Jonathan Haidt
es un psicólogo social. Éste es un término que hace unas décadas nos descolocaría,
como ahora se dice. Porque la psicología siempre ha sido del individuo y los
comportamientos sociales siempre han sido de la sociología. Pero quizá eso nos
ponga sobre una pista: estamos en un mundo en el que la psicología individual,
por mor de las redes sociales, es cada día menos individual, no porque surja
una psicología social realmente, sino porque el individuo cede su
individualidad a la sociedad más próxima que le rodea, unida en último término
a la más lejana que rodea a ésta.
Hagamos un inciso
para referirnos al coautor: Greg Lukianoff —psicólogo por supuesto—
pero en el que prima ser el presidente de la “Foundation for Individual
Rights in Education” (FIRE a lo largo del libro). En todo caso es la Doña
Rogelia de este libro y su avalista. Que coincida con sus ideas es algo que
debe darse como algo lógico.
El entendimiento
del libro y su mensaje requieren unas consideraciones previas. Estamos, ante
todo, ante una obra rigurosamente actual, ya que fue publicada en los Estados
Unidos en 2018 y en septiembre de 2019 en España, previa presentación de su
autor principal, Jonathan Haidt. Se refiere a hechos muy recientes y, aunque
liga sus observaciones a esos hechos recientes no deja tampoco de aludir a
posibles reminiscencias más lejanas. Uno no duda de ello: lo que denuncia viene
de antiguo, aunque con esa lentitud con que normalmente se mueven las amenazas.
En este sentido
el libro parece maniatado por la doble circunstancia de espacio y tiempo: de
espacio porque parece referirlo unicamente a procesos observados en los campus
de las universidades norteamericanas; y de tiempo, porque parece mostrar cierto
sobresalto ante lo inesperado. La realidad es que el fenómeno, al menos para mi
modesto criterio, afecta a todo el mundo y viene larvándose desde antiguo. El
propio Haidt lo reconoce siempre que se plantea circunstancialmente ese dilema.
Los autores
declaran: “En 2014 nos propusimos entender que estaba ocurriendo en los campus
universitarios de los Estados Unidos, pero la historia que contamos en este
libro va mucho más allá de ahí. Es la historia de nuestra extraña e inquietante
época…” Muy a la norteamericana, añaden enseguida: “Nuestra historia
acaba con una nota de esperanza. Los problemas que describimos son temporales.
Creemos que tiene arreglo”.
El libro tiene, realmente, dos
partes que se complementan. La primera, la más interesante sin duda, es la que
señala los males y problemas que afectan a la juventud norteamericana, análisis
que puede trasplantarse sin excesivos esfuerzos a la sociedad europea y
española. El complemento que supone la segunda parte es aquélla en la que los
autores proponen sus soluciones a esos males; lo hacen de forma peculiar,
exponiendo sus tesis con un lenguaje rebuscado y casi patriarcal. Uno está en
perfecto desacuerdo con esas recetas que prometen todo género de bienes de ser
aplicadas. Me referiré más adelante a las mismas, no sin advertir que, entre
ambas partes, los autores ofrecen una serie de consideraciones sobre temas
varios propios de esa juventud norteamericana de dudosa importancia. Son los
que califican de “seis hilos explicativos”
Vamos a la parte más interesante
del libro, la que examina ese proceso que cree haber surgido hace unos cuatro
años, aunque, en cuanto rebusca, encuentra antecedentes y precedentes.
El diagnóstico inicial se
refiere a los que denomina el libro “Tres malas ideas”. La primera es la
falsedad de la fragilidad, que conduce a la idea falsa de “lo que no te mata
te hace más débil”. Aquí se oponen las ideas de fragilidad y resiliencia.
El afán de seguridad se desplaza del daño físico al sentimiento y busca la comodidad
emocional. La idea del trauma se expande y crea una necesidad de seguridad. El
libro indica: “A esto nos referimos cuando hablamos de ‘safetyism’ o cultura
de la ultraseguridad”, una cultura que “priva a los jóvenes de las experiencias
que su mente antifrágil necesita, y por tanto se vuelven más frágiles, tienen
la ansiedad y son más propensos a verse a sí mismos como víctimas”. Una
idea obsesiva, pero razonable, es la de los efectos nocivos generados por el
sentimiento de “superprotección” desarrollada por los padres respecto de sus
hijos. El cual proviene de la búsqueda de la “ultraseguridad” que pretenden los
propios padres. El mismo Haidt reconoce que esa sobreprotección es negativa y
mutiladora.
La segunda de las falsedades es
la del razonamiento emocional y se sustancia en la frase “confía siempre en
tus sentimientos”. La idea básica manejada por Haidt queda referida a la
Idea de sentimiento. Y, en definitiva, a los desequilibrios entre los
sentimientos y la razón. Aprovecha una idea de Buda para utilizar la idea de un
elefante conducido por un niño que va a sus lomos. El niño representa el
razonamiento, mientras que el elefante engloba el resto de nuestra
personalidad. El libro concluye que raramente el niño gobierna al elefante,
sino que es arrastrado por él. Se produce entonces una “distorsión cognitiva”.
