He leído este
libro tras recorrer otros que se refieren a la leyenda negra, cada día más
numerosos y en su mayoría de sentido revisionista de sus excesos pasados. Este
libro también lo hace, por descontado, pero enfrentándose no tanto a la realidad
de los hechos constitutivos de dicha leyenda y las razones que justificaron su
aparición, como a los títulos esgrimidos para legitimar la llegada de países
occidentales, es decir europeos, a países ocupados por sociedades primitivas,
las que habitualmente conocemos como “indios”.
El autor no es
precisamente un desconocido. Santiago Muñoz Machado preside desde época
reciente (2019) la Real Academia de la Lengua, venciendo a Juan Luis Cebrián y
de habiendo sido anteriormente secretario de la misma. Es, con Laín Entralgo,
el único director de la Academia que no es lingüista, aunque es autor de
numerosos libros, especialmente en la materia que centra sus conocimientos,
como catedrático Derecho Constitucional y Administrativo, especialidad esta
última de la que es además catedrático.
Es cierto que
la leyenda negra no atraviesa sus mejores momentos, pero como las meigas:
“haberlas, hailas”, España está aún lejos de ser entendida, lo que obliga a
pedir perdón por lo malo cometido y mantener los aspectos positivos de la labor
realizada. Es igualmente cierto que el indigenismo creciente ha venido a
reforzarla, pero en todo caso esto únicamente ha servido para condenar históricamente
la presencia española en América y bendecir la anglosajona en el norte del
continente. Sazónese esto con la deriva de los demócratas estadunidenses hacia
la izquierda y una buena ración de victimismo y tendremos servido el plato con
el que actualmente nos enfrentamos. Muñoz Machado asume crímenes por parte de
los españoles (“ninguna colonización… se ha llevado a cabo sin cobrarse
muchas víctimas”) pero también destaca los llevados a cabo por otras
potencias europeas. Los primeros lograron la aculturación y la civilización
europea; los segundos recurrieron al exterminio. Todo lo expresa el título del
libro. Éste se aclara: “prescinde casi por completo de… mediciones del dolor
y la desgracia” y se centra “en el análisis del pensamiento de las
ideologías que ampararon las colonizaciones de España e Inglaterra”.
En realidad, la
obra puede dividirse en dos partes diferenciadas: en la primera, se abordan los
títulos esgrimidos por España para justificar su presencia en América. En la
segunda, y como contrapunto, se analiza esa misma justificación por parte
inglesa. siendo conveniente recordar aquí que la Gran Bretaña sólo surgió en
1707 con el Acta de Unión, de la que luego se colgaron como adornos Gales e
Irlanda del Norte, la primera en la isla llamada Inglaterra y la segunda, fuera
de ella.
La primera de
esas partes, como se indicaba, se centra en los fundamentos aducidos por los
españoles para justificar su presencia en América. La discrepancia de criterios
era clásica en la intelectualidad de la época que se centraba en ciertas
órdenes religiosas, fundamentalmente dominicos y franciscanos si bien
salpimentados por otras órdenes, singularmente la jesuita. El libro recorre los
inicios de estas ideas, que sustentadas por Las Casas con ilustraciones
imaginadas de De Brey e invocadas por Montaigne, llegaron hasta alimentar el
enciclopedismo y su siglo, el llamado de las luces. La inercia, es bien sabido,
no solamente rige en la física. Lo doméstico se hizo así internacional.
Los argumentos aducidos
de la presencia española son dos: la famosa bula papal que la bendijo, al tiempo
que la repartía con Portugal y la “europeización de América. Francisco de
Vitoria fue la primera voz que puso en cuarentena la validez de la donación
pontificia. “Las potestades, el Emperador y del Papa, son objeto de una
crítica radical”. Con independencia de ello, lo que hace Victoria es
admitir que podían existir hasta siete títulos legítimos para la intervención española.
Como argumento fundamentalmente se atacaba la idea de que el Papa pudiera
intervenir en situaciones ajenas a la religión. La posición de los dominicos
era contrapuesta: el título básico era la donación papal y la misión de los
españoles se había de constreñir a la evangelización, no a guerrear ni a
imponerse por la fuerza. Ese fue el núcleo de la argumentación de los
dominicos, entre los que figuraba Las Casas.
Todo dio lugar a una constante disputa en
España y finalmente a la promulgación de las discutidas Leyes Nuevas. Mientras
en Europa se enfrentaban el pacifismo de Erasmo con el realismo de Maquiavelo.
A ese último se aproximó la figura de Juan Ginés de Sepúlveda, “un sabio
admirado bien consciente, por otra parte, de su superior preparación
intelectual”, que fue nombrado por el emperador en 1536 “cronista
oficial con el encargo de que escribiera los acontecimientos de su reinado”.
Parte de ello fue juzgar la actuación española en América, que tuvo su reflejo
en dos documentos llamados “Demócrates” y “Demócrates secundus”. Ese teólogo,
al que Muñoz Machado presta especial atención en su libro, defendió la
legitimidad natural de la guerra.
