jueves, 28 de marzo de 2019

Juan Antonio de Castro y Aurora Ferrer : “Soros rompiendo España”.


La sombra de Soros, como la del ciprés, es alargada. Parece llegar a todo y, si inicialmente se le vio como un profanador de los órdenes financieros y monetarios, poco a poco comienza a vérsele como una persona que maneja ámbitos más complejos y delicados, si cabe. Y la gente se divide: unos le ven como un ser beatífico que trata de mejorar la sociedad; otros como diablo que trata de manipularla, pero no hacia su mejora, sino hacia su propio interés, que incluye el dinero, el poder, la influencia y la misma diversión. Manejar el mundo o parte de él debe resultar, en efecto, entretenido.
Soros, para bien o para mal, nació hace tiempo, el 12 de agosto de 1930. Judío escasamente practicante, sufrió una tormentosa infancia y juventud bajo el dominio nazi. Asentado en los Estados Unidos, hizo fortuna. Financiero de éxito, empresario, influyente, fueron facetas que rodearon su imagen y a las que dio explicación y sentido.
¿Estamos ante una peripecia personal que acabará con él o ante la previsible continuidad de su acción por un entramado que le sobreviva? Uno piensa que ni lo uno, ni lo otro. Pero el entramado ya existe y su cabeza es la Fundación Open Society.
El que un experto universitario dedicado a temas económicos como es Juan Antonio de Castro (que además ha sido asesor y colaborador en las tareas de las Naciones Unidas), se una a una periodista como Aurora Ferrer, dedicada al análisis de la inteligencia, y se hayan fijado en Soros no es gratuito. Todo comenzó con la inquietud que generaba el proceso de independentismo catalán, que hizo que Aurora Ferrer pensar en dedicar su máster a este llamado proceso y que un catedrático la hiciera revisar y orientar sus sospechas, hasta entonces volcadas hacia Rusia, hacia la personalidad de Soros. Unida a De Castro llevaron a cabo una serie de investigaciones, sin descartar inicialmente del todo la hipótesis rusa, fruto de las cuales fueron una serie de comunicaciones que dirigieron al juez Llerena y a la UDEF. Todo sucedía en abril de 2018.
El libro recoge el contenido básico de esas comunicaciones. Las describe detalladamente y de manera minuciosa. Sin embargo, la atención inevitablemente se vuelve hacia las consideraciones que hace sobre la personalidad y la actuación de George Soros. Lo que no es fácil, porque él mismo se confiesa “un campeón del relativismo” y cree en “el postulado de la “falibilidad radical” según el cual estamos destinados a equivocarnos siempre”.
Algo importante es lo que Aurora Ferrer destaca en la presentación del libro: la defensa de una cierta, aunque buscada ambigüedad, que va a encontrar su apoyo en la idea que subyace en la física cuántica y que corrobora el principio de indeterminación de Heisenberg. Y es que, en efecto, en muchas ocasiones Soros parece hacer con una mano lo que la otra ignora e, incluso, contradice. Recuerda la experimentación de De Broglie: una misma cosa puede comportarse en un momento como corpúsculo o y en otro como onda. En el primer caso con masa y posicion; y, en el segundo, sin masa y con velocidad. Así es Soros: en un momento se le puede ver como filántropo y benefactor, y en el siguiente como depredador y desestabilizador.
En el libro se nos indica que “es difícil captar plenamente las actuaciones de este personaje, sin entender antes que sus motivaciones se sustentan en `ideas madre’ surgidas de una auténtica sociología del caos”. Una de ellas es la ya indicada de la incertidumbre. Otras es la “reflexividad”: “una retroactividad en los dos sentidos, entre la realidad del mercado y su percepción”. En palabras del mismo Soros: “Existe una doble conexión entre las opiniones de los actores políticos y las situaciones en las que participan. De un lado sus puntos de vista son transformados en eventos; del otro, los eventos influencian a sus opiniones. Denomino la primera función participativa, y a la segunda, función cognitiva. Percepción y realidad quedan conectados a través de un doble bucle de retroacciones al que llamo reflexividad”.
Pero son necesarias más ideas para comprender la mentalidad de Soros. Una primera es la apropiación de la idea de “sociedad abierta” que creó Bergson y popularizó Popper, que asume como “un sistema político teóricamente transparente, sin tiranos al mando y la con la libertad y los derechos humanos como piedras angulares”. ¿Onda o corpúsculo? Otra es su afección a los intereses angloamericanos y prooccidentales. Como resultado,  el modelo de ingeniería social de Soros dibuja un escenario dicotómico de buenos y malos”; los primeros son los ciudadanos progresistas. Los segundos, los conservadores. Pero, en definitiva, “el Nuevo Orden Mundial de Soros busca impedir que las naciones obstaculicen el modelo capitalista que alimenta sus empresas”.
