lunes, 13 de noviembre de 2017

Karen Armstrong: “Mahoma. Biografía del Profeta”.




 
El libro fue escrito en 1991. Aunque se hizo una primera edición española en 2015, en octubre de 2017 se aprovechó el hecho de haber sido premiada Karen Armstrong con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales para hacer una nueva presentación del mismo. Aunque escrito en 1991, en octubre de 2001 se añadió un prólogo para acoger el atentado de las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001. ¿Excusa o marketing?
Karen Armstrong, británica, pasa por ser una escritora especializada en religión comparada y “miembro de alto nivel” de la Alianza de Civilizaciones. Fue monja durante 7 años. Autora de más de 20 libros en la actualidad y defensora de la comprensión ecuménica y religiosa. Es decir, un ejemplar casi puro de los buenistas.

Lo que va a decirse sobre este libro no implica anti islamismo, tampoco pro islamismo. En sentido contrario, Armstrong mantiene una posicion manifiestamente pro islamista clásicamente anticristiana: el cristianismo es culpable de no comprender el islamismo. O antioccidental, que para el efecto es lo mismo. No puede hacerse peor favor a una corriente, sea religiosa u otro pelaje, que declararla incomprendida. Es una especie de victimismo, que necesariamente precisa la figura de un maltratador. O sea, una especie de pescadilla que se muerde la cola. Y el maltratador en este caso es Occidente.
El libro comienza por confesar que se hace como reacción ante la famosa condena y amenaza de muerte que se lanzó contra Salman Rushdie como consecuencia de los “Versos satánicos” (por cierto, calificados por el historiador Tabari como un error de Mahoma, según nos informa Armstrong). La indignación que mueve a la autora a la publicación del libro es que la fatwa que le condenaba fue aireada por los medios de comunicación occidentales, ocultando que un mes después de la fatwa, “durante una reunión del Consejo Islámico, cuarenta y cuatro de los cuarenta y cinco países miembros condenaron la orden del ayatolá por considerarla poco islámica, aislando de este modo a Irán”. Frente a esta y otras oposiciones formuladas, la autora olvida que, antes de dicha fatwa, India, Sudáfrica, Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Somalia, Bangladés, Sudán, Malasia, Indonesia y Qatar prohibieron la novela. Fue poco después cuando Jomeini dictó la fatwa, que no era simplemente una crítica del libro de Rushdie, sino que ofrecía 3 millones de dólares USA por la muerte de Rushdie. Quizá por eso se consideraba “poco islámica”. Una oferta que en 1997 fue doblada y al año siguiente dejada a un lado al haber pactado el Reino Unido y el Irán el compromiso de buscar la ejecución de Rushdie.
Volvamos a los versos satánicos. Bajo el desorden que su invocación crea, late una idea fundamental muchas veces olvidada: el islamismo introduce el monoteísmo frente a las deidades veneradas en los países árabes. La implantación del monoteísmo siempre ha traído grandes convulsiones: la provocó Moisés al bajar de la montaña, la generó antes Akenatón en Egipto, lo hizo el cristianismo en el ámbito romano. Cuando Mahoma lo hace en el naciente mundo islámico provoca uan de esas crisis. Sucedió concretamente con la oposiciòn de los coraixíes, una tribu árabe que defendía la “deificación” de otras tres figuras femeninas veneradas por ellos: Lat, Uzza y Mana. Mahoma parece aceptarlo, en una maniobra que, como suele ser siempre, es más política y táctica que religiosa.
Naturalmente esa aceptación se rectifica. Ahora bien, la doctrina islámica mantiene que Mahoma no es sino un profeta, que sigue en este sentido a Adán, Moisés y Jesucristo. La comunicación con Dios se realiza de forma constante y habitual, casi diario, por medio de un mensajero (normalmente San Gabriel) que le comunica las suras que luego manda transcribir Mahoma, ya que, al parecer, no sabía escribir. En este caso, lo que la doctrina explica y Armstrong asume es que en un momento determinado un demonio (Satanás) interfiere el mensaje y éste sale equivocado. Mahoma se siente desolado. Dice la autora: “De acuerdo con la tradición, cuando se enteró de que los versos que habia pronunciado estaban inspirados por el Shaitan, Mahoma quedó desolado. Pero, afirma Tabari, Dios le confrontó de inmediato enviándole una revelación según la cual todos los profetas anteriores habian cometido “errores satánicos“ similares. El problema tenía solución, porque Dios siempre responde enviando nuevos versículos muy superiores a los qee era preciso rechazar”.
Los versos satánicos son sustituidos. Se reafirma el monoteismo y tras la sumisión de los coraixíes y rectificando lo dicho se dicta la surah 112 o “surah de la sinceridad”. “Dí: “Él es Dios, es único. Dios. Él sólo. No ha engendrado ni ha sido engendrado, y no tiene a nadie por igual”.

