Marshall McLuhan (y Harley Parker): “Contraexplosión”
Marshall McLuhan
es uno de los pensadores recientes más citados. Quizá haya sido o sea de los
más leídos, pero lo que destaca es la constante cita de sus ideas básicas: la
Galaxia Gutenberg, la aldea global, los medios calientes y fríos y, sobre todo,
su famoso “el mensaje es el medio”, que suele ser entendido por cada uno a su
manera.
Se le califica
de filósofo. Mas bien es un pensador al que le dio por adoptar el papel de
visionario, y así, avisar de la llegada de una nueva época. La de la aldea global,
como consecuencia de los cambios de intercomunicación humana como resultado de la
aparición de nuevos medios electrónicos. Y al mismo tiempo que reconocer la
importancia de ese sentido visionario hay que añadir que el transcurso del
tiempo este fenomeno ha aumentado su inensidad, al aparecer medios de comunicación
que quizá el propio McLuhan no pudo haber imaginado. Que es lo que nos sucederá
los que vivimos la actual realidad, incapaces de anticiparnos a los avances
técnicos. ¿Podìa McLuhan imginar una sociedad en que los individuos, en su
mayoría, andan por la calle colgados de su smart-phone, que además le permite
la comunicación instantánea, almacenar libros y músicas en cantidades ingentes,
hacer fotografias y videos, consultar todo género de archivos, divertirse,
pagar?
Pero fue McLuhan
a quien se le reconoció como el pensador que abrió el camino y lanzó la primera
piedra. Era profesor de literatura inglesa, se convirtió al catolicismo en 1937
y hasta nueve universidades le hicieron doctor honoris causa. Más importante
que todo eso es el hecho de que sus ideas tuvieron resonancia y éxito. Su obra
escrita es muy extensa y eso hace que centrarse en el comentario de un solo
libro sea una aventura peligrosa, si no se acompaña alguna referencia otras
ideas del escritor. En cualquier caso, la crítica será del libro y sus ideas,
no del pensamiento total de McLuhan.
El libro es especialmente
curioso porque fue diseñado por Harley Parker, un acuarelista canadiense que
fue íntimo colaborador de McLuhan, hasta el punto de considerarsele coautor de
dos obras, una de ellas ésta. Preocupado por la relación de arte con la
comunicación, hay partes del ibro que deben atribuirsele, al menos idealmente y
sin perjuicio que fueran igualmente suscritas por McLuhan. La confección de la
edición recuerda más bien al dadaísmo y al futurismo, confiere al libro cierto
aire provocativo, pero carece de sentido adicional. Como muestra se adjuntan
algunas de las páginas del libro. Advirtamos que los textos son legibles en su
totalidad.
La visión de
McLuhan se asienta sobre la historia, pero desde un peculiar punto de vista.
Parte de su periodo acústico en el que unicamente la voz crea el entorno del hombre;
sería lo que considerará ambiente acústico. Pero de pronto aparece la visual
con la aparición del alfabeto y la escritura, el universo de Gutenberg: “fue la visualización del espacio acústico.
Iluminó las tinieblas”. La escritura acabó con la conversación, suprimió el
misterio y creó los espacios cerrados, originando así la civilización.
Lo que nos va a
indicar McLuhan es que ahora “la Era de
la Escritura ha terminado” y debemos inventar una nueva metáfora. Los nuevos
medios de comunicación ya no son puentes del hombre con la naturaleza, son la
naturaleza misma en la que vivimos sumergidos. Pero, así como el pez ignora que
vive en el agua, nosotros también desconocemos el nuevo ambiente en que vivimos,
es decir, lo ignoramos porque no tenemos conciencia de él.
¿Cómo ha
sucedido? McLuhan nos habla de la mecanización que todo fue sufriendo. Y
afirma: “elhablacofificadavisualmenteenlaescriturayanosehabla”.
Mecanizándose, el sonido vio como la escritura sufrió sucesivamente la aparición
de la imprenta, de la máquina de escribir, el libro barato, el telégrafo, la
radio, el fonógrafo, las grabadoras, la televisión al fin. En esta última parecía
confundir los resultados de la mecanización del espacio visual del hombre, que
había sufrido en embate previo de la fotografía y el cine.
