miércoles, 27 de noviembre de 2019

Reza Aslan : “Dios. Una historia humana”


El libro nos causa dos sorpresas. La primera de ellas es que el autor, Reza Aslan, expone la idea de que de que la imagen de Dios se ha ido forjando por el hombre atribuyéndole siempre características humanas pero, cuando creemos que la historia va a seguir por ese aséptico camino, cambia de pronto el rumbo de la obra para ser una confesión de sus propias creencias y pensamientos. Un salto desde una orientación objetiva a una plasmación subjetiva de su propia idea, lo que hace pensar si esa confesión no viene preparada por una orientación sesgada de la obra.
Pero la segunda sorpresa es aún más sorprendente (repetición de términos por el que pido excusas de antemano) pero que refleja el grado de sorpresa (tercera vez) producido. Consiste en que cuando termina lo que podemos confesión personal de Aslan, allá por la mitad del libro, uno pasa la página 201 esperando continuar el hilo conductor de la obra. Y se encuentra con unas “notas” que ocupan 66 páginas de las 368 que tiene el libro. Detrás aparece una bibliografía, especialmente en inglés que ocupa hasta la página 343, que, con los agradecimientos adicionales, índice y autorizaciones que la siguen, acumulan en conjunto 155 páginas del libro. Unas notas de una extensión peculiar en que se desarrollan algunas de las ideas, citas y asertos contenidos en libro, pero que lógicamente no son consultadas por el lector normal, que sólo pretende ser arrastrado por el discurso de la obra. Podrá resultar heterodoxo decirlo, pero nos están vendiendo papel.
Pero volvamos a Reza Aslan. Parce ser el clásico producto de la época, una suma de winner e influencer, al que como es costumbre se le califica de erudito, escritor y profesor: en este caso de “escritura creativa“ en la universidad Riverside de California. Combinado con ello, ha montado diversos negocios relacionados con el cine y la televisión, aunque personalmente presume de “académico” y de “profesor de religión”, condiciones que muchos medios le niegan por infundadas. Curiosamente es iraní, aunque comparte esa nacionalidad con la estadounidense.
Reza Aslan nació y se crió en una familia musulmana. Como él mismo indica “durante la adolescencia, me convertí del islam tibio de mis padres iraníes al cristianismo ardiente de mis amigos estadounidenses”. Más adelante confiesa que, conmocionado por la idea de haber estado construyendo una imagen de Dios que reflejaba sus propios rasgos y emociones, “abandoné el cristianismo y volví al islam, atraído por la iconoclastia radical de la religión: la creencia de que Dios no puede quedar limitado por ninguna imagen, humana o de otra índole”. Pronto descubrió que tampoco el islam le satisfacía porque, aun sin imágenes, atribuía a Dios “virtudes y vicios, sentimientos y defectos propios del hombre”. Uno, sin querer, se acuerda de las puertas giratorias.
Como el cerebro está de moda, en seguida Aslan añade: “esta pulsión por humanizar lo divino es algo para lo que está programado nuestro cerebro”. Y a estudiar esa pulsión dedicará el libro (o su mayor parte), aunque dejando claro que ello no significa negar la existencia de Dios o afirmar que Dios sea simplemente una invención humana “Ambas afirmaciones pueden ser ciertas, pero ese no es el tema de este libro. No tengo ningún interés en tratar de probar la existencia o la inexistencia de Dios por la simple razón de que no puede probarse ni lo uno ni lo otro. La fe es algo que se elige”.
Volvamos al libro imaginado y leído: aunque se le dirijan críticas, hay también que destacar que sintetiza bien la evolución de los grandes movimientos religiosos y sus actitudes frente a la idea de Dios en que, como tales religiones, creen. Dios o dioses, porque hay una trama inicial de la que parece triunfar el monoteísmo. Aunque luego tenga en Aslan socorro que le convertirá en el salvador que nos coronará como dioses.
Aunque se nos hace confraternizar con unos ideales Adán y Eva, la realidad es que se deja por abordar el problema de la existencia de otras especies del género “homo” que nos precedieron y han desaparecido. En realidad, todo se arregla con afirmar que la religión apareció en el Paleolítico, manifestándose en el entierro de los difuntos y la creencia en la existencia de un alma distinta del cuerpo y ligada con la supervivencia después de la muerte. La idea de un alma y que somos un ‘alma encarnada’ serán las que animarán nuestra religiosidad. Eso y la relación casi automática que nos hace reconocer en lo desconocido a otra persona, es decir a otra alma encarnada.
No está claro el paso de esta espiritualidad primitiva al animismo. A uno siempre le ha conmovido la fe animista indigenista, aunque reconociéndola como una manifestación temprana e inmadura de religiosidad, una religiosidad que intuye algo superior pero que es incapaz de definir. Lo digo tras a ver visto, con respeto, a Maximón cerca del lago Atitlán o las ofrendas realizadas en la principal iglesia de Chichicastenago.
