Quizá he dicho
alguna vez ―y si no es asà ahora lo repito― que tengo a los autores como
cerezas. Si un libro de un autor me cae bien, o simplemente despierta mi
curiosidad, procuro acercarme a otro libro suyo para terminar de catarle. Es lo
que me sucede con ese autor. Su libro está escrito como médico escéptico,
dispuesto a trasladar ese escepticismo al lector con el fin de ponerle a salvo
de los muchos mitos que rodean a la salud. Un propósito que no agota porque
habla, al fin del del libro, de su propósito de seguir desmintiendo mitos que
aun persistÃan en una nueva obra.
Una de las
partes más interesantes del libro es la breve introducción, en la que se
afirma: ”este es un libro acerca de como
ven el mundo los médicos, o mejor, de las diferencias entre cómo ven el mundo
los médicos y los que nos son médicos”. Y poco más adelante se pregunta de
dónde saca el médico todos los conocimientos con los que diagnostica y propone
soluciones. No bastan los largos años de carrera; ni la propia experiencia con
sus pacientes. Precisa de las publicaciones y comunicaciones médicas. La
medicina empÃrica ha vuelto, se nos afirma, la que ya emplearon algunos griegos
en los siglos II y III antes de Cristo. Y que tomó forma cuando se comenzó a
utilizarse en 1992 el término “medicina
basada en la evidencia” o MBE.
La ciencia médica
cambia y el médico raramente llega a la certidumbre total. Se nos ponen los
ejemplos de las ideas sobre la lactancia materna y la función de las amÃgdalas,
hace no muchos años consideradas inútiles. DifÃcilmente los nuevos niveles de
conocimientos pueden llegar a la gente. En primer lugar, por los propios médicos
que tendrÃan que desarrollar una desaforada labor de continua formación para
cubrir esos niveles. A continuación, serán los editores de las publicaciones
cientÃficas los que ejercen un filtro no siempre acertado. Siguen las
administraciones públicas con sus decisiones de hacer públicas o sesgar la
información existente. Por fin, los medios de comunicación, cuando no respeta
la llamada infoética o ética de la
información. Todo ello ha creado una desinformación generalizada de la gente.
Algo que Palma quiere combatir en la medida de su escrito.
El libro está
construido sobre unos capÃtulos donde se hace referencia a los aspectos más destacados
de la medicina actual y, ya en ellos, destaca los errores que se mantienen ¿por
los medios o por los pacientes y aspirantes a no serlo? De esa forma cada capÃtulo
es cerrado con un cuadro en el que en la columna izquierda se reflejan lo que
Palma llama “mitos” y en una segunda, a su derecha, lo que considera
“realidad”. Desde ese momento se puede deducir que Palma concibe como realidad
lo que él acepta como tal, sostenido por la serie de datos que proporciona en
el libro, y que mito es aquello de lo que claramente describe como ideas vanas
y absurdas.
Vaya por
delante que uno coincide con esa condena de los mitos; unos con más intensidad
y entusiasmo, otros con menos y algunos con cierta desgana y hasta
disentimiento. Pero ¿cuáles son los mitos denunciados? Mitos que en el propio
subtÃtulo del libro son calificados como “errores”. Pero el mito es algo distinto,
algo relacionado con relatos tradicionales, historias proporcionadas como
verdaderas por las religiones, pobladas de héroes imaginarios, siempre cargado
de simbolismo… Lo que se denuncian son errores. Quizá Palma ha querido diluir
la dureza del calificativo de error, por el de mito, pero no es éste el mayor acierto
del libro; lo es la denuncia de los errores existentes, tanto el mundo medio
como el mundo que pudiéramos llamar de pacientes, muchos de los cuales no
llegan a ser enfermos.
El libro
comienza en lo pudiéramos llamar un tono menor, preocupándose de cuestiones un
tanto banales, para pasar a un tomo mayor en el que aborda temas candentes como
el aborto o la eutanasia. Comienza, en efecto, su repaso por las “pequeñas
mentirijillas” que no duda en calificar de leyendas urbanas. Son algunas
cuestiones marginales que lindan con lo anecdótico (a los muertos les crecen
las uñas y el pelo, el daño de las ondas telefónicas, el uso limitado del
cerebro). Algunas ya afectan a la medicina (relación entre catarros y
corrientes aires o la vaciedad del concepto “reuma”). Otras ya con más entidad
rozan repetidas veces temas de alimentación y dietética que suelen tener una
clara conexión con tácticas de marketing. Nos hablará de las grasas y sus
clases, del alcohol, de los azúcares, del café, el té y el chocolate, de las
bebidas light y de la inevitable Coca-Cola. Un recorrido que nos muestra
cuántas cosas tenemos que aprender en un mundo donde se nos venden mentiras de
manera constante.
Un paso más
allá enfrenta a la medicina con mundos que tratan de sustituirla. Son los
mundos de las terapias alternativas, de la oración o la creencia, o de lo
paranormal. La medicina alternativa tiene muchas manifestaciones: manipulaciones,
homeopatÃa, acupuntura, hipnosis… hasta 18 manifestaciones de terapias
alternativas se relacionan en el libro. Son terapias atractivas que, sin
embargo, encierran potenciales problemas y tienen una eficacia mas de que
dudosa. En ocasiones crean verdaderos cultos hacia principios como la vitamina
C o medicamentos como la Aspirina.
