sábado, 4 de agosto de 2018

José Antonio López Guerrero (JAL) : “Virus. Ni vivos ni muertos”



               Estamos ante un libro escrito por un sabio divulgador. José Antonio López Guerrero debe considerarse lo primero ya que es profesor titular de Microbiología en la Autónoma de Madrid y de un montón de sitios similares; y es lo segundo por su presencia continuada en programas de radio, prensa y televisión con ese sentido divulgativo. En ese espacio es conocido como JAL, acrónimo de sus nombres y apellido.
En suma: es una persona que sabe todo de algo de lo que se sabe poco, pero que de lo poco que se sabe duda de casi todo. Es la cruz de los que se adentran por esos terrenos casi vírgenes y escasamente explorados como puede ser en el terreno médico el sistema linfático que permite infundir una cierta humildad al científico. Pronto nos indicará algo que no es una excusa, sino una realidad: “como disciplina, la virología es joven”. Me recuerda cuando, hace algunos años, me dijeron que tenía unas verrugas juveniles; tardé un rato en darme cuenta de que las jóvenes eran las verrugas, no yo.
Mala cosa es que se tarde en definir lo que es un virus y que no tengamos de él, previamente, sino una idea vaga. Un cosa para el vulgo, un bicho que sólo se descubre muy a finales del siglo XIX. O sea, ayer. Tras ciertas disquisiciones, JAL nos revela lo que es: “un patógeno intracelular obligado, con su material genético, su capacidad de fastidiarnos la vida, de adaptarse y evolucionar”. La cosa, asusta. Pero sigue la duda: “surge entonces una polémica que enfrenta a muchos virólogos; ¿es el virus un ser vivo? Los virólogos nos dividimos entre los que pensamos que sí y los oficialistas”.
Hagamos un alto en el camino. El itinerario divulgativo que JAL va a atravesar no constituye un camino de rosas. Va a hablarnos de unos seres (¿?) amenazantes de los que se sabe poco y lo poco que se sabe es complejo, controvertido y vago. Es realmente duro hacer de ello una exposición amena y entretenida, atractiva al menos. JAL no duda en utilizar un estilo humorístico y amable que endulce los mensajes científicos que su libro encierra. No dudará en aludir a películas, libros y comics, un recurso que, al mismo tiempo, ayuda a entender y distrae. Pero ello no ha impedido que renuncie a su espontáneo tuteo para evitarlo “no por marcar distancias, sino por ofrecer un tono, digamos mayestático, más amplio a los posibles destinatarios. Eso sí, la proximidad y mi sello, a caballo entre el rigor científico y la locura informativa, están garantizados”.
El libro se estructura en tres partes (además de un interesante preludio). En la primera de ellas, JAL se refiere a los principales virus. Esta será nuestra primera inquietud ¿dónde están los demás? Porque en muchas ocasiones, el médico nos dirá: “pues debe ser un virus”, pero resultará que es tan desconocido y culpable como cierto. Pero no debe esto tomarse como una crítica al médico. Ni menos a JAL, el autor del libro, de cuyas heridas por esta causa nos condolemos.
Por eso mismo, el libro comienza a repasar los principales de virus. No de virus a secas sino de familias de virus, las conocidas, las que podíamos llamar en lenguaje muy antiguo “conocidas familias”. Por desgracia, muy conocidas. Adicionalmente y para aumentar su difusa identidad son designadas con siglas o acrónimos: H5N1 es el responsable de la gripe aviar; VHC (precedido de una letra) es la denominación de los virus culpables de las distintas hepatitis; HSV (seguido de un número) agrupa los virus causantes de los herpes; el VIH asume el sida y la inmunodeficiencia humana. Los nombres de las familias no son más fáciles de conocer. El virus de la rabia, por ejemplo, se integra en el grupo Lyssavirus, dentro de los Rabdovirus.
De alguna forma se trata de dulcificar la negra historia de los virus, ganada con las grandes pandemias históricas que el libro expone ordenadas por su gravedad: la viruela, el sarampión, la gripe española, la peste negra… Para ello trata de justificar a los virus: ellos quieren ser “felices” adaptándose a su hospedador y a vivir en equilibrio y armonía con él. Eso sucede con los huéspedes de las ratas. “De repente, un nuevo hospedador circunstancial: ¡nosotros! De repente un equilibrio roto: el humano-virus”. Se olvida que los virus son en ese momento auténticos “okupas”.
El Ébola ha sido de los últimos virus que ha ocupado a los medios de comunicación, despertado a los científicos y alertado a la población. Tras referirse a su mortalidad y a la historia de su aparición, JAL nos da unas ideas importantes: por ejemplo, la de la capacidad de contagio, técnicamente el “ritmo reproductivo básico” o R. Mientras un afectado por el Ébola sólo contagia como media a dos personas, el virus del sarampión hace que, en una clase de 20 niños, un enfermo contagie como media a 18. Otra la provocada por la reaparición de síntomas en los enfermos curados. JAL se pregunta “¿puede reactivarse el virus en el resto de los pacientes curados?”, “¿dónde se esconde el virus entre la infección primaria y la recurrencia?”. La respuesta no tranquiliza porque no existe: “Todavía no hay respuestas firmes”. Una afirmación que se repite una y otra vez.
