Quizá en este
caso el autor no precisa ninguna presentación. Eslava Galán nos ha contado ya
muchas cosas y lo ha hecho creando un género nuevo y peculiar que aplica en
muchas de sus obras. Una es ésta.
No estamos en
realidad ante una crónica de la conquista de América. Más bien es una serie de
“sketchs” que se relacionan, en sucesivos tres apartados, con aspectos
concretos de esa conquista y que, de alguna forma, participan del sentido
desmitificador que es típico del autor (o mitificador, según le da). Uno sabe
que ese término “sketch” no es precisamente el más adecuado para definir los
distintos apartados del libro, pero cuenta en su favor con el sentido expansivo
que tiene el vocablo, ya abandonados el teatro y la brevedad. En este caso
estos tres apartados a los que se refiere el libro rodean las figuras de
Cristóbal Colón, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, seguidos de sus
continuadores y enmarcados en sus entornos caribeños, mexicas e incas.
¿Estamos ante
un libro de historia o ante una novela histórica? Pues ni lo uno, ni lo otro.
En el libro se cultiva esa mezcla de ambas cosas que es tradicional en Eslava
Galán y que, en definitiva, es lo que le da atractivo para el lector acrítico.
La primera
parte y más larga del libro está dedicada a Cristóbal Colón y a las primeras
aventuras de exploradores. Colón, por cierto, sale todo menos guapo en la foto:
ambicioso, mal gobernante, defraudador… Se acepta que naciera en Génova y que
anduviera relacionado con la mar, hasta el punto de ser poseedor de una
información secreta que le permitió ir y volver de América: algo tan simple,
como aprovechar unos vientos favorables a la ida (los alisios) y una corriente
favorable a la vuelta (la del Golfo). Esta es, al menos, la tesis a la que
Eslava Galán se abraza.
Algo que
destaca el libro es la pugna que existía entre portugueses y españoles en la
busca del país de las especias, rota en favor lusitano por Enrique l Navegante
y por la idea de Eanes de olvidar en un momento la navegación de cabotaje. El
hecho final fue la concesión de la exploración africana a los portugueses.
Tardaron éstos en llegar a la India, bordeando África, pero llegaron así a los
países donde abundaban las especies, la famosa “especiería”. Mientras, los
españoles seguían en sus mares septentrionales buscando el camino de Cipango.
Ni remotamente encontraron las especias buscadas y sustituyeron rápidamente ese
objetivo por otro también económico: el oro.
Hay una parte
que Eslava Galán dedica a lo que podríamos llamar historia: la búsqueda de
Colón de patrocinador, la mediación de Marchena en Palos de Moguer, la
intervención de Isabel y Fernando, los conflictos con Portugal hasta llegar al
tratado de Tordesillas. Pero, tan pronto como le es posible, el autor se
introduce, disfrutando como un enano, en la descripción de la realidad
cotidiana. Comidas, olores, vestimentas, adornos… sin olvidar algo de tanto
agrado como las incursiones escatológicas que lleva a cabo. Es su “caca, culo, pedo,
pis” particular y, como tal, respetable.
Algo que llama
la atención es lo que se encontraron: al principio los taínos, desnudos e
inocentes, y, más tarde, los caribes. Los primeros enamoran a Eslava Galán y
convierten a los españoles en una auténtica “manada”, utilizando el término
puesto ahora de moda por hechos lamentables. ¿Sigue siendo fiel Eslava Galán a
la historia? Uno piensa que a veces sí y a veces no. En todo caso hay dos cosas
que destacar: una es la cantidad de citas que incluye el libro; otra, las
también abundantes citas a pie de página que aclaran conceptos y amplían
información sin interrumpir el ameno discurso del libro. Todo muy bien, todo
muy elogiable, pero esa amenidad en muchos casos aparece traicionada por la
realidad de los hechos ¿Tiene sentido invocar a Bartolomé de las Casas y sus
macabras exageraciones? ¿Al que fue comendero y luego obispo medrando? ¿Al que
dio alas a los grabados del pseudohistoriador Theodore de Bry? El mismo Eslava Galán señala lo falso de su
momento de conversión. Aunque en todo caso afirma: “aunque mucho de lo que
afirma De las Casas debe ponerse en cuarentena, porque a menudo habla de oídas
y exagera, o manipula los datos, en algo acierta”. El caso es que todo
parece resumirse en un argumento de “buenos” y “malos”. Un defecto en ocasiones
que contamina el libro, aunque se rechace la leyenda negra e ignore a los
“malos buenos “ y a los “buenos malos”, que de todo hubo.
Algo que
personalmente me disgusta es el afán de hacer hablar a los personajes en las
partes noveladas de la historia (en realidad, escenas sueltas) en algo así como
un inventado castellano antiguo, resultando una especie de espanglish histórico.
Algo que creo que ya utilizó en su “Misterioso crimen en casa de Cervantes” y
que acabó logrando que yo no terminara de leer el libro. Pero esto es algo que
pertenece a mi gusto personal, que a otros gustará pero que introduce un cierto
aire de artificiosidad a la cosa. Y eso domina los primeros capitulillos
dedicados a la epopeya de Méjico, que describe en conversaciones las primeras
noticias y los que siguen describiendo las reacciones de Moctezuma. Sin descuidar
la constante referencia a los aspectos físicos y gastronómicos. Pasa luego a
contarnos Eslava Galán su personal contacto con la cultura maya y mexica en un
viaje realizado a la Riviera maya y a la misma capital de Méjico; una
civilización que cuando llegan los españoles se halla ya en su decadencia, cuya
violencia no oculta y que supera en puntos concretos a la del resto del mundo.
