Quizá
conviene presentar primeramente al autor, no excesivamente conocido. Allan
Bloom es un filósofo norteamericano que estudió en Chicago y Heidelberg y enseñó
en las universidades de Yale, Cornell, Toronto, Tel Aviv y ParÃs. Cinco años
antes de morir, en 1987, publicó la obra que le ha dado cierta fama: “The closing of the American mind”
traducida al español con el tÃtulo “El
cierre de la mente moderna”. Este cambio no supone realmente una traición
al estilo de la que con frecuencia se hace con los tÃtulos de las pelÃculas,
porque lo que Bloom llama “ensayo” trasciende de la juventud a la sociedad
americana y, desde ella, a la europea u occidental, como se quiera llamar.
Fue una obra
que le dio fama y le proporcionó un claro éxito editorial. Es un examen panorámico
de la sociedad de su tiempo, inspirado fundamentalmente por sus contactos en
las universidades con los jóvenes, pero posteriormente ampliado en su enfoque
inicial. El sentido de la obra es francamente pesimista, aunque ello no permita,
a tontas y a locas, considerar al autor como reaccionario o pesimista por naturaleza.
Su lectura, en todo caso, contiene una visión de la realidad que no parece sino
que se haya confirmado y acentuado, en solo las dos décadas posteriores, en la
dirección prevista por el autor.
El libro
se articula en tres partes: Los estudiantes, Nihilismo al estilo americano y La
universidad. La preocupación de Bloom se centra siempre en la educación universitaria,
para lo cual se apoya en su experiencia profesoral; sus citas de las
situaciones de las que extrajo posteriormente sus conclusiones están bien
expuestas y distan mucho de ser simples anécdotas, sino ocasiones de hallazgo.
Tomemos
las primeras palabras del libro: “Hay una
cosa de la que un profesor puede estar absolutamente seguro, casi todos los
estudiantes que ingresan en la universidad creen, o dicen creer que la verdad
es relativa”. Dos cosas: habla de una creencia previa al acceso a la universidad,
no toda la culpa es de ésta. Otra: aclara que “la cuestión no es corregir los errores y tener realmente la razón; la
cuestión es, más bien, no pensar en absoluto que se tiene la razón”.
En el
primer aspecto, no deja de criticar la enseñanza primaria en la que aprecia una
pérdida de la fe en la herencia histórica norteamericana y la carencia de unas
raÃces religiosas. De lo que Bloom culpa a las familias y la decadencia de su
sentido tradicional.
Son de
destacar algunos de los sÃntomas que advierte: por ejemplo, la desafección de
la juventud hacia los libros. Se ha perdido el interés por la lectura. No se
sabe ni siquiera leer. Bloom nos retrata al joven que entra en un museo: sin
conocimientos de la historia o de las religiones, todo son entes abstractos.
Eso sucede con todo lo que es pasado y tradición: simplemente no se entiende,
ha dejado de entenderse. Paralelamente nos habla de la desafección hacia la
música clásica y la peculiar entrega incondicionada de la juventud a la música
rock, al que acusa de su creciente aspecto sexual. Las letras que lo acompañarán
se agrupan en torno a “los tres grandes
temas liricos: sexo, odio y una aduladora e hipócrita versión del amor fraterno”.
Una
tendencia a la que presta atención es el igualitarismo creciente. El racismo o
el machismo serán ideas contra las que hay que luchar. Lo que da lugar a que
sean finalmente las minorÃas las que imponen sus reglas a una mayorÃa que
terminará pasando por ellas. El feminismo es una de las manifestaciones a la
que dedica muchas páginas. Al fin y al cabo, termina afectando a las propias
mujeres y minando la autoestima de los hombres.
Al hilo de
ello llega a los temas del sexo, el amor y el eros, de los que saltará
finalmente a la separación y al divorcio. El amor se destruye al dar paso al
puro sexo. Todo el complejo mundo de las relaciones hombre-mujer queda definitivamente
alterada. Bloom transmite la idea de que con ello todo pierde sentido y sabor.
Y crea incluso una desorientación en los papeles a desempeñar por el individuo.