Surge la figura de las llamadas “revoluciones de color”, cuyo triunfo requiere la impopularidad del líder, la influencia externa ejercida por medio de comunicación, la ausencia de ideología aparente y la corrupción como leit motiv de la protesta. Han sido muchas, desde el estallido de la URSS hasta las famosas primaveras árabes. Todas han contado con esos elementos. Pero sólo en su mayor parte han recurrido a la “resistencia no violenta”, una idea elaborada por estrategas norteamericanos como Gene Sharp y representada por el proyecto Freedom House y que, de pronto, vemos renacer en la Asamblea Nacional Catalana. Nada menos que el 62% de sus medidas características han sido adoptadas en Cataluña. Todo tiene un peligro y es que el hostigamiento termina generando actitudes violentas.
La revolución amarilla de Cataluña emerge en el libro como un proyecto imposible sin Soros y su entramado. Añadamos en ese cocktail unas gotas de Gramsci, unos golpes de la ineptitud y entreguismo de los partidos españoles, un chorretón de fake news, dejemos reposar unos pocos años y tendremos al respuesta de ¿por qué Cataluña? La independencia de Cataluña interesa a Soros, a su entramado y a sus socios porque desestabilizan España. Y de una España desestabilizada todos se benefician. Por diversas razones. Una de las principales es que fragmentar España es fragmentar Europa, objetivo de Soros que le acercaría a ese Nuevo Orden Mundial en el que el poder financiero global se liberaría de los yugos nacionales. El resultado sería una nueva Europa de multitud de pequeñas unidades. Y Cataluña es un caldo apropiado para ser apoyado. Los autores indican que es imposible optar por la deducción (conocidos los motivos son evidentes los resultados) o la inducción (conocidos los hechos se vislumbran las motivaciones). Soros es demasiado turbio para optar por uno u otro método. Quizá hay dos hechos que levantan las sospechas del libro: la denuncia de la intervención de los agentes rusos y una deliberada utilización de la no violencia.
Lo primero es una táctica empleada ya varias veces: desde la inspiración de muchas revoluciones de color hasta la reciente campaña electoral de Trump. Lo segundo es algo que encaja, casi en su totalidad, con las medidas empleadas en la relación proporcionada por Gene Sharp como típicas de la acción no violenta. Quizá una de las señales más evidentes de la teoría de la “fragmentación” es que fragmentar Europa se logra, por ejemplo, apoyando frenética y desmesuradamente la inmigración, que no solo afecta a la ya deplorable trayectoria demográfica de Europa, como crea disidencias casi insalvables entre sus miembros. Se ha pretendido incluso que ha apoyado el Brexit como medio de librar a la Gran Bretaña de la catástrofe preconizada para el resto de Europa.
En el caso de Cataluña, se ha mantenido la tesis de que el independentismo estaba apoyado por Putin. Uno añade que es la misma táctica que Soros ha utilizado para oponerse a Trump. Bueno, Soros y todo el equipo demócrata que, desde hace poco tiempo, experimenta un curioso deslizamiento al “progresismo” que le aparta de la tradición norteamericana. Soros apostó firmemente por Obama y por las aspiraciones de Hilary Clinton. Pese al anti europeísmo de Soros, éste no ha dudado de debilitar así a los EE UU, en pro de sus confesados ultra liberalismo y ultra capitalismo, o de su proyecto de Open Society sin naciones y gobiernos que le estorben. Sin embargo y sigo añadiendo, hoy los periódicos publican que las investigaciones realizadas no acreditan la intervención de los rusos en la elección de Trump, y, al mismo tiempo, que seguirán insistiendo los demócratas en su lucha. Y hasta el conservador ABC aplaude a su manera.
El lanzamiento de la fake new de la intervención rusa se encuentra por los autores en la actuación en 2017 de David Alandete en El País. La idea se envuelve en la forma en que el periodista accedió a la subdirección del periódico y en la operación de salvación económica de PRISA. Todo rodeado de curiosas informaciones y sorprendentes descubrimientos. Que provocan cierto asco, la verdad. Pronto aparecerán personajes como Mila Milosevic Juaristi, instituciones como la Real Instituto Elcano e, incluso países como Noruega. A uno le suena algo del 11-M.