viernes, 27 de julio de 2018

Josep Piqué : “El mundo que nos viene. Retos, desafíos y esperanzas del siglo XXI. ¿Un mundo occidental con valores occidentales?”



                Creo que no es necesario presentar a Josep Piqué ya que es conocida su trayectoria política en la que hay que destacar el haber ocupado las carteras de Asuntos Exteriores y de Ciencia y Tecnología, dos ámbitos muy relacionados con el tema abordado en este libro que, por otra parte, es sucesor de otro que se tituló “Cambio de era. Un mundo en movimiento: de Norte a Sur y de Oeste a Este”. Otras obras suyas respondieron a su condición de catalán y presidente del Grupo Parlamentario del PP en dicha Comunidad. Pero lo que ahora nos ocupa es la primera de sus facetas.
El libro se autocalifica así: “…no es, pues, un libro de geoeconomía o de descripción e interpretación de los cambios… Es un libro de análisis geopolítico desde una ambición descriptiva y divulgativa, sin pretensiones académicas”. Se toma así una actitud que parte desde una humildad y una carencia de pretensiones y acaba enfrentándonos a un futuro que ni podemos describir adivinándolo.
La visión que nos ofrece del mundo actual se proyecta por regiones o áreas: Estados Unidos, Rusia, China, Oriente Medio, América Latina y Europa. Cada una de ellas se extiende inevitablemente a las áreas próximas por una parte y se diversifica en ocasiones por subregiones. Los cambios, como dice el propio Piqué se exponen desde “una perspectiva regional”.
Estados Unidos, en primer término, se enfrenta a un proceso que, más que de decadencia en sí, es de pérdida del papel hegemónico que ese país tuvo en un pasado reciente. Todavía hoy “Estados Unidos sigue siendo necesario, pero ya no es suficiente”. Piqué nos pasea por el oscilar de esa nación entre el intervencionismo y el aislacionismo. Y destaca cómo abandonar las posiciones ya adoptadas en ciertas regiones del mundo no es una tarea precisamente fácil. En ella han naufragado tanto Obama como Trump. Por cierto: no parece muy ecuánime (o neutral, como se quiera) la actitud que adopta frente a Trump; quizá Pique tenga como plomo en sus alas la excesiva lectura del New York Times, el que escribió en la visita de Xi Jimping: “Trump habla de muros y  China tiende puentes”. Piqué tuvo mentalidad de izquierda de joven y se convirtió luego a la partitocracia. Cree en la acción pública y desconoce la privada, en una especie de keynesianismo intetectual. Todo lo cual es compatible con mi respeto hacia su inteligencia y sus afirmaciones.    
La insistencia de los ataques a Trump parece ser fruto de la adhesión de Piqué a las ideas de globalización y libre comercio. Y hasta la del cambio climático, siempre considerado antropogénico. Aunque no sepan impedir las granizadas. Los convenios con los que rompe Trump son denunciados por inicuos y falsos, simplemente.
¿Qué nos puede decir de China? Uno recuerda los días del Domund en los que los niños nos presentaban huchas que representaban a los chinitos (y a otros, claro). Pues estamos al borde de que los niños chinos pidan limosnas con huchas que representen a los caucásicos. Es broma: lo que sucede es que China crece y crece; se desborda. Como destaca Piqué (tras explicarnos su evolución reciente) China no tiene priesa, pero no hace ninguna pausa. Su tiempo es distinto. Su fe en el final triunfante es total. No es por nada: uno va a la Puerta del Sol y antes veía japoneses; hoy contempla masas de chinos. Han superado el problema de la inmensidad del país. Han importado la organización del estado occidental. Están dominando el mundo. No tiene prisa y sí ideas.
Al hilo de repaso que pega a China, se refiere a países como Japón, a las Coreas, a Malasia, a Singapur… Al mismo tiempo, nos presenta a ASEAN, a PERC, a APEC, a SCO, a BRICS… que por siglas no nos quedemos en la ignorancia. Y nos descubre los problemas de geopolítica ligados al transporte marítimo, y concretamente el paso por el estrecho malayo, heredero en la fama del de Ormuz.
