Si en otras ocasiones
resulta conveniente aludir a la personalidad del autor del libro comentado, esa
labor es mucho más necesaria en el caso de Mario Escobar Golderos, español calificado
como historiador, aunque quizá se base esa calificación únicamente en el hecho
de haber cursado los correspondientes estudios en esa disciplina. Esta labor es
necesaria porque su obra tiene dos características: iniciada en 2006 muestra
una extraordinaria capacidad de publicación, que puede llegar a los cinco o
seis libros anuales; claro que su obra alude a temas históricas, pero ligeramente
novelados y con cierto toque de intrigas y misterios. Fundamentalmente se
centra en los crímenes nazis y en novelas de misterio por las buenas. La
segunda característica es que, básicamente, esa obra se lanza en formato
digital a través de HarperCollins y Kindle y a precios que pueden calificarse
de ridículos. Añadamos que, en el mismo libro, se hace referencia a su viaje de
once días a los Estados Unidos para la promoción de un libro anterior sobre el
papa, viaje que, además, transmite la sensación de no estar organizado por él. Además,
Mario Escobar colabora en numerosas publicaciones, es director de la ONG “Misión
contra la lepra” y se encarga de una Iglesia Evangélica en Madrid. Datos todos
ellos proporcionados por la WEB de “Lecturalia”. La de “actualidadevangélica”
le califica de “ministro de las Asambleas de Dios”.
Obviamente no
tengo nada contra los evangélicos. Hasta me caen bien. Hace bastantes años
recorrí —como
turista, claro— Guatemala. Pude ver y conocer el culto a la naturaleza y
a los muertos que se tributaba al pie de un árbol; la forma en que, en
Chichicastenago se llevaban a la iglesia comidas o tabaco a los muertos; pasé
respetuosamente ante Maximón, mezcla de todo, personas e ideas, en la cola de
los adoradores; vi en la carretera los centros de los evangélicos y la ausencia
de los católicos. Los primeros ganaban por goleada a los segundos. Pero ¿qué
diferencia existe entre ambos? No en esos hechos sino en sus ideas. Toscamente
uno podría decir que, mientras los católicos basan la salvación en nuestros
actos, los evangélicos, como buenos protestantes, fían toda la salvación en la
muerte de Jesucristo por nosotros.
Y de pronto
aparece un libro que aplaude a Bergoglio a los cinco meses de ser elegido en
2013 papa de la Iglesia Católica, tomando el nombre de Francisco. Unos meses
más y se publicará éste, dividido en 3 partes: la primera alude al nuevo
lenguaje y la forma del comunicar del nuevo papa; la segunda se refiere a las
reformas internas; la tercera, a la influencia del nuevo papado en el mundo.
La introducción
al libro es altamente curiosa: el autor, Mario Escobar, se “licúa” ante la
visión de un papa que sube a un avión llevando una cartera que, teóricamente,
contenía cuanto tenía que llevar consigo. O sea, el neceser y la muda, y quizá
algo más; el breviario, por ejemplo. Escobar lo identifica como un sublime acto
de humildad. Y como actos de humildad seguirá citando la renuncia a la roqueta
roja, a los zapatos carmesí, a las estancias papales, a la cruz y el anillo de
oro... No había sucedido, y por eso no lo cita, el recurso al mingitorio
público que un día utilizó deteniendo la caravana pontificia. Todo sirve para
esa humildad que Escobar advierte, aunque sin contar por ejemplo con el mayor
costo de vivir en Santa Marta. Pero con eso no se critica a Bergoglio, sino a
Escobar; otra cosa sería si tratáramos de distinguir la humildad de la
soberbia.
Pero Escobar
insiste en sus errores y comienza a hablar de “gestos” de Bergoglio. Gestos de
humildad, por descontado. Si recurrimos al DRAE, debemos dejar a un lado las primeras
definiciones referidas a movimientos del rostro. La acepción cuarta es más
directa: “acto o hecho que implica un significado o una intencionalidad”.
En otras palabras: está acusando a Bergoglio de llevar a cabo esos gestos con
una especial intencionalidad. Gestos siempre fotografiados. Y, sin querer
probablemente, Escobar se limita a ilustrar con “gestos” las cualidades que
aprecia en un papa que pide que se le trate de tú. Cita como prueba de cercanía
las llamadas que realiza a fieles, cuando al mismo tiempo señala que recibe una
media de 2.000 cartas diarias.
Bergoglio llegó
como él mismo indicaba, “desde lejos”. Si se examina su biografía, ya larga, se
comprueba que su trayectoria ha sido excesivamente doméstica. No ha viajado
apenas (unos meses en Alemania para ampliar estudios y donde trató de aprender
alemán), ni ha sido nuncio en ningún país, ni sudamericano. De hacer caso a
Wikipedia, Bergoglio sólo habla español
e italiano y “cuenta con conocimientos intermedios de francés y alemán”.
Carece de un latín fluido que le impide tener una conversación en esa lengua.
Por fin, “tiene conocimientos básicos del idioma inglés” ¡Pero Jorge: a
estas alturas importa hablar inglés! Resultado: improvisaciones en español en
los aviones, contradicciones…
Al referirse a
las relaciones internas, se recorren los papeles esperados de los sacerdotes o
sus superiores. Uno de los principales problemas con que se enfrenta Bergoglio
es el mantenimiento del celibato en los términos actuales. Su atenuación favorecería
las vocaciones y, en sentido contrario, supondría el mayor coste de mantenimiento
de 400.000 familias. Una pequeña historia de la doctrina sobre este punto no
hace olvidar al lector que existen varios problemas superpuestos: el celibato,
el papel de la mujer, y, por último y aunque se suela silenciar, la mujer sacerdote.
