Ricardo Beleta
Guasch es un escritor catalán nacido en 1944. Ha escrito varios libros. Unos
diez, en los que defiende al individuo frente a los intentos de convertirlo en
rebaño, en los que aborda temas relacionados con la confrontación de religiones
o el feminismo radical. En todos ofrece una preocupación por el futuro desde una
visión conservadora.
Un acierto inicial
del libro, del que su autor anticipa que “no
es un libro histórico, sino político“, es articularlo en tres partes: la
irrupción de la clase media, su consolidación y su fin. Normalmente se hubiera
hablado de su nacimiento, su existencia y su fin. Pero la terminología adoptada
sugiere otra realidad.
Cuando se refiere
el libro a la irrupción de la clase media en la historia, lo hace aludiendo
casi exclusivamente a su aparición en Francia. Cuando Luis XIV accede al trono,
el 85 por 100 de la población era campesina, solo 10 ciudades superaban los
10.000 habitantes y los “privilegiados” pensaban que su situación era eterna.
Beleta describe cómo se va generando una clase media compuesta de mayoristas,
empresarios y artesanos, profesionales liberales y funcionarios. Como nos dice
el libro: “en Francia, a finales del
siglo XVIII ya no había una clase alta y una baja; una nueva se había colado
entre ellas: la clase media”. Que llegaba con su ideología y sus pretensiones.
En su mayoría eran ya hijos de la Ilustración. Sus creadores habían muerto ya,
pero dejaban un rastro. Ya tenemos el conflicto creado: un campesinado que
aspiraba al desmantelamiento de las grandes propiedades, una clase media alumbrada
por la Ilustración y una clase privilegiada que deseaba “¡Que no cambiase nada!”
A partir de
aquí, Beleta nos relatará toda la escalada que supone la revolución francesa.
Nos describirá como, poco a poco, fue derrumbándose el tinglado existente. Al
final dice: ”Se había acabado la revolución
“reformista” de los hombres ilustrados, la de clase media sensata, la de los
nobles sinceramente leales y la de los eclesiásticos más humanos y se entró en
algo no previsto…” Curiosamente, Beleta nos señala que lo que provocó un
recrudecimiento del espíritu revolucionario fue la política exterior.
Especialmente la amenaza del alemán duque de Brunswick. El libro sigue contando
espaciosamente la evolución de la Revolución. Llega el momento en que “eliminados de la Convención los elementos
que defendían la libertad quedaron los que defendían la Igualdad”. Con
ello, el poder pasó de hecho de la Convención al Comité de Salud Pública que
descaradamente abusó de él.
La consolidación
de la clase media se logra en el siglo XIX. El libro centra realmente toda la
evolución de su nacimiento en la historia de Francia, aunque destacando en todo
momento su repercusión en otros países. La cosa no tiene mayor importancia
porque la descripción que lleva a cabo de la tormentosa historia francesa del
siglo XIX (lo fue en realidad en casi todos los países) es ordenada e
ilustrativa de los efectos que tuvo la aparición de la nueva clase social. No
solamente nos habla de la Restauración de Luis XVIII, de Carlos X, de Luis
Felipe, de Napoleón III, de sus políticos y de los de la oposición, de las revoluciones
de 1830 y 1848 y de la Comuna, sino que muestra las tensiones sociales, el “só
y arre” que padeció Francia, en cuyo ambiente surgieron los engendros del
nacionalismo y el izquierdismo, con sus vertientes marxistas y anarquistas. La
clase media, pagana de todos los acontecimientos, fue sin embargo
consolidándose con el progreso del capitalismo. “Pero tras la Comuna o con ella, Francia y el mundo entra en una nueva
fase histórica de masas… Es decir, manipulación, mentira y desprecio a la auténtica
democracia”.
En los finales
del siglo XIX se produce un hecho hasta cierto punto inesperado. El modesto
nivel de vida que va alcanzado el proletariado impulsa a éste a dejar sus ímpetus
revolucionarios, Una consecuencia de ello será la “traición” al socialismo que
llevan a cabo dos políticos franceses: Alexandre Millerand y Jean Jaurés, que
pasan de revolucionarios a simples reformistas. Va a ser el alemán Eduard
Bernstein el que dogmatice este cambio: “los
obreros viven mejor, el capitalismo es más fuerte y existe ya una legislación
social, lo que conduce a una revisión y corrección del pensamiento clásico
marxista”: añádase a ello la expansión del sistema democrático que permite
hacen una pequeña revolución dentro del sistema: “la democracia se ha transformado en conquista y herramienta popular”.
El éxito de Bernstein movió a Bismark a prohibir la socialdemocracia, pero
adoptar las primeras medidas de protección social. Ello permitirá que,
alarmado, Max Weber dijera “la dictadura
de los funcionarios y no la del proletariado es la que avanza”. En el libro se resume así: “Si Bernstein fue el padre de la
“socialdemocracia”, Lasallle y Bismark fueron los padres del Estado del
Bienestar y, por tanto, de la “burocracia””.
