miércoles, 24 de octubre de 2018

Juan Ignacio Pulido Serrano : “La Inquisición española. Mas allá de la leyenda negra”


Quizá la idea central del libro sea la de separar dos realidades. Una que la Inquisición realmente existió y que bastaría que sólo hubiera torturado o condenado a muerte a una persona para que conculcara la esencia misma delo cristianismo y sus principios fundamentales: “una única víctima habría sido suficiente para reconocer el mal que se habría cometido”. Es lo que puede explicar el perdón pedido por Juan Pablo II el 12 de marzo de 2000. La segunda es que, aunque existió, “lo que conocemos de ella no es su verdadera realidad, sino la imagen con la que fue representada durante siglos. No se trata, ni por asomo, de relativizar su historia”. La imagen exageradamente siniestra que nos ha llegado es producto tanto del interés en magnificarla de quienes la defendían y apoyaban, como del de quienes la combatían, relacionados éstos con la creacion de la leyenda negra que convertía a la Inquisición española en la peor de todas ellas. Un tenebrismo que con la llegada de la Ilustración se elevó a la categoría de verdad.
No en balde el subtítulo del libro es “más allá de la leyenda negra”. De hecho debo confesar que busqué la realidad de la Inquisición tras ver que en un libro de “lecciones para el siglo XXI”, la forma boba en que repetidamente se asociaba la Inquisición española, al comunismo y al fascismo. ¿No es así, Señor Harari?
Esas ideas, generadas desde la oposición a España y recubiertas con ropajes literarios frecuentemente, caló en la misma España. “La Inquisición quedó convertida así en una de las claves explicativas de la Historia de España, en una especie de chivo expiatorio sobre el que se desahogaron las responsabilidades y fracasos del pasado”. Lo reflejaba la Historia Critica de la inquisición en España de Juan Antonio Llorente de 1817 sobre la que se ha tejido parte de la historiografía posterior, o, en la imagen, los grabados de Goya. Pulido cita a Bartolomé Bannassar quien afirmaba que hasta 1963 se habían escrito en torno a 2.000 título sobre la Inquisición, siendo pensable que esa cifra se haya multiplicado posteriormente. Con claro pesimismo el libro termina indicando: “no creo equivocarme mucho al decir que por mucho que avance el conocimiento de lo que realmente fue esta institución y los efectos que tuvo en la sociedad, más avanzará todavía la imagen y leyenda que sobre ella se cierne, y que alimenta un mito que se ha convertido en patrimonio colectivo del hombre contemporáneo”.
El libro se articula en tres partes fundamentales: los orígenes de la inquisición, su geografía y estructura y los herejes y herejías que combatió. Se completa con unas consideraciones finales, unas referencias y dos apéndices: el perdón pedido por Juan Pablo II y el número de procesados por la Inquisición. Al referirse al origen de la Inquisición, el libro distingue la inquisición medieval y la inquisición moderna. No duda Pulido en atribuir la creación de ésta a los Reyes Católicos. “No hay razones para rechazar una cuestión aceptada por la mayoría de los especialistas en la materia”. La gran diferencia es que la inquisición medieval dependía del papado, mientras que la inquisición moderna pasó a depender del poder civil, aunque ambas luchaban, eso sí, contra la herejía. La autorización para esto último fue lograda de Sixto IV ante la petición de los reyes que luchaban por su idea de creación del Estado moderno y, en concreto, de la nación española: la religión “era lo demasiado importante para los hombres de entonces como para dejarlo exclusivamente en manos de los ministros del Iglesia”. Se insiste en esta idea: “el nuevo tribunal de la inquisición era, en realidad, un tribunal real integrado por religiosos que actuaban sobre problemas de la fe. Y que por tanto se iba a conducir a partir de entonces siguiendo la lógica de la razón de estado, en al que lo religioso se concebía como una cuestión de orden político”. Y una cuestión de esa naturaleza lo constituía el gran número de herejes judaizantes
La cosa tuvo un antecedente en los sucesos de 1391 en los que el gran acoso a los judíos determinó un gran número de falsas conversiones en que los convertidos seguían practicando el judaísmo y los cristianos conocían la falsedad de esas conversiones. La distinción entre cristianos nuevos y cristianos viejos se hizo real. Isabel de Castilla vivió en su juventud entre conversos. Como extraño recuerdo puedo indicar que en la portada de la catedral de Burgos se puede ver la estrella de David, considerando que su fundador el obispo Mauricio era converso.