Rusia es otra cosa. Un país que siempre tuvo que estar a la defensiva con unas fronteras vagas e indefinidas que la obligaban a nuevas conquistas de territorios fronterizos. Un país que sufrió en dos siglos cinco invasiones y las venció. Una nación que al mismo tiempo es europea y asiática. Un Estado como la URSS que vio llegar un año 1991 que trajo su derrumbe. O sea, aunque no lo diga el libro, un Estado tan astuto como acomplejado. Al que califica de pobre en recursos y de importancia local. Sobre todo: mal situado geopolíticamente.
Piqué echa mano al optimismo antropológico que parece llenarle para hacer referirse a Europa. Pero no puede evitar la palabra “encrucijada”. Tras repasar el proceso de formación de Europa (a través de sus distintos nombres y tratados) se enfrenta a su profunda crisis. Repasa la crisis económica que estalló el 2007 y la forma en que salió de ella, aunque algo malparados sus ciudadanos. Pero junto a ella no oculta la crisis política o, quizá mejor, psicológica. La pasión que existió por el proyecto europeo ha desaparecido dando lugar a la aparición de un rebrote del sentido nacionalista, a la irrupción del populismo o a la falta de confianza en políticos y partidos.
Es cierto que se mantiene la fe en la superación, pero en el libro no se oculta la gravedad de la crisis. En parte la atribuye a la incorporación de muchos nuevos miembros que ha caído en la desilusión Especialmente llamativo en el llamado Grupo de Visogrado (Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungrìa). No en balde, Piqué destaca que son países de cierta entidad que habían sufrido la satelización durante décadas. Visogrado se posiciona contra todo intento de concertación de los cuatro grandes: Alemania, Francia, Italia y España (¿España?). Pero los ataques son múltiples: los Países Bálticos, Finlandia, Suecia y Dinamarca meditando su continuidad, Rumania y Bulgaria aportando problemas… Y el Brexit como noticia reciente.
Como se apuntaba, en libro se pide esfuerzo, fe, persistencia, ánimo de construcción y no de destrucción. Pero reconoce que “Europa vive una crisis institucional que se manifiesta en la desafección ciudadana hacia unas instituciones desprestigiadas”. Se defiende el carácter representativo de los órganos europeos, pero se reconoce “que estanos ante una crisis de la democracia representativa y de sus actores tradicionales: los partidos políticos”.
Uno era decidido europeísta, pero ¿qué puede hacer cuando un juez local alemán abofetea a España negando una petición de extradición formulada desde nuestro Tribunal Supremo? Alemania y Francia controlan aparentemente decisiones y nombramientos; es la sensación que se tiene (un aplauso por recordar la frase de Kissinger: “Alemania es demasiado grande para Europa y demasiado pequeña para el mundo”). Se habla impunemente de PIGS. Las imágenes nos traen un Parlamento europeo prácticamente vacío, cosa importada de los nacionales. Se le atraganta la inmigración. Resulta incapaz de mantener el debido nivel de gastos de defensa en la OTAN.
Cuando el libro se lanza a buscar propuestas de futuro nos trae a colación el “Informe del Grupo de Reflexión” de 2010, con unas conclusiones tontas, muestras de buenísmo y promesas a incumplir. Tras repasar los informes e instituciones existentes, se llega al planteamiento de Juncker y sus cinco caminos a elegir: “seguir igual”, “sólo el mercado único”, “los que desean hacer más, hacen más” (las diferentes velocidades), “hacer menos, pero de forma más eficiente”, “hacer mucho más conjuntamente”. Tachán, tachán: esos escenarios serán debatidos en junio de 2019. O sea, que no hay prisa.
Siguiendo su itinerario, son muy de agradecer las ideas clarificadoras que Piqué nos ofrece sobre Oriente Medio, desde la división entre sunníes y chiíes hasta los embates de Dáesh, pasando por el acuerdo Sykes-Picot. Nos recuerda la historia del estado de Israel y la actual conflictividad. Lo que es Palestina. Nuevamente nos encontramos con una relación bien historiada y ordenada de los acontecimientos que han afectado al mundo árabe. Demasiados para comentarlos, pero de conocimiento necesario.