Hay un
momento en que el lector no sabe si Allan Bloom es nada más que un reaccionario
que se lamenta de la evolución de la sociedad. O si se trata de un nostálgico
que ve como su mundo desaparece sustituido por otro de relativismo, en el que
los valores tradicionales desaparecen; y lo siente. Pero pronto se repara en
que lo único que hace es constatar cambios sociales que realmente se producen y
afectan al individuo. Quedémonos con la nostalgia, simplemente. Bloom echa en
falta el individuo que tiene unos determinados valores, unas creencias firmes,
un claro sentido de lo que es. Dejémoslo en nostalgia, por lo tanto, y no en
intolerancia. Lo cual no es una contradicción: tolerar es no atacar y respetar
al otro y a sus ideas, no resignarse a compartirlas.
Una de las
caracterÃsticas del libro es que, siendo Bloom un filósofo, aprovecha
resquicios de sus razonamientos para dedicar unas páginas a ideas nuevas. AsÃ,
enfrentando Platón (de quien es admirador y estudioso) a Nietzsche, contrapone
las viejas ideas de los filósofos destructoras de mitos, a las nuevas
corrientes creadoras de nuevos mitos. Y, en efecto, podemos comprobar este
hecho en la realidad actual, amplificado por los nuevos medios de comunicación.
Cuando aún digerÃamos la televisión, llegó Internet con los whatsap y los
tuits.
En
cualquier caso, se está ante un libro extraordinariamente denso, pese lo cual
su lectura no se hace pesada, aunque sà algo incómoda. El transcurso del tiempo
no alivia este último aspecto. Lo que Bloom señalaba parece confirmado y
aumentado por la realidad que siguió a la publicación del libro. Digamos que éste
recogió experiencias de los años 60 y 70 aunque fuera escrito a finales de los
80, pero el transcurso de los años siguientes, los 90 y los próximos a los
primeros veinte del siglo XXI no hacen sino confirmar la tendencia y la
verosimilitud de sus apreciaciones.
La tercera
parte del libro se refiere a la universidad y refleja especialmente la
experiencia que tuvo Bloom en la universidad de Cornell. Una universidad
situada en Ithaca, próxima de Nueva York, y que cuenta con una larga historia, ocupando
lugares privilegiados en el ranking mundial. Allà vivió en los años sesenta una
serie de incidentes provocados por lucha por la igualdad de derechos raciales
entre blancos y negros. Sigue viva en su recuerdo las amenazas con armas que
recibieron los profesores y, sobre todo, el allanamiento total al que éstos
sucumbieron a las exigencias escolares.
Pero junto
a ello dedica también muchas páginas a revisar una serie de conceptos e ideas
filosóficas en el capÃtulo “De la ApologÃa de Sócrates a la Rektoratsrede de
Heidegger”. En sus análisis termina concluyendo en la decadencia de la
universidad y su papel en la universidad. Contrapone el “desdeñoso e insolente distanciamiento que Sócrates adoptó respecto del
pueblo ateniense” tratando de imponer el gobierno de los filósofos, a la
mansurrona adhesión que Martin Heidegger manifestó (al menos inicialmente) al
pueblo alemán dentro de la ortodoxia nacionalsocialista. En esa evolución (en
la que Bloom analiza aspectos tan dispares como Tocqueville, la Ilustración o
los viajes de Jonnathan Swift) ve la trayectoria final de la actual decadencia
de la universidad. “Lo que sucedió a las
Universidades en Alemania en los años treinta es lo que ha sucedido y está
sucediendo en todas partes”.
Lo ojeemos
por donde lo ojeemos no encontramos en este libro sino un claro pesimismo que
mueve y motiva a Allan Bloom. Es como una voz que clamara en el desierto, sin
el menor contrapeso de propuestas de solución. Porque sà nos habla de
soluciones, pero nos las muestra en el fondo como inalcanzable, como simples
recursos teóricos imposibles de llevar a la práctica. Cuando el lector vuelve
la mirada hacia España advierte esa actual banalidad de la universidad,
aumentada por la endogamia profesoral y falta de exigencia a docentes y
alumnos.
Contemplado
en su conjunto, el libro es un aluvión de ideas que no hace cómoda, aunque sÃ
provechosa, su lectura. Es una cruda crÃtica de la realidad presente y una
visión desesperanzada del futuro.
“El cierre de la mente moderna”
(395 págs.) es traducción al español de “The closing of the American mind”,
escrita en 1987 por Allan Bloom. La traducción española de Adolfo MartÃn fue
publicada por Plaza Janés en su colección “Hombre y Sociedad” en 1989.
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