lunes, 13 de mayo de 2019

Miguel Mestanza : “Historia del bridge. Manos y convenciones famosas”.


Rebuscando entre libros encontré uno, relativamente reciente, que ahora llama mi atención. Toda historia encierra una lección o muchas. Porque toda historia implica una evolución. Sin evolución no hay historia que valga; cuanto más tiempo ocupe, más historia creará. Cuanto menos tiempo consuma más intensa tenderá a ser. Aunque no siempre, claro.
El bridge es simplemente un juego. De parejas que buscan unidad de acción a través de las llamadas convenciones. Casi sin querer nos llega la idea de otro juego de parejas que busca también una unidad de acción: el mus. Un juego absolutamente distinto que nos servirá para conocer las diferencias que le separan del bridge. Por cierto, he jugado al mus con personas que trataban de darle la solemnidad del bridge y gente que intentaban dar al bridge la levedad alegre del mus.
Miguel Mestanza Fragero es una persona volcada en le bridge, es decir adoradora de este juego, sobre el cual llegó a presentar una tesis doctoral en la que glosaba sus virtudes y su implicación con las más diversas ciencias. La tesis fue presentada en la Universidad del CEU San Pablo y fue dirigida por Christi Amesti Mendizábal. Esa fue la guinda de una trayectoria profesional y una vocación personal.
Voy a hacer una advertencia previa importante: el libro, como anuncia (o amenaza) su subtitulo habla entre otras cosas de manos famosas. Uno se enfrentaría así a la clásica representación de las manos repartidas en una partida de bridge que se comentan. Una representación que será cómoda y fácil para los devotos del bridge pero que a los profanos e incluso a los simples aficionados, resulta costosa y abrupta. Conclusión, no se examinarán esas manos, ni esa identificación de las cartas que será para el experto ser casi intuitiva y para el profano o simple aficionado una línea roja, como ahora se dice.
La primera sorpresa del libro es la de adjudicar a España el origen de bridge. LO hace disparando en varias direcciones. En primer término, hace padre al tute subastado, pero esto sería solamente algo complementario, ya que la idea de la subasta es muy posterior a los inicios reconocidos del bridge. Más adelante se reconoce que el origen del bridge sería atribuible a los que ya cuando va a nacer el siglo XXI son calificados como países de PIGS, o sea a países del sur de Europa.
Dejémonos de orígenes remotos. El bridge reconoce como antecedente próximo al whist. Aquí empieza la historia del bridge, porque al whist le serán añadidas novedades que le hacen, sencillamente, desaparecer. No es una revolución; pasan años en los que se van modificando las reglas de whist. Ya los jugadores de whist impusieron convenciones tan curiosas como la salida de la cuarta del palo más largo o a la inversión de las cartas baja-alta en los descartes.
Durante mucho tiempo convivieron el bridge y el whist. Curiosamente la consolidación del perfil del primero se va a producir, en un primer momento, en la India y, en su forma definitiva, en Egipto por militares y funcionarios ingleses en las colonias del Imperio que amenizaban sus horas de ocio con las cartas. En esas consolidaciones se recopilan y aceptan una serie de modalidades de juego que le van agregando interés. Frente a la escasa sustancialidad del whist, surge un bridge que va modificando las reglas de juego. Se aceptará que no existe una elección circunstancial del palo de triunfo. O que se ordene los palos jerárquicamente. O que se sitúen como metas las ideas de las mangas y el rubber. O que se comiencen a valorar las manos, cara a un entendimiento entre parejas.
Nos topamos aquí con algo curioso: un juego que evoluciona de forma constante hasta consolidarse como juego autónomo; más o menos, claro. Hagamos un alto en el camino, como de costumbre. Lo comparábamos al mus, pero en realidad éste representa una antítesis: no hay subastas ya que las metas, previamente fijadas se convierten en piedras y amarracos que varían según las regiones; la comunicación entre parejas no se hace por cartas y de forma pública y conocida, sino por señas que, aunque son conocidas, se realizan de forma subrepticia y por señas faciales; no hay triunfo y los palos son indiferentes. ¿Cuál de ellos ha evolucionado? El bridge es en cada partida un reto intelectual: el mus no es menos intelectual, pero todo lo reduce a un esfuerzo radicalmente lúdico. Y cuando no lo hace deja de ser mus, como cuando se juega al bridge a algo más que para entretenerse, deja de ser bridge. Eso es que como jugador de uno y otro siente y declara. Con las que ha disfrutado, una más joven volcada al bridge, otra más viejo buscando la habitualmente descansada partida de mus. Yo, claro, nunca participé en el menor de los concursos. Me limité a disfrutar con ambos.
