miércoles, 19 de julio de 2017

Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García: “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular”.





 

De los prolegómenos de la guerra civil que asoló a España durante tres años, sabemos algunas cosas, quizá bastantes, pero desconocemos muchas otras. Y una buena ayuda para superar esa carencia nos la ofrece el libro de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García titulado “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular”. Manejo la 4ª edición, publicada en abril de 2012. La primera fue lanzada en marzo del mismo año. Es todo un síntoma de la calidad y el interés de la obra.
Se trata de un libro apabullante, en el sentido de ofrecer una cantidad increíble de datos, tantos que abruman al lector que en muchas ocasiones tiene que acudir a la lectura rápida. Queda naturalmente la virtualidad de la obra como libro de consulta. Pero no es necesario recurrir a ello para descubrir muchas observaciones inteligentes y por lo mismo, interesantes.
El lector pone también su piedrecita. La sorpresa surge en el lector, aunque la provoque el autor: el libro provoca y el lector disfruta. Como diría Arzallus, el escritor (esta vez escritores) mueven los árboles y el lector coge las nueces. Y eso es lo que creo que me ha pasado con este libro. Lo que me lleva a preguntarme por qué uno disfruta cuando algo le sorprende generando curiosidad.
Solo voy a aludir a dos cuestiones.
La primera y diríamos que más cruel, es contemplar el panorama descrito como precursor de las elecciones de febrero de 1936. Concretamente el clima social en que se desarrollaron las campañas electorales de las elecciones. A uno le recuerda con increíble viveza el mismo panorama que se observa ahora en España. Un creciente enfrentamiento (había escrito inicialmente la palabra odio), alimentado por la izquierda y contestado, aunque de forma un tanto débil, por la derecha. Todo consiste en ambos bandos en lograr la aspiración definitiva de desplazar y, a ser posible, apartar para siempre, a su oposición, sea la derecha o la izquierda.
Sorprende, en efecto, ese paralelismo entre 1936 y el tiempo actual. Ausencia realmente de programas, líneas rojas por todas las partes, acusaciones más o menos fundadas… sólo nos separa la violencia en las calles, por fortuna. La aprobación de la famosa y poco leída Ley de Memoria Histórica de 26 de diciembre de 2007 (un auténtico “regalo” de Navidad) abrió con absoluta gratuidad un melón de forma presuntamente desinteresada y, naturalmente, fue algo aprovechado para fines interesados. Son peligrosas las leyes que, lejos de atender a la utilidad común, buscan únicamente aprovechamientos interesados.
La cosa se complica cuando existe una esperanza de vencer y de vencer para siempre, eliminando al adversario por la simple utilización de la ley. Surgen entonces las tentaciones de lograr mayorías absolutas y con ello la tentación máxima de los frentes: el Frente Popular y el Frente Nacional. En los tiempos actuales, la tentación de un Frente Popular está siendo manoseada por el Podemos de Iglesias y por el socialismo de Pedro Sánchez. Aún queda por ver si alguien más se apunta a ello.

Una segunda sorpresa se produce al acercarse a los personajes de 1936. Bueno: a los personajes y a los hechos. En el primer caso aparece, por ejemplo, Alcalá Zamora. Recuerdo que leí hace tiempo sus memorias, pero no recuerdo nada de ellas, salvo que no parecía muy inteligente y sí muy moldeable. Y, de pronto, uno se enfrenta a un individuo, más bien escorado a la derecha que, sin embargo, no soportaba a la derecha. Eso se traduce en la aspiración al reconocimiento, la comprensión y el perdón del enemigo. Lo que exige feroces rechazos a los próximos. Al final, Alcalá Zamora tuvo la habilidad de irse al extranjero; nunca supo hacer nada, siempre fue una pluma al viento.
Pero más allá de los personajes individuales, están los partidos. Uno, leyendo “1936” tiende a perderse en los partidos, siempre representados por siglas (si no se recurriese a ellas, el libro tendría unas 50 páginas más). La simple contemplación de un montón de partidos pactado y “despactando” entre ellos con un único fin de beneficiarse y obtener algún tipo de ventaja en el trapicheo en el que el interés de la población es únicamente un dato a olvidar, algo que parece repetirse en la actualidad.
Ha habido muchos comentaristas que aplaudieron y propiciaron la desaparición de los bipartidismos, con partido bisagra incluido (verdes y nacionalistas no, por favor). Realmente han anticipado (¡bien!) y aplaudido (¡mal!) algo que parece suceder en muchos países (salvo los bolivarianos, por ejemplo) y contra lo que esos países parece que tratan torpemente de combatir. Pero eso será en un combate cuyos aspectos aún no podemos ni siquiera prever o imaginar. ¿Qué pasó en todo caso en 1936?  Simplemente, como nos dicen los autores, que el centro político se hundió respecto de 1933. Pura polarización. En alguna parte del libro, se cita a Besteiro cuando declaraba que temía tanto el triunfo del Frente Nacional como el del Frente Popular. Malamente se puede pensar en esa situación.
Por descontado, el fraccionamiento de los partidos, faltos de programas y rebosantes de ambición, es un problema fundamental. ¿Qué sucedió en 1936? Por descontado no hay respuesta en el libro. Aquel problema se saldó con una guerra cruenta, en la que se hizo visible y actual el odio creado a través de la política diaria, la del parlamento o la de los periódicos. Una guerra en la que, por otra parte, se vio la fragilidad de los frentes rivales: la situación bélica creó dos bandos y los frentes se fueron deshaciendo dentro de ellos: el Frente Popular presenció los enfrentamientos, incluso armados, de los partidos que lo componían, y el Frente Nacional fue transformado, a través de una lenta digestión, para concluir en un partido único.
“1936” con total coherencia termina con el recuento de las votaciones realizadas, incluyendo las incidencias que se provocaron en el recuento y las acusaciones cruzadas. No sigue más adelante. No hay ni una palabra sobre lo que siguió a las elecciones. Simplemente, nos deja al borde del abismo que fue la guerra civil.

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