Es difícil ser
divulgador de algo que todavía está en formación, que está surgiendo y/o se
está descubriendo, y donde los fines y objetivos no está definitivamente
fijados. En suma: se es divulgador de una aventura. Por fortuna, en este libro
no se trata de abarcar el mundo extensísimo de la nanotecnología, sino solamente
explicar lo que se espera alcanzar y cuáles son los caminos por los que los
investigadores están alcanzando sus objetivos próximos. Y todo reducido a un
único asunto: el médico.
Añadamos una
autolimitación adicional: el acento fundamental de la investigación en este
ámbito aparece ligado fundamentalmente a la técnica proporcionada por la
nanotecnología, a un incremento novedoso de los medios ofrecidos por la
tecnología. Y en este sentido hay que recordar los enormes avances de la
medicina, singularmente en los campos quirúrgicos y farmacológicos. ¿Acaso se
puede obviar el efecto de la digitalización creciente?
Hay algo que
agradecer a Daniel Closa Autet, autor de este libro y de otros muchos,
científicos y de ficción, biólogo e investigador del CSIC, dedicado actualmente
de forma especial al estudio de la inflamación, especialmente en su relación
con las funciones pancreáticas. Y ese algo a agradecer es que, antes de entrar
en las consecuencias de la nanotecnología, dedique un buen número de páginas a
explicar lo que realmente significa el prefijo “nano”. ¿Qué significa “nano”? Uno
entiende que la mejor forma de comprenderlo es fijarse en la unidad de medida
que se utiliza es ese mundo ”nano”. Así resulta que si el milímetro (mm) es la
milésima parte del metro; y “micra” (en realidad “micrómetro”) es la milésima
parte del milímetro; por fin, el nanómetro es la milésima parte de la micra. O
sea, un número tiene 1000 milímetros, 1.000.000 micras y 1.000.000.000 de nanómetros
(nm desde ahora). Pero penetrar en mundo de nanómetros supone mucho más:
“en ese entorno cercano a las dimensiones atómicas prevalecen las leyes de
la física cuántica”.
De todos es conocido
cómo al doblar el tamaño de un cuerpo su superficie inicial se eleva a su
cuadrado, y su volumen inicial a su cubo. Closa pone varios ejemplos, como éste:
en una partícula de 1 cm³, unicamente 1 de cada 1.000.000 de átomos está en la superficie,
en cambio, si la partícula es de 1 nm³, el 60 por ciento de los átomos lo estará”.
Por la cosa no para ahí: la inmediatez determina un cambio total de “fenómenos
como la transmisión del calor o de la electricidad”. Ejemplo: “el oro, el cual tiene un punto
de fusión de 1.063ᵒ cuando tiene tamaño macro y cerca de 200ᵒ
cuando tiene tamaño nano”.
No acaba ahí la
cosa: las ideas de ‘arriba’ y ‘abajo’ están conectadas a la existencia de la fuerza
gravitatoria. Pero “en el mundo nano la fuerza de la gravedad resulta
irrelevante y son otras fuerzas las que cobran protagonismo”. Y se nos
citan la tensión superficial, la viscosidad del medio o el electromagnetismo
como ejemplos de esas fuerzas inesperadas y habitualmente carentes de
importancia.
Aparecen, por
fin, los conceptos de nanoestructuras y nanomateriales. Estos últimos son
materiales que “al menos en una de sus dimensiones, son inferiores a los 100
nanómetros”. Las nanoestructuras, a su vez, son ”las herramientas
fabricadas con esos nanomateriales”. O sea, como IKEA: a uno le dan cuatro
palos y uno monta el armario. La cosa ya va complicadilla cuando se añade un
grupo especial de nanopartículas “esencialmente atractivo por sus
posibilidades para transportar y liberar fármacos”. Al menos, con ellos
pisamos ya terrenos médicos, es decir, lo prometido. Y ese grupo “es el
constituido por las micelas ―vesículas formadas por una única capa
de lípidos―, los liposomas ―vesículas formadas por una doble capa y
los dendímetros ―familia de grandes moléculas―”. Bueno: como decía Cantinflas en una
de sus películas: “No se desvalorine Don Crespi”; más adelante se nos
explicará la importancia de la diferencia.
Y de
pronto salta el grafeno la auténtica esperanza blanca que todos esperábamos y
resulta que ya se conoce. Más: cuando escribimos con un lápiz lo que hacemos es
extender capas de grafeno. ¡Y nosotros que no sabíamos que hablábamos en prosa!
Pero hay que seguir esperando todo lo que el grafeno nos promete, que no es
poco.
Entrando ya en
el terreno de la nanomedicina, Closa recurre a distinguir las tres etapas de
una actuación médica: el diagnóstico, el tratamiento y la regeneración. La idea
está clara: la prevención que precede a la enfermedad, la anticipa y la
denuncia con rapidez; el tratamiento o la terapia con la que, descubierta la
enfermedad, es combatida; la fase reparadora que permita superar los estragos
que la enfermedad haya producido. La realidad es que es posible que la
nanomedicina haga inútiles esas distinciones
Comencemos por el
diagnóstico. El nanodiagnóstico ocupa un lugar especial en la actualidad
porque es quizá el que ofrece soluciones a corto plazo. Inmediatamente se nos
ofrece una alternativa; el nanodiagnóstico “in vivo” (es decir el que
sea realiza dentro el cuerpo humano) y el nanodiagnóstico “in vitro”
(que se realiza sobre muestras que se extraen del organismo), mucho más
asequible. En ese campo tiene especial relevancia los nanosensores, compuestos
de un elemento receptor que detecta una sustancia y un sensor que interpreta
ese reconocimiento y nos lo hace inteligible: nos lo cuenta, nos lo describe.