Casi al final aparece Hispanoamérica. Pero aquí apenas se ofrece una maraña de proyectos, de acuerdos y desacuerdos, de narcotráfico y corrupción. Muy hispanoamericano. Se nos habla de la doctrina Monroe y del intervencionismo norteamericano en sentido contrario. Que Hispanoamérica puede ser importante en el futuro es evidente; que no lo es ni remotamente hoy ni lo será en un futuro cercano, también.
Antes de concluir el libro, Piqué hace una breve referencia a España. Estamos todos tan próximos a ella (sobre ella y en ella) que no nos descubre nada. Bueno quizá lo haga en aspectos económicos. Pero no nos descubre el esfuerzo de los españoles, la tragedia de las cajas de ahorro, la resistencia de las exportaciones, el debilitamiento de las clases medias, el déficit creciente… todo eso lo conocíamos. Ahora ya tenemos de todo: populismo, nacionalismo, extremismo, sectarismo, déficit, feminismo radical, fake news, manipulaciones, partitocracia a cuatro, ley electoral injusta, gobiernos okupa… Vamos, que no nos privamos de nada. Pero España marcha bien, según el libro. La vocación del político de Piqué es perdurable.
Con todo, hay que agradecer a Piqué la forma en que nos recuerda (o nos enseña) la historia reciente del mundo que muchos hemos vivido pero que hemos olvidado  o no hemos llegado a conocer, y que, escrita, apenas reconocemos y muchas veces nos sorprende. Hay que explicar que la disidencia no es acusación de falsedad. Hay que admitirle que tenga tanta esperanza en el futuro, dando por hecho que nos perdonará el no tener tamaña fe.

·El mundo que nos viene” es un libro escrito por Josep Piqué en 2018 y publicado el mismo año por el sello editorial Deusto, integrado en el Grupo Planeta.

domingo, 22 de julio de 2018

Seth Godin : “¡Hazlo!”


Para saber quien es Seth Godin debo recurrir, como tantas otras veces, a Wikipedia. Nacido en 1960, está considerado como uno de los teóricos más importantes del marketing del siglo XXI. Es norteamericano de origen judío. Trabajó desde 1983, una vez obtenida la titulación de marketing en la universidad de Stanford, en una compañía de software. En 1995 fundó la Yoyodyne Enterteiment, vendida tres años después a Yahoo!. Ha ganado varios precios, es autor de libros cuya gran mayoría han sido editados en el siglo XXI, ha tenido éxito y ha creado conceptos novedosos como el “marketing del permiso” o el “marketing viral”. En Internet ha implantado un blog con el nombre “the Domino Project”, destinado descaradamente a la venta de sus publicaciones y la difusión de sus ideas. Recordemos: Godin es norteamericano de origen judío. Una doble condición que se recuerda sin el menor afán ofensivo o discriminatorio, sino únicamente para revelar un tipo de pensamiento que tiene asegurado caldo de cultivo en el público de los Estado Unidos, pero que comienza a tenerlo, por simple mimetismo, en el campo europeo. Con una diferencia: el norteamericano actúa y crea; el europeo, admira y asiente. Podríamos añadir una nota más en apoyo de esta idea: Godin se mueve y en todo caso se movió en el campo de la tecnología de la computación.
El libro se estructura en una serie de breves frases que Godin desarrolla en no muchas líneas. ¿Es puro desorden? Pues sí y no. Es quizá marketing. Una tormenta de ideas en la que siempre existirá alguna que nos guste sobre las demás o nos haga sentirnos más culpables. Porque la esencia del libro es culpabilizar. Permítaseme que haga una consideración al paso para justificar ese calificativo. El Diccionario de la Academia Española, distingue el término “culpabilizar” (“culpar o considerar culpable a alguien”) y el término “culpar” como “atribuir a alguien o algo la culpa de algo”); se advierte que mientras se puede culpar tanto a una persona como a una cosa o circunstancia (a “algo”), solo se puede culpabilizar a una persona. El libro de Godin se dirige directamente a la persona y lo hace para culpabilizarla del fracaso de sus proyectos, aspiraciones o deseos. Respondiendo a la idea de culpa, señala como causa de ese fracaso a su conducta.
