Rebuscando
entre libros encontré uno, relativamente reciente, que ahora llama mi atención. Toda historia
encierra una lección o muchas. Porque toda historia implica una evolución. Sin evolución
no hay historia que valga; cuanto más tiempo ocupe, más historia creará. Cuanto
menos tiempo consuma más intensa tenderá a ser. Aunque no siempre, claro.
El bridge es
simplemente un juego. De parejas que buscan unidad de acción a través de las
llamadas convenciones. Casi sin querer nos llega la idea de otro juego de
parejas que busca también una unidad de acción: el mus. Un juego absolutamente
distinto que nos servirá para conocer las diferencias que le separan del
bridge. Por cierto, he jugado al mus con personas que trataban de darle la
solemnidad del bridge y gente que intentaban dar al bridge la levedad alegre
del mus.
Miguel Mestanza
Fragero es una persona volcada en le bridge, es decir adoradora de este juego,
sobre el cual llegó a presentar una tesis doctoral en la que glosaba sus
virtudes y su implicación con las más diversas ciencias. La tesis fue
presentada en la Universidad del CEU San Pablo y fue dirigida por Christi
Amesti Mendizábal. Esa fue la guinda de una trayectoria profesional y una
vocación personal.
Voy a hacer una
advertencia previa importante: el libro, como anuncia (o amenaza) su subtitulo
habla entre otras cosas de manos famosas. Uno se enfrentaría así a la clásica
representación de las manos repartidas en una partida de bridge que se comentan.
Una representación que será cómoda y fácil para los devotos del bridge pero que
a los profanos e incluso a los simples aficionados, resulta costosa y abrupta.
Conclusión, no se examinarán esas manos, ni esa identificación de las cartas
que será para el experto ser casi intuitiva y para el profano o simple
aficionado una línea roja, como ahora se dice.
La primera
sorpresa del libro es la de adjudicar a España el origen de bridge. LO hace
disparando en varias direcciones. En primer término, hace padre al tute
subastado, pero esto sería solamente algo complementario, ya que la idea de la
subasta es muy posterior a los inicios reconocidos del bridge. Más adelante se
reconoce que el origen del bridge sería atribuible a los que ya cuando va a
nacer el siglo XXI son calificados como países de PIGS, o sea a países del sur
de Europa.
Dejémonos de
orígenes remotos. El bridge reconoce como antecedente próximo al whist. Aquí
empieza la historia del bridge, porque al whist le serán añadidas novedades que
le hacen, sencillamente, desaparecer. No es una revolución; pasan años en los
que se van modificando las reglas de whist. Ya los jugadores de whist
impusieron convenciones tan curiosas como la salida de la cuarta del palo más
largo o a la inversión de las cartas baja-alta en los descartes.
Durante mucho
tiempo convivieron el bridge y el whist. Curiosamente la consolidación del
perfil del primero se va a producir, en un primer momento, en la India y, en su
forma definitiva, en Egipto por militares y funcionarios ingleses en las
colonias del Imperio que amenizaban sus horas de ocio con las cartas. En esas
consolidaciones se recopilan y aceptan una serie de modalidades de juego que le
van agregando interés. Frente a la escasa sustancialidad del whist, surge un
bridge que va modificando las reglas de juego. Se aceptará que no existe una
elección circunstancial del palo de triunfo. O que se ordene los palos
jerárquicamente. O que se sitúen como metas las ideas de las mangas y el rubber.
O que se comiencen a valorar las manos, cara a un entendimiento entre parejas.
Nos topamos
aquí con algo curioso: un juego que evoluciona de forma constante hasta
consolidarse como juego autónomo; más o menos, claro. Hagamos un alto en el
camino, como de costumbre. Lo comparábamos al mus, pero en realidad éste
representa una antítesis: no hay subastas ya que las metas, previamente fijadas
se convierten en piedras y amarracos que varían según las regiones; la
comunicación entre parejas no se hace por cartas y de forma pública y conocida,
sino por señas que, aunque son conocidas, se realizan de forma subrepticia y
por señas faciales; no hay triunfo y los palos son indiferentes. ¿Cuál de ellos
ha evolucionado? El bridge es en cada partida un reto intelectual: el mus no es
menos intelectual, pero todo lo reduce a un esfuerzo radicalmente lúdico. Y
cuando no lo hace deja de ser mus, como cuando se juega al bridge a algo más
que para entretenerse, deja de ser bridge. Eso es que como jugador de uno y
otro siente y declara. Con las que ha disfrutado, una más joven volcada al
bridge, otra más viejo buscando la habitualmente descansada partida de mus. Yo,
claro, nunca participé en el menor de los concursos. Me limité a disfrutar con
ambos.
Volvamos al bridge.
Conforme avanzaban sus variaciones (las que le mejoraban) cambiaba de nombre.
