jueves, 25 de abril de 2019

Fernando Sánchez Dragó : “Santiago Abascal. España vertebrada”


A estas alturas de la historia de España, en abril del 2019, cuando nos hallamos a la espera de unas elecciones generales, no tiene sentido descubrir ni a Sánchez Dragó ni a Santiago Abascal. Aunque al primero le conocíamos desde hace tiempo se confiesa octogenario, como yo―, el segundo, para los no enterados, es nuevo en la plaza aunque nadie le desconoce ya hoy. Como vasco fue miembro del PP,  concejal de Llodio, miembro del parlamento vasco y colaborador de la Comunidad de Madrid en tiempos de Esperanza Aguirre. Hoy es el presidente de VOX, donde sustituyó a Vidal Cuadras.
Quizá no estemos simplemente ante un libro, sino ante un análisis de una situación social. Llueve sobre mojado, pero para todos. El preámbulo del libro, del que es autor único Sánchez Dragó, lo dice muy exactamente: ”…en la meteorología de la historia puede reinar durante mucho tiempo la calma chicha hasta que un buen día, de repente, sopla la brisa, se hinchan las velas, crujen las jarcias y una fuerza huracanada cambia el aire de los naipes del destino e impulsa la flota hacia un horizonte nuevo”. Santiago Abascal irrumpe en el escenario político (primero lo ha hecho en Andalucía) y desconcierta a tirios y a troyanos. Hasta los expertos en demoscopia insisten en la multitud de indecisos poniéndose así la venda antes de la herida. Ni izquierda ni derecha se sienten con un mínimo de seguridad. Ni los votantes, por descontado. Que comienzan por pensar seriamente en que para hacer una tortilla es preciso romper antes los huevos.
El libro está escrito de una forma peculiar, como lo fue su génesis. Hablan Abascal y Sánchez Dragó y se recogen esas conversaciones. Tiene cuatro partes: la tarde del viernes. la mañana y la tarde del sábado y la mañana del domingo. O sea, un fin de semana. Sánchez Dragó por su parte muestra un especial propósito de realizar preguntas incisivas, sin perdonar ningún tema por incómodo que sea. No podía ser de otra forma si se pretendía que el libro tuviera algún valor. El abandono del Polisario, de entrada, donde Abascal no deja de manifestar que es una cuestión de la que no tiene el conocimiento preciso para tomar una decisión. Es el tono general de sus contestaciones: opina cuando tiene opinión y se excusa cuando lo la tiene.
Sánchez Dragó, como sabe todo el mundo, es un bicho bastante raro. Abandonó el comunismo, pero sigue confesándose amigo de un Verstrynge que recorrió el camino contrario. Pero tiene algo de osito de peluche. No pierde la ocasión de preguntar a Abascal si considera sagrado el tráfico de armas. Y Abascal le contesta “No lo ponemos en cuestión. La tuya es una pregunta de progre sesentero, Fernando. Las armas, a veces, son necesarias para mantener la paz”. El tono desenfadado domina todas las entrevistas. Así cuando, hablando de Fukuyama y su fin de la historia, Abascal dice “…no sé cómo definir a ese señor”; Sánchez Dragó salta: “Te lo digo yo: un cantamañanas”.
En el fondo son tal para cual. Abascal niega tener vocación política y tenerla de guarda forestal. Se mete en política para que no lo hagan otros, y declara que lo hace por altruismo sino por egoísmo. “para evitar que otros vengan a arrebatarnos lo que es nuestro”. Agrega que la política le aburre. Por su parte, Dragó, que no trata de ocultar sus ideas, se declara defensor del plan de bachillerato de Pedro Sainz Rodríguez en el que durante siete años se estudiaban ciencias y letras, y, luego, uno decidía.
¿Estamos ante un ideario de Abascal o un ideario de Dragó? Es una espléndida pelea de gallos, en la que uno disfruta, aunque sólo sea porque está lejana de esas contestaciones tediosas, largas y oscuras en donde ni se dice sí, ni se dice no, por mucho que se nos repita que “sí es sí” y “no es no”. O sea, eso que ya tiene cansado a lo que antes se llamaba “público”. Y en esa pelea —pelea, pero amistosa— sorprende que quien habla más y durante más tiempo es Fernando Sánchez Dragó. Digamos que no es un gran problema, porque su pensamiento tiene mucho de peculiar y curioso, por lo que resultará atrayente para unos y no para otros. Pero en todo caso habla más. ¿Sabemos al final más de Dragó o de Abascal? Quizá son cosas distintas: más extremoso el primero y más profundo el segundo, lo que por otra parte justifica que hable más el primero que el segundo. Uno vuela y otro tiene que dar cautelosos pasos.
Resulta imposible referirse a todos los temas abordados en esas conversaciones Prácticamente cubren todo el espectro de la disidencia política y social de España. No descubren muchas cosas; simplemente aclaran casi todas las que se abordan, porque Abascal no tiene inconveniente decir en algunos temas que carece de juicio formado.
Dragó le espeta a Abascal tras poner en duda que sea de derechas: “Eres un conservador, pero cristiano. Yo también, pero pagano. Y sobre todo eres Vox; un sentimiento transversal de sensatez que se planta frente a los tirios y los troyanos en un país que la ha perdido“. Antes ha dicho ; “ser de derechas o de izquierdas ya sólo es taxonomía arqueolóica mordisqueada por las polillas”, algo que “viene de la revolución francesa y prescribió al caer el muro de Berlín”.
