sábado, 4 de mayo de 2019

Gregorio Luri : “La imaginación conservadora”.



 Lo que sigue al título del libro es esta indicación: “Una defensa apasionada de las ideas que han hecho del mundo un lugar mejor”. Una definición precisa de sus intenciones, aunque quizá hubiera que haber dicho que son ideas que ha impedido que el mundo no sea un lugar peor. O aún peor, para los pesimistas. En lo que hay que coincidir es que estamos ante una ’defensa apasionada’. En cualquier caso, conmueve encontrar un libro que hoy explique y defienda el espíritu conservador. Lo hace, en efecto, matizando lo que realmente éste supone, más allá de las acusaciones infundadas que haya podido lanzar contra él el sector progresista. Ello incluye, como es lógico, la crítica de ese falso progresismo. Se trata de un libro a la defensiva frente a la superficialidad.
Gregorio Luri Medrano es un profesor de filosofía aragonés. Estudió en Pamplona y terminó, ya en 1978, trasladándose a Barcelona, en cuya Universidad se doctoró en Filosofía y se licenció en Ciencias de la Educación. Aunque luego ha sido profesor de la Complutense, la impronta catalana como la filosófica es evidente en sus escritos. Incluso, uno de sus libros está escrito en catalán y versa sobre algo tan característico como los almogávares. Esa misma impronta se pone de manifiesto en su colaboración como columnista del periódico en lengua catalana Ara.
Pero mejor que tratar de definir sus intenciones es ver como las refleja: “intentaré defender la existencia de una naturaleza humana, que es la de animal político, y que en ella se encuentran los argumentos que justifican el conservadurismo. Pero quiero también demostrar otra cosa. Quiero mostrar que continúa siendo posible y, sobre todo, muy útil, dialogar con los pensadores conservadores de nuestra tradición”. Trata con ello de romper con la idea hoy políticamente correcta de que no tienen ya que decirnos nada relevante. Y efectivamente, Balmes, Donoso Cortés o Salamanca son invocados.
Algo con lo que se enfrenta Luri y parece que no lo ignora― es con la vaguedad del concepto conservadurismo. Me temo que concluiremos el libro sin saber lo que es el conservadurismo y/o lo que entiende por tal. Él mismo duda de que “podamos hablar en España de una tradición viva del pensamiento conservador” e “incluso que haya entre nosotros un pensamiento conservador políticamente activo”. Sin embargo, eso no le impide atribuir al conservadurismo una tradición histórica que se ancla en los filósofos griegos. Y cuando tiene que acometer algo así como una definición afirma: “el conservadurismo es un compromiso con las diferentes dimensiones del tiempo”. Ello distingue al conservador: “el reaccionario vive nostalgias inalcanzables y el revolucionario de esperanzas ciegas”. Esta contraposición es constante: “la utopía paleoconservadora es un pasado idealizado y la utopía moderna, un futuro idealizado”.
La modernidad es una de las claves de su pensamiento. El ser modernos es uno de los vicios de las generaciones actuales. Recuerdo que, de jóvenes, les llamábamos “modelnos” y eso reflejaba la actitud que muchas páginas expone Luri. Que sin embargo proclama: “...el conservador se niega a ser sólo moderno… “, “la tradición nunca está hecha, siempre se está haciendo…” (ojo: no penséis en Machado y sus caminantes). Poco a poco se va identificando modernidad con innovación, hasta llegar a una confusión de ideas que acongoja al lector. “Lo moderno ―lo hodierno― ya no significa una mera situación cronológica en la línea del tiempo. Se ha convertido en un valor por sí mismo e incluso en un deber”. “El conservador no se niega a ser moderno, sino a ser sólo moderno”. Y aquí sobrevendrá la crítica ―absolutamente justa― contra el innovacionismo fetiche de la izquierda, contra la adoración sin freno por el cambio.
Otro de los conceptos en que apoya sus tesis Luri es el de “politeia”. Aprovecha aquí su formación filosófica en su búsqueda de su concepto de conservadurismo. Se trata de un viejo concepto griego que dista mucho de tener un significado y contenido inequívocos. Tal vez por esa razón, Luri dedica muchas páginas a perfilar su concepto de “Politeia”. En mi opinión, no lo consigue; realmente lo que hace es “recuperar” ese término de la filosofía griega para aludir a algo que va describiendo trabajosamente. Va a corresponderse con “el alimento político común de los ciudadanos” de que hablaba Platón. Hay una frase importante: “La ‘politeia’ convierte al extraño en uno de los nuestros”. Hablar de ‘los nuestros’, pienso yo, es siempre peligroso. Quizá por eso Luri matiza: “El conservador no ignora los peligros de absolutizar la ortodoxia pública y convertirla en tiranía”. Y por eso busca una sociedad porosa, que ni se cierra a todo ni se abre a todo. Añade el libro: “la ‘politeia’ impregna y modula todo”. ¿Se nos está hablando desde Cataluña? No se ignora el fenómeno de la globalización, pero se afirma: “Estamos hechos de ‘politeia’ pero hoy en el siglo XXI, lo que nos hace sólo es autóctono allá donde lo autóctono está blindado culturalmente”.
