Empiezo a
escribir esto el 28 de septiembre de 2018. Un día en el que coinciden dos
hechos un tanto peculiares. Por un lado, se me ocurre hurgar entre los libros
comprados hace algún tiempo y que apenas ojeé o ni siquiera abrí; me encuentro
con el que ahora comento, un libro que registró en 2012 Eric Frattini, fundamentalmente
ensayista, periodista y escritor peruano-español. Sin embargo, uno se encuentra
con el problema de que Bergoglio fue elegido el 13 de marzo de 2013. Como en
tantas otras ocasiones (y que Dios la conserve así de fiable) Wikipedia nos
ofrece con su información la solución de esa antinomia: el libro fue publicado
en 2012 (ISBN
978-84-670-0939-2) con el subtítulo “Benedicto XVI en la encrucijada”, el que ahora se comenta recoge
ese otro “Francisco en la encrucijada”.
Y en la parte inferior de la portada anuncia: “Los secretos de la elección del cardenal Bergoglio”. El hecho
cierto es que en esta versión de 2014 se introduce una referencia a la lección
de Bergoglio como 266º papa y unos capítulos finales que se refieren a la
renuncia de Benedicto XVI, quizá los más interesantes del libro.
La segunda
circunstancia que confluye para resultarme interesante adentrarme en este libro
es la noticia que hoy nos llega: Bergoglio excluye del sacerdocio a un
sacerdote chileno, Fernando Karadima, acusado de abusos sexuales. El término
técnico empleado, al parecer, es “la expulsión del estado clerical”. Lo que
habíamos aprendido: “tu es sacerdos in
aeternum” se viene abajo. ¿Es ahora también posible “desbautizar”? Eso no
lo puede lograr ni la excomunión. Uno se pregunta si el relativismo también
amenaza el catolicismo; bueno: el relativismo, el feminismo, el buenismo, el
globalismo, la multilateralidad… Es probable que el mayor enemigo sea el viejo
fariseísmo.
¿Qué tiene que
ver una cosa con otra? Simplemente que, ojeando el índice del libro comentado,
uno se encuentra con un capítulo dedicado a “Monseñor Viganò, un “decente” en la corte de San Pedro”. Y
justamente hoy se conoce la segunda carta del arzobispo y ex nuncio en los
Estados Unidos, Carlo Maria Viganó, a Bergoglio. Viganó al que el libro tacha
de “decente” (algo que recuerda al “incorruptible” Robespierre) había
manifestado que Bergoglio fue informado por él (como lo fue también Benedicto
XVI) de los problemas que planteaba la conducta de Theodor McCarrick, arzobispo
emérito de Washington. No hubo contestación clara del Vaticano (Bergoglio
recurrió al silencio), y sólo hubo a lo más algunos descalificativos, que ahora
se intensifican. Una segunda carta de Viganò en septiembre de 2018 aumenta la
tensión al insistir en sus afirmaciones. Contesta ayer el cardenal obispo de
Quebec, Marc Ouellet.
Queda así claro
que la atención prestada a este libro tiene por objeto comprobar hasta qué punto
puede conservar validez lo escrito por Viganò hace varios años. Naturalmente
esto pasa por contar el contenido general del libro, cuyo propósito es destacar
y colocar en primer plano los defectos y vicios, que llegan hasta el delito, de
miembros de la Curia vaticana. Junto a la generalidad del término “curia”, el
adjetivo “vaticana” sirve para referirla, según el DRAE, a “la que junto con el papa gobierna la Santa
Sede”. Más generalmente es el “organismo
administrativo, judicial y de gobierno que despacha los asuntos eclesiásticos”.
Todo resulta un tanto vago, sin embargo; lo que contrasta con la idea más o
menos intuitiva que tenemos el vulgo de lo que es la Curia, sin más. Y en esa
curia es donde anidan los “cuervos del
Vaticano” de que habla Frattini.
Dos cosas
adicionales hay que adelantar: la Curia, compuesta de buenos y malos, es
siempre necesaria o útil y, por ello, surge espontáneamente. Y dos: la Curia
vaticana supone el lugar donde convergen peligrosamente lo religioso y sagrado
con lo mundano y humano. Una auténtica mezcla explosiva. El cambio de los
últimos tiempos, con su profundidad, será simplemente de detonante necesario.
Frattini parece excluir de la tormenta lo sagrado (el cristianismo sigue siendo
misterio), pero uno tiene serios temores de que esa teoría tiene sus quiebros,
vislumbrados en la progresiva dilución del “misterio”.
El libro va de
menos a más. Comienza con el duro encuentro de Benedicto XVI con el Vatileaks,
una filtración de documentos altamente sensibles, de la que es acusado su
mayordomo Paolo Gabriele. A ello se suma la oscura historia del IOR —es
decir, el Instituto para la Obra Religiosa— y sus piruetas financieras. La
historia de Paolo Gabriele fue la que más hirió moralmente a Ratzinger, por ser
el acusado persona en la que había depositado toda su confianza. Por otra parte,
los motivos de esa filtración son oscuros: parecen descartados la codicia económica
(no recibió ninguna cantidad) o el afán moralista (denunciar los defectos de la
Curia); en cambio tiene algún predicamento la de afirmar que fue manipulado,
quizás por los “diplomáticos” de Sedano contra Bertone. La cosa se complicó al
acusarse también de la filtración a Josef Clemens (ex secretario de Ratzinger),
al cardenal Paolo Sardi (ex vice camarlengo) y a la alemana Ingrid Stampa, ama
de llaves de Benedicto XVI. Todo se saldó con una breve estancia de Gabriele en
la prisión donde fue visitado y “perdonado” por el papa. Compartió condena el
informático de la Oficina de Prensa del Vaticano Sciarpelleti como encubridor.
La historia del
IOR es mucho más complicada. Fue un organismo creado en 1942 por Pio XII con
unas finalidades que, poco a poco, fueron desvirtuándose hasta desfogarse en el
terreno financiero. Según Frattini “Montini
es un defensor de cambiar absolutamente las reglas de juego en cuando a materia
financiera se refiere y se plantea desarrollar una política agresiva y audaz en
el terreno de las inversiones”. A eso se unen las recomendaciones del
cardenal norteamericano Spellman. Nos dice Frattini que Montini, ya Pablo VI,
toma de decisión de colocar al frente de IOR a Paul Marcinkus, por el que
además tiene especial predilección por haberle salvado en dos ocasiones de
probables atentados. Y Marcinkus sustituye así a Nogara, que ha llenado las
arcas de IOR.
Los problemas
se acercan. “Pablo VI decide retirar
todas las inversiones de la Santa Sede en Italia y trasladarlas a otros países
como Estados Unidos. Para ello utilizan a un hombre llamado Michele Sindona, a
quienes las autoridades norteamericanas consideran el “blanqueador de dinero de
la mafia”. Recordando a “Casablanca”, comienza “una hermosa amistad” entre
Marcinkus y Sindona. Pronto se va a incorporar el tercer compinche: Roberto
Calvi. Ante los rumores de las pérdidas que sufre IOR, el Vaticano sustituye a
Sindona por Calvi. El primero trata de vengarse del segundo denunciando los tejemanejes
del segundo en el Banco Ambrosiano. A todo esto, muere Pablo VI y le sustituye
Juan Pablo I que muere también a los 33 días de pontificado tras haber
anunciado la víspera su propósito de llevar a cabo una limpieza en el IOR y la
Curia. Juan Pablo II ordena a Marcinkus que negocie con Calvi la repatriación
de los fondos a Italia, pero éste aparece ahorcado bajo el puente de
Blackfriars londinense. Sindona aparece muerto, envenenado, en la cárcel. Aunque
Juan Pablo II sigue protegiendo de alguna forma a Marcinkus, éste tiene la
enemiga de Casarolli, secretario de Estado. Tras una larga persecución, Marcinkus
muere de los 84 años en un hospital de Arizona. “Las causas de su muerte sigue siendo desconocida. Lo cierto es que Marcinkus
se llevó muchos secretos a la tumba”, nos dice Frattini.
Todo lo
anterior concierne al periodo en el que el IOR se descarría, pero su historia
sigue: son las relaciones con la organización masónica Propaganda Due, de las
fundaciones fantasma Spellman y San Francisco de Asís, de clientes dedicados a
la estafa, de apoyo a campañas electorales de la cristiano democracia de
Andreotti, de conversión en una entidad bancaria no sujeta a controles internos
ni a directrices internacionales. La intensidad de estos males hace que los
papas pongan en marcha instrucciones de regeneración y transparencia. Gotti
Tedeschi, que llegará a ser presidente del IOR, manifestará que “esa tarea… chocó frontalmente con el
cardenal Secretario de Estado Tarcisio Bertone y con el director general del
IOR, Paolo Cipriani”. Cuando llegue a ese cargo sus esfuerzos serán inútiles
ante esa oposición.
Aparece Viganó,
defensor de la transparencia. Dirige cartas reservadas a Benedicto XVI y al
propio Bertone denunciando la situación de corrupción y ocultamiento (lo que
incluye también los abusos sexuales) que atraviesa la iglesia. Inesperadamente
se le envía a Washington. Estamos ya en 2011. Frattini indica: “Viganó sabe que, debido a su lucha contra la
corrupción reinante en los departamentos de la Santa Sede tiene las horas
contadas en su puesto, algo que realmente sucedió”. En otro lugar recuerda
lo que alguien le dijo “…para el
Vaticano, todo lo que no es sagrado es secreto. No cabe duda de que tenía razón”.
Pero todo lo
anterior, con ser extremadamente grave, no lo es tanto como el progresivo enfrentamiento
de los cardenales y de la curia en general. Cuando por fin Ratzinger renuncia,
sintiéndose ya incapaz de afrontar y resolver la situación, sigue aún viva la
gran división del Vaticano entre dos cardenales: el poderoso salesiano Tarcisio
Bertone y Angelo Sodano quien como Secretario de Estado durante varios años
lideró el bando de los llamados “diplomáticos”. Lo que nos revela nítidamente
Frattini es que se odiaban. Ellos y sus seguidores, unos contra otros.
Guardando las formas, claro.
El libro, perfectamente
documentado, se acompaña de reproducciones de los escritos más importantes que
en su día tuvieron el carácter secreto del que les privó el Vatileaks. Hay que
preguntarse si los hechos narrados pueden afectar a los católicos. Estimo que
no; Frattini nos recuerda que siempre los escándalos han sobrevolado el
Vaticano. Pero eso no impidió que persistiera la fe de los fieles en lo
sagrado. ¿Persiste esa fe o vivimos una desacralización generalizada? El libro
se para en el inicio del pontificado de Bergoglio. Algo que ha cambiado todo,
para que todo siga igual. ¿Hasta la fe? ¿O nada será ya igual?
“Los cuervos del Vaticano” (20
págs.) es un libro escrito por Eric Frattini en 2012 y retocado en 2014, tras
la renuncia de Benedicto XVI y l accesión al papado de Francisco. La edición
comentada es la publicada en España en 2016 por Espasa, en la serie Booklet,
Divulgación, Actualidad.
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