Con ellos se logra penetrar en el cuerpo sin romper su envoltura externa. Un
viejo sueño apenas roto hoy por los rayos X y los TAC.
El
tratamiento de la enfermedad, es decir la terapia, constituye realmente el
centro del problema, pero, como aclara el libro, “siempre ha sido lidiar con
un problema de difícil solución: controlar de manera eficiente el destino final
del medicamento”. Quizá por esa razón el libro se concentra en la terapia
de dos enfermedades: el cáncer (donde el problema, es determinar el lugar al
que debe llegar el tratamiento o la medicación) y la diabetes (donde el
problema radica en determinar el momento en que debe llegar esa medicación o
tratamiento)
Llega la
regeneración. Algo así como el “los ciegos ven, los cojos andan…”
del que nos habla el evangelio de Mateo (11:5). Closa nos aclara que la
medicina regenerativa se ha definido como “aquel proceso por el que se
regeneran tejidos funcionales para reparar o reemplazar órganos cuyas funciones
se han perdido causa de enfermedades, la edad, daños o defectos congénitos”.
Inevitablemente hacen aquí su presencia las células madre. Uno aprende la diferencia
que existe entre las células madre: las “tutipotentes” (capaces de
convertirse en toda clase de células), las “pluripotentes” (que ya se
sitúan fuera de la placenta, pero conservan la capacidad de conservar su
pluripotencia) y las “multipotentes” (que sólo son capaces convertirse
en otras clases de células). Dos graves inconvenientes surgen en este sentido:
las reacciones inmunológicas que pueden producir y el hecho de que las células
madre pluripotentes, capaces de convertirse en cualquier tipo de células,
supone la utilización de fetos humanos. El japonés Yamanaka es presentado como
el adalid de ese nuevo frente a conquistar sin ofender la moral.
Otro hecho
importante que recuerda el libro es la distinta capacidad de recuperación de
los distintos órganos del cuerpo humano. Desde la extraordinaria capacidad de recuperación
del hígado a la mínima del cerebro. O la constante reconstrucción que lleva a
cabo el sistema óseo. Cosa de osteoclastos y oseoblastos nos explica el libro;
algo que uno no pone en duda, claro.
Hay algo que
supone un más allá de la regeneración: la lucha contra el envejecimiento. El libro
es prudente; señala esta lucha como un objetivo aún no logrado, pero expone los
cauces por los que, a la larga (nunca a la corta), podría ser alcanzado. Un
sueño que uno ve incompatible con la ley biológica de la vida como algo
transitorio y fugaz. Una aspiración que sería insostenible social y
económicamente y acabaría probablemente a una regulación legal de la eutanasia
no consentida. Quizá por esa razón el libro se queda en constatar una vieja
aspiración y una tímida esperanza.
Pero Daniel
Closa nos vuelve, en el final de su libro, a la realidad. “Hoy día empezamos
a entrever las posibilidades de la nanomedicina y el sentimiento que nos
despierta oscila entre la incredulidad y el vértigo”. En unas personas
primará la incredulidad; en otras, el vértigo. En los que, por viejos, no
veremos nada de lo que se nos anticipa, será el vértigo lo que predomine. La
vejez permite ser más crédulo sobre las posibilidades del futuro. En lo que se
coincide con el autor es que, aunque la historia recoge avances estelares de la
medicina (trasplantes, asepsia, antibióticos, anestesia, biónica…), “en esta
ocasión en cambio, estamos asistiendo a un cambio que afectará a todos los campos
de la medicina con potencial para transformar prácticamente todas las especialidades”.
Hay que destacar, por fin, el continuo reconocimiento que Closa rinde a Feynman
como fundador de la idea del mundo nano en su conferencia del 29 de diciembre
de 1959, “There’s Plenty of Room at the Bottom”. El viejo sueño de introducir
al cirujano en nuestro cuerpo. Como en el “Viaje alucinante” de Richard Fleischer.
El libro es interesante.
Quizá se excede en las explicaciones técnicas que proporciona sobre aspectos
médicos y con las que el lector medio se siente aplastado y agobiado. Pero son
explicaciones que, en muchos casos, caerán en tierra fértil y serán aprovechadas
o, incluso, forzarán al lector a tratar de penetrar en ese mundo hostil. Pero,
a pesar de todo ello, es un libro, apenas un librito, que merece que
contemplemos la realidad que viene y la asumamos. “Por mí y por todos mis
compañeros”, como se dice en muchos juegos infantiles. La revolución, como
se decía del amor en una vieja canción, “is just aroud the corner”. Y
cuando una cosa está a la vuelta de la esquina debe cogernos avisados. Por eso
este libro es interesante.
“Nanomedicina. La revolución de la medicina a escala
molecular”(140 págs.) es un libro del que es autor Daniel Closa en 2017, mismo
año en el que fue publicado por RBA en su serie “Coleccionables”. En 2019 se
reeditó por RBA Libros S.A., que es la edición aquí comentada.
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