Cuando sobrevinieron la más importantes: la admisión de una subasta con sus
consecuencias: cuantía y jerarquía de los palos en la apuesta; objetivo de las
dos mangas como objetivo de la partida, el extraordinario descubrimiento
del “muerto”: la sucesión de las subastas
o pujas… cuando todo esto existió, Harold Vanderbilt declaró la especificidad
del Bridge-Auction y creó el sistema de puntajes. Y luego llegó Culberston en
los 30 y lo hizo realidad sentando las reglas básicas que aun dominan el bridge
y elaborando su clásica puntuación de bazas honores frente a la de puntos.
A partir de la
llamada “era Culberston”, el libro es ya, fundamentalmente, una historia detallada
del bridge, tanto en su aspecto técnico, como en el social. Se convierte en una
verdadera historia que le hace pasar de ser un libro de lectura a un libro de
consulta. En el primero de esos aspectos, se amontonan las innumerables personas
que han contribuido a mejorar la técnica de juego y que da la sensación de que
estamos ante una verdadera guía de teléfonos. En el segundo, es también
abrumadora la referencia a las competiciones existentes que convierten el
bridge en una mezcla de negocio y espectáculo. Como resultado de todo ello, el
libro está lleno de partidas famosas que comenta. Para el no habituado al bridge
resulta incómoda la notación que ya se ha hecho universal. Por eso el libro es
de especial disfrute para quienes se mueven como pez en el agua en esos
esquemas. Y por eso también en este comentario únicamente se hace referencia a
su existencia.
La idea que
subyace siempre es la visión de este juego es que se compone de dos partes bien
diferencias: la subasta y el carteo. Mastanza se opone al viejo dicho británico
que reserva la subasta para los señores y relega el carteo a los sirvientes.
Pero lo hace con cierta matización: una mala subasta jamás la arreglará un buen
carteo. Lo cierto es en torno a la subasta discurrirá una corriente constante de
mejora de las convenciones con las que se pretende mejorar la información de la
pareja (y por descontado, de los contrarios) y maximizar el éxito del carteo.
Esos refinamientos serán en general ajenos al carteo, en el que también se puede
dar alguna información, y donde sin duda
también se desarrollan técnicas precisas.
Algo que también
debe destacarse en la referencia a que la suerte puede quedar minimizada en
favor del talento, a través de la repetición de manos jugadas previamente por
otras parejas, entregando a cada participante trece cartas idénticas a las ya
jugadas por aquellas (el llamado bridge duplicado). Algo, por ejemplo, imposible
de llevar a cabo en el mus donde median descartes que forman de hecho parte de
la competición; queda así el juego en gran parte dependiente de la suerte con
una imposible comparación de la calidad de los jugadores.
El año 30 vio
aparecer las convenciones dirigidas a buscar el slam (el grande de las 13 bazas
ganadas y el pequeño, de 12) con lo que se plantea el dilema de la naturalidad o
artificialidad de las convenciones. Aparecerán las marcas interrogativas e informativas
de Culberston (“cuebid”), Blackwood (de contestación al 4 sin triunfo), Gerber
(a los 4 tréboles) y otras muchas cuyos mecanismos son cuidadosamente
descritos.
Si eso sucedía
en la década de los 30, los 40 vieron nacer la convención Stayman (apertura de
1 sin triunfo con respuesta forcing
de 2 tréboles) y el sistema Goren o standard americano que aportó fórmulas de
estimación de la fuerza de la mano y formuló el principio de economía. A esa década
corresponde también la ingente labor historiográfica de Le Dentu.
Los años 50
vieron la aparición de los grandes torneos y los campeonatos mundiales, que
originan nuevos sistemas y convenciones. La tendencia a la competición masiva
hace que Mestanza diga “Nace de esta manera
el Bridge Competición, “el arrastrao” que era un “divertimento” ha pasado a ser
un juego competitivo que mueve un conjunto de intereses que sobrepasan el
simple objetivo de ganar” “..,ocupando el Bridge Competición un escalón superior
al Bridge Contrato”. A partir de ahí y a lo largo de las siguientes décadas
pasará a ser objeto de estudio y aprendizaje, proliferando las nuevas y un tanto
artificiales novedades en el campo de la subasta.
En definitiva;
hay que insistir que estamos ante un libro de consulta, pero que no obstante
contiene observaciones generalistas sobre la evolución de un juego de cartas inglesas.
Como libro de consulta merece el aplauso por ofrecer una visión tan amplia como
minuciosa de jugadores, partidas, convenciones y sistemas. Pero junto a ello ofrece
al alejado de los escenarios actuales una información sobre un juego sobre el
que aún cabe distraerse. Para quien nunca se ha entretenido jugando al bridge
es un libro que carece de sentido y del que debe alejarse. Ni siquiera podrá
percibir ese curioso desarrollo histórico que se nos muestra.
¿Arrastra el
bridge un excesivo peso de hecho o moda social que le desvirtúa?
“Historia del bridge. Manos y
convenciones famosas” (394 págs.) es un libro escrito por Miguel Mestanza y publicado
por Mesitur S.A. con registro y depósito de 1995
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