jueves, 25 de julio de 2019

Mario Escobar : ”La revolución pacífica. Los cambios que el papa Francisco ha comenzado en la Iglesia Católica”.


Si en otras ocasiones resulta conveniente aludir a la personalidad del autor del libro comentado, esa labor es mucho más necesaria en el caso de Mario Escobar Golderos, español calificado como historiador, aunque quizá se base esa calificación únicamente en el hecho de haber cursado los correspondientes estudios en esa disciplina. Esta labor es necesaria porque su obra tiene dos características: iniciada en 2006 muestra una extraordinaria capacidad de publicación, que puede llegar a los cinco o seis libros anuales; claro que su obra alude a temas históricas, pero ligeramente novelados y con cierto toque de intrigas y misterios. Fundamentalmente se centra en los crímenes nazis y en novelas de misterio por las buenas. La segunda característica es que, básicamente, esa obra se lanza en formato digital a través de HarperCollins y Kindle y a precios que pueden calificarse de ridículos. Añadamos que, en el mismo libro, se hace referencia a su viaje de once días a los Estados Unidos para la promoción de un libro anterior sobre el papa, viaje que, además, transmite la sensación de no estar organizado por él. Además, Mario Escobar colabora en numerosas publicaciones, es director de la ONG “Misión contra la lepra” y se encarga de una Iglesia Evangélica en Madrid. Datos todos ellos proporcionados por la WEB de “Lecturalia”. La de “actualidadevangélica” le califica de “ministro de las Asambleas de Dios”.
Obviamente no tengo nada contra los evangélicos. Hasta me caen bien. Hace bastantes años recorrí como turista, claro Guatemala. Pude ver y conocer el culto a la naturaleza y a los muertos que se tributaba al pie de un árbol; la forma en que, en Chichicastenago se llevaban a la iglesia comidas o tabaco a los muertos; pasé respetuosamente ante Maximón, mezcla de todo, personas e ideas, en la cola de los adoradores; vi en la carretera los centros de los evangélicos y la ausencia de los católicos. Los primeros ganaban por goleada a los segundos. Pero ¿qué diferencia existe entre ambos? No en esos hechos sino en sus ideas. Toscamente uno podría decir que, mientras los católicos basan la salvación en nuestros actos, los evangélicos, como buenos protestantes, fían toda la salvación en la muerte de Jesucristo por nosotros.
Y de pronto aparece un libro que aplaude a Bergoglio a los cinco meses de ser elegido en 2013 papa de la Iglesia Católica, tomando el nombre de Francisco. Unos meses más y se publicará éste, dividido en 3 partes: la primera alude al nuevo lenguaje y la forma del comunicar del nuevo papa; la segunda se refiere a las reformas internas; la tercera, a la influencia del nuevo papado en el mundo.
La introducción al libro es altamente curiosa: el autor, Mario Escobar, se “licúa” ante la visión de un papa que sube a un avión llevando una cartera que, teóricamente, contenía cuanto tenía que llevar consigo. O sea, el neceser y la muda, y quizá algo más; el breviario, por ejemplo. Escobar lo identifica como un sublime acto de humildad. Y como actos de humildad seguirá citando la renuncia a la roqueta roja, a los zapatos carmesí, a las estancias papales, a la cruz y el anillo de oro... No había sucedido, y por eso no lo cita, el recurso al mingitorio público que un día utilizó deteniendo la caravana pontificia. Todo sirve para esa humildad que Escobar advierte, aunque sin contar por ejemplo con el mayor costo de vivir en Santa Marta. Pero con eso no se critica a Bergoglio, sino a Escobar; otra cosa sería si tratáramos de distinguir la humildad de la soberbia.
Pero Escobar insiste en sus errores y comienza a hablar de “gestos” de Bergoglio. Gestos de humildad, por descontado. Si recurrimos al DRAE, debemos dejar a un lado las primeras definiciones referidas a movimientos del rostro. La acepción cuarta es más directa: “acto o hecho que implica un significado o una intencionalidad”. En otras palabras: está acusando a Bergoglio de llevar a cabo esos gestos con una especial intencionalidad. Gestos siempre fotografiados. Y, sin querer probablemente, Escobar se limita a ilustrar con “gestos” las cualidades que aprecia en un papa que pide que se le trate de tú. Cita como prueba de cercanía las llamadas que realiza a fieles, cuando al mismo tiempo señala que recibe una media de 2.000 cartas diarias.
Bergoglio llegó como él mismo indicaba, “desde lejos”. Si se examina su biografía, ya larga, se comprueba que su trayectoria ha sido excesivamente doméstica. No ha viajado apenas (unos meses en Alemania para ampliar estudios y donde trató de aprender alemán), ni ha sido nuncio en ningún país, ni sudamericano. De hacer caso a Wikipedia,  Bergoglio sólo habla español e italiano y “cuenta con conocimientos intermedios de francés y alemán”. Carece de un latín fluido que le impide tener una conversación en esa lengua. Por fin, “tiene conocimientos básicos del idioma inglés” ¡Pero Jorge: a estas alturas importa hablar inglés! Resultado: improvisaciones en español en los aviones, contradicciones…
Al referirse a las relaciones internas, se recorren los papeles esperados de los sacerdotes o sus superiores. Uno de los principales problemas con que se enfrenta Bergoglio es el mantenimiento del celibato en los términos actuales. Su atenuación favorecería las vocaciones y, en sentido contrario, supondría el mayor coste de mantenimiento de 400.000 familias. Una pequeña historia de la doctrina sobre este punto no hace olvidar al lector que existen varios problemas superpuestos: el celibato, el papel de la mujer, y, por último y aunque se suela silenciar, la mujer sacerdote. Decir como ha dicho Bergoglio que “la Iglesia es femenina” o que “la Iglesia tiene un rol femenino como madre y esposa” no conduce a nada. Pero el libro juega con la idea del aperturismo existente hacia la participación creciente de la mujer en la Iglesia y su apoyo por Francisco. Según él, el nuevo sacerdote (porque éste debe cambiar) debe acompañar y acoger a las personas, no juzgarlas, debe estar cerca de los jóvenes, cultivar la cultura del dialogo y tener el valor de ir contracorriente.