Decir como ha dicho Bergoglio que “la Iglesia es femenina” o que “la
Iglesia tiene un rol femenino como madre y esposa” no conduce a nada. Pero
el libro juega con la idea del aperturismo existente hacia la participación
creciente de la mujer en la Iglesia y su apoyo por Francisco. Según él, el
nuevo sacerdote (porque éste debe cambiar) debe acompañar y acoger a las personas,
no juzgarlas, debe estar cerca de los jóvenes, cultivar la cultura del dialogo
y tener el valor de ir contracorriente.
Junto a las
relaciones interiores, Escobar se refiere a las relaciones con otras religiones.
Distingue entre el ecumenismo y el diálogo interreligioso. El primero,
simplemente, busca la unión de los cristianos. En el libro se lamenta de los pocos
avances del ecumenismo y señala a los jesuitas como la orden que más lucha por
ella; no es extraño que Bergoglio la favorezca, en especial en la unión con
ortodoxos, luteranos y anglicanos. Se ha atribuido su oposición al miedo que causa
el crecimiento de los evangelistas. Lo que sucede incluso en Argentina, donde,
como era de esperar, encuentra detractores y apoyos.
El libro se
explica: “Lo que a muchos les puede estar sucediendo en cuanto a Francisco
es que confunden su afán reformista dentro de la Iglesia Católica con un deseo
de cambio doctrinal. El papa es conservador en la doctrina, aunque revolucionario
en las formas”. Se han logrado avances, pero quedan “los grandes escollos”:
la aceptación del sacerdocio femenino, el celibato, la aceptación de la
homosexualidad… A mi modo de ver, Bergoglio ha sustituido a Cristo por los pobres
y ha basado la noción de pobreza al terreno puramente económico, cuando hay mil
clases de pobreza y, tras venirse abajo en el 68 y el 92 la simple idea de contraposición
de clases pobres y ricas en lucha, ha asumido las nuevas corrientes sustitutorias:
feminismo más o menos radical, medio ambiente, globalismo, inmigración ilegal… :
buenismo en estado puro. El último recurso es la sinodalidad, una auténtica
renuncia sin abdicación. Diálogo, sobre todo. Y gestos.
Sin solucionar
nada se pasa en al campo del diálogo interreligioso. Uno se asombra que, tras
echar unos lloros intrascendentes, Escobar afirma “Las religiones tienen que
comunicarse”. Habla concretamente de musulmanes, judíos y cristianos. Pero ¿es
posible mezclar aceite y agua? Uno ve como en los países cristianos existen
respetadas las mezquitas mientras en los países musulmanes los cristianos son
asesinados por decenas de miles. Conclusión de Escobar: “dentro de este
difícil equilibrio, el nuevo papa parece ser un hombre abierto al diálogo entre
las religiones”. En ocasiones, ciertamente, es difícil distinguir entre
abrirse al diálogo y, en términos muy vulgares, abrirse de piernas.
Algo, imposible
de olvidar, es que el libro está escrito cuando unicamente han transcurrido un
año desde la elección de Bergoglio. Escobar habla realmente de esperanzas y si
miramos el tiempo ya transcurrido, solamente vemos desesperanzas cumplidas.
Cuando se espera el abrazo de China, se ve como el Vaticano dobla la rodilla
ante ella. Cuando se espera el diálogo con los países árabes encontramos la
persistencia de los martirios. Luteranos y anglicanos, como los ortodoxos,
exhiben exigencias. Los cristianos tradicionales desertan. La corrupción
persiste. La Iglesia parece ser una ONG más, que sustituye el “prójimo” con un
ser desconocido y lejano.
¿Qué sentido
tiene el que un evangelista defienda ardorosamente a Bergoglio? Ninguno. No
defiende tanto su persona y sus actos, como la utilidad que supone esa revolución
que da título al mismo libro y que reconoce, no obstante, que es vista con
recelo por el evangelismo. Terminando el libro afirma: “el nuevo papa está
comenzando una revolución pacífica dentro de la Iglesia católica” Y añade:
“Como todas las revoluciones, los cambios radicales siempre corren el riesgo
de destruir estructuras y formas, sin conseguir que se consoliden otras nuevas”,
lo que hace necesario el apoyo de los fieles. “Las revoluciones desde arriba
nunca han funcionado”, añade el libro. Y la Iglesia, nos dice, no es una estructura
o una jerarquía, sino el conjunto de fieles que confiesan a Cristo. Ni la
Iglesia requiere una revolución ni hay que olvidar que para hacer una
revolución hay que tener tiempo, es decir, no ser anciano (lo digo cuando mi
edad no se separa ni en un año de la Bergoglio). Y tener las ideas claras, por
cierto.
La letra de una
vieja canción de una película de Walt Disney decía: “Siembra dulzura,
siembra bondad… Siembra la dicha y florecerá”. Pues ese parece ser el
futuro. ¿Hay que conformarse con ello? Hablemos ahora de “ternura”. ¿Ya no
existe el valle de lágrimas? ¿Qué hacemos con lo que nos enseñaron?
“La revolución pacífica. Los cambios que el
papa Francisco ha comenzado en la Iglesia Católica” es un libro del que es
autor Mario Escobar que lo registró en 2014 y fue publicado en Nashville por el
Grupo Nelson.