La bula fundacional es de 1 de noviembre de 1478. “Hasta 1481 los reyes no nombraron a los primeros inquisidores. Hombres maduros y de conocimiento profundo, hombres todos de la iglesia”.  Sin embargo, su actuación durante los primeros años fue brutal. El principal problema derivó del sistema de delación. La acusación era anónima y terminó creando un insoportable clima de miedo en los posibles acusados. Las delaciones encubrieron todo tipo de rencores y odios. Como indica Pulido “se había dado un poder extraordinario al delator”.  El hecho es que entre 1481 y 1539 hubo 35.000 procesados. Es importante aclarar que “el cometido del tribunal era dictaminar si las actuaciones que se hacía contra alguien constituían realmente un delito de herejía”. En ese caso, “los inquisidores tenían que procurar la conversión y arrepentimiento el reo”. La mayor parte de los acusados recurrieron a esa oportunidad, de forma que solamente los reluctantes que permanecían en la herejía eran condenados y entregados al poder civil para ser muertos en la hoguera. Las medidas adoptadas para romper la relación de cristianos y conversos resultaron inútiles y contraproducentes; las relaciones sociales creadas eran imposibles de desmontar. Como última medida, los Reyes Católicos, en su labor de creación de una monarquía y un estado de nuevo cuño, pronto imitada por otras monarquías, decidieron la expulsión de todos los judíos que no aceptasen el bautismo.
Cuando se enfrenta con lo que llama geografía de la Inquisición, Pulido destaca en primer término las enormes dimensiones del imperio español, una vez descubierta y explorada América. La “enormidad del espacio geográfico” se acentúa con las distancias y los toscos medios de transporte existentes. La clave para que fuera posible la solidez y la longevidad de la Inquisición hay que buscarla en su estructura, absolutamente piramidal. A la que hay que adicionar el trabajo y compromiso de los que trabajaron en ella. O sea que al final la Inquisición parece una película de buenos y malos, de abnegados funcionarios y gratuitos delatores. “El objetivo era salir a la búsqueda de los herejes judaizantes, para castigarlos una vez eran encontrados” La racionalización de las dimensiones de los juzgados fue decisivo. “En resumen, desde el siglo XVI existió una extensa red de tribunales desplegados por casi la totalidad de la inmensa monarquía. Una red que actuaba bajo el control, dirección y coordinación de un órgano central localizado en la corte del rey”. Pero todo tenía sus límites: “incluso en la Península Ibérica hubo también muchos lugares apartados, más de los que imaginamos, a los que la inquisición nunca llegó o, como mucho, lo hizo en contadas ocasiones”. La Inquisición itinerante se convirtió en una Inquisición sedentaria, donde las visitas por el territorio se fueron reduciendo. Describe como se realizaban esas visitas. Anunciadas, provocadoras de delaciones, resueltas con multas las acusaciones leves. En todo caso “el control del territorio era una quimera imposible”. Y estamos todavía en el siglo XVI. Los siglos posteriores aumentarán esas tendencias.
Tras referirse a su organización interna, el proceso inquisitorial es objeto de especial atención. Los métodos de la Inquisición no eran más duros que los empleados por los regímenes penales de los principales países. Ni muy distintos: tras la delación se empleaba la cárcel como mecanismo psicológico de ”ablandamiento” a través de la soledad. Las personas enjuiciadas tenían derecho a un abogado cuyo objetivo muchas veces era animar a la aceptación de los cargos. Porque esta aceptación daba lugar a penas menores, pero conducía a la calificación de “converso”, lo que no evitaba la sospecha de falsedad. La máxima expresión es este mecanismo es la que dirigió la idea de la expulsión; eran expulsados los que no querían ser bautizados. Pero ¿todos los bautizados finalmente eran convertidos? Ese fue el objetivo y el problema de la Inquisición. La figura del converso persistió.
Las herejías que perseguía la Inquisición eran varias: judaísmo, islamismo, iluminismo y protestantismo. Aparte aparecieron las brujas y similares. Las formas y etapas de su persecución fueron diversas. El judaísmo, la de mayor duración, tuvo el problema del gran número de judíos que vivían en España, hasta entonces un auténtico refugio en Europa. El islamismo (mahometismo) fue más breve: duró 40 años y concluyó con la expulsión de los llamados moriscos. Afectaba a comunidades enteras que había vivido agrupadas durante la Reconquista. La Inquisición tuvo solo un carácter complementario de la acción directa de la monarquía. Se intentó su aculturación como labor previa a la cristianización, pero fue un intento fracasado. Los iluminados fueron cristianos que pretendían un peculiar grado de perfección que les apartaba de la Iglesia y sus enseñanzas. No fueron los grandes perseguidos, al igual que los protestantes, debido este último caso al extraño fenómeno de que esta desviación doctrinal tuviera en España una incidencia mucho menor a la que tuvo en el resto de Europa. Algo parecido tuvo lugar con los casos considerados de brujería, que la Inquisición española tendió a considerarla únicamente como resultado de la imaginación popular o de casos de histeria.
Quizá las tesis más importantes del libro sean éstas: la naturaleza estatal de la Inquisición, aunque fuera realizada por clérigos; la función de apoyo a la estructuración del Estado; su diferencia con equivalentes europeos; la relativa lenidad de la Inquisición frente a la jurisdicción civil. Uno se espanta de la superficialidad de las ideas que manejamos. Y más de las ha creado la leyenda negra fuera de España. Por eso es importante este libro que nos induce a saber más, sin cesar en la condena.
“La inquisición española. Más allá de la leyenda negra“ es un libro escrito en 2017 por Juan Ignacio Pulido Serrano y publicada por Digital Records en su colección “Argumentos para el S. XXI”. Existe versión digital.

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