Que se traduce en los suicidios, depresiones, traumas y enfermedades mentales
que, según se nos dice, asolan la sociedad norteamericana y su juventud. Y
contra lo que el remedio más seguro es la terapia que supone el TCC. Vamos, que
se ofrecen servicios de psicólogos a una sociedad ya deteriorada. Los elefantes
hacen lo que les viene en gana. Los autores se explayan con la idea de “microagresiones”
que surgen de los presuntos atentados al sentimiento y cuyas manifestaciones
son, por ejemplo, la retirada de invitaciones y los vetos ideológicos a los
oradores por parte de los universitarios.
La tercera de las falsedades es
la que mantiene un “nosotros contra ellos”, que implica la división
entre buenos y malos. Todo enlaza con la llamada “política identitaria”, con
sus distintas variantes. Aquí el libro aporta curiosas observaciones sobre la
influencia ejercitada por Marcuse en los EEUU y lo que llama “marcusianismo
moderno”, que nos llevará de la mano hasta la “política de la acusación pública”.
Todo ligado con el buenismo: “las redes sociales intensifican la crueldad y
el exhibicionismo moral”, (el llamado “virtue signaling”) que abarca “las
cosas que las personas dicen y hacen para publicitar que son virtuosas” lo
que “les ayuda a congraciarse con su equipo”. Todo tan próximo a
nosotros que no necesitamos esfuerzos para reconocerlo.
Sin embargo y en paralelo el
libro aborda la polarización de las actitudes de la derecha y la izquierda. Algo
absolutamente alejado del tema propuesto y que resuelve con este débil esquema;
la izquierda insulta, pero sorprendentemente la derecha responde. La culpa es
de la derecha, claro. Y de Trump, por supuesto, afirma manteniendo apretados
bajo su brazo el The New York Times y el Washington Post. Pero
esto vuelve a ser un tema norteamericano.
Aquí termina la parte más
valiosa del libro. Tras referir cómo ese panorama crea fenómenos de
intimidación, violencia y caza de brujas, introduce esos hilos ejemplares
prometidos, en los que se habla de cosas tan dispares como la decadencia del
juego, la burocracia, la especial justicia en boga o la educación paranoica.
Con ello se llega a la parte final: las soluciones propuestas. Unas soluciones
un tanto pueriles: niños más sabios, universidades más sabias, una sociedad más
sabia. El libro concluye así: “Este libro trata sobre la educación y la
sabiduría. Si podemos educar a la siguiente generación de manera más sabia, sus
miembros serán más fuertes, más ricos, más virtuosos e incluso estarán más
seguros.” Más simplona no puede ser esta conclusión.
A lo largo del libro se nos van
a cruzar muchas veces las siglas TCC (de Terapia Cognitiva Conductal). Incluso
en las págs. 412 y siguientes del libro se nos dan instrucciones de “Cómo hacer
TCC”. Uno, en su ignorancia, tiene la sensación de que con esta terapia se
pretende aumentar la clientela de los psicólogos, como las ideas del
calentamiento global o el ecologismo verde pretenden la mayor venta de
determinados productos. Y, dentro de esa ignorancia, recurro a la Wikipedia
(normalmente equilibrada en la mayoría de los temas abordados), y se encuentra
con esta indicación: “La terapia cognitiva es un área de estudio sobre la
influencia del pensamiento en el comportamiento de la persona. La unión de los
dos conceptos se creó la terapia cognitivo-conductual (TCC), aplicada a la
psicoterapia”.
Lo que sucede es que el
pensamiento influye en el comportamiento, pero hay antes algo que influye en el
pensamiento. Es quizás en este momento cuando podemos seguir el hilo conductor
del libro, compuesto de una primera parte, de diagnóstico, que debe
considerarse valiosa, y el resto, premioso, vacuo y “llenapáginas” (si se me
permite este “palabro”), que se vuelca en un problema puntual: el de los campus
universitarios norteamericanos, tan raritos muchos de ellos como los que las
películas de la serie B nos suelen mostrar.
Decididamente, el libro se
alinea con la serie de los que nos envían, teñidos del nuevo espíritu del
partido democrático, desde los Estados Unidos. En ocasiones denuncian
malestares y deformaciones de la sociedad, pero superando ese límite, se
enredan en argumentaciones fáciles y bondadosas en la que simplemente acusan y
desplazan problemas a un mundo cada vez más discretamente masoquista. Desde ese
planteamiento, el libro no puede hacer otra cosa sino defraudar en buena medida
al lector de este lado de Atlántico.
¿Acaso, aquí en España y, en un
orden más amplio, en Europa las cosas sin ser iguales no son tampoco distintas?
Es evidente. ¿Que los males generadores de males que se denuncian no campean
también a este lado del Atlántico? También es evidente. Ahí radica el muy relativo
valor del libro: en el diagnóstico de nuestra época que no en las soluciones
propuestas, típicas de un clásico happy end. Ya lo avisaron: los autores
decidieron escribir un libro de denuncia de una situación, sin idea en ese
momento de las soluciones aplicables para cambiarla. Y eso se nota.
“La transformación de la mente moderna. Cómo
las buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al
fracaso” (458 págs.), es un libro del que son autores Jonathan Haidt y Greg
Likianoff,
publicado en los Estados Unidos en 2018 y en su traducción al castellano por Deusto
en septiembre de 2019.