Junto a las relaciones interiores, Escobar se refiere a las relaciones con otras religiones. Distingue entre el ecumenismo y el diálogo interreligioso. El primero, simplemente, busca la unión de los cristianos. En el libro se lamenta de los pocos avances del ecumenismo y señala a los jesuitas como la orden que más lucha por ella; no es extraño que Bergoglio la favorezca, en especial en la unión con ortodoxos, luteranos y anglicanos. Se ha atribuido su oposición al miedo que causa el crecimiento de los evangelistas. Lo que sucede incluso en Argentina, donde, como era de esperar, encuentra detractores y apoyos.
El libro se explica: “Lo que a muchos les puede estar sucediendo en cuanto a Francisco es que confunden su afán reformista dentro de la Iglesia Católica con un deseo de cambio doctrinal. El papa es conservador en la doctrina, aunque revolucionario en las formas”. Se han logrado avances, pero quedan “los grandes escollos”: la aceptación del sacerdocio femenino, el celibato, la aceptación de la homosexualidad… A mi modo de ver, Bergoglio ha sustituido a Cristo por los pobres y ha basado la noción de pobreza al terreno puramente económico, cuando hay mil clases de pobreza y, tras venirse abajo en el 68 y el 92 la simple idea de contraposición de clases pobres y ricas en lucha, ha asumido las nuevas corrientes sustitutorias: feminismo más o menos radical, medio ambiente, globalismo, inmigración ilegal… : buenismo en estado puro. El último recurso es la sinodalidad, una auténtica renuncia sin abdicación. Diálogo, sobre todo. Y gestos.
Sin solucionar nada se pasa en al campo del diálogo interreligioso. Uno se asombra que, tras echar unos lloros intrascendentes, Escobar afirma “Las religiones tienen que comunicarse”. Habla concretamente de musulmanes, judíos y cristianos. Pero ¿es posible mezclar aceite y agua? Uno ve como en los países cristianos existen respetadas las mezquitas mientras en los países musulmanes los cristianos son asesinados por decenas de miles. Conclusión de Escobar: “dentro de este difícil equilibrio, el nuevo papa parece ser un hombre abierto al diálogo entre las religiones”. En ocasiones, ciertamente, es difícil distinguir entre abrirse al diálogo y, en términos muy vulgares, abrirse de piernas.
Algo, imposible de olvidar, es que el libro está escrito cuando unicamente han transcurrido un año desde la elección de Bergoglio. Escobar habla realmente de esperanzas y si miramos el tiempo ya transcurrido, solamente vemos desesperanzas cumplidas. Cuando se espera el abrazo de China, se ve como el Vaticano dobla la rodilla ante ella. Cuando se espera el diálogo con los países árabes encontramos la persistencia de los martirios. Luteranos y anglicanos, como los ortodoxos, exhiben exigencias. Los cristianos tradicionales desertan. La corrupción persiste. La Iglesia parece ser una ONG más, que sustituye el “prójimo” con un ser desconocido y lejano.
¿Qué sentido tiene el que un evangelista defienda ardorosamente a Bergoglio? Ninguno. No defiende tanto su persona y sus actos, como la utilidad que supone esa revolución que da título al mismo libro y que reconoce, no obstante, que es vista con recelo por el evangelismo. Terminando el libro afirma: “el nuevo papa está comenzando una revolución pacífica dentro de la Iglesia católica” Y añade: “Como todas las revoluciones, los cambios radicales siempre corren el riesgo de destruir estructuras y formas, sin conseguir que se consoliden otras nuevas”, lo que hace necesario el apoyo de los fieles. “Las revoluciones desde arriba nunca han funcionado”, añade el libro. Y la Iglesia, nos dice, no es una estructura o una jerarquía, sino el conjunto de fieles que confiesan a Cristo. Ni la Iglesia requiere una revolución ni hay que olvidar que para hacer una revolución hay que tener tiempo, es decir, no ser anciano (lo digo cuando mi edad no se separa ni en un año de la Bergoglio). Y tener las ideas claras, por cierto.
La letra de una vieja canción de una película de Walt Disney decía: “Siembra dulzura, siembra bondad… Siembra la dicha y florecerá”. Pues ese parece ser el futuro. ¿Hay que conformarse con ello? Hablemos ahora de “ternura”. ¿Ya no existe el valle de lágrimas? ¿Qué hacemos con lo que nos enseñaron?
 “La revolución pacífica. Los cambios que el papa Francisco ha comenzado en la Iglesia Católica” es un libro del que es autor Mario Escobar que lo registró en 2014 y fue publicado en Nashville por el Grupo Nelson.