Abascal confiesa que Vox busca la transversalidad. Afirma que “Vox no es una escisión del PP, es algo nuevo”. Da la impresión de que evita ser tachado de simple derecha, cosa en la que coincide con los que, en el extremo opuesto, ven en Vox la extrema derecha: o mejor la extrema, extrema derecha. Quizá es una muestra de las profundas conmociones que sufre en la actualidad la filosofía política que se traduce no tanto en una búsqueda teórica, como una aparición práctica del fenómeno de la transversalidad que destruye las viejas clasificaciones y origina nuevos populismos.
Ojeando el libro (porque es un libro para ojear) uno extrae como clave del progreso de Vox su reacción frente a lo que se ha venido llamando políticamente correcto. Lo que supone por ejemplo preferir la idea de una España cristiana o romanizada a la predominante tesis de las tres culturas.
  En el libro, Abascal aclara algunas de las críticas que se le han lanzado. Así afirma: “Nosotros no creemos que sea necesario uniformar España ni acabar con su diversidad. Al contario”. Esas críticas las justifica así: “Todos los progres están nerviosos con nosotros y se agarran, para denigrarnos, a lo que pueden”. Uno añadiría que los progres y los no progres: no se sabe cómo reaccionar ante cambios tan profundos como los que está experimentando la sociedad, de los que Vox, como Podemos, pueden ser manifestaciones, pero no causas. Mayor es aún la aparición de movimientos como el feminismo radical, el animalismo o el pansexualismo. Todo asusta, aunque algunos creen poder cabalgar al tigre. Ojo rana, al escorpión.
Estamos ante un libro que, curiosamente, Pedro Sánchez regaló a Alberto Rivera en uno de los debates a cuatro que se prodigaron en 2019 como resultado de diversos errores. Sigo personalmente sin entender ese regalo. Sobre todo, teniendo en cuenta que en él Abascal dice: “…el gran problema de España en los últimos ciento cincuenta años ha sido el PSOE”. Se coincida o no con esa afirmación ¿Por qué se lo regala?
Hay algo curioso en ese ya de por sí curioso libro. Es el tratamiento de la intimidad. Abascal no parece tener pelos en la lengua, pero hay terrenos que se los reserva. Se confiesa católico, aunque no clerical (“Yo el papa no voy a decirte nada. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. En lo concerniente a él prefiero mantenerme a una prudente distancia”), pero se niega a referirse a su proceso de recuperación de la fe. Hay un momento de descender/ascender y otro de dejar de hacerlo. Y lo defiende, a sabiendas de que no es lo políticamente correcto. Es probable que a otros políticos no se les haya preguntado sobre estos aspectos. Aunque quizá sea mejor que desconozcamos el recorrido espiritual (o su vertiente religiosa, afluente menor) de tanta gente.
Pero esa intimidad tiene lógicamente la función de defender un reducto concreto y personal. Por lo demás, Abascal reconoce ser disperso, detesta el correr y prefiere andar… Reconoce incluso, al tiempo de reconocer que no sabe jugar al mus, que ”también hemos tenido que engañar con las de los ojos a los compañeros. Si no nos creían, malo. Lanzamos, como insinúas, un órdago, por no decir un farol, que acojonó a todo el mundo”. Se refiere a los 19 puntos de la campaña andaluza más reciente.
No se va a hacer aquí ninguna alusión a sus opiniones sobre los temas que ocupan a los políticos en estos momentos: emigración, igualdad femenina, paro, corrupción, economía, animalismo, laicismo, crisis económica, memoria histórica, educación, asistencia médica, pensiones, nación, patria, federalismo… O de aquellos que se dan por decididos (aunque muchos no lo estén): autonomías, intelectualidad, terrorismo, soberanía, aborto, eutanasia, libertad sexual, europeísmo…  Son temas sobre los que expone su pensamiento que es el Vox, naturalmente y que deben ser analizados por el propio lector. No parecen, en general, ser esos órdagos a los que se refiere. Frente a la prohibición o la total permisión, parece optar en todos por la regulación.
El libro constituye, sin duda, una forma de conocer el pensamiento último de Abascal, más allá de los calentones en que suelen caer los políticos en sus campañas y fervorines. Que se basa en que son los sentimientos los que mueven a los votantes, no las ideologías o los intereses. Un libro que parece rebosar sinceridad en este aspecto.
Uno se pregunta la razón por la que Pedro Sánchez regaló este libro a Alberto Rivera en su debate del día 23 de abril de 2019. ¿Lo había leído? Y uno se pregunta también a continuación: ¿debe el lector hacer ese mismo regalo a algún conocido siguiendo la conducta de Pedro Sánchez? Pero uno no vende consejos. Ni los pide.

“Santiago Abascal, España vertebrada” (286 págs.) es un libro escrito por Fernando Sánchez Dragó en 2019 y publicado por la editorial Planeta en abril de ese mismo año.

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