Uno se queda
sorprendido de que el libro que está leyendo haya tenido ocho ediciones en
España. Se ha dicho que es un libro “provocador” y uno se pregunta qué separa
la provocación de la vaciedad, aunque reconozca que existen vaciedades
provocadoras y provocaciones vacías. Unos se queda pensando en cuál de esos dos
campos puede encajarse este libro. Pero, parafraseando a Marco Antonio, debemos
aclarar que Kevin Dutton es “un hombre honrado”. Marco Antonio había dicho
otras cosas graves contra Bruto: lo que podríamos hacer diciendo que Dutton es
prolífico autor de obras populares. O de libros de éxito popular, lo que es
menos creíble.
¿Cómo podríamos
definir este libro? Es una pregunta tonta pero que hay que plantearse a la
vista de lo inconcreto de su título. Reconozcamos que en el título original
aparece la palabra “widsom”, ineluctablemente ligada a la de “sabiduría”,
concepto mucho más elevado (por lo menos desde los griegos) que el manejado en
el libro. Ya el subtítulo es más significativo (no he podido encontrar si el
mismo que en su caso apareció en la acción inglesa). Habla de lo que los
psicópatas nos enseñan, no de lo que podemos aprender de ellos observándolos; y
se refiere concretamente a los asesinos en serie, algo en absoluta
contradicción con las tesis (¿?) mantenidas en el libro.
Curiosamente,
Dutton somete a su padre a una curiosa y vergonzante calificación. Es cierto
que luego, más o menos dirá que un cuatro de la humanidad son psicópatas que no
han cuajado todavía en criminales en serie. La realidad es que finalmente
explica que su padre era un buen vendedor y respondía a los requerimientos de
la sociedad. O sea, trabajaba con el sudor de su frente. ¿Y eso le da a su hijo
el derecho a calificarle de psicópata?
A todo esto:
¿qué considera Dutton que es un psicópata? La realidad es que se dedica todo el
libro a realizar una aproximación a ese concepto que se nos aparece como
cambiante y difuso. Es algo que nunca se define y que únicamente se reconoce
como apreciaciones de ciertas personalidades, no escasas, por cierto. En
realidad, uno iniciaba la lectura del libro entendiendo que psicópata era una mezcla
de dos términos: la alusión a la conformidad mental del individuo lo hacía con
la raíz “psique” (del griego ψυχή, psyché, alma humana) y, la referencia
a una situación anormal de origen patológico con la palabra “pathos” (πάθος). O
sea, una manifestación patológica la mente. Pero lo que ahora se nos ofrece es
un concepto difuso de un tipo de personalidad que en ocasiones se condena y en
otras, se alaba.
El psicópata no
se manifiesta como tal habitualmente —es incluso atractivo en sus relaciones
interpersonales— pero tiene una confusa mezcla de ausencia de miedo, carencia de
empatía, frialdad o falta de sentimientos, osadía ante el riesgo, elusión de
responsabilidades... ¿Es una forma de personalidad? Dutton se embarca en el
terreno de los temperamentos. De la vieja clasificación hipocrática de
sanguíneo, flemático, bilioso y melancólico salta al esquema de Eysenk con las
dimensiones introversión/extroversión y neurosis/estabilidad. Otro camino fue
el seguido por Allport tomando como base los vocablos que hacen referencia al
temperamento y que definitivamente perfeccionó Cattell que terminó fijando 16 factores
primarios que servirían de soporte a su análisis factorial de la personalidad y
que uno considera el modelo más correcto, pese a los intentos que luego han existido
hasta reducirlo a cinco factores (extraversión, amabilidad, formalidad,
estabilidad emocional y cultura), los llamados factores NEO. Precisamente en
estos, Dutton intenta encajar sus ideas sobre la psicopatía. Como siempre, de
forma desordenada y parcial.
Dado que
cada persona tiene algún grado de esos factores (cuya suma determina su
personalidad), Dutton concluye que en mayor o menor medida tiene algo de psicópata.
Lo que le sirve para extender el campo de psicopatología a todo el campo
social. Olvidemos al asesino en serie del que nos habla la portada del libro;
olvidemos también al simple asesino y, bajando la escala criminal, a ladrones,
estafadores, chantajistas, maltratadores… El libro incluye una relación de las
profesiones en donde suelen aparecer más frecuentemente individuos con alto
grado de psicopatía. El mundo de la banca y el de la empresa son sus víctimas
preferidas. Un mundo dirigido por personas despiadadas en las que encuentra los
rasgos más característicos del psicópata: la ausencia de temor con aceptación
del riesgo y la completa falta de piedad hacia los demás. Para Dutton, el éxito
va ligado a esas características.
De esa
forma las personas se clasifican en dos grupos: la de baja psicopatía y las de
alta psicopatía. Una de las manías del libro es la utilización habitual de
siglas; en este caso la de IPP (acrónimo inglés de “Inventario de
Personalidades Psicopáticas”).
A mi modesto
juicio, es cierto que el término “wisdom” en inglés equivale a sabiduría, es
decir, al mayor nivel de conocimiento, teñido de prudencia experiencia. Pero,
tanto en inglés colmo español no deja de ser un término esquivo, más
descriptivo que otra cosa. Hablar de sabiduría en un psicópata parece excesivo.