Volvamos al bridge. Conforme avanzaban sus variaciones (las que le mejoraban) cambiaba de nombre. Cuando sobrevinieron la más importantes: la admisión de una subasta con sus consecuencias: cuantía y jerarquía de los palos en la apuesta; objetivo de las dos mangas como objetivo de la partida, el extraordinario descubrimiento del  “muerto”: la sucesión de las subastas o pujas… cuando todo esto existió, Harold Vanderbilt declaró la especificidad del Bridge-Auction y creó el sistema de puntajes. Y luego llegó Culberston en los 30 y lo hizo realidad sentando las reglas básicas que aun dominan el bridge y elaborando su clásica puntuación de bazas honores frente a la de puntos.
A partir de la llamada “era Culberston”, el libro es ya, fundamentalmente, una historia detallada del bridge, tanto en su aspecto técnico, como en el social. Se convierte en una verdadera historia que le hace pasar de ser un libro de lectura a un libro de consulta. En el primero de esos aspectos, se amontonan las innumerables personas que han contribuido a mejorar la técnica de juego y que da la sensación de que estamos ante una verdadera guía de teléfonos. En el segundo, es también abrumadora la referencia a las competiciones existentes que convierten el bridge en una mezcla de negocio y espectáculo. Como resultado de todo ello, el libro está lleno de partidas famosas que comenta. Para el no habituado al bridge resulta incómoda la notación que ya se ha hecho universal. Por eso el libro es de especial disfrute para quienes se mueven como pez en el agua en esos esquemas. Y por eso también en este comentario únicamente se hace referencia a su existencia.
La idea que subyace siempre es la visión de este juego es que se compone de dos partes bien diferencias: la subasta y el carteo. Mastanza se opone al viejo dicho británico que reserva la subasta para los señores y relega el carteo a los sirvientes. Pero lo hace con cierta matización: una mala subasta jamás la arreglará un buen carteo. Lo cierto es en torno a la subasta discurrirá una corriente constante de mejora de las convenciones con las que se pretende mejorar la información de la pareja (y por descontado, de los contrarios) y maximizar el éxito del carteo. Esos refinamientos serán en general ajenos al carteo, en el que también se puede dar alguna información,  y donde sin duda también se desarrollan técnicas precisas.
Algo que también debe destacarse en la referencia a que la suerte puede quedar minimizada en favor del talento, a través de la repetición de manos jugadas previamente por otras parejas, entregando a cada participante trece cartas idénticas a las ya jugadas por aquellas (el llamado bridge duplicado). Algo, por ejemplo, imposible de llevar a cabo en el mus donde median descartes que forman de hecho parte de la competición; queda así el juego en gran parte dependiente de la suerte con una imposible comparación de la calidad de los jugadores.
El año 30 vio aparecer las convenciones dirigidas a buscar el slam (el grande de las 13 bazas ganadas y el pequeño, de 12) con lo que se plantea el dilema de la naturalidad o artificialidad de las convenciones. Aparecerán las marcas interrogativas e informativas de Culberston (“cuebid”), Blackwood (de contestación al 4 sin triunfo), Gerber (a los 4 tréboles) y otras muchas cuyos mecanismos son cuidadosamente descritos.
Si eso sucedía en la década de los 30, los 40 vieron nacer la convención Stayman (apertura de 1 sin triunfo con respuesta forcing de 2 tréboles) y el sistema Goren o standard americano que aportó fórmulas de estimación de la fuerza de la mano y formuló el principio de economía. A esa década corresponde también la ingente labor historiográfica de Le Dentu.
Los años 50 vieron la aparición de los grandes torneos y los campeonatos mundiales, que originan nuevos sistemas y convenciones. La tendencia a la competición masiva hace que Mestanza diga “Nace de esta manera el Bridge Competición, “el arrastrao” que era un “divertimento” ha pasado a ser un juego competitivo que mueve un conjunto de intereses que sobrepasan el simple objetivo de ganar” “..,ocupando el Bridge Competición un escalón superior al Bridge Contrato”. A partir de ahí y a lo largo de las siguientes décadas pasará a ser objeto de estudio y aprendizaje, proliferando las nuevas y un tanto artificiales novedades en el campo de la subasta.
En definitiva; hay que insistir que estamos ante un libro de consulta, pero que no obstante contiene observaciones generalistas sobre la evolución de un juego de cartas inglesas. Como libro de consulta merece el aplauso por ofrecer una visión tan amplia como minuciosa de jugadores, partidas, convenciones y sistemas. Pero junto a ello ofrece al alejado de los escenarios actuales una información sobre un juego sobre el que aún cabe distraerse. Para quien nunca se ha entretenido jugando al bridge es un libro que carece de sentido y del que debe alejarse. Ni siquiera podrá percibir ese curioso desarrollo histórico que se nos muestra.
¿Arrastra el bridge un excesivo peso de hecho o moda social que le desvirtúa?
“Historia del bridge. Manos y convenciones famosas” (394 págs.) es un libro escrito por Miguel Mestanza y publicado por Mesitur S.A. con registro y depósito de 1995

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