Dejemos ya la referencia a los versos satánicos y a Rushdie que para Karen Armstrong son la excusa para escribir el libro, condenando a la sociedaad occidental por su incomprension. El subtitulo de la obra es “Biografía del profeta”.  Pero ésta es sólo una parte del libro. Suficiente, eso sí, para mostrarnos la polifacética actividad de Manoma, ya que junto al aspecto religioso muestra condiciones de buen comerciante, astuto politico, belicoso guerrero y hábil negociador. Termina siendo un caudillo.
Esa actividad es contempalda de forma peculiar por Armstrong: “El Corán considera la venganza como señal de virud y como deber social y religioso”. Esto soprenderá a los seguidores de las enseñanzas de Jesucristo en el Sermón de la Montaña. Pero en seguida sale Karen como Blanquito peón de brega: “cabe recordar que Jesús no fue jefe de Estado, como Mahoma despues de Hudaybiyah”. Sigue: “Si hubiera sido responsable de la legislación social, con la mayor probabilidad se habría visto obligado a recurrir a métodos igualmente draconianos”.

La gran equivocación de Karen Armstrong es enfrentar cristianismo e islamismo. Y más, hacerlo en las personas que representan estas religiones. Mahoma y Cristo son profetas, pero además el segundo es reconocido por sus seguidores como Dios en la figura del Hijo. Mahoma es jefe político y militar; Jesucristo, no. Uno muere crucificado y otro como cabeza indiscutida de una nación y una religión. Si Cristo afirma: “Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”, Mahoma, que no Alá, será el ejemplo de perfección que deben copiar todos sus seguidores, según indica Armstrong.
Un segundo error (¿o no?) de la autora es destacar únicamente determinados valores de la doctrina creada por Mahoma. Pero parece que la idea de igualdad, por ejemplo, es ajena a su pensamiento. Mahoma, aunque ordenó no tener más de cuatro mujeres, tuvo siete. Ello traerìa problemas sucesorios y degeneraría en las corrientes sunìes y chiítas, dos corrientes inernas del islamismo que muestran el escaso grado de tolerancia existente. La visión de mujeres vestidas de negro o con el pelo cubierto muestra en la acutalidad cómo, ni siquiera en el campo de los sexos, existe la menor igualdad. Hasta el cielo parece estar reservado únicamente para los hombres, ya que su placer consiste en el disfrute de huríes.
Nos dice tambien Armstrong: “Muchos de los defensores mas elocuentes de Rushdie declararon que el islam era una religión que vetaba el saber y la libertad artística, pese a que los primeros musulmanes fundaron una gran civilización de enorme belleza y establecieron una tradición filosófica racionalista que sirvió de inspiracion a muchos estudiosos en el Occidente medieval”. Uno busca a Bach, o a Giotto, o a Petrarca o a Ockam y no los encuentra. Busca la obra pictórica, literaria, arquitectónica o músicl del islam y no lo encuentra. No es que el islam haga a la gente incapaz de expresarse artisticamente, es que se lo prohibe.
Algo que Karen no puede ocultar y que describe extensamente es la reaccion que durante siglos tuvo Occidente hacia el islam, una reaccion que parte de Eulogio de Córdoba hasta la actualdiad, pasando por figuras tan diversas como San Francisco de Asís, Chateaubriand o Voltaire. En cierto modo era un sentimiento generalizado.
El libro concluye exhortando al acercamiento a la figura de Mahoma: “un hombre complejo y apasionado que en ocasiones actuó de forma que nos cuesta aceptar, pero cuyo singular talento le permitió fundar una religión y una tradición cultural que se basaban en la espada – pese al mito occidental– y cuyo nombre, “islam”, significa paz y reconciliación”. Pese a la exhortación y las palabras de Armstrong, resulta que los europeos siguen recordando los dos sitios de Viena por Solimán el Magnifico en el siglo XVI, o la penosa reconquista de la península Ibérica invadida en el siglo VIII, o la resistencia de Carlomagno en el siglo VIII. Que viven hoy los resultados de la islamización de gran parte de los Balcanes, que interviene en el maltrato del petróleo, que sopoporta el terrorismo en los distintos paises de Occidente, que se enfrentan al problema judío-palestino, que crean la inestabilidad siria, que sufren al Estado Islámico. ¿Paz y reconciliación?
Es probable que no entendamos el islamismo, pero me temo que tampoco lo comprende Karen Armstrong, que además tampoco muestra una idea clara del cristianismo y del mismo Ocidente. Una obra que no aporta nada brillante.

“Mahoma” es un libro escrito por Karen Armstrong en 1991 con el título “Muhammad. A Biography of the Profeth”. Tusquets lo publica en 2005 y, en nueva presentación y dentro de la colección “Tiempos de Memoria”, en 2017 (374 págs.)

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