Uno tiene la
costumbre de realizar comentarios a libros que cree que son buenos,
interesantes o ilustrativos. No es este el caso y hay que explicar los motivos
de ello.
Elisa Beni Uzábal
es una periodista española que nació en Logroño el año 1965 y pronto inició su andadura
por periódicos y tertulias radiofónicas. No hace falta más presentación, porque
es el único libro que recuerdo en la que la biografía del autor ocupa las dos portadillas
en cuatro apretados párrafos. La realidad es que el conocimiento que tenemos de
Elisa Beni deriva de un doble hecho: haberse casado con el juez del 11-M, Javier
Gómez Bermúdez, y en haber publicado este libro en el que describe la andadura
de su marido durante el proceso del 11-M. Precisamente fue lo que determinó que
el Tribunal Superior de Justicia de la Madrid acordara su destitución como directora
de comunicación de dicho tribunal por la pérdida de confianza que la publicación
de dicho libro había provocado.
El libro se
publicó por Planeta veinte días después de que Gómez Bermúdez hiciera pública
la sentencia la sentencia del tribunal que presidía. Se había casado con él en
2001 (el entonces magistrado tenía ya dos hijos de su primer matrimonio) y se
divorció de él el año 2013. La obra es descaradamente hagiográfica, es decir,
excesivamente elogiosa, y provocó una inmensa polémica. Según “El Mundo”, años después
Gómez Bermúdez declaró “Mi mujer decide
escribir un libro que es un refrito de las crónicas que se publicaron al
respecto. Que fue inoportuno, pues sí, pero porque dio armas a aquellos que
querían desprestigiar el trabajo que habíamos hecho”. Unos años antes,
ambos habían escrito al alimón el libro “Levantando
el velo”. Desde hace algún tiempo el juez, en excedencia voluntaria, ha
saltado al ejercicio de la abogacía.
¿Y por qué se
trae a colación un libro al que, de entrada, no se le reconoce ni categoría ni
calidad? Pues, simplemente, porque descubre algunos entresijos del juicio del
11-M. O sea, es indiscreto, sea su contenido cierto o irreal. En concreto, el
papel que desempeñó un policía llamado Enrique García Castaño (hoy nos
enteramos de que es apodado “el Gordo”) que hoy aparece investigado (lo que
antes se llamaba imputado) por turbios manejos en los que intervienen también
el comisario José Villarejo (en prisión preventiva), Baltasar Garzón (“El
Balta”) y Dolores Delgado, la ministra de Justicia del gobierno de Sánchez (”La
Lola”). Uno trata de conocer a través de este libro como fue lo del rifirrafe
entre García Castaño y su jefe no inmediato Díaz de Mera, pero al hilo de eso,
repasará algunos de los aspectos mas destacable del libro de Beni. ¡Qué se va a
hacer!
Antes de seguir
adelante hay que señalar que el libro sigue la andadura del proceso seguido por
el atentado terrorista del 11-M. Lo que determina que termine siendo efectivamente
un “refrito de crónicas” como el mismo juez destacó, en las cuales se advierten
incluso pequeñas contradicciones y cambios de opinión. Que son siempre pequeñas
porque todas esas crónicas están orientadas a destacar las virtudes del juez y
marido, al que en ocasiones le hace parecer algo así como un superhéroe de la
serie Marvel. Lo que no impide que destaque igualmente el esfuerzo físico y mental
que en ocasiones le conduce a tomar un paracetamol o a disfrutar con unas
merecidas vacaciones de Semana Santa, tantas veces citadas e invocadas.
Un aspecto
criticable de la obra de Elisa Beni es la incorporación de múltiples conversaciones
y confesiones —en la mayoría de los casos entrecomilladas—
que en unas ocasiones tienen tintes de alcoba al producirse en el entorno
matrimonial y en otras, recuerdan las modernas y noveladas referencias a los
entresijos de la política actual.
El libro es
sumamente laudatorio del juez Gómez Bermúdez. Lo hace desde el primer momento
cuando describe la meticulosidad con la que supervisó la preparación del
escenario del juicio. Describe “sin fisuras” el carácter del juez, firme,
autoritario, trabajador, al tiempo que llama la atencion sobre aspectos de
humanidad y comprensión. Se llega así a la apertura del juicio, precedida de incidentes
que debieran haber alterado su conducta, lo que no sucedió. Uno no sabe si
prima el amor conyugal o el panegírico periodístico. Lo que parece quedar claro
es que Gómez Bermúdez pertenecía a la Asociación más conservadora de la
Judicatura y fue acusado de “pepero” proclive a la derecha por los sectores de
siempre. Y que más tarde —esto ya no lo dice el libro— fue acusado de escorarse
hacia la izquierda.
Algo que sorprende
es la atención que Beni presta al juicio que siguió a la Operación Dátil. La
explicación es fácil: Gómez Bermúdez formaba parte del tribunal que presidía
Angela Murillo. Y la instrucción correspondió a Baltasar Garzón, criticado de
manera casi unánime. No solamente por el relativo fracaso del procedimiento
sino por la denuncia de los medios ilegales que utilizó en unión con la policía
y que el libro detalla y comenta. Lo que ya parece excesivo es la afirmación
del libro: “El día en que Zougam declaró
como testigo en la operación Dátil estaba haciendo en realidad un alegato a
favor de su inocencia en el 11-M”.