El libro está entrando en algo que no se refiere exclusivamente al conservadurismo. Es un terreno peculiar donde se debate la naturaleza política o individual del hombre. Concluye que somos anfibios, para ello nos compara en primer lugar con las termitas, tan ordenadas y adaptadas donde: “todo individuo está al servicio del orden y todo el orden al servicio de un individuo que no soporta el desorden”. Nosotros, en contraste, nacemos individuo, pero pronto tenemos que participar algo del carácter político innato del hombre: reprimimos la espontaneidad, agostamos los deseos, nos acomodamos a lo ordenado. O sea: servimos a lo políticamente correcto. Y Luri llega a lo que llama “ámbitos de copertenencia”, cada uno de los cuales es una “institución intermedia y mediadora entre la individualidad y el Estado”. Luego nos comparara con los estorninos; aunque carecen de ese sentido ordenancista no alcanzan el carácter político del hombre.
Hagamos un alto en el camino. El libro está plagado de citas. Excesivas, continuas y variopintas. ¿Es bueno esto? En cualquier caso, su número abruma. Muchas de ellas aparecen excesivamente descontextualizadas; recuerdan la repetida anécdota del magistrado que en un cajón guardaba las decisiones jurisprudenciales que decían que sí a algo y en otro, las que proclamaban el no. Por descontado, una cita enriquece, brinda pistas y descubre ideas, pero su excesiva abundancia las devalúa. También en las ideas el libro ofrece una avalancha de ellas, en su mayor parte valiosas y orientadoras. En tal sentido no puede calificársele sino de libro enriquecedor para sus lectores.
El libro, en algún sentido, trata de establecer una cierta relación entre la política y determinadas condiciones que podríamos llamar ambientales y que condicionan al individuo. Y que son necesarias para advertir que el individuo trasciende automáticamente a la dimensión política, a costa de su vertiente animal. Lo que sucede es que esas condiciones están diseñadas de forma ambigua. Por una parte, se identifican con lo que serían memes, en su concepción inicial de Dawkins, es decir rasgos culturales que se replican (no en la forma en que comienza a utilizarse habitualmente, y que terminará en un nuevo descarrilamiento como el del “derby”). Por otro lado, hay unas referencias reiteradas a fenómenos como la lengua, la forma de comportarse, los usos y costumbres, la tradición imaginada… De nuevo la ´politeia' como ruido de fondo.
Falta quizá un cuadro de las tendencias políticas fundamentales. Se parte de una división básica: conservadurismo frente a progresismo. De entrada, parece que no es correcto confundir conservadurismo con la derecha y progresismo con la izquierda. Por cierto: ¿Luri es conservador y además, de derechas? La realidad es más compleja y requiere un esquema inicial distinto del que parece partirse: además de una división lineal derecha/conservadurismo e izquierda/progresismo, se puede introducir ya un esquema cartesiano en el que añadir en las abscisas la dicotomía liberalismo/estatismo. Uno de los capítulos de libro, dedicado a contradecir los postulados sentados por Hayek, representante del liberalismo, muestra el sesgo que, en este punto, evidencia el autor.
Por lo demás, el libro aborda continuamente aspectos fundamentales de la vida social: el cristianismo, la apropiación de la corporeidad, la meritocracia…   Al final establece una vaga relación entre muchos de estos conceptos o ideas y los sentimientos. El conservadurismo se vuelve evanescente. Son partes muy interesantes del libro como es la que dedica a Europa contemplada como Politeia y donde analiza las tensiones que se oponen a su plenitud. Al final, tras muchos meandros, es la virtud de la prudencia lo que va a caracterizar al conservadurismo.
Me gustaría equivocarme, pero el libro parece traer resonancias de memes catalanistas. Luri es conservador, aunque difuso. Pero en él parecen haber germinado los memes del catalanismo. Es como si en él pudiéramos observar la cruz que lleva consigo del catalanismo conservador, no necesariamente independentista. Y que una hipotética vocación estatista le convierta, al menos, en un espécimen de las distintas variedades de nacionalista. No  tenemos la sensación de que nos esté hablando del conservadurismo universal, sino del catalán, aunque todo aparente lo contrario. Pero esto es sólo una sensación; apenas podría aportar una serie de posibles pruebas. Al concluir el libro se nos dice: “más importante que blindar una herencia es amarla”; “Esta herencia es básicamente el ecosistema cultural en el que germina nuestra identidad”. Suena a algo ¿o no?
El cualquier caso, éste es un libro de lectura dura, aunque provechosa. Yo diría, además, que un poco traidor a su título. La historia contada del cambio del título original “La razón conservadora” no deja de ser triste y hasta vergonzante. Su cambio respecto al proyecto inicial suena a marketing. Algo correcto en el grupo Planeta. Porque yo no sé si en los momentos actuales lo más criticable no es el servir a intereses (puro capitalismo), sino servir a ideas (puro… ¿puro qué? ¿ideología?).
El libro está lleno de ideas y sugerencias. Quizá eso lo hace sugerente y lo distancie de lo sugestivo. Y uno lo comenta quedándose con la sensación de haber no haberse dejado arrastrar por ese torrente de ideas y, por ello, haber sido algo traidor al propio libro. O al menos, bastante desafecto.
“La imaginación conservadora, Una defensa apasionada de las ideas que han hecho del mundo un lugar mejor”(340 págs.) es un libro del que es autor Gregori Luri Medrano, registrado en 2019 y publicado en enero de ese mismo año por Ariel, sello editorial de Planeta S.A.

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