Cuando inicia su exordio se refiere a un concepto clave: la iniciativa. “Los ganadores han convertido la iniciativa una pasión y en una práctica”. Pronto advierte que la iniciativa implica tomar riesgos y que lo importante es empezar. Lanzarse al agua, en otras palabras. ¿Quiere decir estos que Godin  quiere convertirnos en emprendedores? Pues tampoco parece que sea necesario, porque contempla la posibilidad de tener iniciativa dentro de un ámbito empresarial ajeno y al que uno sirve. Y no lo reserva a los que ocupan cargos de importancia, sino que lo extiende a todos los niveles: recepcionistas y ayudantes de encargados pueden tener iniciativas.
Todo en el libro es una condena de lo que podemos llamar inacción. Y, consecuentemente, una incitación a la acción, aun a sabiendas de sus costes y sus peligros. Ello supone hacer frente a prohibiciones estatales, tendencias sociales, fracasos y perdidas económicas y de prestigio. Al hilo de esto Godin indica algo con lo que no es posible estar de acuerdo: “Es curioso que la lista de cosas permitidas siempre sea más difícil de recordar y de poner por escrito. Creo que nos da miedo saber cuánta libertad tenemos exactamente y cuánto se espera que hagamos con ella”. Y eso es el principio de una serie de afirmaciones un tanto carentes de sentido. Las ideas se mezclan confusamente. Si la curiosidad parece tener algo de positivo, la coge, se la alaba y se la erige en un ídolo. “La curiosidad nos puede llevar más allá, a crear cosas, a explorarlas, a perfeccionarlas y a repetir el proceso una y otra vez”. Constantemente se confunden las ideas de negocio y ciencia. Se nos viene a la cabeza el viejo chiste de “¿A qué hemos venido aquí ¿A Rolex o a setas?”, la expresión que un buscador de setas espeta a otro que acaba de encontrar un reloj de oro.
La iniciativa, según Godin, tiene que ver con intentar. Efectivamente es así, ya que intentar supone tener ánimo de hacer algo, preparar la ejecución de algo o iniciarla o, simplemente, pretender o procurar. Su postura es correcta: se pretende predicar la bondad de la iniciativa, de elogiar el intento. No es tan cierto que “empezar significa acabar. Si no intentas hacerlo realidad, habrás fracasado. Sin dar el paso, no avanzas. Limitarse a empezar algo es pura fanfarronería, entretenimiento o pérdida de tiempo”. Pero añade algo: “Si no lo lanzas al mercado, en realidad no habrás empezado nada”. En suma: el éxito del intento debe juzgarlo el mercado. No teniendo miedo a su dictamen.
El libro contempla a la gente como un conjunto de castrados.  Tras afirmar que “El ser humano es por esencia un iniciador”, añade “pero nos ha cortado las alas, nuestros padres nos reprimieron, los compañeros nos rechazaron, los profesores no regañaron, las autoridades nos organizaron, las fabricas nos contrataron y nos lavaron el cerebro una y otra vez para que evitáramos cualquier comportamiento problemático”. O sea, estamos de rousseaunianos. Y Godin señala su dedo acusador con el lector, alguien a quien ve necesario redimir sacándole de su ensueño.
Pero no hay que ir muy lejos. El iniciador no es esa persona que descubrió algo importante, introdujo nuevos instrumentos o alivió nuestras enfermedades. El ejemplo que nos pone es el de un tal Doménico DeMarco que abrió hace 46 años una pizzería en Brooklyn. O el de Annie Duke, campeona del mundo de póker, que persistió pese a los fracasos que tuvo. Hasta al fracaso lo ve como una bendición: “¿Y el éxito? Todo lo que aprendí de cada uno de esos fracasos”. Por descontado se aprende de los fracasos (más quizá que de los éxitos), pero también se aprende de la enfermedad, de la soledad, de la traición…
Algo que también revolotea por la cabeza de Godin es la constancia y la persistencia: “continúa empezando hasta que acabes”. Pone el ejemplo de la persona que se propone ir andando hasta Cleveland (debe ser una adaptación usaca del camino de Santiago). Pasada la primer anoche, debe reiniciar el camino. Debe hacerlo si las ampollas en los pies no se lo impiden so pena de acabar en un hospital. Una retirada a tiempo es una victoria dijo Napoleón, parafraseando un viejo refrán castellano. Pero una cosa es la constancia (o la testarudez si se quiere) y otra cosa muy distinta la persistencia en el intento. ¿Godin nos previene sobre la falta de constancia o nos alienta a ser insensibles al error una vez constatado?
