Creo que no es necesario presentar a Josep Piqué ya que es conocida su trayectoria política en la que hay que destacar el haber ocupado las carteras de Asuntos Exteriores y de Ciencia y Tecnología, dos ámbitos muy relacionados con el tema abordado en este libro que, por otra parte, es sucesor de otro que se tituló “Cambio de era. Un mundo en movimiento: de Norte a Sur y de Oeste a Este”. Otras obras suyas respondieron a su condición de catalán y presidente del Grupo Parlamentario del PP en dicha Comunidad. Pero lo que ahora nos ocupa es la primera de sus facetas.
El libro se
autocalifica así: “…no es, pues, un libro
de geoeconomía o de descripción e interpretación de los cambios… Es un libro de
análisis geopolítico desde una ambición descriptiva y divulgativa, sin
pretensiones académicas”. Se toma así una actitud que parte desde una
humildad y una carencia de pretensiones y acaba enfrentándonos a un futuro que
ni podemos describir adivinándolo.
La visión que
nos ofrece del mundo actual se proyecta por regiones o áreas: Estados Unidos,
Rusia, China, Oriente Medio, América Latina y Europa. Cada una de ellas se
extiende inevitablemente a las áreas próximas por una parte y se diversifica en
ocasiones por subregiones. Los cambios, como dice el propio Piqué se exponen
desde “una perspectiva regional”.
Estados Unidos,
en primer término, se enfrenta a un proceso que, más que de decadencia en sí,
es de pérdida del papel hegemónico que ese país tuvo en un pasado reciente. Todavía
hoy “Estados Unidos sigue siendo necesario,
pero ya no es suficiente”. Piqué nos pasea por el oscilar de esa nación
entre el intervencionismo y el aislacionismo. Y destaca cómo abandonar las posiciones
ya adoptadas en ciertas regiones del mundo no es una tarea precisamente fácil.
En ella han naufragado tanto Obama como Trump. Por cierto: no parece muy
ecuánime (o neutral, como se quiera) la actitud que adopta frente a Trump;
quizá Pique tenga como plomo en sus alas la excesiva lectura del New York Times,
el que escribió en la visita de Xi Jimping: “Trump habla de muros y China
tiende puentes”. Piqué tuvo mentalidad de izquierda de joven y se convirtió
luego a la partitocracia. Cree en la acción pública y desconoce la privada, en
una especie de keynesianismo intetectual. Todo lo cual es compatible con mi
respeto hacia su inteligencia y sus afirmaciones.
La insistencia
de los ataques a Trump parece ser fruto de la adhesión de Piqué a las ideas de
globalización y libre comercio. Y hasta la del cambio climático, siempre
considerado antropogénico. Aunque no sepan impedir las granizadas. Los
convenios con los que rompe Trump son denunciados por inicuos y falsos,
simplemente.
¿Qué nos puede
decir de China? Uno recuerda los días del Domund en los que los niños nos
presentaban huchas que representaban a los chinitos (y a otros, claro). Pues
estamos al borde de que los niños chinos pidan limosnas con huchas que
representen a los caucásicos. Es broma: lo que sucede es que China crece y
crece; se desborda. Como destaca Piqué (tras explicarnos su evolución reciente)
China no tiene priesa, pero no hace ninguna pausa. Su tiempo es distinto. Su fe
en el final triunfante es total. No es por nada: uno va a la Puerta del Sol y
antes veía japoneses; hoy contempla masas de chinos. Han superado el problema
de la inmensidad del país. Han importado la organización del estado occidental.
Están dominando el mundo. No tiene prisa y sí ideas.
Al hilo de
repaso que pega a China, se refiere a países como Japón, a las Coreas, a Malasia,
a Singapur… Al mismo tiempo, nos presenta a ASEAN, a PERC, a APEC, a SCO, a
BRICS… que por siglas no nos quedemos en la ignorancia. Y nos descubre los
problemas de geopolítica ligados al transporte marítimo, y concretamente el
paso por el estrecho malayo, heredero en la fama del de Ormuz.
Rusia es otra
cosa. Un país que siempre tuvo que estar a la defensiva con unas fronteras
vagas e indefinidas que la obligaban a nuevas conquistas de territorios
fronterizos. Un país que sufrió en dos siglos cinco invasiones y las venció.
Una nación que al mismo tiempo es europea y asiática. Un Estado como la URSS
que vio llegar un año 1991 que trajo su derrumbe. O sea, aunque no lo diga el
libro, un Estado tan astuto como acomplejado. Al que califica de pobre en
recursos y de importancia local. Sobre todo: mal situado geopolíticamente.
Piqué echa mano
al optimismo antropológico que parece llenarle para hacer referirse a Europa. Pero
no puede evitar la palabra “encrucijada”. Tras repasar el proceso de formación
de Europa (a través de sus distintos nombres y tratados) se enfrenta a su
profunda crisis. Repasa la crisis económica que estalló el 2007 y la forma en
que salió de ella, aunque algo malparados sus ciudadanos. Pero junto a ella no
oculta la crisis política o, quizá mejor, psicológica. La pasión que existió
por el proyecto europeo ha desaparecido dando lugar a la aparición de un
rebrote del sentido nacionalista, a la irrupción del populismo o a la falta de
confianza en políticos y partidos.