Por cierto y al hilo: el DRAE permite utilizar las expresiones México y Méjico,
mostrando su preferencia por la primera; es lo que hace Eslava Galán, pero no
uno, que prefiere la expresión más ajustada a la pronunciación. Por lo demás, la
historia de la conquista de Méjico es bien conocida. Eslava Galán la cuenta de
manera amable, siempre fiel a su estilo.
Ya antes, se nos
había advertido que lo que inicialmente fue una empresa real, se convirtió
pronto en una serie de aventuras privadas. Quizá eso explique la rectitud y
sentido anticipatorio de las leyes de Indias frente a las acusaciones de todo género
de excesos que se lanzan contra los conquistadores. En todo caso, Eslava Galán
nos dice: “leyendo las crónicas de la conquista, uno se pregunta de qué
madera estaban hechos aquellos hombres, los conquistadores, cuyo valor y cuya
capacidad de esfuerzo nos asombran”. Algo fuera de dudas es el españolismo
de este escritor. Pero escritor en todo caso, que ya conoce y ha recorrido las
rutas del éxito.
A lo largo del
libro se nos habla del etnocidio. Bastaría a Eslava Galán su viaje a Méjico
para constatar que no existió, pero habla de ella. Y la atribuye a las
enfermedades (la viruela, intercambio con la sífilis) y a las armas. Y las
repasa: la escopeta, por ejemplo, permitía disparar tres tiros por minuto
¿decisivo frente a las oleadas de nativos como las descritas por los cronistas?
Más chusco es la invocación al “contexto mesamericano” inexplicable
frente a “nuestra sensibilidad occidental actual”: explicaría que un
herido en la “guerra florida” de los mexicas moría “con la satisfacción
de haber realizado una importante labor social pues sus carnes consumidas en
banquetes rituales proporcionaban alimento a una población deficitaria en
proteínas”. Pero la realidad nos la proporciona el propio libro: lo que
impidió hablar propiamente de etnocidio fue algo tan normal como la
promiscuidad y la mezcla de razas, es decir el mestizaje, hoy tan elogiado como
falseado. Tanto Cortés como Pizarro, por ejemplo, casaron con mujeres nativas y
con ellas tuvieron hijos.
La historia de
la conquista de Méjico nada entre la historia novelada y la novela histórica.
Pero uno, con el libro, aprende o recuerda según los casos. La habilidad
diplomática de Cortés, la figura de la india Malinche, la extraña amistad con
Moctezuma, su muerte y su sustitución por Cuauhtémoc, la noche triste, las
figuras de Alvarado, Narváez o Velázquez. En todo ello tenemos algo que
aprender o recordar, repito. El libro, por fin, se refiere a las tesis
antiespañolas que niegan hasta los sacrificios humanos y repiten: “España,
si es algo de nosotros, fue la madrastra que vino aquí a obligar, a destruir, a
masacrar; vino a violentar, a causar guerras, de donde nos trajo enfermedades múltiples…
pero principalmente trajo la mentira, el alcohol, la perfidia, la traición.”
Lo dicho en el
caso de Méjico podría repetirse en el Perú, sustituyendo lo mexica por lo inca,
a Cortés por Pizarro, a Moctezuma y sus sucesores con Tupac Amaru y Atahualpa y
los suyos… Varían los caracteres y los episodios, pero subsiste lo esencial. A la
aventura incaica se añaden como coletazos las alusiones a Almagro, Valdivia, Orellana,
o Lope de Aguirre
Finalizando el
libro surge el Eslava Galán españolista. O, más concretamente, defensor a
ultranza de la llamada conquista de América. Algo que se presentía en la
lectura ya realizada, pero que se nos presenta ahora en su desnudez. Ahora nos
habla de la mayor crueldad de los países que crearon la leyenda negra, por una
simple ojeriza debida a que “cuando nuestros tercios señoreaban Europa,
perdimos la batalla de la propaganda”. El libro toma de Gustavo Bueno la
diferencia entre imperios depredadores e imperios generadores. Los primeros
(como el francés, el inglés y los europeos en general) se limitan a expoliar
los recursos naturales y mantienen su pureza racial; los segundos, (como el
español, el otomano o el romano) comparten sus avances con los indígenas y se
mezclan con ellos.
El indigenismo
es otro de los flancos abiertos a la sombra del Ripalda. Una frase del libro, en
este caso procedente de los mejicanos, recoge una realidad: “la conquista la
hicieron los indios y la independencia, los españoles” . En efecto, fueron
los criollos quiénes, enamorados de las ideas de la Ilustración, se independizaron
de España aprovechando su debilidad, para luego revolverse contra los indios
nativos y llevar a cabo acciones reales de etnocidio. Pretendieron ser Estados
Unidos y fracasaron.
Nunca podrá
negarse el valor de Eslava Galán en introducirse en un mundo tan complejo y sorprendente
como el de la conquista de América. Quizá sea un acierto claro el novelarlo en
la forma en que lo hace. De esa forma hace más fácil su entendimiento y
comprensión. El caso es que la cosa funciona.
“La conquista de América contada
para escépticos” (565 págs.) es un libro escrito por Juan Eslava Galán en 2019 y
publicado por Planeta en su colección “El Planeta de los Libros” en mayo del mismo
año.
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