Estamos a un
paso de la fe. Palma se apresura a distinguir religión y espiritualidad. LA
religión no hace daños, pero las preguntas básicas son: ¿realmente sirve de
algo la oración? ¿Dios responde a las oraciones? El autor confiesa que la
medicina no es la que debe contestar a ello, pero añade referencia a
experiencias realizadas en el campo médico que parecen desmentir la inutilidad
de la oración. Ya en el campo de lo paranormal, los mitos de la telepatÃa y la
hipnosis como instrumentos de curación son tirados a la basura sin miramientos.
Con acierto, porque son otra cosa.
Sin querer, el
protagonismo de las opiniones pasa del mundo médico al mundo borroso de las
organizaciones. Pero sucede algo curioso: mientras se produce ese alejamiento
del médico abstracto, se presenta cada vez como más decisiva el papel del medio
concreto real, que se enfrenta al paciente real, con sus malestares y sus
aprensiones.
La eutanasia
viene precedida por una serie de consideraciones sobe la vejez. Nos habla del
número creciente de personas de edad, de la falta de influencia de ésta en la
enfermedad, pero también en cierto desinterés de estudiar una farmacologÃa
enfocada a esa edad. Yo, ya viejo, tengo esa sensación de ser “ganado de
deshecho” y de la evitación de expresiones que afecten a los actualmente
correcto. Aparece el fantasma de la disminución cognitiva. Y frente a él la
tentación social de reducción de costes, a través de la eutanasia y el suicidio
asistido. Palma afirma: “Se profundiza
poco en la petición de ayuda para morir. Detrás de esa petición suele haber una
solicitud de afecto, apoyo psicológico y cuidados paliativos por parte del
paciente, no una petición real de que le maten”. Al final, Palma muestra su
opinión: “Proponer la despenalización de
la eutanasia está de moda, es lo que se lleva porque es individualista y, sobre
todo, parece algo polÃticamente correcto y emotivamente aceptable”
Es clarificador
el capÃtulo dedicado a las células madres, “la madre de todas las células”,
tema sobre el que ha recaÃdo una desproporcionada información de los medios y
una también una excesiva creación de expectativas en la gente. Suele ignorarse
que existen varias clases de células madres, destacando las embrionarias
(procedentes de embriones) y las células adultas (de adultos). Las primeras traerán
consigo graves problemas morales porque requieren el que el embrión se mate
finalmente, a lo que, por ejemplo, la lglesia católica se opone como defensora
de la vida humana. Ello ha determinado que se abra una posible esperanza: la
conversión de células adultas en células embrionarias, las llamadas “células pluripotentes inducidas” (IPS
para los amigos)
En este sentido,
al final del libro, se clama por la necesidad de que el médico sea educado,
pasando por el aseo personal, atento al paciente más que al ordenador. Ofrece
un sorprendente hecho: “en los niños
sucede algo curioso: los médicos con bata y corbata son vistos como más
competentes, pero menos amigables. Los médicos con ropa informal, al contrario,
se ven como más amigables, pero menos competentes”. Pienso que es algo parecido
a los mayores, aunque ya no distinguimos el aspecto de “amigabilidad”.
Al referirse a
las relaciones de la mujer con la medicina se refiere sucesivamente a diversas
realidades actuales. Se refiere al crecimiento de ciertas enfermedades como el
cáncer de pulmón relacionable con el hábito de fumar o a los perjuicios
derivados del uso incontrolado de anticonceptivos. O el cáncer de mama. Pero lo
que ocupa más la atención del libro es el aborto, “otra de las banderas que las feministas toman como bandera para evaluar
la libertad de la mujer”. Se aborda su admisión social generalizada y la
dificultad de cuantificar los casos de aborto, asà como difusión a nivel
mundial o el fenómeno de la proliferación de clÃnicas privadas dedicadas al
aborto. Se destaca cómo el aborto se suele justificar como medida de protección
de la salud, fÃsica y psÃquica, de la mujer, olvidando las secuelas negativas
que tiene en el segundo de los aspectos citados la práctica abortiva.
Yo dirÃa que
este es un libro que serÃa desasosegante si no fuera divertido y entretenido.
Tiene la virtud, además, de no tratar de imponernos nada. Acierta el autor
cuando dice “probablemente tu vida no cambie demasiado después de haber leÃdo
este libro”. Yo, en mi caso, dirÃa que nada. Pero también nos dice que su
efecto global será más importante: nos inyectará una buena dosis de
escepticismo. Lo que necesitamos, insiste, es “más medicina de anticipación”. Hay que cambiar comportamientos y
estilos de vida. Y para ello, ¡uno debe ser bastante escéptico en tantas cosas!
“El médico escéptico. Errores
graves y menos graves sobre la salud y la vida sana” (190 págs.) es un libro escrito
por José Alberto Palma en 2010 y publicado ese mismo año por Ediciones
LibrosLibres.
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