Hay ocasiones en las que aludir a la personalidad y obra del autor es necesario. En este caso, parece serlo, porque José Luis Lassalle ofrece un perfil peculiar. Es una de esas personas que han vivido entre la docencia y la política de una forma que comienza a ser habitual. Doctor en Derecho por la Universidad de Cantabria fue profesor de ésta y de la de Carlos III. Incorporado a la política como diputado en 2004, colaboró también en las universidades Juan Carlos I y San Pablo-CEU. En el primer gobierno de Rajoy fue Secretario de Estado de Cultura y de Agenda Digital, teniendo una actuación controvertida. Abandonada la política en 2018, escribe en El País y La Vanguardia. En sus escritos se proclama liberal.
El libro constituye el aviso de
la amenaza que ante sí tiene la población como consecuencia de la irrupción de la
tecnología digital y se complementa con unas débiles indicaciones de los medios
existentes para evitarla. Siempre invocando la libertad, aunque haciéndolo en
una peculiar mezcolanza con la intervención del Estado legislador, lo que hacer
temer ciertos sesgos, escasamente compatibles con el liberalismo.
Para Lassalle todo empieza por
los “datos”: “La política y la economía de siglo XXI son ya un producto de
los datos”. Asume la idea de los “big data” para llegar a la expresión “Data
Tsunami” con la que titula el primero de los capítulos del libro. La idea de la
utilización de estos datos masivos es empleada ya en la actualidad con fines de
imposición o enriquecimiento. Obama lo inaugura en política utilizando en su
campaña electoral datos de las redes sociales; y Google, lo hace en el terreno
económico. Pronto se advierte que estamos ante “un rediseño holístico del
poder que no necesitará legitimarse porque alinea en un único vector a la técnica
como estructura en si misma y a la política y la economía como superestructura
que depende de aquélla”.
Al hilo de todo esto se manipula
y/o elabora un concepto que será objeto de continua utilización: el de
“capitalismo cognitivo”. Una realidad realmente peligrosa porque es un concepto
sobre el que se acumularán ideas y verborrea por parte iguales a principios de
este siglo XXI, ya bastante crecidito por otra parte. Junto a esa noción nacen
otras ideas de capitalismo como la emocional ¿cómo no? En general capitalismo
es utilizado como una idea que implica dominación, desigualdad y superioridad,
cuando no directamente poder; cuestión distinta es que admita el crecimiento
del bienestar y el progreso económico. Uno cree que Lassalle emplea el concepto
“capitalismo cognitivo” para expresar la acumulación en pocas manos del poder
de conocimiento basado en el control de los datos tomados de la propia sociedad
para su posterior modulación y empleo. En suma: el pastoreo de la sociedad
adormecida por la tecnología creciente.
El desarrollo tecnológico es
innegable: “El mundo evoluciona a lomos de la revolución digital hacia una nueva
experiencia de hombre y del poder” Esto es lo que, con toda razón, preocupa
a Lassalle. Había que “resignificar” el papel del ser humano. El relato legado
por la posmodernidad había ya fracasado. La vieja idea de Leviatán, el poder absoluto
que minimiza la libertad individual, reducción que se acepta voluntariamente,
aunque no conscientemente, renace como amenaza en un posible Ciberleviatán que
nos acecha. El libro lleva como portada la vieja imagen de Leviatán utilizada en
su primera edición de 1651, una de cuyas mitades aparece pixelizada. Sucede que
ahora el cambio es disruptivo, lo que hace necesario recordar que la esencia de
la disrupción es la brusquedad en el cambio o la rotura.
Y en esa brusquedad va a denunciarse
en el libro. Acertadamente sitúa como hecho clave la aparición en torno a 2007
de los smartphones. Nos recuerda las leyes de Moore y Koomey; cada 18
meses se duplica el número y costo de los transistores de un chip (Moore) y se reduce
a la mitad la energía necesaria para la utilización de una CPU (Koomey). Nos
vuelve a enfrentar nuestro móvil con las instalaciones informáticas que precisó
la llegada a la luna de Apolo XI en 1969. Algo inimaginable, pero que nos hace
aceptar las constantes novedades y progresos de la informática como algo natural.
Y a Lassalle distingue en ese progreso un ciclo virtuoso (los datos son los
nuevos elementos de producción) y un círculo vicioso negativo (el ser humano se
siente obligado a “ciberadaptarse al medio tecnológico” a través de su “cibermutación”)
Bajemos a un plano más simple:
La tecnología ha dado a la persona un enorme poder de conocimiento proporcionado
eso sí, por los controladores de los datos. La persona se siente cómoda y
satisfecha. Quizá es consciente de que está perdiendo algo de su libertad y de
su poder de decisión, pero no lo da importancia. Uno cree que en gran parte de
ello se debe a que en el momento actual se sabe ya reducido a una peculiar
impotencia ante el poder, económico o político.
