Juan Ramon
Rallo es calificado en la Wikipedia como “economista
y abogado liberal libertario español de la escuela austriaca”. Vaya por
delante que le iría mejor la simple calificación de liberal, dado que la
expresión “liberal libertario” equivale a “libertarista”, propio de la derecha
en el campo económico y de la izquierda en el campo social. Su orientación
personal queda clara a través del veto llevado a cabo por UGT contra él en TVE:
“Desde UGT exigimos que se suspenda de
inmediato cualquier relación laboral con Juan Ramon Rallo, es más, demandamos a
parte de nuestra dirección que sepa quiénes son y qué deben defender, y que en
consecuencia impidan la presencia de este señor en nuestras instalaciones”.
El PP llevó a efecto esa prohibición de colaboración.
El libro parte
de una cuestión de fondo: ¿es necesario el Estado para tantas cosas como en
estos días se le confían?, ¿no debe ser reducido a mínimos el intervencionismo
público para dejar que la sociedad se mueva por los impulsos del mercado
creados por las iniciativas de los individuos, es decir, viviendo un clima de
libertad? Se está, de hecho, en la clásica tensión Hayek vs. Keynes que desde
principios del siglo XX ha dividido a políticos y teóricos. No en balde en la
portada de la obra aparecen ambos, aunque acompañados de otros economistas que
también son ejemplos de inclinaciones a un lado u otro, como pueden ser Adam
Smith y Murray Rothbard como defensores de la libertad o Karl Marx como
defensor del Estado.
¿Qué es lo que,
de entrada, sorprende en este libro? Pues simplemente dos cosas: la primera es
que muestra cómo la intervención de lo público se extiende a muchos más campos
de los que son estrictamente económicos. La segunda cosa que sorprende es que, a
partir de ahí Rallo, propone un auténtico plan de jibarización de lo público.
Para lo primero
examina “caso por caso” estos sectores: servicios municipales, medio ambiente,
infraestructuras, moneda y banca, promoción de empresas, mercado de trabajo,
mercado eléctrico, investigación y desarrollo, educación, cultura y arte,
pensiones, sanidad y asistencia social. En algunos de esos terrenos estamos ya
tan habituados a la presencia tantas veces parasitaria del Estado que nos
sorprenden las propuestas realizadas. Realmente, el repaso de todas esas áreas
produce cierta estupefacción. ¿Hasta qué punto nos hemos acostumbrado, sin protestas,
a esa continuada presencia de lo público en lo que nació como privado? Una
presencia que, en muchos casos, se traduce en ineficacia, gasto, prohibiciones,
limitaciones, impuestos y tasas.
Rallo es un
economista y, por lo tanto, el libro va a exponer su tesis soportándola en
datos económicos: en definitiva, que la iniciativa privada lo hace mejor y,
además, más barato. Ya que la razón en el fondo es simple, porque si en una
sociedad libre hay alguien que lo hace mejor y más barato que otro veremos un desplazamiento
hacia el primero a través de la actitud de los consumidores, clientes o como se
les quiera llamar. Ello hace necesario que no haya un Estado que intervenga
regulando la economía y las iniciativas y en el que los consumidores o clientes
pasan a ser ciudadanos.
La peculiaridad
de la tesis de Rallo es que la afirmación de la clara superioridad de la iniciativa
privada sobre la intervención pública se lleva sus últimos extremos. Su objetivo
es calcular hasta qué punto se puede reducir esa intervención y eso le lleva a
mantener únicamente las funciones de defensa, justicia y orden público como aquéllas
que pueden quedar en manos del Estado y, aun con eso, analiza las posibilidades
de disminuir y reducir esa intervención en esos campos. Diríamos que su tesis
tiene un tono bastante más que polémico: beligerante.
Existe la
tentación de considerarle efectivamente “libertarista”, más allá de simple
liberalismo, cuando plantea la supresión del copyright y de las patentes. Pero
no hay temor. Muchas de sus afirmaciones deben tomarse como sometimiento a
prueba de muchas de las cosas que tenemos asumidas como necesarias e
imprescindibles.
Una atención
especial la ofrecen los sectores que suscitan mayores controversias en la vida
política: la educación y la sanidad. Es un terreno siempre polémico sobre el
cual Rallo vierte cifras como medios de superar la mentalización de que ha sido
objeto la sociedad. Pero hay otros sobre los que arroja también luz: como puede
ser el energético, especialmente el eléctrico. O el de la cultura.
Es como si, estando
adormilados, alguien nos diera un codazo.