McLuhan murió
en 1980. Lo que le asustaba entonces parece un episodio infantil de lo que
ahora se vive. Él, que había llegado a prohibir la TV a sus nietos. Ahora casi
a diario nuevas técnicas de comunicación surgen: las tabletas, los móviles
(smart phones, inteligentes), las televisiones interactivas, la inacabable información
que nos proporciona Internet, las formas de integración social como Facebook.
Ahora la realidad nos parece abrumadora, pero sabemos que a pesar de ella el
cambio continuará.
¿Qué ha
sucedido según McLuhan? Simplemente que el hombre prealfabético llegó a ser
alfabético para terminar siendo electrónico. Volviendo a ser, como el prealfabético,
un ser que se externaliza en su totalidad, no en una parte tan solo del mismo, como
hizo el alfabético. Y, en esos términos, observa la creciente importancia de lo
hablado (el sonido) sobre la imagen. Ofrece un ejemplo muy vulgar: las comidas
de negocio sustituyendo a los intercambios documentados. Lo que nos hace pensar
en la obsesión actual por el “dialogo”, que llega a desplazar la idea más
profunda de negociación. Hablar es lo que importa.
Sin embargo, no
se debe creer que al perder su monopolio el libro llegue a ser obsoleto.
Adoptará nuevas formas y funciones.
Por descontado,
el libro aborda otras muchas cuestiones relacionadas con lo escrito y nuestro
ambiente: la costumbre del dictado, la incidencia de la prensa sobre el libro, la
irrupción de lo acústico en lo literario, la música misma. El libro, cuando
nació, produjo el efecto de “aislar al
lector y al estudiante como nunca habían estado antes”. Eso, a pesar de ser
el primer medio de comunicación de masas. Luego será cuando, a principios del siglo
XIX, da a luz la llamada “opinión pública”, resultado del cambio que habían
producido en la política los nuevos medios.
Advirtamos algo
importante: los críticos insisten en que sus obras no son totalmente
coherentes. Él mismo lo ha reconocido, mostrando su afición a unir pensamientos
sin una verdadera línea conductora. Umberto Eco ha hablado de un “cogito
interruptus” en McLuhan. Y efectivamente, nos ofrece ideas brillantes y
atrayentes, pero sin preocuparse de justificarlas. Lo apocalíptico tiene un
cierto atractivo para él. Académicamente su obra está en declive, pero
conserva, fuera de ese escenario académico y profesoral, ese atractivo de todo
lo que supone ruptura e innovación.
Las ideas de
McLuhan deben conocerse, independientemente de que se acepten o se rechacen,
Pero es evidente que denuncia un rumbo de la historia, la técnica y la sociedad
que no puede ignorarse. Sobre todo, si comparamos lo que el veía en los años sesenta
del siglo pasado con la realidad actual de un avance técnico galopante; la comparación
permite apreciar lo que podríamos llamar derivada segunda de la cuestión, es
decir su aceleración.
En ese sentido
McLuhan, primero diagnostica y, después, se resigna. Frente a él, incluso sus
discípulos, hablan de una adaptación de la persona al cambio de los medios, lo
que en definitiva sería algo así como una supervivencia. En ese sentido, parece
que hay que aceptar a McLuhan como un acertado diagnosticador, y olvidar su resignación.
El avance de la técnica crea nuevas realidades, pero el hombre, como todo
animal, es un ser adaptativo y la resignación es la peor de las adaptaciones.
Marshall
McLuhan nos acompañará mucho tiempo aún. Especialmente sus frases y sus
conceptos.
El libro “Contraexplosión” (149
páginas) fue escrito por Marshall McLuhan y diseñado por Harley Parker. La primera
edición en inglés (con el título original ”Counterblast”) fue llevada a cabo en
Nueva York en 1969. La versión española fue publicada por Editoral Paidos en
Buenos Aires en 1971.
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