos calificar de más profesional y técnico. Por encima de ello, el mayor uso del ordenador favorece el crecimiento de uso de las fuentes de palo seco.

Esta consideración me lleva de la mano a referirme al diseño mismo de las fuentes. El ordenador ha tenido en este aspecto un papel fundamental y creciente. Cuando nació la imprenta (con la que realmente nacen los tipos) hay que considerar que existió un número limitado, aunque no chico, de tipos. Es la difusión del libro la que permite la creación de nuevas fuentes, diseñadas cuidadosamente con la definición meticulosa de todas sus características (especialmente la especial determinación de sus curvas). En cualquier caso, se desembocaba en una situación en la que el número de tipos de que disponía la imprenta (antes o después de la linotipia) era limitado.
El ordenador rompe con todo eso. En un doble aspecto: el diseño de nuevas fuentes resultará mucho más fácil y la disponibilidad de las fuentes existentes estará al alcance de cualquiera. El ordenador nos ofrecerá a través de sistemas operativos o aplicaciones un número amplísimo de fuentes. Nos bastarán dos o tres pulsaciones en el teclado para cambiar la fuente en que serán leídos nuestros escritos o los recibidos de otros.
Vayamos al campo de la rotulación, de las llamadas “fuentes display”, donde existe una gran libertad de creación Digamos que son fuentes no destinadas a la lectura de textos extensos, sino a palabras y frases breves que a través de la tipografía llamen la atencion. El siglo XIX fue su momento
El libro se refiere a continuación a las fuentes script, llamadas también fuentes caligráficas. Su pretensión es simular una escritura manuscrita, grotesca y formal. Eso último permite que convivan en este apartado fuentes que reproducen con total perfeccionismo lo que hemos conocido como letra inglesa con tipos que se apartan de esa solemnidad y se mantienen en esta categoría por su apariencia de letra escrita manualmente, con plumilla o con pincel. Fuera de esa limitación todo está permitido a la imaginación.
Los restantes tipos de fuentes comentados tienen ya una importancia relativa y su mención parece que únicamente se dirige a dar al libro la sensación de imagen total del mundo tipográfico. Irán desfilando los tipos destinados a carteles y titulares (algunos realmente atractivos), las fuentes ornamentales, las fuentes dirigidas a las webs, la fuentes huecas y estarcidas, las orientadas al terreno de informática, las que crean simbolos y “dingbats”, las de fantasía y las ilustrativas, los iconos y emoticonos, en fin. Por cierto: el libro trata de explicar lo que significa el término “dingbats”; ofrece con cierto esfuerzo varias explicaciones, pero sugiero que su mejor traducción sería “chorradas”.

El texto del libro es muy reducido, sacrificándose todo a la imagen de los tipos. Pero las breves páginas dedicado a cada tipo de fuentes es suficiente. Se complementa además con apartados interesantes. Uno de ellos, el de una referencia a los principales tipógrafos, antiguos y contemporáneos que han destacado en la definición de tipos. Asombra lo prolífico de estos últimos. Otro, es un diccionario de términos que nos permite distinguir, por ejemplo, el kerning (igualación de anchuras por parejas de letras) del tracking (igualación por conjuntos de letras).
En suma, un libro de consulta sumamente interesante para quien tenga algo que consultar. Para quien no esté en ese caso, un libro curioso sin más pero donde siempre podrá aprender algo. La curiosidad siempre está en el lector, el libro sólo representa una oportunidad de satisfacerla.

El libro “1000 fuentes tipográficas (512 págs.) fue publicado en España por Gustavo Gili en 2009, habiendo sido impreso en China. El original inglés (“1000 fonts. An Illustrated Guide to Finding The Right Typeface” fue concebido, diseñado y producido por Ilex Press (Gran Bretaña). Los textos son de Graham Davism Robin Dood y J¿Keith Martin.

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