Es cierto que
se mantiene la fe en la superación, pero en el libro no se oculta la gravedad
de la crisis. En parte la atribuye a la incorporación de muchos nuevos miembros
que ha caído en la desilusión Especialmente llamativo en el llamado Grupo de
Visogrado (Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungrìa). No en balde, Piqué destaca
que son países de cierta entidad que habían sufrido la satelización durante décadas.
Visogrado se posiciona contra todo intento de concertación de los cuatro
grandes: Alemania, Francia, Italia y España (¿España?). Pero los ataques son
múltiples: los Países Bálticos, Finlandia, Suecia y Dinamarca meditando su continuidad,
Rumania y Bulgaria aportando problemas… Y el Brexit como noticia reciente.
Como se
apuntaba, en libro se pide esfuerzo, fe, persistencia, ánimo de construcción y
no de destrucción. Pero reconoce que “Europa
vive una crisis institucional que se manifiesta en la desafección ciudadana
hacia unas instituciones desprestigiadas”. Se defiende el carácter representativo
de los órganos europeos, pero se reconoce “que
estanos ante una crisis de la democracia representativa y de sus actores
tradicionales: los partidos políticos”.
Uno era
decidido europeísta, pero ¿qué puede hacer cuando un juez local alemán abofetea
a España negando una petición de extradición formulada desde nuestro Tribunal
Supremo? Alemania y Francia controlan aparentemente decisiones y nombramientos;
es la sensación que se tiene (un aplauso por recordar la frase de Kissinger: “Alemania es demasiado grande para Europa y
demasiado pequeña para el mundo”). Se habla impunemente de PIGS. Las
imágenes nos traen un Parlamento europeo prácticamente vacío, cosa importada de
los nacionales. Se le atraganta la inmigración. Resulta incapaz de mantener el
debido nivel de gastos de defensa en la OTAN.
Cuando el libro
se lanza a buscar propuestas de futuro nos trae a colación el “Informe del
Grupo de Reflexión” de 2010, con unas conclusiones tontas, muestras de buenísmo
y promesas a incumplir. Tras repasar los informes e instituciones existentes,
se llega al planteamiento de Juncker y sus cinco caminos a elegir: “seguir igual”, “sólo el mercado único”, “los
que desean hacer más, hacen más” (las diferentes velocidades), “hacer menos, pero de forma más eficiente”,
“hacer mucho más conjuntamente”.
Tachán, tachán: esos escenarios serán debatidos en junio de 2019. O sea, que no
hay prisa.
Siguiendo su
itinerario, son muy de agradecer las ideas clarificadoras que Piqué nos ofrece sobre
Oriente Medio, desde la división entre sunníes y chiíes hasta los embates de Dáesh,
pasando por el acuerdo Sykes-Picot. Nos recuerda la historia del estado de
Israel y la actual conflictividad. Lo que es Palestina. Nuevamente nos
encontramos con una relación bien historiada y ordenada de los acontecimientos que
han afectado al mundo árabe. Demasiados para comentarlos, pero de conocimiento
necesario.
Casi al final
aparece Hispanoamérica. Pero aquí apenas se ofrece una maraña de proyectos, de
acuerdos y desacuerdos, de narcotráfico y corrupción. Muy hispanoamericano. Se
nos habla de la doctrina Monroe y del intervencionismo norteamericano en
sentido contrario. Que Hispanoamérica puede ser importante en el futuro es
evidente; que no lo es ni remotamente hoy ni lo será en un futuro cercano, también.
Antes de
concluir el libro, Piqué hace una breve referencia a España. Estamos todos tan
próximos a ella (sobre ella y en ella) que no nos descubre nada. Bueno quizá lo
haga en aspectos económicos. Pero no nos descubre el esfuerzo de los españoles,
la tragedia de las cajas de ahorro, la resistencia de las exportaciones, el
debilitamiento de las clases medias, el déficit creciente… todo eso lo
conocíamos. Ahora ya tenemos de todo: populismo, nacionalismo, extremismo,
sectarismo, déficit, feminismo radical, fake news, manipulaciones,
partitocracia a cuatro, ley electoral injusta, gobiernos okupa… Vamos, que no
nos privamos de nada. Pero España marcha bien, según el libro. La vocación del
político de Piqué es perdurable.
Con todo, hay
que agradecer a Piqué la forma en que nos recuerda (o nos enseña) la historia
reciente del mundo que muchos hemos vivido pero que hemos olvidado o no hemos llegado a conocer, y que, escrita,
apenas reconocemos y muchas veces nos sorprende. Hay que explicar que la
disidencia no es acusación de falsedad. Hay que admitirle que tenga tanta
esperanza en el futuro, dando por hecho que nos perdonará el no tener tamaña
fe.
·El mundo que nos viene” es un
libro escrito por Josep Piqué en 2018 y publicado el mismo año por el sello
editorial Deusto, integrado en el Grupo Planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario