Estamos ante un libro de finales del siglo XIX. Su autor es Charles Fletcher
Lummis, un norteamericano que, como consecuencia del largo viaje a pie por
Nuevo Méjico que realizó por encargo de “The Times”, un periódico de Los Ángeles
se sintió cautivado al mismo tiempo por el mundo indígena indio del Suroeste de
los Estados Unidos, como por los exploradores españoles del siglo XVI. Ya es de
destacar el libro que no habla de conquistadores sino de exploradores.
Charles Lummis
fue escritor y periodista norteamericano, pero a eso se suelen añadir las
actividades complementarias propias de un fotógrafo, historiador y explorador.
Añadamos que fue un activista de los derechos civiles. Y bibliotecario incluso.
Fue en su conjunto una figura típica de aquella época, que añadió los tintes
hispanófilos también frecuentes y hoy olvidados. Cierto es también que esa
hispanofilia fue orientándose en sentido contrario hasta casi aparecer
transformada en hispanofobia, de la que puede ser exponente la reciente
“expulsión” de California de San Junípero Serra por parte de la universidad de
Stanford, que culmina una etapa de hispanofobia basada en una imagen angelical
de los nativos y una absoluta perversión de los españoles. Olvidando, por
ejemplo, que su presencia allí fue en parte motivada por tratar evitar la
presencia de los rusos en la zona; todo esto mucho antes que llegarán allí,
lentamente, los independentistas angloparlantes.
El libro de
Lummis se centra en figuras concretas de la exploración de América, destacando
la inmensa labor de los españoles, frente a las más modestas de portugueses y
franceses y la nula de los ingleses. Todo ello referido (y es importante
destacarlo) al siglo XVI exclusivamente. Lummis escribe cuando ya desparecen
definitivamente los restos del imperio español e, incluso, achaca esa
decadencia al esfuerzo realizado en tiempos anteriores. En los personajes que
describe no duda jamás en recordar sus aspectos negativos junto a los positivos
que en ellos puede apreciar; incluso los que son fruto de la propia evolución.
Hernán Cortés, por ejemplo, que no supo digerir el éxito.
La historia —a
mi juicio muy bien narrada y repleta de datos— comienza en Colón que aparece como
visionario genovés que logra que Isabel la Católica (no Fernando, según Lummis)
apoye una aventura que en aquellos días parecía demencial. Se cuentan sus
cuatro viajes (destacando la fe de que hizo gala en el primero) y su falta de
correspondencia al buen trato recibido de España. Se narran igualmente los
primeros momentos del progresivo descubrimiento de tierras, para pasar a
referirse a la primera circunvalación de la tierra.
El autor parece
deslumbrado por las hazañas realizadas por algunos españoles en la exploración americana.
Desde este punto de vista, su libro no es tanto una obra que describa la colonización
española (tan distinta, hay que añadir, de la que Europa generó en el siglo
XIX), como un relato de gestas llevada a cabo por hombres aislados, desharrapados,
enfermos a veces. Comienza su recorrido por Cabeza de Vaca que, vagando en
solitario, fue reducido a la esclavitud y que, más tarde, con otros tres españoles
tuvo que actuar como médico que aplicaba las medidas locales. Y aunque recorrió
10.000 millas, recuerda que esa distancia fue doblada por otro soldado, Andrés
Docampo (curiosamente hay que aclarar que uno de los acompañantes de Cabeza de
Vaca era marroquí y Docampo era portugués).
Salta luego el libro a la batalla de Acoma, una ciudad fortificada
por los indios Pueblos aprovechando un extraño promontorio en la llanura. La
batalla fue librada por unos setenta españoles dirigidos por Vicente Zaldívar,
a quien Oñate confió el encargo. Lummis describe entusiásticamente lo sucedido
en esa batalla: los ataques por sorpresa de los indios, el salto desde el
promontorio de los cuatro supervivientes del grupo que había sido sitiado, la
lucha cuerpo a cuerpo y la conquista del pueblo. Hay un recuerdo especial para
Gaspar Pérez de Villagrán, que salvó a los sitiados y del que cuenta las
penalidades que antes había sufrido como caminante solitario atacado por los
indios. Adjunto una foto sacada de Internet que refleja perfectamente la
fortaleza que suponía Acoma.
Una atención
especial le merece también la labor de los misioneros españoles. Prácticamente solos,
se presentaban en pueblos indios esperando la aceptación última de los nativos
y con el enorme obstáculo de desconocer la lengua de éstos, que trabajosamente
tenían que aprender. Lummis comienza por describir la crueldad y carencia de
sentido de las religiones locales, centradas en el sacrificio humano, cuya
desaparición fue debida a la acción de los españoles. El libro, por otra parte,
da numerosos datos de la labor de cristianización desarrollada. Señala que
nadie que conociera entonces Nuevo Méjico podría haber imaginado que “no tardaría aquel desierto en verse poblado
de iglesias, pero no de pequeñas capillas de troncos o de adobe, sino de
edificios de piedra de sillería, cuyas ruinas se ven hoy y son las más
imponentes de América. Pero así fue; ni el desierto ni los indios pudieron
frenar aquel fervoroso celo” En contrapeso informa que “hasta el año 1700 cuarenta de esos pacifico
héroes grises habían sido inmolados por los indios en Nuevo Méjico”.
