Estamos ante un libro escrito por un sabio divulgador. José Antonio López Guerrero debe considerarse lo primero ya que es profesor titular de Microbiología en la Autónoma de Madrid y de un montón de sitios similares; y es lo segundo por su presencia continuada en programas de radio, prensa y televisión con ese sentido divulgativo. En ese espacio es conocido como JAL, acrónimo de sus nombres y apellido.
En suma: es una
persona que sabe todo de algo de lo que se sabe poco, pero que de lo poco que
se sabe duda de casi todo. Es la cruz de los que se adentran por esos terrenos casi
vírgenes y escasamente explorados ―como puede ser en el terreno médico el
sistema linfático― que permite infundir una cierta humildad al científico. Pronto
nos indicará algo que no es una excusa, sino una realidad: “como disciplina, la virología es joven”.
Me recuerda cuando, hace algunos años, me dijeron que tenía unas verrugas
juveniles; tardé un rato en darme cuenta de que las jóvenes eran las verrugas,
no yo.
Mala cosa es
que se tarde en definir lo que es un virus y que no tengamos de él,
previamente, sino una idea vaga. Un cosa ―para el vulgo, un bicho―
que sólo se descubre muy a finales del siglo XIX. O sea, ayer. Tras ciertas disquisiciones,
JAL nos revela lo que es: “un patógeno
intracelular obligado, con su material genético, su capacidad de fastidiarnos
la vida, de adaptarse y evolucionar”. La cosa, asusta. Pero sigue la duda:
“surge entonces una polémica que enfrenta
a muchos virólogos; ¿es el virus un ser vivo? Los virólogos nos dividimos entre
los que pensamos que sí y los oficialistas”.
Hagamos un alto
en el camino. El itinerario divulgativo que JAL va a atravesar no constituye un
camino de rosas. Va a hablarnos de unos seres (¿?) amenazantes de los que se
sabe poco y lo poco que se sabe es complejo, controvertido y vago. Es realmente
duro hacer de ello una exposición amena y entretenida, atractiva al menos. JAL
no duda en utilizar un estilo humorístico y amable que endulce los mensajes científicos
que su libro encierra. No dudará en aludir a películas, libros y comics, un
recurso que, al mismo tiempo, ayuda a entender y distrae. Pero ello no ha
impedido que renuncie a su espontáneo tuteo para evitarlo “no por marcar distancias, sino por ofrecer un tono, digamos
mayestático, más amplio a los posibles destinatarios. Eso sí, la proximidad y
mi sello, a caballo entre el rigor científico y la locura informativa, están
garantizados”.
El libro se
estructura en tres partes (además de un interesante preludio). En la primera de
ellas, JAL se refiere a los principales virus. Esta será nuestra primera
inquietud ¿dónde están los demás? Porque en muchas ocasiones, el médico nos
dirá: “pues debe ser un virus”, pero resultará que es tan desconocido y
culpable como cierto. Pero no debe esto tomarse como una crítica al médico. Ni
menos a JAL, el autor del libro, de cuyas heridas por esta causa nos condolemos.
Por eso mismo,
el libro comienza a repasar los principales de virus. No de virus a secas sino
de familias de virus, las conocidas, las que podíamos llamar en lenguaje muy antiguo
“conocidas familias”. Por desgracia,
muy conocidas. Adicionalmente y para aumentar su difusa identidad son designadas
con siglas o acrónimos: H5N1 es el responsable de la gripe aviar; VHC
(precedido de una letra) es la denominación de los virus culpables de las distintas
hepatitis; HSV (seguido de un número) agrupa los virus causantes de los herpes;
el VIH asume el sida y la inmunodeficiencia humana. Los nombres de las familias
no son más fáciles de conocer. El virus de la rabia, por ejemplo, se integra en
el grupo Lyssavirus, dentro de los Rabdovirus.
De alguna forma
se trata de dulcificar la negra historia de los virus, ganada con las grandes
pandemias históricas que el libro expone ordenadas por su gravedad: la viruela,
el sarampión, la gripe española, la peste negra… Para ello trata de justificar
a los virus: ellos quieren ser “felices” adaptándose a su hospedador y a vivir
en equilibrio y armonía con él. Eso sucede con los huéspedes de las ratas. “De repente, un nuevo hospedador
circunstancial: ¡nosotros! De repente un equilibrio roto: el humano-virus”.
Se olvida que los virus son en ese momento auténticos “okupas”.
El Ébola ha
sido de los últimos virus que ha ocupado a los medios de comunicación,
despertado a los científicos y alertado a la población. Tras referirse a su
mortalidad y a la historia de su aparición, JAL nos da unas ideas importantes:
por ejemplo, la de la capacidad de contagio, técnicamente el “ritmo reproductivo básico” o Rₒ.
Mientras un afectado por el Ébola sólo contagia como media a dos personas, el virus
del sarampión hace que, en una clase de 20 niños, un enfermo contagie como
media a 18. Otra la provocada por la reaparición de síntomas en los enfermos
curados. JAL se pregunta “¿puede reactivarse
el virus en el resto de los pacientes curados?”, “¿dónde se esconde el virus entre la infección primaria y la recurrencia?”.