Existe una idea perniciosa en los razonamientos (¿?) de Godin. Es la de que la perfección de las organizaciones y estilos de trabajo se agotan; llega un momento en el que no se puede adelgazar más la organización, ni se pueden reducir más los costos y los recursos personales. El caso de la Ford es un ejemplo ya utilizado en su libro cuando agota el taylorismo. La solución que ofrece el libro es contar en las organizaciones con libertad para que los trabajadores tengan la libertad de crear, conectar y sorprender. Por si acaso no hemos entendido bien (siempre somos sospechosos), Godin nos dice: “No estoy seguro de que haya explicado bien: el inexorable acto de la invención, la invocación y la iniciativa es el mayor activo del marketing”.
Hay que tener siempre en cuenta el marco en que se lanza este libro: el de la actividad editorial de los Estados Unidos. Veremos la ansiedad por el éxito económico, el fomento de un sentido judeocristiano de culpa en el lector, la referencia a casos concretos que ocultan la realidad de los no citados, esa especie molesta de tuteo empleada, la imputación de muchas cosas… En el apartado “Lo correcto”, Godin dice: “Si te has comprometido con una organización, una relación  o una comunidad, se los debes a tu equipo. Tienes que empezar, iniciar y ser el que hace que las cosas sucedan. No hacerlo sería como robarles. Si escondes tu chispa, entierras tus ideas y se las ocultas al resto del equipo,  les estarás  haciendo igual de mal que si hubieran robado un portátil y lo vendieras en eBay”.
Resulta molesto, hasta ser cargante, el sentido apostólico que da Godin a sus ideas. Las erige en verdades inconmovibles en las que solamente los ”memos” (utilizando una palabra empleada por él) no creen. O creen y son cobardes, miedosos, frustrados, sometidos, apesebrados o estabulizados (palabras esta últimas no académicas, pero con las que muestro mi iniciativa). Pero el libro debe venderse y hace referencia elogiosa a “muchísima gente inteligente y bien preparada que sabe exactamente lo que hacer” y que trabaja en las empresas, aunque lo que escasea son las personas dispuestas a hacerlo, a dar el salto, a romper moldes y empezar.
Bien: Godin es autor de muchos libros y está considerado como un gurú del marketing. Es probable que elegir este libro para conocerle no sea un acierto. No está centrado directamente en el marketing, pero apesta a él. Es probable que fuera él quien equivocó en este libro el enfoque correcto de algo tan importante como es la innovación, convirtiéndola en un compromiso personal en lugar de considerarla como un logro colectivo y persistente de la sociedad liberal.
Godin cuenta su propia historia. Su empresa fue comprada (por 30$ millones) por Yahoo!. A las tres semanas de ello, trabajando para Yahoo! como empleado trató de organizar grupos de trabajo al margen de la política de la empresa. El resultado es que se fue o le echaron. Yahoo!, todos lo sabemos, sigue funcionando en el mar informático. Godin es consultor de marketing.
Molesta el sentido adulador que hay en las ultima páginas: “Si no empiezas, si te escondes en tu caparazón y si te acobardas ante esta extraordinaria oportunidad (y obligación) entonces échame la culpa a mí. Está claro que no habré hecho un buen trabajo para convencerte y a hacer aquello de lo que eres capaz, aquello que merece la pena. No puedes perder. Adelante”.
“¡Hazlo! ¿Cuándo fue al última vez que hiciste algo por primera vez” (106 págs) Es una oibro del que es autor Seth Godin con el mtituloo oriogial “Poke the box”. Regiustard9o en 2011, fue publociaod en español `por Ediciojnes B. S.A. y en tradiccion de Olivia Llopart