¿Qué hicieron
los revolucionarios que no se resignaban a la aceptación del capitalismo? Pues
crear una extrema izquierda en Rusia y unas extremas derechas en Francia, Italia
y Alemania, que ligaban nacionalismo y socialismo. Como indica Beleta: “Los que odiaban a la democracia y la libertad
ya habían hecho su trabajo: en 1914 las mieses (Ias masas) ya estaban preparadas
para la siega…”. Y efectivamente, estalló la primera guerra mundial de la que
el libro nos da una breve y clarificadora referencia, sin olvidarse de destacar
que “la culpa de llevar al desastre a
muchos fue la ambición de unos pocos”. La guerra no solamente dejaba
muertos y víctimas, sino que daba paso al Estado Total lo que significó “el fin de la democracia” como había sido
entendida por la Revolución francesa.
Todo trajo la
llegada, no solamente de unas dictaduras paternalistas y moderadas, sino de los
auténticos totalitarismos. Con su mismo estilo sintético y fiel a los hechos,
Beleta se refiere al comunismo, al fascismo, al nazismo. Me llama la atención
la frase de Mussolini con que ilustra el espíritu de estos movimientos: “Todo para el Estado, nada fuera el Estado,
nada por encima del Estado”. Una idea que parece pervivir en la actualidad
en partidos que se disfrazan con la piel de oveja del keynesianismo. La idea de
la dictadura temporal para resolver una crisis se transformaba en el totalitarismo
que veía la vida como “una emergencia
continua”, no una actitud transitoria.
La guerra del
14 es rememorada rápidamente. Ahora interesa más destacar que el libro declara
culpable de la misma a “la ambición que
conlleva la riqueza”. Unos “mandamases” que se habían hecho ricos gracias a
la clase media trabajadora. Cuando finaliza la guerra, surgen las dictaduras, algunas
blandas, pero otras claramente totalitarias: el comunismo, el fascismo y el
nacionalismo. En Rusia, el desarrollo y prosperidad del tiempo del zar Nicolás
II fue desbordado por el desastre de la entrada en la guerra, seguida de la caída
de la monarquía y, poco después, del sistema democrático. Mientras en los 25
años de reinado de Nicolás II no se llegó a las 1.000 ejecuciones, el comunismo
en sus casi 80 años costó 40 millones de muertos. Por descontado, las clases
medias participaron en esa masacre como víctimas. En Italia y Alemania, por el
contrario, las clases medias “prefirieron
vivir como encargados de sus propias tiendas bajo Mussolini o Hitler que ser
“liquidados” como “burgueses” por Stalin”. Beleta añade que “Hitler y Mussolini supieron atizar esos sentimientos
(miedo al comunismo y al nacionalismo)”.
Pero lo que
llama el libro “estocada definitiva a la
clase media” es el Estatismo. ¿Cómo nació? Los países vencidos estaban
arruinados y recurrieron a endeudarse, a la inflación y a la hiperinflación.
Los que veían sus peligros optaron por aplicar unas discretas medidas como las devaluaciones
o las restricciones crediticias. En todos los casos, la clase media resultaba
ser la pagana de todo. Encima, llegó el crack del 29. Y cuando los países
trataban de persistir en las medidas de austeridad, apareció John Maynard
Keynes. “El paradigma de Keynes, “la
causa real del desempleo es el insuficiente gasto”, ha atravesado el siglo XX y
llega a nuestros días como la gran esperanza teórica para defender la figura de
un Estado interventor que sigue otra máxima “Gasta todo lo que quieras, aunque
debas todo lo que gastes”.”
En el
hundimiento de Europa tras la segunda guerra mundial acudió en su auxilio los
Estados Unidos, pero ahora “no fue la
banca privada americana la que dio crédito, como en los años 20, sino que fue
el propio Estado”. O sea, clase media americana. Pero Europa respondió: con
austeridad y trabajo recuperó en cinco años los niveles de producción
industrial anterior a la guerra. “En la
década de los sesenta, el índice medio de paro en Europa occidental se situó en
el 1,5 por 100”. Beleta no duda en aludir a las siguientes generaciones, “unos hijos de papá, ricos y super protegidos
que lo tenían todo y que no podía quejarse de nada”. Recuerda que el prefecto
de la policía de París dijo: ”Idiotas,
¡si dentro de diez años todos seréis “notarios”.” Porque, efectivamente, en
las revoluciones que no triunfan, los revolucionarios terminan siendo
“notarios”.
El París de 1968
“cambió la moral y la forma de hacer
política de finales del siglo XX y principios del XXI”. Introdujo el
cinismo y el saqueo de los recursos del Estado. El depredador ganó al
emprendedor. Pero “los herederos de aquel
mayo del 68 son los que hoy se han hecho con todas las “notarías”: cargos de la
administración, sindicatos, empresas públicas, cajas de ahorro, universidades,
monopolios energéticos…” En una última recomendación a “nuestros hijos”
señala cuatro opciones: dos revolucionarias, que solo conducen a cambiar unos
amos por otros; otra utópica; y, por fin, la única recomendada: “optar por aquellos que sinceramente creen en
la capacidad de los hombres para regirse a sí mismos y ser solidarios con los
demás sin necesidad de ser coaccionados”.
Aunque no sea
fácil apreciarlo en ocasiones, el libro es una dura crítica hacia una clase
media incapaz de reaccionar y defender sus intereses, tolerante con la
manipulación constante de que es objeto. Todo un aviso.
“La proletarización de la clase
media” es un libro escrito por Ricardo Beleta Guasch, que lleva como adición al
título en su portada “Sus enemigos desde la Revolución francesa hasta nuestros días,
pasando por la I y II Guerra Mundial: izquierdas, derechas, nacionalismo,
totalitarismo y estatismo”