El problema nos arrastra hasta la amenaza de los virus emergentes y reemergentes. Problema que se incrementa por las manipulaciones que llevan a cabo en muchas ocasiones los medios de comunicación. JAL las ha padecido y nos las cuenta, aunque afirmando que “las alarmas humanas venden”. Nos conduce, todo, por ejemplo, a la reciente aparición del Zika en las Olimpiadas de Brasil. ¿Aparición? El libro destaca la realidad de que los insectos transmisores de virus puedan desplazarse en horas de un punto del mundo a otro lejano, una servidumbre de la globalización y el libre comercio. No tengo por muy acertada la referencia al cambio climático. El autor no solamente tiene una cierta fijación con él, sino que parece no dudar de su origen antropogénico. Pero se echa en falta, por ejemplo, el análisis de la correlación que pudo existir entre las pandemias históricas y la evolución del clima; por ejemplo, la relación entre la peste negra y la pequeña glaciación medieval, ambas sobrevolando el siglo XIV.
El tema de los priones es sumamente complejo y complicado. Imposible entrar en él. JAL nos indica que un prión, es una proteína en la que “básicamente, una estructura en hélice de su cadena peptídica ha pasado a otra estructura laminar y se ha vuelto muy resistente al calor, a proteasas”. El científico tiene compasión del lector y añade “Vamos, que se ha convertido en un mal bicho, duro de pelar de verdad”. Y, tras aceptar que se le considere virus por el Comité Internacional de Taxonomía Vírica, nos sitúa frente a una de sus manifestaciones recientes: las vacas locas.
La segunda parte del libro tiene un objetivo claro: los “Antivirus”. El lugar de honor lo ocupan las vacunas, distinguiendo entre las que se elaboran con virus atenuados, con virus inactivados y las llamadas vacunas recombinantes, que únicamente atacan algunas de las actividades del virus. Se repasan los avances logrados en la lucha contra la gripe, los papilomas, el sarampión, la hepatitis C, el Ébola… Es un capítulo quizá pesado en la que destacan dos ideas: los virus también evolucionan (recuérdese la gripe otoñal, cada año distinta) y la necesidad de no provocar daños el huésped (a diferencia de las bacterias, los virus no disponen de metabolismo y deben aprovecharse del de las células del huésped). Sobre todo, se insiste en la necesidad de erradicar las corrientes que mantienen el “no” a las vacunas y que, siendo moda, constituyen una real amenaza.
La última parte del libro tiene un título curioso: “No virus”. Se va a referir, claro, a las bacterias. Con la vida hemos topado, aunque sea al nivel de lo procariota, al que contemplamos displicentemente desde nuestro orgullo de eucariotas. Si de los virus no se podía decir mucho porque se sabía poco, es imposible referirse en extenso a las bacterias, porque de ellas se sabe demasiado, aunque no todo.
Hay una idea persistente en el libro: la utilización descontroladna y excesiva de antibióticos que está creando nuevas cepas de bacterias resistentes contra las que resultan ineficaces los antibióticos conocidos y más aún los habituales. La advertencia se hace al principio al insistir en que los antibióticos no son activos frente a los virus, y sí únicamente frente a las bacterias. Pero luego se extiende concretamente a la crítica misma del consumo exagerado de antibióticos. Tiene toda la razón, pero no se alude a la tosquedad de la acción pública frente a esa situación: es cierto que los médicos son los que autorizan su consumo, pero tienen que hacerlo por cajas o frascos enteros, no atendiendo a las necesidades reales del tratamiento.  Pero, metidos a hablar de las bacterias, se abordan muchos temas: los probióticos, el trasplante de heces, el anisakis, la leishmaniasis o las enfermedades autoinmunes.
Hay que destacar que el libro recoge y trata concienzudamente los temas científicos que aborda, con amplias referencias a estudios, comunicaciones, polémicas e instituciones. Es decir, más allá del profano diletante como es uno, constituye un elemento de información importante. Aunque, como sucede en estos casos es que es una información al día, que puede tener mucho de pasajera y que precisa una continuidad en la búsqueda de información.
Resumiendo: el libro es una divulgación que nos advierte del peligro que supone la existencia de los virus. Ni todos son malos ni todos nos son absolutamente ajenos, pero la amenaza está ahí. Y esa idea parece ser la finalidad última del libro. Nos puede decir en él: “No pretendo educarle… Sólo busco entretenerle un rato…  ¡Que lo disfrute!”. La idea es otra: empujarnos a prevenir lo que puede derivar de una cercanía indeseada a los virus. O de unas bacterias evolucionadas y resistentes.


“Virus. Ni vivos ni muertos”(254 págs.) es un libro escrito por José Antonio López (JAL) el 2018 y publicado por Guadalmazán en junio del mismo año.

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