Podríamos decir que, a partir de
este momento, el itinerario del libro se desorienta. Entra en lo que llama “Cuerpos
en retirada”. De la creciente dependencia tecnológica, pasa a considerar
que ésta produce una pérdida del sentido de corporeidad de la persona. Hace falta
algún esfuerzo para entender exactamente lo que se pretende afirmar cuando se
habla de “esa marginación del cuerpo”. Ayuda, por ser expresiva la siguiente
frase: “la causa de la expulsión recae en la incomodidad de su presencia
cuando los hombres están en los umbrales de la utopía virtual. Su apertura a la
enfermedad, la caducidad y el dolor es, entre otras cosas, el recordatorio analógico
de que somos humanos, demasiado humanos. Algo que en el contexto de nuestra era
digital es visto como una deficiencia a erradicar o, si se prefiere, un pecado
a purgar”. Entre tanto progreso y tantas facilidades, el cuerpo parece ser
algo obsoleto y molesto. Algo a despreciar relegándolo a un segundo plano.
Uno se pregunta qué tiene que
ver eso con la amenaza de un nuevo Leviatán. Nuestra temporalidad y nuestro
carácter pasajero han pesado históricamente sobre el hombre. La felicidad, la
belleza, el bienestar… hay muchas cosas que tienen a incrementar ese
sentimiento. Y la tecnología con sus brillantes, avances, es una ellas, pero sólo
una más de ellas. Se echan en falta una referencia, dado el periodo de tiempo
breve en que producen estos efectos, a la forma que ello se manifiesta en las
distintas generaciones.
Vivimos como anuncia el capítulo
siguiente de una “libertad asistida”. ¿Es malo fiarse de los consejos
que tecnológicamente se nos ofrecen en nuestros terminales? ¿Es rechazable la
ayuda que, por ejemplo, en el campo médico, pueden proporcionarnos los grandes
bancos de datos? ¿Por qué no hablar de decisión asistida en lugar de libertad
asistida? ¿No estamos ante un árbol más de del bien y del mal?
Eso quizá conduce a que Lassalle
nos hable de los algoritmos que rigen los datos recopilados ¿Maneja un concepto
correcto de algoritmo? Es una pregunta para la que no tengo respuesta, aunque sí
dudas. El libro nos habla de que tiene un dueño, amo del del “tecnopoder”,
que no es único y que la complejidad del entramado de aplicaciones y
desarrollos tecnológicos lo hacen especialmente peligroso. Claro que también se
refiere al colapso que se produciría de no existir ese algoritmo: “nos
sentiríamos perdidos sin remisión”. Pero eso sucede con casi todo: la
electricidad, el alfabeto, el derecho…
En este caso lo que llama algoritmo ha determinado la conversión del
capitalismo liberal en capitalismo cognitivo y, dentro de éste de lo predictivo
al prescriptivo.
Y saltando al vacío llega a
preocuparse de los robots. Alude antes al ciberpopulismo, los “shiststorms” o
linchamientos digitales, las fake news, la posverdad. Aquí libra de culpa a la tecnología,
que únicamente sería el medio usado para llegar a crear un ciberproletariado
que ayudará al advenimiento de Ciberleviatán. Y aquí entra de la figura del
robot, algo que, unido a la Inteligencia Artificial, dejaría miles de personas
sin trabajo: “la suma de a IA y de la robótica podría llegar a suponer la
dislocación estructural del tejido social en todo el mundo al privar
masivamente a los seres humanos del trabajo”. A partir de aquí, Lassalle
mostrará sin veladuras la visión negativa que le anima. Como en el dicho “ni
contigo ni sintigo tienen mis males remedio…”, destaca el fracaso de soluciones
de la izquierda, o la droga del transhumanismo de Sillicon Valley. Con ello desemboca
en las disquisiciones que hace sobre la solución que implica la llamada “Renta
Básica Universal” (RBU). Defendida tanto por la izquierda como por los grandes
gurús californianos, el libro muestra sus sospechas, según las cuales la RBU
sería un arma utilizada por los tecnopoderosos para hacerse con el control del
ciberproletariado.
Lassalle es quizá demasiado
negativo en sus predicciones y demasiado optimista en las soluciones que
propone. En el primer aspecto, se echa en falta la referencia a la increíble
capacidad de adaptación de la humanidad. En el segundo parece esperar demasiado
de una curiosa revolución liberal, colectiva y humanista. Se es consciente al
afirmar lo primero que el darwinismo igual mejora especies que permite que desparezcan.
Y se sostiene lo segundo porque parece olvidarse del individuo en favor de las
masas. Hay ideas que no se reciben como plausibles: el incremento de las desigualdades
social como resultado de la tecnología; la necesidad de la intervención de lo
público, es decir del Estado, y además de manera intensa y creciente; el olvido
del individuo y su responsabilidad de decisión en favor del gregarismo; la
presunta actitud genuflexa ante la IA y el robot, con olvido de su creador y
controlador; la intensidad atribuida a la relación entre las ideas de
democracia y liberalismo.
¿Puede ser un político el
analista que necesita la sociedad actual? ¿No cabe sospechar que la competición
en la búsqueda del poder puede entorpecer su análisis? ¿Cuál es el papel de los
medios? ¿Es libertad de elección votar cada cuatro años rodeado de intrigas y
noticias falsas? El valor del libro es llegar a hacerse estas preguntas. Pero
llegué al libro que me ofrecía Amazon, pura tecnología prescriptiva.
“Ciberleviatán. El
colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital” (172 págs) es
un libro escrito por José María Lassalle el año 2019 y publicado en mayo del
mismo año por Editorial Arpa.
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