Uno tiene, por una parte, la sensación de que se trata simplemente de
habilidades; por otra, que responde a motivos irracionales. No en balde el
autor se refiere al escorpión cuya naturaleza le exige matar aunque muera.
Dutton parece
aceptar eso al aludir a los descubrimientos de los “científicos neurocognitivos”
según los cuales el psicópata nace, no se hace. Porque el libro no parece sino
una colección de opiniones recogidas en sucesivas entrevistas realizadas con
esos “científicos”, cuyo nombre va inevitablemente asociado al de una
universidad norteamericana o inglesa. Con ello deja visible la notable
endogamia reinante en dichos centros, superior incluso a los niveles europeos.
Aprovecho esta
indicación crítica para referirme igualmente al mediocre estilo de escritura
del libro. Y, especialmente, a la mezcla de capítulos de pretendido aire
científico con otros en los que se trata de ofrecer una versión “novelada” de
sus encuentros, donde, como es habitual en muchos de los escritores de psicología
norteamericanos se trata de dotar de realismo a escenas inocuas aludiendo al
tiempo que hace, lo que come no al traje y a corbata que llevan, él y sus
interlocutores, en las citadas ocasiones.
Más allá de
eso, Dutton enfatiza en sus “agradecimientos” que es relativamente fácil escribir
un libro que haga reír a la gente, mientras que “no es fácil, en absoluto”
escribir un libro que haga pensar”. Y en esa categoría incluye este libro.
Me permito disentir de esa afirmación: ni es fácil escribir un libro de humor,
ni este libro es algo que haga pensar. Más allá de cómo pudo uno comprar este
libro.
¿Qué ha pretendido
Dutton al escribir este libro? Dejemos a un lado la hipótesis más visible:
ganar dinero con su edición, mientras piensa sobre qué escribir el siguiente.
Junto esa motivación próxima, puede haber otra lejana: hacer pensar a la gente.
¿Pensar sobre qué? Si somos decididos concluiremos que la tesis que mantiene es
que debemos aprovechar las “virtudes” positivas de los psicópatas, es decir, su
concentración en la acción, su osadía, su frialdad, su forma de acometer los
riegos… O sea, algo así como aprovechar como positivo lo que en los psicópatas
en negativo.
Eso es lo que parece
resumir en los siguientes párrafos: “Etiqueto ese conjunto de habilidades
como los “Siete preciados capitales”, siete principios fundamentales de la psicopatía
que, repartidos con buen criterio y aplicados con el debido cuidado y atención,
puede ayudarnos a conseguir exactamente lo que queremos; pueden ayudarnos a “responder”
más que a “reaccionar”, a los desafíos de la vida moderna; pueden transformar
nuestra actitud de víctima en la vencedor, pero sin convertirnos en villanos”.
Y, a continuación, Dutton nos indica cuales son estos “siete preciados
capitales”: “1. Impasibilidad; 2. Encanto; 3. Concentración; 4. Fortaleza
mental; 5) Intrepidez ; 6) Atención plena; y 7) Acción”. O sea: de usted
depende que en cada caso maneje los diales de cada tendencia en el sentido
correcto. Un ejemplo ridículo de lo que ahora se llama autoayuda: depende de usted ser un vencedor y no una
víctima. Lo de ser bajito o calveante no es culpa suya (aunque por módico
precio le ofrezcan soluciones); lo de ser víctima sí es culpa suya: maneje los
diales adecuadamente le dice el “profesor Dutton” (así aparece calificado en sus
novelescas entrevistas).
Hay una
tendencia perversa en el libro al asociar éxito a psicopatía. En el campo religioso
le hace a San Pablo ejemplo de psicópata. Al pasar el campo militar, propicio
al heroísmo, asocia la labor de los comandos que pudiéramos llamar extremos a las
cualidades los psicópatas.
Un libro al que
yo soy incapaz de reconocer alguna virtud, ni como de divulgación científica (¿tiene
conocimientos el autor para ello?), ni como folleto de autoayuda (¿puede pedirse
al tímido que, imitando al psicópata, sea de pronto encantador y atractivo?). A
uno le parece un amasijo heterogéneo de ideas y opiniones recogidas de forma
harto variopinto. Las contradicciones son frecuentes y, sobre todo no se entiende
muy bien esa labor de imitación de la psicopatía como medio de triunfar
económica y socialmente. Una recomendación que no se comprende bien, y que, por
otra parte, pugna con la permanencia fundamental de los factores que definen la
personalidad de cada persona. Otra cosa es no contradecirlos ni reprimirlos en
quienes ya son potenciales psicópatas. No hay nada que enseñarles, ni nada que
debamos aprender de ellos.
“La sabiduría de los psicópatas.
Todo lo que los asesinos en serie pueden enseñarnos sobre la vida” (298 págs.)
es un libro escrito por Kevin Dutton el 2012 y que publicado en 2013 por Ariel
en España. La edición leída y comentada es la octava realizadas por dicha
editora en 2018.