El propósito
del libro no es otro que confrontar las posturas de españoles e ingleses en sus
incursiones americanas. Se analizan dos cuestiones: la justificación de la
ocupación de las tierras (el título) y su carácter, pacífico y legal en unos
casos y con uso de la fuerza en otros (el modo). Ante todo, hay que descubrir
las diferencias: la colonia inglesa nace en 1606, 114 años después del descubrimiento
de Colón; la expedición organizada por la Compañía de Londres estaba capitaneada
por el Christopher Newport, antes pirata, que clavó una cruz en Jamestown con
la inscripción “Jacobus Rex, 1607”. No contaba con un respaldo decisivo como la
bula papal para España. Su único argumento era que eran tierra no ocupadas por
nadie. Ahí nacía la importante diferencia: no se suscitó ninguna controversia
sobre el título habilitante para esa ocupación. Otras diferencias fueron las
diferencias de clima o población de sus arribos. Al final la influencia la
determinaron “las concepciones religiosas, históricas y culturales que llevan
consigo los colonos”, ingleses y españoles. Y Aunque inicialmente los
colonos ingleses aspiraron a justificarse por razones de evangelización,
Londres no prestó a ello ninguna atención. De hecho “la libertad de religión
fue, en la América británica la primera libertad”. No hubo, como en la
presencia española, deber de evangelizar, propósito de integración social y
afán integrador y tolerante. Muñoz Machado lo acredita recordando las muchas
medidas en sentido contrario que se promulgaron.
El autor es un
experto en la historia de las justificaciones dadas por los ingleses para su
ocupación de las primeras colonias. Como tal destaca las importantes diferencias
que se pueden encontrar entre las ofrecidas por los españoles y la aducidas por
los ingleses. Mientras existió una verdadera preocupación en España que originó
la serie de opiniones a las que ya se ha hecho referencia, los ingleses atendieron
al simple hecho de la ocupación, sin especial esfuerzo en dotarlo de
legitimidad, algo muy británico por otra parte añado yo. La segunda diferencia
se refiere a la mayor variabilidad de los argumentos utilizados por los
ingleses, en contraposición al menor número propio de los teóricos españoles,
apenas reducido a las opiniones contrapuestas de dos órdenes religiosas.
Dentro de ese
escaso interés, Muñoz Machado se refiere a los escritores como Richrd Eden,
George Pechham, Richard Hakluyt y Alberico Gentile siguieron en forma más o
menos intensa los argumentos de los teólogos españoles y que culminaron en la
sentencia de caso Calvin dictada por Edward Coke. Cuestión distinta fue
justificar el mejor derecho británico a la ocupación de las nuevas tierras
frente a otras potencias europeas. Se planteaba así el descubrimiento como
fundamento de ello y la fecha del mismo. Otros invocaban el derecho de
conquista por las armas o de la concesión real.
Muñoz Machado
sigue explicando cómo, ya en el siglo XVII y por la influencia de Las Casas,
Benzoni y De Bry, los ingleses trataron de exponer como justificación de su
invasión la pulcritud y legalidad con que se comportaron frente a la barbarie
española. Se basaron en la Idea del carácter de res nullius de las
nuevas tierras que los indios realmente no tenían como suyas.
La crítica
anglosajona no se hizo esperar. John Locke en 1690 propuso la explicación que
tuvo más éxito: “los indios no eran
propietarios de las tierras ocupadas por los planters”. De esa forma el
libro puede afirmar: “Los españoles no usaron de modo sistemático las
construcciones filosófico-jurídicas expuestas, que los angloamericanos, sin
embargo, emplearon no sólo para justificar sus propiedades en tierras
americanas sino para reclamar el carácter pacífico y legal de su ocupación
frente a las «conquistas» españolas, sólo concebibles aplicando la fuerza sobre
las personas como método”. En otras palabras: las tierras eran algo así
como ‘res nullius’ que cualquier persona podía ocupar. Pero se añadía algo: no
podían ocuparlas todos, sino solamente aquellos que la trabajaban. Así “es
el trabajo el fundamento de la propiedad privada”.
Llega así el
momento en el que “resuelto que la misión americana de los ingleses no eran
los indios, su civilización y cristianización, sino las tierras, su cultivo y
mejora, para extraer de ellas la riqueza con que Dios las había creado, también
el Derecho internacional estuvo dispuesto para dar un nuevo impulso a la
justificación del derecho de guerra”. Mientras se mantiene que los
españoles emplearon la represión armada, los pioneros norteamericanos sólo la
emplearon con un “carácter pacífico y legal”. La realidad evidenció lo
contrario. Muñoz Machado afirma que “la política territorial en América la
decidieron los intereses económicos particulares”
Debo dejar
constancia, ante todo, del gran interés de este libro y de la profundidad de
los datos y consideraciones ofrecidos en él. Muestra el alto grado de conocimientos
del autor, imposible de describir en su simple comentario del libro como es éste.
Recomendar su lectura es lo único que, honestamente, debe hacerse y que ahora
hago.
“Civilizar o exterminar a los
bárbaros” es un libro escrito por Santiago Muñoz Machado. Publicado por el
Grupo Planeta y leída en su edición de Kindle