La respuesta no tranquiliza porque no existe: “Todavía no hay respuestas firmes”. Una afirmación que se repite una
y otra vez.
El problema nos
arrastra hasta la amenaza de los virus emergentes y reemergentes. Problema que
se incrementa por las manipulaciones que llevan a cabo en muchas ocasiones los
medios de comunicación. JAL las ha padecido y nos las cuenta, aunque afirmando
que “las alarmas humanas venden”. Nos
conduce, todo, por ejemplo, a la reciente aparición del Zika en las Olimpiadas
de Brasil. ¿Aparición? El libro destaca la realidad de que los insectos transmisores
de virus puedan desplazarse en horas de un punto del mundo a otro lejano, una
servidumbre de la globalización y el libre comercio. No tengo por muy acertada
la referencia al cambio climático. El autor no solamente tiene una cierta
fijación con él, sino que parece no dudar de su origen antropogénico. Pero se
echa en falta, por ejemplo, el análisis de la correlación que pudo existir
entre las pandemias históricas y la evolución del clima; por ejemplo, la relación
entre la peste negra y la pequeña glaciación medieval, ambas sobrevolando el siglo
XIV.
El tema de los
priones es sumamente complejo y complicado. Imposible entrar en él. JAL nos
indica que un prión, es una proteína en la que “básicamente, una estructura en hélice de su cadena peptídica ha pasado
a otra estructura laminar y se ha vuelto muy resistente al calor, a proteasas”.
El científico tiene compasión del lector y añade “Vamos, que se ha convertido en un mal bicho, duro de pelar de verdad”.
Y, tras aceptar que se le considere virus por el Comité Internacional de Taxonomía
Vírica, nos sitúa frente a una de sus manifestaciones recientes: las vacas
locas.
La segunda
parte del libro tiene un objetivo claro: los “Antivirus”. El lugar de honor lo ocupan
las vacunas, distinguiendo entre las que se elaboran con virus atenuados, con
virus inactivados y las llamadas vacunas recombinantes, que únicamente atacan
algunas de las actividades del virus. Se repasan los avances logrados en la
lucha contra la gripe, los papilomas, el sarampión, la hepatitis C, el Ébola…
Es un capítulo quizá pesado en la que destacan dos ideas: los virus también
evolucionan (recuérdese la gripe otoñal, cada año distinta) y la necesidad de
no provocar daños el huésped (a diferencia de las bacterias, los virus no
disponen de metabolismo y deben aprovecharse del de las células del huésped).
Sobre todo, se insiste en la necesidad de erradicar las corrientes que mantienen
el “no” a las vacunas y que, siendo moda, constituyen una real amenaza.
La última parte
del libro tiene un título curioso: “No
virus”. Se va a referir, claro, a las bacterias. Con la vida hemos topado,
aunque sea al nivel de lo procariota, al que contemplamos displicentemente
desde nuestro orgullo de eucariotas. Si de los virus no se podía decir mucho
porque se sabía poco, es imposible referirse en extenso a las bacterias, porque
de ellas se sabe demasiado, aunque no todo.
Hay una idea persistente
en el libro: la utilización descontroladna y excesiva de antibióticos que está
creando nuevas cepas de bacterias resistentes contra las que resultan
ineficaces los antibióticos conocidos y más aún los habituales. La advertencia
se hace al principio al insistir en que los antibióticos no son activos frente
a los virus, y sí únicamente frente a las bacterias. Pero luego se extiende concretamente
a la crítica misma del consumo exagerado de antibióticos. Tiene toda la razón,
pero no se alude a la tosquedad de la acción pública frente a esa situación: es
cierto que los médicos son los que autorizan su consumo, pero tienen que
hacerlo por cajas o frascos enteros, no atendiendo a las necesidades reales del
tratamiento. Pero, metidos a hablar de
las bacterias, se abordan muchos temas: los probióticos, el trasplante de
heces, el anisakis, la leishmaniasis o las enfermedades autoinmunes.
Hay que
destacar que el libro recoge y trata concienzudamente los temas científicos que
aborda, con amplias referencias a estudios, comunicaciones, polémicas e instituciones.
Es decir, más allá del profano diletante como es uno, constituye un elemento de
información importante. Aunque, como sucede en estos casos es que es una
información al día, que puede tener mucho de pasajera y que precisa una
continuidad en la búsqueda de información.
Resumiendo: el
libro es una divulgación que nos advierte del peligro que supone la existencia
de los virus. Ni todos son malos ni todos nos son absolutamente ajenos, pero la
amenaza está ahí. Y esa idea parece ser la finalidad última del libro. Nos puede
decir en él: “No pretendo educarle… Sólo
busco entretenerle un rato… ¡Que lo
disfrute!”. La idea es otra: empujarnos a prevenir lo que puede derivar de
una cercanía indeseada a los virus. O de unas bacterias evolucionadas y
resistentes.
“Virus. Ni vivos ni muertos”(254 págs.)
es un libro escrito por José Antonio López (JAL) el 2018 y publicado por
Guadalmazán en junio del mismo año.
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