El 28 de marzo
era el ultimo día de sesiones antes de las vacaciones de Semana Santa”. Así comienza
el capítulo 7 del libro, dedicado al famoso incidente Díaz de Mera. Cuando éste
está terminando su declaración, el abogado Luis de Pablo le pregunta sobre un
supuesto informe que relacionaba ETA con los islamistas y que “había sido convenientemente desaparecido”.
De hecho, Díaz de Mera había dicho saber que existía un informe que establecía relaciones
entre ETA y el 11-M, que había sido realizado por un hombre y una mujer y que
no había salido a la luz, aunque, según afirmaba Díaz de Mera “en algún ordenador debe de estar”.” El
problema surge cuando Luis de Pablo pide la identidad de la persona que le
comunicó ese hecho. Aunque el juez sólo exige que le comunique por escrito el número
y puesto si es policía, Diaz de Mera se niega. El juez deja claro que “el problema es que el articulo 710 de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal dice claramente que los testigos, cuando sean de
referencia, dirán la fuente de que procede la noticia.” La realidad es que,
echando a volar la memoria, no se recuerda que esto haya sido aplicado en
cualquier otro momento durante el procedimiento. Ya se sabe que el rifirrafe
concluyó con una multa a Diaz de Mera y la comunicación por escrito de que el
autor de la información era el comisario García Castaño, el cual comparecerá
como testigo en la vista oral y manifestará que ni dio esa información, ni
conoce el citado informe. Es decir, “el Gordo”.
Y esta es la
razón de que me fijara en este libro: porque, de pronto, las noticias de
septiembre de 2018 ligan a ese comisario con personas como Baltasar Garzón
(expulsado ya de la judicatura), José Villarejo (en prisión preventiva) y
Dolores Delgado (reprobada hoy por el Senado de España). Dada esta explicación
podemos retornar al libro.
Cuando se
aborda la cuestión de las declaraciones de las visitas se destacan las críticas
recibidas tanto por su politización como la generosidad con que se permitieron,
Y nuevamente surge la famosa firmeza del juez cuando, ante la opinión de los otros
dos componentes del tribunal, en el sentido de que se limitaran esas declaraciones,
Gómez Bermúdez “les contestó que esa
decisión no era jurisdiccional, sino de política de estrados, por lo que la
competencia para adoptarlas correspondía al presidente no al tribunal”. ¿Pasaron
a ser simples floreros? Se obtiene esa idea cuando Beni insiste en la soledad
con la que el juez redactó la sentencia. En cualquier caso, el tratamiento que
dio a varios abogados, sobre todo a algunos, no resultó tampoco de recibo. Tuvo
más cuidado con la prensa, contrastando así con Elisa Beni quien con claridad
deja ver su sesgos positivos y negativos. El sesgo marital extendía su sombra
sobre otros sesgos.
El libro repasa
muchos momentos del proceso —insustanciales la mayoría de ellos— como base para
elogiar una y otra vez el temperamento del juez. De ellos unicamente vale la
pena destacar los comentarios que dedica a la famosa pericia encargada por
Gómez Bermúdez sobre la naturaleza del explosivo empleado. Naturalmente se
elogia el diseño que hizo de la pericia (que luego se evidenció como
escasamente útil y torpe) y oculta en cambio la serie de incidencias que se
cernieron sobre la práctica de la pericia, incluyendo las interrupciones nunca
explicadas de las grabaciones. Por fortuna para conocer la verdad tenemos tanto
la retransmisión del juicio (conservada aún en YouTube y que debemos agradecer
a la decisión del juez) como la resignación a consignar en la sentencia la
famosa expresión “en todo o en gran parte” en referencia al uso de Goma 2 ECO.
¿Es lógico que
un libro sobre la actuación de un juez en un proceso sea escrito por su mujer?
Demos por hecho que no se trata de entrar en los entresijos jurídicos del
proceso y la sentencia, sino solamente en su reflejo en la conducta del juez.
Es un intento fallido del libro porque es difícil, si no imposible, separar
ambos aspectos. Sobre todo, cuando se reproducen como reales conversaciones
entre ambos o frases y expresiones del juez. Sobre éste confluyen unas
intimidades profesionales que aquí aparecen y que deben de tenerse como
fingidas, noveladas, desveladas o vulneradas. Todo es malo.
El libro no
recoge en ningún caso el fracaso del proceso, incapaz de pasar de la condena de
una única persona como autor y de calificar de coautores a otras personas o
muertas o huidas, a lo que hay que sumar las fuertes correcciones que introdujo
el Tribunal supremo pese a sus limitaciones de enjuiciamiento. Si con él se
trataba de enaltecer la persona del juez el resultado es no solamente forzado
sino hasta negativo.
La soledad del juzgador. Gómez Bermúdez
y el 11-M” (382 págs.) es un libro del que figura como autora Elisa Beni“. La
fecha de registro, como la de edición, es la de 2007. Planeta llevó a cabo su
publicación en la serie “Temas de hoy”,
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