Resulta
imposible olvidar dos cosas durante la lectura: primero que Lummis habla desde
su visión anglosajona de estadounidense; segunda: que el tono admirativo de su
libro es consecuencia del viaje a pie de junas 1.000 millas realizado por Nuevo
Méjico por encargo del periódico Times de Los Ángeles. Un viaje en el que
descubrió tanto a los indios nativos como a los españoles que le unificaron con
la lengua y la religión. Así lamenta que en las zonas invadidas por los
ingleses no quedaran apenas miembros de las tribus aborígenes, lo que contrasta
con la permanencia de las raíces indias en los territorios donde llegaron los
españoles. En esa oposición entre lo español y lo anglosajón es de donde nace,
por ejemplo, su admiración por el mestizaje hispano.
Antes ha afirmado que “ninguna otra nación madre dio jamás a luz cien Stanleys y cuatro Julios
Cesares en un siglo”. Esto son Cortés, Pizarro, Valdivia y Quesada; pero
Lummis admira sobre todo a Francisco Pizarro. Hasta el punto de dedicarle la
última de las tres partes de libro titulada “españoles ejemplares”. Claro es
que esas alabanzas son equilibradas con la afirmación de que también hubo
exploradores de otras naciones tan ‘capaces’ como los españoles, aunque en
ningún caso llegaron a las hazañas de los españoles que “hicieron cosas mucho más grandes, espoleados por la mayor necesidad y
en el momento perentorio “.
La admiración
por Pizarro se traduce en un largo recorrido por su vida, que parte de la
humildad total al momento de gloria en que traza una raya en suelo e invita a
pasarla dirigiéndose al Sur; que pasa por el retorno a España donde recibe el
apoyo de los reyes para iniciar la conquista del Perú. Cuando ésta se inicia, se
inicia al mismo tiempo una historia compleja de trampas, refriegas, traiciones
y amenazas que culminan en la muerte de Atahualpa y la del propio Pizarro,
ambas a manos de españoles. Lummis brinda su explicación personal de los hechos,
que no tengo criterio para discutir.
En el fondo de
la historia late la acusación de que fue la búsqueda del oro lo que motivó la
acción española. A este aspecto se ha referido ya Lummis en su capítulo “El
vellocino de oro”. En relación con ello indica que “la historia científica moderna ha demostrado plenamente cuan disparatada
y errónea es la idea de que los españoles únicamente buscaban oro, y nos enseña
de qué manera varonil satisfacían las necesidades del cuerpo y del espíritu”.
El interés por el dinero ha sido siempre igual en la humanidad y Lummis nos
recuerda la quimera del oro californiano. “La
gran diferencia está únicamente en que el oro no les hacía olvidar su religión”.
Produce un vago
sentimiento de vergüenza leer este libro. Los españolitos tenemos unas ideas un
tanto peculiares de nuestra labor en América. De entrada, es mínima en lo que
se refiere a la zona de los actuales Estados Unidos que exploramos. Pero
respecto del resto de la América hispana apenas tenemos las clásicas ideas
tópicas sobre Cortés y Pizarro, o sea, los aztecas y los incas, nos trabucamos
con otros nombres de conquistadores y colonizadores, reconocemos que creamos
iglesias, universidades, imprentas y ciudades, que dimos unidad a un
conglomerado de pueblos que anteriormente no la tenían, y poco más. Pero todo
ello combinado habitualmente con ideas igualmente tópicas pero contrarias que
hablan de vejaciones, sometimiento, codicia, crueldad, enfermedades y
traiciones. O sea, una mezcla de orgullo patrio y leyenda negra; de leyes de
Indias y de exageraciones enfermizas de Bartolomé de las Casas.
Leer a Lummis
reconforta al liberarnos del sentimiento de culpabilidad judeocristiano que los
españoles parecemos tener con carácter genético. Al igual que la envidia, vicio
nacional, que también apunta en el libro Lummis. Hay algo que no debe
olvidarse: el libro está escritor por un norteamericano para norteamericanos; sólo
bastantes años más tarde se publicó, traducido, en España. Ese destinatario
hace que el libro se motive así: “Porque creo que todo
joven sajón-americano ama la justicia y admira el heroísmo como yo, me he
dedicado a escribir este libro. La razón de que no hayamos hecho justicia a los
exploradores españoles es, sencillamente, porque hemos sido mal informados. Su
historia no tiene paralelo; pero nuestros libros de texto no han reconocido
esta verdad, si bien ahora ya no se atreven a disputarla. Gracias a la nueva
escuela de historia americana vamos ya aprendiendo esa verdad, que se gozará en
conocer todo americano de sentimientos varoniles. En este país de hombres
libres y valientes, el prejuicio de la raza, la más supina de todas las
ignorancias humanas, debe desaparecer.”
“Los exploradores españoles del
siglo XVI” (172 págs.) es un libro que escribió Charles Lummis y editó en
Chicago en 1893 con título “The Spanish Pioneers”. Fue editado es España en
traducción de Cuyás, en 1916. El presente comentario se lleva a cabo sobre la
edición, aparentemente de 2016, realizada bajo los auspicios de Amazon en 2012.
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