El paso de homo cazador al homo agricultor implica para Aslan un paso tan importante como doloroso. Entre otras razones porque el hombre agricultor tiende a agruparse creando los gérmenes de lo que más tarde serán ciudades. La convivencia con otras personas será el caldo de cultivo que permitirá el paso a la religiosidad.
Vamos a recorrer ahora un largo camino hacia el monoteísmo, superador del politeísmo. Hay dos clases de politeísmo, el de creación de innumerables dioses, con misiones y patronazgos particulares, y el originado por la necesidad de explicar la existencia de mal. Los dos grandes creadores de la idea de un único Dios fueron, para el autor, Zoroastro y Akenatón. Respeto al primero, el libro narra como el monoteísmo de Zoroastro decayó convirtiéndose en “henoteísmo” (un Ser Supremo sobre un panteónde dioses inferiores) hasta resucitar muchos años más tarde bajo la forma dualista, es decir las tesis zoroastrianas que siempre conocimos como es típicamente la clásica la confrontación entre Ormuz y Ariman, algo así como el poli bueno y el poli malo de las películas.
Akenatón ha sido siempre una figura distinguida de la antigüedad egipcia. Una rareza como fue la de un faraón que decidió acabar con el politeísmo oficial egipcio del que era cabeza para implantar la fe en un dios Ra, relacionado de alguna forma con el sol y que venía a sustituir el panteón oficial. La destrucción de la ciudad creada en su honor, Tel-Amarna, significó la vuelta al politeísmo. Ciertamente guarda una extraña relación con lo egipcio Moisés, quien, de hecho, estableció finalmente el monoteísmo en el pueblo hebreo en la figura de Javhé, quien todavía habla con él y se le muestra en forma de zarza ardiendo. Al hilo, hay que destacar que en el libro se distingue cuidadosamente entre lo que se llama monoteísmo y monolatría: la primera niega la existencia de otros dioses, mientras que la segunda únicamente descarta su culto y adoración.
Pero la proliferación de dioses siguió: se crearon familias y vínculos entre ellos. Algo molesto, realmente que hizo que se terminaran fijando, junto a un dios que dominaba a los restantes, un conjunto variopinto de dioses menores y un tanto peculiares a los que se asignaban únicamente determinadas funciones. La cosa se enturbió aún más cuando reyes y emperadores se “divinivizaban”. Todo preparaba el cambio y éste se llevó a cabo según Aslan en tres etapas: el reconocimiento oficial del monoteísmo (Dios uno), la deidad compleja (Dios es trino) y el retorno al monoteísmo (Dios es todo). O sea: la trayectoria personal de Aslan, más o menos adornada.
El cristianismo aparece y Aslan lo liga al viejo problema de la divinización del hombre y/o la humanización de Dios. Jesús de Nazareth (nunca habla de Jesucristo, como es lógico) es la figura que irrumpe en el mundo y promueve el que se centre el fenómeno de la divinización del hombre. El monteísmo triunfa oficialmente cerca de tres siglos más tarde con Constantino, pero al mismo tiempo conduce inevitablemente a la admisión final de una trinidad, un Dios trino como dice Aslan. Pero que sigue siendo monoteísta. El libro sigue las luchas que dentro del cristianismo se produjeron en torno a la doble condición de Jesús como Dios y hombre. Lo que los doctrinos asumimos como la discusión sobre el “filioque”.
Complicaron las cosas las nuevas ideas de Mahoma, que se examinan y comentan detenidamente.
Al final, Aslan llega una conclusión panteísta; lo hace a través del sufismo, aunque reconoce que existe en muchas religiones esa identificación de Dios con el universo. Invoca la expulsión del Paraíso como castigo a la desobediencia del mandato de no comer del fruto prohibido, sino “por tratar de convertirse en Dios”. Y se posiciona con claridad ante esa tesis: “Así pues, vosotros elegís. Creed en Dios o no. Definidlo como queráis. Sea como sea, aprended la lección de vuestros antepasados míticos, Adán y Eva y comeos el fruto prohibido. No temáis a Dios. Vosotros sois Dios”.
Y así acaba el libro. De una forma que, para mí, resulta altamente desilusionante. Esperaba de la obra el repaso de las formas con las que la humanidad y el individuo habían tratado de concebir a Dios partiendo de una imposibilidad de contestar a tantas cuestiones como les asaltaban. Todo era enfrentarse a la ininteligibilidad de un ser superior y creador que daba explicación a muchas cosas y dejaba sin explicar otras.
Corrobora esa impresión el hecho de que da por acabado el trayecto hacia Dios en islamismo. ¿Desde el siglo VIII no ha sido ya Dios objeto de imaginación y creencia? No es aventurado pensar que hasta entonces Dios únicamente había sido tratado como objeto de fe y adoración. Luego dejó lentamente de serlo para ser objeto de la filosofía y la ciencia.
Que me diga el libro que soy Dios me parece ridículo y hasta insultante. No quita gravedad a esa admonición el que se otorgue el carácter de dioses a “vosotros”, un intento más, de los muchos de los que adolecemos, de privarnos de la individualidad que es nuestro santo y seña, nuestro orgullo y nuestra cruz.
“Dios. Una historia humana” (368 págs.) es un libro del que es autor Reza Aslan, obra que fue registrada en 2017 por Salan Media Inc.. La traducción española fue publicada por Taurus en septiembre de 2019.

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